No luce en absoluto como un aristócrata ni como un chico rico. Sin embargo, Pablo Braun (1976) lleva en su documento un apellido que no es cualquiera en la Argentina. Hacia atrás, es posible leer huellas de su familia en la historia y en la literatura, muchas veces con una impronta antipática, resaltada con recurrencia desde el campo popular: dueños de la tierra con pasado oscuro, empresarios muy cortos de escrúpulos y hombres y mujeres del poder, esto último algo que sigue vigente ya que su apellido resuena en los pasillos de edificios públicos porque hay miembros de su familia en el Gobierno (su primo Miguel es el actual secretario de Comercio y otro de sus primos es Marcos Peña, el jefe de Gabinete).
Sin embargo, este Braun que se sienta en el bar de su librería una tarde de noviembre no es funcionario, no habla de la tierra patagónica de los suyos ni tampoco de la cadena de supermercados de su familia que domina el sur argentino. Pablo Braun habla de libros y de literatura, que finalmente es, desde hace varios años, aquello a lo que se dedica. Hincha de Boca, le gusta verse reflejado en la frase con la que Carlos Bianchi definió al recordado 9 azul y oro: mientras el virrey hablaba de fútbol, a Braun le gusta verse optimista en la cultura.
Braun -quien está en pareja con la cantante mexicana Julieta Venegas y es el padre de Rita, una adolescente que lo acompaña siempre- es el dueño de Eterna Cadencia, la preciosa librería que desde 2005 es polo de atracción en Palermo desde su local de la calle Honduras y también de la editorial con el mismo sello que, dirigida por Leonora Djament, consolida año a año un catálogo que es símbolo de distinción. Es, también, el presidente de la fundación del FILBA, el celebrado festival internacional de literatura que este año llevó adelante su décima edición de la mano de Gabriela Adamo y que también tiene su versión para los más chicos, el Filbita, que justamente arranca por estos días.
Braun, ya lo dijimos, nació en el seno de una familia millonaria y a la manera de un mecenas contemporáneo utiliza su dinero para invertirlo en libros y literatura. Por eso, hace un par de años montó la librería Escaramuza en Montevideo, por eso acaba de fundar Big Sur, una distribuidora de libros para llevar la literatura independiente a toda la región sin depender de terceros y por eso, también, en plena crisis se decidió a comprar la conocida cadena de librerías La boutique del libro, cuyos locales están ubicados en shoppings, enfrentándose así a nuevos desafíos: llevar adelante una clase de comercio diferente al estilo librería de nicho y avanzar a las trompadas en un país con inflación inclemente y políticas económicas intestables.
Lo que sigue es un resumen de esa charla palermitana con Infobae Cultura, en la que el hombre del apellido incómodo que cambió el traje por las zapatillas habló de sus nuevas apuestas comerciales en tiempos turbulentos, de la responsabilidad que tienen justamente los que más tienen y de cómo es convivir con una genealogía pesada. También, buscó desmitificar leyendas: "A mi familia es más fácil criticarla sin conocerla, pero es bastante más copada de lo que la gente cree", dijo.
— Es un momento con números muy malos en la industria editorial y acaba de comprar una importante cadena de librerías. ¿Por qué ahora?
— Surgió la oportunidad, yo no estaba buscando. Surgió claramente por la situación del país y también por una cuestión de cansancio por parte de los anteriores dueños: ellos ya querían retirarse, son cuarenta empleados, estás en los shoppings, estás expuesto, estás todo el día peleando con algo que ya no viene bien de hace unos años y además estás cansado. Digamos que se dio la oportunidad. Estaba como barata la librería, era muy atractivo comprarla. Y yo lo decidí hace dos o tres meses, cuando la situación no era tan crítica y obviamente di mi palabra. Pero igual lo hubiese hecho en esta situación. ¿Por qué? Porque creo en el largo plazo y en que las crisis son oportunidades… Y creo en las ideas nuevas, y me parece que le podemos dar, no otro perfil, pero sí empuje nuevo. O sea, la librería está muy ordenada, y está en un cierto equilibrio. Pienso que si aguantamos seis, ocho meses, si no hay un descalabro tan grande, yo creo que a mediano, largo plazo esto tiene que funcionar. Son cuatro bocas súper atractivas, más allá de que si uno piensa en Eterna Cadencia no hay nada más alejado que un shopping. Pero me parece que son librerías muy "curadas" para ser shoppings. Tengo que aprender un montón: tengo que aprender el negocio de los shoppings, pero mi proyecto es "traficar literatura literaria" pagando impuestos, como siempre digo. Acercar esa literatura un poco más….
