Luego de varios intentos fallidos, Wainrot —o la voz de Wainrot— aparece en el teléfono. Sus palabras salen por el parlante de forma regular, con una cadencia elocuente y sin sobresaltos, como si estuviera leyendo. Con pocas personas sucede algo así: Mauricio Wainrot habla como escribe.
Desde su casa, quien hoy es una de las mayores figuras de la danza contemporánea de nuestro país y, desde hace poco menos de un año, ex Representante Especial para Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina, conversa con Infobae Cultura sobre un tema que lo apasiona. Se trata de iLa tempestad/i, la reposición de un espectáculo de danza muy esperado que lo tiene como ideólogo, director general y coreógrafo. Basado en el clásico de William Shakespeare, se estrenó por primera vez en 2006 en el Teatro San Martín y luego se realizaron reposiciones en el año 2012 por el Ballet du Capitole de la Ópera de Toulouse y en el 2016 por el Ballet de la Opera de Bordeaux, ambas compañías en Francia. Ahora, la pieza retorna a su origen: el teatro porteño de la Avenida Corrientes.
Todo esto lo tiene ligeramente alterado. No es para menos: iLa tempestad /iganó el Premio Clarín, y Carlos Gallardo, responsable de la escenografía y el vestuario, recibió el prestigioso Benois de la danse, "el Oscar de la danza" —del cual Wainrot fue finalista como coreógrafo en 2014 por iLa canción de la tierra/i—. "Es una obra que habla del poder y la traición, una cosa muy común actualmente en muchos países. Me pareció que le venía muy bien a la actualidad argentina. Es, también, lo que pasa todos los días en todo el mundo: el deseo de querer sacar a los gobernantes por la fuerza. El poder detrás del poder", explica.
El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín —dirigido por Andrea Chinetti y Miguel Ángel Elías, iluminación de Eli Sirlin y música de Philip Glass— es el que le pone el cuerpo a la obra que se contorsiona sobre el escenario de la Sala Martín Coronado. Todo es una gran versión libre de aquello que Shakespeare pensó para el teatro británico de 1611. "Nosotros, los coreógrafos, los bailarines… en definitiva la danza, no tenemos texto. Nuestro texto es el movimiento. La obra deja de ser la misma que en la literatura y pasa a ser otra cosa", explica sobre la traspolación de una disciplina a la otra. Y aparecen nuevos elementos: "Hay seres inventados, por momentos hay magia…"
Pero lo que es cierto, la selección de Shakespeare, no es algo casual. Wainrot no nació siendo bailarín o, al menos, esa no era la forma que tenía su deseo. Empezó a indagar en el terreno de la actuación a los 17 años, tras la muerte de su padre: tïmidos cursos y formación lectora. "Mi primer sueño era ser actor. Nunca me imaginé como bailarín y mucho menos como coreógrafo. Cuando estudiaba teatro, Shakespeare era uno de los grandes autores, lo he leído muchísimo", recuerda. Luego, a los 21, cuatro años después, llegó la danza, como quien descubre un mundo nuevo, una Atlántida perdida e inconscientemente añorada. Entonces la fascinación fue definitiva.
Su biografía profesional es una semilla que se vuelve árbol y se ensancha y se ensancha con los años:
Empezó su formación en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires con Vasil Tupin y Eda Aisemberg, e integró como tal el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín desde sus inicios. Luego fue primer bailarín del Royal Winnipeg Ballet de Canadá, del Teatro Municipal de Río de Janeiro y del Ballet de Cámara de Caracas.
Llegó a ser director artístico del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín durante dos períodos. Se desempeñó como coreógrafo permanente del Royal Ballet of Flanders de Bélgica durante once temporadas, y como director artístico de Les Ballets Jazz de Montreal. Integró 51 compañías de ballet y danza contemporánea y creó, junto a Gallardo, más de 40 obras. Ganó el Premio Clarín 2006, el Trinidad Guevara 2000, el ACE y el Konex de Coreografía 1999.
"Todo lo hice a pulmón, a fuerza mía, no tuve apoyos oficiales, aunque tampoco los busqué. Y eso le pasa a los grandes bailarines argentinos que hoy se destacan en el exterior. No es una costumbre que Argentina esté apoyando a sus artistas, lamentablemente", dice y, refiriéndose a la danza argentina, agrega: "Tenemos muchas más compañías, hay muchos creadores, y tenemos excelentes bailarines. En compañías importantísimas hay bailarines argentinos destacándose. Eso no sucede con todos los países del mundo".
Hay una pregunta que nadie puede responder con certeza y es la del destino. ¿Por qué Wainrot se dedicó a la danza y no otra cosa? ¿Qué tiene esta disciplina artística que caló tan profundo en él? ¿Por qué torció las vías del teatro para dedicarse a bailar y diseñar danzas en el aire?
No, no lo sabe, aunque hurgando en la infancia se permite arriesgar una hipótesis: "Siempre fui una persona muy física, hacía mucho deporte, y también me gustaba bailar: tango, rocanrol, de todo. Cuando empecé a hacer teatro descubrí que esa era una pasión que tenía de chico. Mis padres me llevaban al teatro a mi hermana y a mí. Eso caló hondo. Otros papás llevaban a sus hijos a la cancha, en cambio yo iba con mis padres a escuchar conciertos, al teatro.. Siempre se mamó eso en mi casa. No había plata pero había un deseo de cultivarnos".
"No miro televisión. Sólo noticieros y Netflix. Películas y noticias es lo que miro", dice como quien resume de un plumazo dónde encuentra un poco de verdad. A los 72 años, Wainrot no anda con vueltas. Quizás nunca las tuvo. Ahora, en esta breve entrevista telefónica, dice que la danza "es algo totalmente diferente a otro tipo de consumos culturales, gracias a Dios". No hay dudas: ¿qué otros espectáculos y entretenimientos generan esa sensación irrepetible entre el vértigo y la belleza?
"iLa tempestad/i es una obra realmente mayúscula que tiene varios textos y subtextos. Es muy atrayente por lo que pasa, por lo visual. Tiene un carácter mágico por los mismos seres que Shakespeare identificó. Como Ariel, que es un espíritu que sólo ve Próspero, el personaje principal. Es una obra que también la pueden ver los niños. Tiene diferentes lecturas", dice y, luego de una pausa, sentencia con orgullo: "Esto es danza de verdad. Lo digo porque en iLa tempestad/i están muchos de los mejores profesionales que se puedan encontrar en el país".
Quedan pocas funciones —porque son pocas las funciones—, siete contando la última, la del domingo 16 de diciembre. El precio de la entrada es de $140 la platea y $105 el pullman, y los miércoles y jueves, los llamados "días populares", cuesta $70. Son, en total, 95 minutos de saltos, giros en el aire, volteretas y un colorido cuerpo de bailarines contorsionándose sobre el escenario.
¿Puede la danza, con su lenguaje del movimiento, con su vértigo y su belleza, ahuyentar la más cruda tempestad? Wainrot, con una sonrisa secreta del otro lado del teléfono, asegura que sí.
* La tempestad
Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín
Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530 – CABA
Todas las funciones acá
Última función: domingo 16 de diciembre.
Entradas: platea: $140 | pullman: $105
Miércoles y jueves (días populares): $70
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