Fernando Ruiz es un periodista muy particular. Ejerce su profesión en la academia, como docente de periodismo y democracia en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Pero, además, fue cofundador del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), del cual fue vicepresidente en los difíciles años que el gobierno kirchnerista había tomado a los periodistas como enemigos. En esa época escribió Guerras Mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad. Antes, había escrito libros sobre La Opinión, sobre Ambito Financiero y sobre la nueva prensa cubana. Ahora publicó Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas. 1818-2018. Aquí el diálogo con tuvo con Infobae.
– Estamos ante un libro especial, porque sintetiza la experiencia periodística argentina de doscientos años en un solo libro. Lo hiciste a través de una ficción en primera persona. Contanos cómo decidiste este tipo de relato, que es a la vez producto de una gran investigación y una gran rigurosidad histórica.
– Sí, intenté buscar un mecanismo que permitiera entender la síntesis de determinados momentos históricos y luego comparar esas fotos. La decisión la tomé a partir de un libro que tiene Tomás Eloy Martínez, Ficciones Realistas. A partir de la ficción, uno puede describir y ahondar mucho más en la realidad. Todo lo que cuento en el libro es verdad, y hay 60 páginas dedicadas a explicar de dónde saqué cada dato. Pero al estar contado en primera persona los relatos de seis épocas distintas en la vida de un periodista cuenta su día. Durante 200 años, uno recorre seis días distintos y se van viendo las diferencias. A su vez, se vive a través de grandes sucesos históricos. Uno, por ejemplo, es la Batalla de Maipú, cuando San Martín logra con O'Higgins la victoria sobre los españoles. Otra es la epidemia de la fiebre amarilla, un episodio doloroso y extraordinario, única vez que se estableció que los habitantes se fueran de la ciudad. Fue un momento en que hubo un pseudo gobierno conducido por periodistas.
– ¿Eso fue durante la gestión de Domingo Faustino Sarmiento?
– Sí, por la epidemia, Sarmiento se tuvo que ir, había notas que decían que se escapó y la mayoría de los senadores también se fueron por la epidemia. Y los directores de diarios de Buenos Aires se hicieron votar en las escalinatas de la Catedral de Buenos Aires.
– ¿Pero lo que contás es real?
– Absolutamente real, se hicieron votar como la comisión de salud, como el gobierno efectivo de la Ciudad durante tres meses. Hubo una votación en las escalinatas de la Catedral de Buenos Aires y condujeron la ciudad durante tres meses. Fue un acto heroico, no era oportunista.
– Una vez que los periodistas servimos para algo.
– Fue una actitud de servicio extraordinaria. También en la comisión estaban integrados los médicos como Roque Pérez, presidente de esa comisión, que murió atendiendo pacientes con fiebre amarilla.
– Asombroso. Contemos los otros días, las otras cuatro etapas.
– La siguiente etapa fue el año 1919, el año de la semana trágica, cuando Buenos Aires es recorrida por las mañanas con la distribución de cientos de miles de ejemplares como nunca había pasado en la historia. Es gobierno de Hipólito Yrigoyen, un momento de enorme tensión, de enorme clamor social, desorden, violencia, se generan grupos paramilitares de gran violencia. El periodismo ahí tiene una función contradictoria. Por un lado, promueve los disturbios y, por otro, se convierte en una fuerza del orden, intenta fomentar que la policía vuelva a tomar control de la situación. Y, de hecho, para terminar los disturbios, la policía inventa que uno de los periodistas es el presidente del soviet que van a querer fundar en Buenos Aires, el periodista Pedro Walt, y lo detienen.
– Lo ví en los subtítulos del libro. Es la primera vez que sentí hablar de ese periodista.
– Lo usan de chivo expiatorio y con eso se clausura la semana trágica, diciendo que encontraron a los responsables. Inmediatamente después se organiza una estructura de defensa legal para poder demostrar que eso es una mentira inventada por la policía.
– Cuarto escalón.
– Es la revolución del 43, el golpe de junio, un momento donde intento enhebrar el periodismo de Buenos Aires con el periodismo mundial. En ese momento estaba la Segunda Guerra Mundial. Lo hice en todos los capítulos, porque el periodismo siempre está conectado con los colegas del mundo, de donde recibe los valores, las prácticas, las rutinas, cómo se hace periodismo.
– La tecnología.