Si aguantamos seis, ocho meses, si no hay un descalabro tan grande, yo creo que a mediano, largo plazo esto tiene que funcionar
— A públicos más amplios.
— A públicos más amplios o más cerca de donde el público vive y que no se tenga que ir hasta otra librería. Entonces yo ya estoy, pero estos días empiezo reuniones con editoriales independientes para ver cómo hacemos para tener más presencia.
— Estás más tranquilo que hace algunas semanas.
— Estoy más tranquilo, el dólar está quieto, las aguas están quietas. No sé, hay que pasar diciembre, ¿no? Diciembre es un mes que nos va a dar un termómetro de si estalla todo o no. Pero en principio no la veo tan compleja…
— ¿Se van a llamar Eterna Cadencia las nuevas librerías?
— No, tampoco se van a seguir llamando La Boutique… La idea es salir el 1º de marzo salir con un nombre nuevo.
— Recordame cómo surgió el nombre Eterna Cadencia. ¿Fue una idea tuya?
— Sí, absolutamente. Yo le quería poner El Desasosiego a la librería, estaba en un período un poco… Además eso de entrar a una librería y decir "no leí nada", me generaba desasosiego. Y todo el mundo decía que no, no pongas El Desasosiego porque no da. Y ni siquiera era por Pessoa, era por el desasosiego que me generaba la lectura. En un momento empecé a buscar palabras que fueran lindas y cadencia era una palabra que me gustaba, pero no me conformaba. Y un día se me ocurrió que la eterna cadencia era como algo parecido al desasosiego, la eterna búsqueda de la sabiduría a través de la lectura o de los libros y que te genera un desasosiego, leer y leer y nunca llegar a nada. Ojalá que pronto se me ocurra algo parecido, estoy hace dos meses pensando: no se me ocurre nada.
— Escaramuza, el nombre de tu librería de Montevideo, no lo pusiste vos.
— Escaramuza fue una sugerencia de una amiga que fue a ver a un músico uruguayo y que dijo en medio de canción y canción que la escaramuza no era sólo una pelea sino también una forma de hacer quilombo, pero del lindo, del "hagan lío" del Papa digamos, que no me interesa nada del Papa, pero a mí me gusta hacer quilombo. Y para mí hacer quilombo es eso, comprar cuatro librerías y hacer y hacer, y hacer, que es lo que más me gusta.
— ¿Qué hacías antes de poner la librería y la editorial?
— Había armado una fundación con Paz, la madre de mi hija, Paz Ochoteco, que se llama TEMAS y que trabaja en villa 21 en temas sociales, TEMAS son las iniciales de trabajo, educación, medio ambiente y salud. Yo seguí siendo presidente hasta hace dos años y antes había estudiado administración de empresas y tuve un kiosco.
— ¿En dónde?
— En Callao y Quintana. Un kiosco que primero fue como la gloria y después vino el 2001 y nos llevó puestos.
— ¿Y por qué un kiosco?
— Se presentó la oportunidad.
— También.
— Se presentó la oportunidad, sí: un amigo mío trabajaba ahí y yo iba a visitarlo, iba a tomar cerveza los viernes antes de salir con él y un día me dijo "está a la venta" y bueno, con mi vieja lo compré, nos fue pésimo.
— ¿Cuándo estudiabas administración de empresas qué te imaginabas que ibas a hacer? ¿Que ibas a administrar qué, una empresa familiar?
— Sí.
— ¿Y cuándo decidiste que no querías hacer eso?
— Cuando trabajé un año en una empresa familiar. Y, nada, duré quince minutos, la angustia…
— La pasaste mal.
— Sí.
— Eso era el desasosiego.
— Y, ponéle, una parte. Sí, no la pasé muy bien. Tampoco la pasé mal.
— Pero no era lo que querías.
— No. Una cosa simbólica: había que ir vestido de traje y no, no, no. No sé, me sentía extraño en ese mundo que supuestamente era mío, digamos.
— ¿Te pesa mucho el apellido?
— Sí. Si te digo que no, es mentira.
— Aunque para algunas cosas debe servirte, también.
— No, me sirve la posición que tiene, o que tengo yo, la económica digamos, pero que es causa del apellido, si querés. Pero no me sirve; no me sirve nada, hoy hasta desde el gobierno se cuidan de no favorecer a un Braun, lograron instalar el demonio de que si favorecés a un Braun es como "sos un boludo", entonces más vale…
— ¿Alguna vez te pesó más que ahora el apellido?
— No. A ver, lo que pasa es que ahora estoy más expuesto, entonces me pesa más. O me pesaba más hace un año, dos años, lo vengo resolviendo, yo no tengo la culpa, qué querés que te diga, la verdad que no la tengo.
