La Boya es el nuevo documental de Fernando Spiner. Se trata de una pieza audiovisual única por lo personal y experimental. Recorre por un lado, el ritual que él mantiene con su amigo, el periodista y poeta Aníbal Zaldivar, de nadar hacia la boya en las aguas de Villa Gesell, pero no se detiene ahí, también indaga la relación con su padre, que tuvo una cercanía muy fuerte con Aníbal a través de la poesía y de cómo ésta forma de expresarse está presente en muchos de los habitantes de esta ciudad.
– ¿Cuándo nació la idea de crear una producción tan íntima como La Boya?
– Es una película que vengo pensando desde hace años. Mi productora, con la que estrené la película Aballay en 2010, se llama Boya Films. Esta idea está en mí desde hace tiempo. Cada vez que viajo a Villa Gesell, ciudad en la que pasé gran parte de mi infancia y adolescencia, cumplo con el ritual, junto a mi amigo Anibal Zaldivar, de ir nadando hasta la boya. Es algo que hacemos sin decir que es un ritual. Lo hacemos con naturalidad. Yo soy ese personaje obsesivo de la película que cuenta las brasadas, que llega y lo primero que hace es fijarse si la boya está. La misma tiene una potencia simbólica muy poderosa. Siento que mi vida está sostenida por la boya. Es lo que te mantiene a flote para no irte al fondo, lo que te marca el camino y también es algo que tiene fin ya que una tormenta se la puede llevar y a su vez puede empezar de nuevo.
– ¿Cómo descubriste que ahí tenías una película?
– Yo me empecé a dar cuenta de eso en el devenir de hacerlo. Era como fijarme en lo que tengo en los bolsillos al alcance de la mano y no me daba cuenta. El desafío fue cómo transformar eso en una película y no en un álbum de fotos de mi infancia o de una vivencia personal. Además, tenía que ser una película que eluda esos lugares de riesgo de toda obra autoreferencial, es decir, que no hable de mi recorrido como director de cine, de los logros que tuve. Por un lado, era hacer una película sobre mi amigo el poeta Aníbal Zaldívar, que es casi como hacer una película sobre mí porque es un yo que no fui, que se quedó en el pueblo. Es un yo muy lindo y que admiro mucho, realmente si hubiera sido ese no hubiera estado nada mal. En el hacer, surgió la posibilidad de participar de las charlas que mi amigo organiza dónde invita a un montón de gente que no tiene vínculo con la poesía a tener una vivencia poética, acceder a una poesía sin importar de quién sea.
– En ese devenir ingresa la poesía que realizó tu padre…
– Sí, lo hice de una manera muy verdadera. Yo descubro la poesía de mi papá haciendo la película y le doy un valor enorme al punto tal de incluirla, nunca imaginé que la iba a poder usar para eso. Se transformó en una experiencia sanadora que me reconcilió conmigo mismo, con mi historia y de encontrarme con un montón de cosas hermosas de mi vida y mostrarme que yo soy eso. Es una felicidad poder hacer una película con eso. Conté con la ayuda del escritor Pablo De Santis, con él logramos que la película tuviera una trama, que la historia de mi abuelo y su épico escape desde Ucrania sea un plano de relato más y que tuviera un punto de giro cuando aparece los poemas de mi padre, tiene una multiplicidad de voces aglutinadas con la boya como símbolo.
– ¿Cómo fue el proceso de creación del documental?
– Fue muy cambiante a lo largo de los años. En un momento yo le dije a Aníbal que ahí teníamos algo, que lo teníamos que hacer juntos para que sea un hijo de nuestra amistad. Fuimos filmando de a poco, probando cosas. Es una película que se hizo en diez años. Mientras yo hacía otras cosas. Empezamos a escribir y tomar nota de lo que queríamos hacer hasta que decidí presentar el proyecto en el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), pedir un crédito para hacerlo de manera independiente. Cuando nos lo otorgaron me entraron todas las dudas de no saber por dónde empezar, pero nos entregamos a lo que fuera apareciendo. Por ejemplo, en la película aparecen los testimonios de Guillermo Saccomanno, Juan Forn, entre otros y decidimos no rotularlos ya que la idea no era captar un testimonio de alguien reconocido sino mostrar como mi amigo los entrevistaba. Yo lo seguí a él porque esa era la idea principal de la película. Siempre cuando hago una película hay un momento en que me miro al espejo y me pregunto: por qué se te ocurrió esto, por qué esto y cualquiera de las otras cosas que pudieras haber hecho. Pero esta vez, cuando me miraba al espejo me decía: porque no podrías hacer otra película ésta es la que no podés no hacer.
– ¿Qué pasó cuando la vio Aníbal?
– Aníbal está alucinado con todo. Cuando proyectamos la película en el Festival de Mar del Plata pudo verla entera. De todos modos, él participó de todos los procesos, cuando tuve el primer armado lo llamé para consultarle y lo discutiamos entre los dos. Obviamente yo tengo más experiencia en los procesos de postproducción que él, pero siempre era una voz muy importante para mí. Lo que él pensara o digera. Además, lo hice doblar partes varias veces ya que soy un fanático del doblaje en todas mis producciones. Realmente me dijo "bien, bien, la verdad que no podría haber sido mejor". Toda esa verdad, emoción y sentimiento que tanto hablamos están en la película y prevalece por sobre todas las cosas.
– ¿Cómo elegís tu equipo de trabajo? Muchos coinciden en diferentes producciones tuyas.
– Son los gustos lindos que gozás luego de haber hecho tantas cosas. He tenido la suerte de armanme un equipo con gente amiga: tanto Pablo De Santis en guión, Claudio Beiza en fotografía, Alejandro Parysow en edición, Sebastián González en Sonido y Mariano Santillí que hizo efectos de postproducción. Con todos ellos he trabajado en el pasado y me siguen acompañando. Es lo máximo juntarte con amigos a hacer películas en plan profesional, es decir cada uno cobra sus honorarios. Hay un involucrarse mucho más fuerte. Un estar de verdad, no como cuando uno va a trabajar de algo que no le gusta. No puede haber nada mejor que tener con quién reflexionar en los distintos procesos de la realización. Además fueron procesos largos donde fuimos madurando y entendiendo cosas que antes no lo hacías. El tiempo es muy importante. Por otra parte, también participó mi hija Natalia en la música. Ella ya había hecho lo mismo para la serie Los Siete Locos que realizamos con la Tv Pública hace unos años. Para ella también era muy movilizador ya que se trataba de Gesell el lugar dónde ella vivió, de su papá, de su abuelo y de Aníbal, una especie de tío postizo que es ella. Todo fue muy amoroso.
– Tuviste la posibilidad de presentar la película en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata dónde has participado en ediciones anteriores en su producción. ¿Cómo lo viste este año?
– Fui solamente a la apertura y a la presentación de mi película ya que me encontraba filmando El último inmortal justo en esa fecha. No pude ver mucho pero me sorprendió que los premiados no pudieran hablar. En mi vida vi algo de esas características. Es un acto de censura que no tiene parangón. En cualquier lugar del mundo, renunciaría toda la cúpula de la cultura. Una cosa increíble, como una venganza del Secretario de Cultura porque lo chiflaron cuando fue a dar su discurso. Además, conozco muy bien el festival y jamás el Ministro de Cultura habló en el Festival, solamente las autoridades del INCAA y del festival. Fue todo muy raro. Tampoco a los jurados internacionales se les permitió contar por qué eligieron a los premiados por las dudas de que vayan a hablar mal de quienes administran la cultura del país.
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