Oigan, señores, yo les quiero así contar
Con muchísima emoción dónde nació mi canto
Chispa, tonada, piano, bajo y acordeón
Así tocaba Leonor, ritmo de cuartetazo
La primera estrofa de "Soy cordobés", canción icónica de Rodrigo que popularizó en 1999, la recuerda. También el primer grupo de cuarteto de Córdoba, quien mucho antes fue más allá para homenajearla -en 1943- con su nombre. Durante aquel año, el Cuarteto Característico de La Leo incorporó a Leonor Marzano en el piano y también en el sello del grupo, el cual le dio vida a un género y popularizó a otros tantos grandes artistas.
Leonor, que no era cordobesa, llegó desde Santa Fe a los 13 años acompañada por su mamá Josefina y por su padre, Augusto Marzano, empleado ferrocarril que trasladó a su familia a Córdoba ante una nueva oportunidad laboral.
Marzano había formado una banda junto a Miguel Guelfo. Ambos fusionaron en sus melodías los recuerdos de sus tierras: el pasodoble español y la tarantela italiana junto a cuatro instrumentos (piano, acordeón, contrabajo y violín). Sin embargo, para elevarse ante lo común, buscaron lo que les faltaba.
Leonor había terminado la primaria en su provincia natal. Decidió estudiar piano en Córdoba y no continuar con los estudios secundarios. Su padre la avaló. Y nueve años después la convocó para integrar la banda, a la que decidió bautizar con el nombre de quien lograría efectuar ese salto de calidad tan esperado.
La propuesta ocurrió luego de la muerte de la madre de Leonor. Augusto, hombre de campo, quería regalar sonrisas entre compases y zapateos a los paisanos que habían llegado junto a él, o incluso antes, entregándoles -al menos por un rato- un paraje rítmico, con pasos llenos de nostalgia y alegría, en búsqueda de las costumbres que abandonaron antes de partir.
A los 20 años, Leonor daba clases de piano mientras su padre distribuía su tiempo en el trabajo y en la música. La situación no era fácil: las oportunidades escaseaban, no aparecían. Y cuando sucedían, no era nada grandilocuente. Leonor estaba sola, y fue allí cuando su padre entendió que incorporarla al grupo le garantizaría -al menos- dos cuestiones: tenerla cerca suyo y elevar la calidad musical de la banda.
Era una orquesta. Clásica, que sonaba bien. Pero Leonor se salió del libreto y tuvo la inspiración perfecta en sus dedos para darle vida al "tunga, tunga", el cual lo tocaba únicamente con su mano izquierda. Creó la esencia de un género otorgándole prioridad a la marcación rítmica, acentuando el primer tiempo en el lugar del segundo. Leonor remarcó el "tun", acarició el "ga" y puso a todos a bailar.
La señalaron. Era una niña acompañada por tres hombres notoriamente mayores a ella. "Venimos a ver a la señora que toca el piano", expresaba el público del campo durante los primeros años. En la década del 50, en pleno auge, El Cuarteto de Leo -así se lo llamó después- estaba prohibido en la capital cordobesa.
En 1961 el grupo triunfó en la Ciudad de Córdoba. El éxito de la banda permitió la aparición de otros conjuntos musicales, demandados por el público que acudía a los bailes cordobeses, ya que El Cuarteto de Leo tenía todas las fechas ocupadas y presentarse en cada uno de ellos les era imposible.
En 1962 irrumpió el segundo conjunto de cuarteto: "Don Bartolo y Su Cuarteto". Cinco años más tarde el primer cuarteto de jóvenes, llamados "Cuarteto Berna". Su debut, el 1º de julio en una discoteca cordobesa, sería también la primera presentación de una leyenda en la historia del género cordobés: Carlos "La Mona" Jiménez, quien tenía sólo 15 años y era la voz del grupo.
Durante las décadas del 70 y 80 aparecieron otros grandes músicos que aún permanecen en la historia viva del cuarteto. Carlos "Pueblo" Rolán (cantó en El Cuarteto de Leo entre 1965 y 1971), grupo Chebere, Coquito Ramaló, Sebastián, "El Negro" Videla, "Pelusa" y la consolidación artística de "La Mona", tal como se lo conoce en Córdoba.
La década del 90 significó la partida directa de muchos artistas a Buenos Aires. Córdoba era la crianza y la ruta el camino de los cientos de kilómetros transformados en una excursión incierta, llena de intrigas, sin promesas, muchas veces con dinero prestado y con una obligación: quedarse a vivir.
Rodrigo Bueno, popularizado como Rodrigo, fue el primero. Lo siguió Pocho "La Pantera" y Noelia. El salto fue riesgoso pero obtuvo sus frutos al poco tiempo: para fines de los 90, Rodrigo y "La Mona" Jiménez habían instalado, en las discotecas porteñas y bonaerenses, sus grandes hits.
Leonor Marzano falleció el 12 de enero de 1993 en Córdoba. Su mano izquierda quedó impregnada en cada ronda de baile en el que suena cuarteto, se distribuyen los vasos y las cabezas miran al cielo al mismo tiempo en que los ojos se cierran para sentirlo mejor. Un ritual musical.
"Es todo el año 'tunga, tunga' del mejor, es nuestro rock and roll", cantó alguna vez Rodrigo. Los que quedan, gracias a Leonor, lo seguirán bailando.
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