— Al mismo tiempo ahora, y después de tantos años, en algunos espacios sos Braun, el de Eterna Cadencia y el Filba.
— Ah, sí, sí. Sí, como que pesa menos digamos, sí.
— Tenés algo que es propio. Y que no tiene nada que ver con tu familia.
— Sí, totalmente, es verdad. Pero no van a faltar los que van a decir siempre que todo lo que hago yo está manchado de sangre o que todo lo que hago es porque mi familia…
— ¿En el ambiente de la cultura también sentís eso?
— Muy poco, pero viste que las voces malas siempre las escuchas más claritas, digamos, ¿no? Siempre hay. Uno se googlea o se busca en Twitter y dice "ay Dios, por qué me googleo, carajo". Pero es parte de la vida. Yo no puedo hacer nada.
— Me quedé pensando en lo que decías: estás confiado en que va a haber una recesión importante pero corta.
— Repito un poco lo que dicen todos los economistas desde todos los wines. Entonces tiendo a creer que es verdad. Veo que el dólar se calmó, espero yo definitivamente, veo que la tasa de interés empieza a bajar un poquito. Es mucho más fácil poner tu plata en las Leliq, o no sé cómo se llama, que en laburar. Pero bueno, a la vez veo que hay despidos en editoriales, que hay cierres de librerías.
— Bueno, los últimos números de la industria dicen que desde el 2015 cerraron cincuenta librerías en el país, según la Fundación el Libro.
— Puede ser. Yo creo que en épocas de balance también cierran librerías. Digo, creo que cierran muchas más ahora, pero la librería es un negocio mucho más difícil de lo que la gente cree.
Yo creo que los dispositivos de lectura no compiten con el libro, compiten con Twitter, Netflix
— ¿Pero cuánto tiene que ver ahí también la cuestión tecnológica y no solo la económica?
— Yo creo que tiene que ver más con la tecnología asociada a la forma en que te llegan los libros a tu casa y no con las formas de leer, como el tema del ebook… Está el tema de las series también. Pero yo creo que los dispositivos de lectura no compiten con el libro, compiten con Twitter, Netflix, etcétera.
— Y qué te pasa con Netflix, ¿te saca tiempo?
— Yo tuve Netflix, lo pagué tres meses, y lo di de baja porque no lo usaba.
— ¿En serio?
— Sí, pero yo soy una persona muy extraña, no voy al teatro, no voy al cine, no veo series, no veo tele, casi no escucho música.
— O sea tus consumos culturales ¿qué son?, ¿sólo literatura, solo libros?
— Sólo literatura, sí.
— ¿Desde siempre?
— Desde siempre, desde siempre. En un momento iba al cine, todos los domingos, solo.
— ¿Y ahora no ves películas?
— No, soy muy fiaca, muy casero. Entonces no es que no me gusta pero me da fiaca y me gusta mucho leer y además trabajo mucho.
Mi familia es muy copada, no es la típica familia rica de no sé qué. Hay mucho libro dando vuelta, hay muchas profesiones interesantes, no se habla solo de plata
— ¿Sos la oveja negra de tu familia?
— No, hay muchas ovejas negras en mi familia.
— ¿Sí? O sea, que no siguieron la ruta definida…
— No, lo mío si querés es un poco más público, pero hay ovejas negras… Mi familia es muy copada, no es la típica familia rica de no sé qué. Hay mucho libro dando vuelta en mi familia, hay muchas profesiones interesantes, no se habla nada más que de plata. A mi familia es más fácil criticarla sin conocerla, pero es bastante más copada de lo que la gente cree.
— Cuando por ejemplo hacés los pedidos a Mecenazgo u otra clase de subsidios y escuchás críticas de quienes dicen que eso no debería pedirlo alguien que tiene un fondo económico propio. ¿Cómo respondés a eso?
— Primero, las críticas nunca son de frente, digamos. Pero además les puedo contestar con el Filba, porque con esos 70 mil dólares, 50 mil, no sé, hay que hacer la cuenta, pero con 40 mil dólares hacemos un evento de tamaña magnitud, gratis. O sea, por 40 mil dólares la Ciudad tiene gratis un evento de las características de Filba. Eso es lo único que puedo responder, no me queda otra. Digo, que me vengan a revisar todos los números que quieran, Filba es una fundación sin fines de lucro. A Filba se lo dan porque creo que Filba lo merece, entre los postulados a mecenazgo Filba es algo muy interesante y para lo que genera, el valor lo que le cuesta a la Ciudad o a los ciudadanos no es tanto.
— ¿Qué te dice el nombre de Victoria Ocampo?
