Si el Aleph era ese punto donde se entrecruzaban todas las líneas del universo y Borges pudo ver allí desde un astrolabio persa a las baldosas de un traspatio de la calle Soler, pasando por las cartas obscenas que Beatriz Viterbo había dirigido a Carlos Argentino Daneri, desde este miércoles en el barrio de Retiro se puede visitar un lugar donde se entrecruzan las tradiciones más antiguas de Corea con la tecnología digital que asombra, pasando por el K-pop en un palacio tradicional porteño, de aquellos construidos a principios del siglo XX, en una especie de Aleph coreano-argentino contemporáneo.
En una noche primaveral la calle Maipú –justo a tres cuadras del departamento donde vivía el Borges citado al principio de esta nota y a otra de los árboles de Plaza San Martín– el antiguo Palacio Bencich dejó de ser una reliquia de la oligarquía que construía mansiones al estilo de las que conocía en París para convertirse en la nueva sede del Centro Cultural Coreano, auspiciado por la embajada del país asiático, y que tiene la intención de introducir las producciones culturales –ya sean tecnológicas, cinematográficas, lingüísticas, gastronómicas y más– al siempre ávido público porteño, que aquí podrá saciar una parte de su curiosidad.
Refaccionado en tiempo récord (ya que los coreanos se habían impuesto inaugurarlo antes de la cumbre del G20 a realizarse en esta ciudad a fin de mes): las obras se realizaron entre abril y noviembre de este año, así que estaban bien fresquitas para la inauguración. Los funcionarios de la embajada habían buscado entre muchas propiedades en Buenos Aires que priorizaban los barrios de Microcentro, Retiro, Recoleta y Palermo antes de dar con el Bencich y elegirlo como sede del emprendimiento. El edificio costó 6 millones de dólares y las refacciones y refuncionalización alrededor de 3 millones de dólares más. La obra estuvo a cargo del Estudio Baek y asociados.
Una sala exhibe una pantalla gigante con imágenes y música K-pop (esa manifestación musical que enloquece a los millennials de todos lados y que funda tribus alrededor del mundo) mientras enfrente una pared da cuenta de la historia y funcionamiento de la escritura coreana, realizada en 1447, e ideada por el rey Sejong ya que antes sus súbditos usaban los ideogramas chinos para escribir (se ve que en alguna época la monarquía no era sólo parasitaria). El alfabeto "hangul", cuenta Fhanny Lee a Infobae Cultura, fue realizado en torno a ideogramas que indican la fonética y la posición labial, la inspiración del aire y la ubicación geotemporal del hablante, lo cual permite una posibilidad de aprendizaje más sencilla que otras lenguas y una lectoescritura posible de expandirse en las masas analfabetas. El Centro Cultural Coreano dicta cursos gratuitos de su lengua para quienes quieran aprender. (En la inauguración se encuentra Florencia Grieco, autora de un libro de viajes por Corea del Norte que ya es una coreana más y pondera el sistema hangul: "Dicen que se puede aprender lo básico en diez minutos". Como buena coreana por adopción, Grieco ya incurre en la exageración patriótica de la península).
Otra sala da cuenta de la (¡ah!) gastronomía coreana, que está atravesada por algas, verduras picantes y la bebida basada en arroz soju, que suele servirse en banquetes opíparos en restaurantes secretos del Bajo Flores. Otra muestra las formas de la indumentaria del país del lejano oriente, poblado de hanboks elegantes, cortes de tela estampada y sombreros extravagantes para el gusto occidental, pero nada es definitivo: frente a una pantalla, el visitante al Centro Cultural puede probarse los distintos atuendos de manera virtual, sacarse unas fotos y luego enviárselas a su mail para decidir si las incorpora o no a su guardarropas. En otro ambiente del palacio se expondrán muestras de arte y el jardín del fondo podrá ser usado para descansar al atardecer o escuchar a una orquesta de música, tal como sucedió durante la inauguración, donde se agolpaban los visitantes no sólo por los acordes musicales sino porque luego de las interpretaciones se podrían degustar platos y bebidas tal como se estila al otro lado del planeta Tierra. Los que sobrevivían a los empujones eran galardonados con platos de verduras y algas condimentadas, arroz blanco y carnes asadas para salir del espacio con el alma cultucoreanizada, la panza llena y el corazón contento.
"Hay una vocación de estrechar el vínculo cultural que siempre es un espacio de la diplomacia –dice a Infobae Cultura el secretario de Cultura Pablo Avelluto, que cortó la cinta de inauguración del espacio–. Nos permite un mayor conocimiento de Corea: tenemos una comunidad coreana muy activa y conocemos muy poco. Me parece una apuesta muy valiosa por parte de la embajada para acercarnos más. Cuando lográs meter tu cabeza en otra cultura, te expandís al mundo".
–¿Tienen planificado colaboraciones entre los dos países?
–Ya tenemos un convenio de residencias de artistas y planificamos ampliarlo. En lo personal, y más ahora que hay un acercamiento entre los dos países de la península, Corea me interesa mucho y creo que es importante su situación para todo el mundo.
Ya se puede visitar. Si el lector pasa por el barrio de Retiro, en Maipú 972 puede ingresar por un rato al menos a un lejano país pero que, como en el Aleph, también está cerca, fruto del vórtice infinito de la cultura.
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