Según lo contó el periodista Ceferino Reato en Infobae, el presidente Mauricio Macri decidió respaldar un proyecto de ley para indemnizar a los parientes de los soldados y conscriptos muertos durante el ataque de Montoneros al cuartel del Ejército de Formosa, el 5 de octubre de 1975. Insólitamente, la indemnización la venían cobrando los parientes de los guerrilleros fallecidos integrantes del grupo que intentó copar el cuartel militar.
En la violenta incursión montonera, realizada cinco meses antes del golpe militar, fallecieron diez soldados conscriptos, un policía provincial, dos soldados profesionales, dieciséis guerrilleros y tres civiles. El episodio está contado en una película poco conocida, realizada y exhibida por fuera de los canales habituales del cine argentino, homogeneizados por los créditos y subsidios del INCAA. Se trata de Los valientes de Formosa, de Sandro Rojas Filártiga.
Rojas Filártiga se acerca al relato de los hechos de una manera despojada, prescindiendo de bajadas de línea ostensibles. Su interés es que los protagonistas de aquel episodio puedan contar sin demasiados aditamentos estéticos (salvo la demasiado presente música de fondo) la experiencia de aquel día tremendo en que sus vidas corrieron peligro, sus compañeros caían muertos a su lado o eran heridos.
Son hombres que se acercan a los sesenta años, cuya experiencia de vida tuvo una conmoción tremenda hace cuatro décadas y que ven con estupor y amargura que el sentido común de la época los asocia a la palabra "genocidas". La película arma un relato coral de los episodios de aquel día, sobresaltado a sangre y fuego por la irrupción de un grupo montonero de aproximadamente cincuenta personas que intentó copar el regimiento.
La película se limita a la percepción de los soldados dentro del cuartel, los hechos de todo el inmenso operativo se pueden leer en la detallada crónica de Ceferino Reato Operación Primicia (Sudamericana, 2010). La idea de los Montoneros era copar el regimiento de Infantería de Monte 29, ubicado en Formosa, para robar 200 armas. El regimiento estaba infiltrado por un guerrillero. Las vías de escape terrestres eran complicadas y la frontera con Paraguay no ofrecía una salida benévola con los insurgentes.
La solución estratégica era secuestrar un avión de Aerolíneas Argentinas en vuelo a Corrientes al tiempo de que otro grupo operativo tomaba el aeropuerto de Formosa, donde aterrizaría para sumar tropas al ataque, y luego, en el repliegue, sacarlas de la provincia, aterrizando en un campo especialmente preparado cerca de Rufino, en la provincia de Santa Fe. La acción se llevó a cabo el domingo 7 de octubre de 1975 y demostró que a esa altura, la preparación y la capacidad logística de la organización era altísima.
Lo que fallaba era la comprensión acerca de lo que sentía lo que ellos nebulosamente llamaban "el pueblo". El regimiento fue tomado un domingo con la idea de que la actividad era poca y la oficialidad iba a estar ausente: los conscriptos que quedaran a cargo de su defensa no tendrían mayores compromisos emocionales con la defensa de un ejército antipopular y oligárquico y se desbandarían sin ofrecer resistencia.
La realidad fue totalmente distinta: como queda claro en el relato de los sobrevivientes mostrado por Los valientes de Formosa, los "colimbas" ofrecieron una resistencia inesperada, que frustró el intento de llevarse la totalidad del armamento y generó un enfrentamiento con docenas de muertos. El soldado montonero infiltrado, Luis Roberto Mayol, quien había compartido sus días de conscripto militar junto con los muchachos que cumplían su servicio en el regimiento, no pudo advertir que para muchos de ellos, estar bajo bandera era uno de los pocos momentos en que sentían cierto reconocimiento del Estado. Para muchas de las familias humildes de la zona, cumplir con el "llamado de la Patria" era un orgullo. La fiereza con que los conscriptos rechazaron el ataque fue reconocida y analizada en los boletines oficiales de Montoneros que, por otra parte, celebraban el acto como un éxito militar absoluto.
Buena parte de la producción documental argentina que refleja la violencia desatada en el país en la década del setenta ha puesto el foco en la represión ilegal o en las historia de vida de los militantes revolucionarios. Muy pocas veces se ha prestado atención a las víctimas civiles de la acción de las organizaciones insurgentes: la suya es una voz que se ha escuchado muy poco. A quien quiera señalar este hecho en la discusión política pública se lo acalla con el sambenito de estar abonando a la "teoría de los dos demonios".
Más allá de cualquier consideración estética, el hecho cierto es que las películas de Sandro Rojas Filártiga (además de Los valientes de Formosa, realizó La escuelita de Manchalá, describiendo con el mismo procedimiento el fallido intento de copamiento del ERP a una ciudad en Catamarca) no circulan por los festivales, no reciben subsidios del Instituto, no tienen estreno comercial. Son una parte del discurso público posible a la cual le resulta extremadamente difícil hacerse escuchar. Sin sus películas, el retrato de la Argentina es incompleto, sesgado, parcial.
*Los valientes de Formosa, 2013, 102', dirigida por Sandro Rojas Filártegui, no está disponible en ninguna de las plataformas conocidas pero será subida próximamente por su director a un sitio de libre acceso.
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