— Me gusta, he leído un par de libros de ella, me gustaba cómo escribía, me gustan los ovarios que tenía, no sé, no conozco demasiado, pero digo, puta, era una mina que logró que viniera Camus acá, que tocara Stravinsky, que Borges publicara mejor, que Bioy se encontrara con no sé quién, digo, o Pepe Bianco.
— Te preguntaba por esto de un miembro de una familia patricia con dinero y su vínculo con la cultura. Esa idea de "pudiendo gastar en cualquier otra cosa, van e invierten en cultura".
— Yo lo prefiero, la verdad lo prefiero.
— Por eso te lo pregunto.
— Optó por hacer la revista Sur, por publicar, por traer autores. Qué sé yo, como argentino creo que le sumó un montón al debate cultural, yo estoy agradecido. ¿Lo hizo porque tenía plata? Y sí, pero lo necesario fueron su empuje, sus ganas. Yo lo que hago no lo hago por nada en particular, lo hago porque es lo que me gusta. Te soy absolutamente sincero, el día que puse la librería no tenía ni idea de lo que iba a hacer… A mí me gustan mucho los libros y todo pero fue una inconsciencia si se quiere o algo que no pensé demasiado.
Te soy absolutamente sincero, el día que puse la librería no tenía ni idea de lo que iba a hacer…
— Tomaste un riesgo.
— Tomé un riesgo, sí, por mi plata lo pude tomar, qué sé yo. Pero después las cosas fueron saliendo y tiene que ver más con lo que me hace bien. Yo creo que todos tenemos una responsabilidad ante nuestros pares ciudadanos de manejarnos lo mejor posible. Somos un conjunto de gente y así como tenemos la obligación de parar en la senda peatonal, como automovilistas, creo que las personas que tenemos un poco más de plata deberíamos por lo menos intentar gastarla de la mejor manera posible. Tampoco creo que nadie me tiene que venir a decir: che, qué bien que la gastaste acá, ni nada; porque lo hice en el fondo por el egoísmo de querer ser feliz a través de un proyecto personal. Pero a mí me hacen más feliz los proyectos que tienen un impacto social positivo. A mí lo social me interesó siempre. Si voy muy al fondo del diván, no sé si fue por culpa o por lo que fuera pero me interesó y creo que todos tenemos responsabilidades. Los que tenemos un poco más aliviada la situación económica, creo que tenemos más responsabilidad, para empezar de pagar impuestos, ¿no? Y después, además, si podemos hacer algo que esté bien. Pero bueno, se cruzan un montón de cosas, por suerte a mí me gusta leer y no me gusta tomar cocaína.
— Me gustaría saber qué pensás de la concentración editorial. ¿Pensás que les deja espacio a las editoriales más pequeñas, como la tuya?
— Sí, sí, nos da espacio. No sé, a todos nos gustaría que esté menos concentrado. Pero tampoco es que… A mí Random o Planeta no me mandan lo que tengo que hacer ni nada, sí obviamente me sacan autores, y lo que fuere pero eso si no te lo saca uno te lo acá otro, todos sabemos cómo es. Pero son las reglas de juego, hay un montón de editoriales que sobrevivimos a pesar de que están muy concentradas en dos, digamos, sobre todo en una, me parece que hoy Random está muy despegada de Planeta, cada vez más.
— Vuelvo a preguntarte entonces: estás iniciando un nuevo negocio, de modo que uno podría asegurar que sos optimista con respecto a la situación en la Argentina. ¿Es así?
— Soy optimista con lo que hago. Así como Martín Palermo se decía que era el optimista del gol, yo soy un optimista con el libro, si querés. Por eso estoy haciendo lo que hago, yo creo que trabajando bien y mucho se puede sobrevivir y se puede crecer.
A mí lo social me interesó siempre. Si voy muy al fondo del diván, no sé si fue por culpa o por lo que fuera pero me interesó
— No pensás que estamos a las puertas de un 2001.
— No, no. Yo creo que ya tuvimos dos avisos en los cuales si no caímos me parece que no vamos a caer. No sé si se va a recuperar de una manera genial, si la riqueza se va distribuir, si lo que todos queremos va a pasar. Pero lo que por suerte empiezo a estar un poco seguro es que no va a estallar la cosa. La vamos a pasar mal, mucha gente se va a quedar afuera, el salario real va a bajar, y van a caer empresas y todo pero me parece que no va a pasar lo del 2001. Lo espero, lo ruego y a mí no me importa nada quién sea el gobernante. Yo les deseo siempre suerte a todos los gobiernos argentinos, salvo que sean de facto, pero si no, si le va a bien a Macri, si le va bien a Cristina, me da igual, que le vaya bien a la Argentina alguna vez.
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