– Claro, en gran medida. Había muchos periodistas argentinos cubriendo la Segunda Guerra en los distintos frentes de guerra. En ese momento se produce la batalla de Stalingrado, cuando empieza a cambiarse el sentido, después del gran avance alemán. Ahí empieza la involución de Alemania. Aquí, se produce el golpe militar y el ascenso de Juan Domingo Perón.
– ¿Y la quinta?
– La cuarta está asociada al mundo de la radio, y la quinta está asociada al mundo de la televisión. Cada uno de los escalones es un ecosistema distinto. Pasamos del diario en papel a la radio, de la radio a la televisión y, por supuesto ahora, a la etapa digital. Cada uno de esos ecosistemas cambia la forma en que se financia el periodismo, cambia la forma en que se hace periodismo, también en cómo influye en la política.
– En tu libro vas marcando las diferencias entre los distintos tipos de periodismo. El periodista político, el profesional. El periodista de radio, que arrancó con poca calidad periodística en relación a los medios gráficos. Contás el caso de una radio exitosa, Radio Belgrano, de Jaime Yankelevich, que copiaba el periodismo de los diarios.
– Eso es lo que sucede. Cuando un medio nuevo tipo de medio irrumpe, se coloca en el centro de la sociedad, pero no tiene el mejor periodismo. Tarda bastante en encontrar sus picos de calidad. Cuando empieza el nuevo medio, toma el periodismo de otro lado. Cuando irrumpe la radio, llegaba hasta el último ranchito del país, pero hacían un periodismo muy básico.
– Un periodismo de ranchito decís vos en el libro.
– Claro, muy inferior al que hacían los medios de Buenos Aires.
– Entre otros de los valores que vas marcando decís que no hay democracia sin periodismo independiente. Lo damos por hecho, aunque hace unos años la verdad que la pasamos muy mal en la Argentina en ese sentido, pero ¿por qué es así?
– Porque no hay democracia si el pueblo no tiene voz, y una de las voces más importante del pueblo está en el periodismo. De hecho, cuando termina la dictadura de Rosas, antes del proceso constituyente, todas las discusiones sobre el nuevo país se hace en la prensa. Y el libro más importante, Las Bases, el libro que construye nuestra Constitución, está dedicado a lo que él llama "la prensa constituyente". El libro que da las ideas de la Constitución, está dedicado a los periodistas constituyentes, como Vélez Sarsfield, Mitre, tantos otros.
– Muchos próceres fueron periodistas.
– Bueno, por supuesto. Desde el año 1862 hasta el 74, tres presidentes fueron directores de diarios muy avezados, no circunstancialmente periodistas, sino diaristas, gente que hacía del periodismo su ocupación principal. La principal ocupación de Alberdi era estudiar y escribir en periódicos.
– Este es un libro riquísimo porque nos sirve para aprender historia de nuestro propio oficio. Los periodistas, en general, somos bastante ignorantes de nuestra propia historia.
– Traté de rescatar historias, momentos, escenas que nos sirvan para entender mejor el periodismo actual. Ese fue mi objetivo. Si ignoramos la historia del periodismo es porque hay una rutina periodística muy concentrada en la velocidad, es muy complicado obtener la pausa en el trabajo periodístico.
– ¿Qué pasa con el periodismo hoy, que está sometido a más velocidad, a la producción de noticias que se hace en las redes sociales, lo que de alguna manera es una competencia para los periodistas? También están los gobiernos y las empresas que pueden producir relatos sobre hechos.
– También los celebrities. Antes el periodismo tenía el monopolio de la visibilidad, pero ahora las marcas y los celebrities pueden hacerse visibles por afuera del periodismo, pero para tener mejor reputación o imagen, necesitan pasar por el periodismo. Es el rol que nos quedó en estos tiempos. De todas maneras, los cambios que se están produciendo hoy en periodismo tienen la tensión de la historia entre tiempo y calidad. El periodismo no es más minuto a minuto, es segundo a segundo. Es gestionar una ola que tiene una velocidad importante y, por un lado, hay que fabricar commodities de calidad y profundidad de calidad. Hay que articular distintos planos de trabajo, con distintos tiempos, pero sabiendo que hay un sector de la redacción que es segundo a segundo. Es como una sala de guardia, el médico de guardia no se puede quejar que no tiene tiempo para trabajar bien con sus pacientes, porque es el médico de guardia.
En todas las redacciones hay una sala de guardia, ellos tienen que construir sus pautas para hacer commodities de calidad, la información de último momento, la más veloz, tratar de procesarla bien. Porque una redacción es, finalmente, una refinaría de información. Tiene que refinar información de calidad de distintos niveles, también tiene que generar atención. Para mí el entretenimiento es el viento en las salas de información. Los periodistas del siglo XIX también lo hacían, por eso publicaban folletines, novelas, por eso publicaban el Facundo.
– ¿Cómo seguir haciendo periodismo en medio de esta velocidad? ¿Qué es lo que distingue el relato periodístico de otros relatos? ¿Por dónde tenemos que ir? ¿Qué es lo que no tenemos que abandonar a pesar de la tecnología, de la velocidad, de las exigencias del segundo a segundo?
– Yo creo que la referencia a la verdad es la columna vertebral del periodismo. Y la verdad es un valor muy necesario en una sociedad. Cada una de las profesiones tiene un valor principal a proteger. Y el periodismo es el principal protector de la verdad. A veces se diluye la posibilidad de conocer la verdad, todo es igual, sabemos que no hay verdades, que hay certezas, que tenemos que construir consensos sobre realidades, no sobre ficciones. Eso, además, hace una mejor vida pública. Vos viste que las familias, las comunidades, cuando discuten sobre la verdad tienen la posibilidad de mejorar cualquier situación. El aporte principal principal del periodismo es mejorar el régimen de verdad de ese momento histórico.
– ¡Qué interesante lo que decís! Me da el pie para que te pregunte sobre la cobertura periodística del G20, que fue muy criticada. ¿Cómo lo viste?
– No hice un análisis exhaustivo, lo mío fue incidental, vas cambiando, vas leyendo, vas buscando otra cosa. Pero me parece que no hubo una preparación en muchos medios importantes. Incluso en salas de guardia se planifican procedimientos. Siendo un evento que estaba previsto hace mucho tiempo, no se veía que hubiera la planificación necesaria. Muchos lo cubrían como si fuera un episodio del que se enteraron a la mañana. Por supuesto que estábamos muy atraídos por esa especie de coreografía que hicieron los 20 grandes que vinieron a visitarnos. Es una coreografía interesantísima. Era como un retrato de Versailles que tuvimos del mundo entero. Tuvimos los nobles del mundo entero, obviamente que es atractivo.
Pero, dentro del periodismo, esa es la estructura de atención que los periodistas tienen que usar para dar la información del mundo, explicar los grandes conflictos internacionales. Es como el bróccoli, que es muy sano, pero hay que ponerle un poco de pimienta. No hay calidad sin público, yo no creo en aquel periodismo que es perfecto y tiene información rigurosa pero no tiene público. Eso no es calidad. En el periodismo, la comunicación es clave. Aquí se divide entre el periodista y el comunicador. La verdad que el buen periodista no es solo el que es capaz de preparar el material, sino el que atrae a la audiencia. Sin audiencia, no hay periodismo.
– ¿El periodismo digital es de menor calidad que el periodismo en papel?
– No, yo lo veo mucho más completo. El periodismo digital tiene una capacidad de crecer al infinito en alternativas al usuario, una posibilidad de interactividad y profundidad hacia sus mayores intereses, que es extraordinario. Estamos aprendiendo a usarlo. Estamos un poquito retrasados en el modelo de negocios, llevamos 25 años de periodismo digital y todavía no encontramos el modelo de negocios. Pero guarda, porque hay situaciones distintas. Una es el modelo de negocios de los medios que quieren conservar la estructura de costos de la etapa anterior en el nuevo ecosistema. Pero los nativos digitales no solo tienen menos publicidad, también tienen menos costo. La posibilidad de que un grupo de estudiantes se ponga a hacer un medio digital en base a su esfuerzo de trabajo es posible.
– El mandato básico del periodista es buscar la verdad. ¿Y qué más?
– Yo creo que tiene que buscar la concordia, que es un valor social. Y la verdad hay que prepararla para que la gente me escuche. Tengo que preparar los oídos de la gente para que me escuche. Si no hago amistad cívica con la gente, no me van a escuchar la verdad.
– ¿Qué sería el mundo sin periodistas?
– Un infierno. Ha pasado cuando hubo huelgas de gráficos y por mucho tiempo no salían los diarios. La gente era como niños en una pieza oscura, no sabía qué hacer, estaba como en una pieza oscura. Eso no va a pasar nunca, espero.
VER LA ENTREVISTA COMPLETA:
SEGUÍ LEYENDO: Radiografía de la desigualdad de género en la cultura