Cuatro increíbles muestras para disfrutar en San Miguel de Tucumán

El Jardín de la República aloja exhibiciones fotográficas imperdibles: “El desorden de las apariencias”, Eduardo Gil; el ensayo colectivo “Marea verde”, “Al ver, verás”, de Alessandra Sanguinetti y “The journey”, Walter Astrada. Los detalles imperdibles de cada una

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No se consigue en Buenos Aires. En cambio, en el Jardín de la República, en San Miguel de Tucumán, luego de los intensos días en los que tuvo lugar la 8va Bienal de Fotografía Documental en la última semana de octubre, permanecen como destilados preciosos al menos cuatro muestras imperdibles.

El desorden de las apariencias. Eduardo Gil. (1982/2018)

¿Dónde es?

Tiene lugar en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro y reúne 30 años de producción del fotógrafo Eduardo Gil. La exhibición, curada por Gabriel Díaz, es la más contundente que se celebra en nuestro país en honor a Gil, no sólo artista, sino también maestro y faro de generaciones de fotógrafos dedicados a la fotografía documental. La exhibición arranca con el registro de El Siluetazo, acción artística que tuvo lugar en la primavera de 1983 durante una marcha contra la dictadura militar mientras ésta aún gobernaba pero, por fortuna, ya llegaba a su fin.

“El Siluetazo”
“El Siluetazo”

¿De qué se trata?

Durante los últimos meses de la dictadura cívico-militar argentina se desarrollaron en nuestro país diferentes formas de resistencia y movilización. Ese fue el caso de El Siluetazo, una manifestación artística llevada adelante por un grupo de artistas, grupos estudiantiles y agrupaciones juveniles en la que se delinearon las siluetas de los manifestantes en afiches, que luego se instalaron en las inmediaciones de Plaza de Mayo.

Así presentaron sus cuerpos los artistas, para convocar a aquellos que el terrorismo de estado había hecho desaparecer: las siluetas buscaban representar la presencia de los desaparecidos y cuestionar a la dictadura militar desde el arte. Ese 21 de septiembre de 1983 se transformó en un emblema simbólico por el reclamo de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Fue Eduardo Gil el autor de esas fotografías que registran desde el arte y el activismo esa acción de la que ya se cumplieron 35 años y constituyen un emblema sobre nuestra historia y también para el arte sintonizando desde el compromiso con su tiempo. Parte de ese registro forma ahora parte de El desorden de las cosas, esa muestra homenaje a Gil que sólo puede visitarse en Tucumán.

Sobre sus orígenes

"El Siluetazo fue algo de lo que no tomé conciencia en el momento -confiesa hoy Gil-. Yo fui un participante más en la segunda marcha de la resistencia, fui a poner el cuerpo, pero no tenía conciencia de lo que estaba viviendo ni de lo que iba a significar años después. Como tanta gente, saqué fotos; pero se dio una conjunción particular: yo estaba en un momento muy bressoniano y con toda una cuestión estética muy marcada, y a su vez me interesaba documentar el proceso."

Esas fotos permanecieron en su mayoría guardadas hasta que, muchos años después, la teórica Ana Longoni las sacó a la luz para publicarlas en su libro El Siluetazo (2005, Editorial Adriana Hidalgo).

Dijo Longoni sobre su descubrimiento: "Se trató de una composición excepcional que permite entender cómo la labor de documentar pormenorizadamente el acontecimiento se conjugó en el trabajo desplegado por Eduardo Gil con la intención de capturar el instante decisivo a la manera de Cartier-Bresson. Construyendo una metáfora contundente, asoma detrás de los afiches publicitarios que cubre la hilera de siluetas la repetición de una única palabra: PODER. La simetría casi especular del gesto de los dos policías armados "vigilando" a las siluetas como antes habían secuestrado y desaparecido a quienes ellas representaban. Los nombres propios de las siluetas, todos apellidos que empiezan con la letra "A", proveen la pista del procedimiento de nominación de las siluetas a partir de un listado alfabético de los detenidos-desaparecidos denunciados hasta entonces".

Eduardo Gil se evidencia aquí como aquel joven fotógrafo que, en sus primeras tomas, conjugaba tres dimensiones indisociables: la del partícipe
que es parte comprometida de la marcha y elige el riesgo de la calle acompañando la confrontación antidictatorial; la del testigo, el que documenta y da prueba de lo allí ocurrido; y la del artista, el que logra atrapar la fugacidad del instante decisivo, único e irrepetible, en los detalles, situaciones, gestos y hallazgos que capta su ojo, incluso en las tomas de la multitud, que logran devolvernos a la intensidad de ese tiempo y a su continuidad en el presente.

Sobre la muestra

El desorden de las apariencias insinúa una acción y un gesto deliberado,
apunta a jugar con lo que se tiene y barajarlo de otra manera y, al mismo
tiempo, desestabiliza los lugares más fatigados por la práctica y por la crítica fotográfica. El trabajo con el equívoco entre lo que se da a ver, se insinúa y retacea es, quizás, la cifra constante que hilvana las series: desde Argentina, donde puede leerse un relato en superficie o bien seguir las formas que relampaguean y enlazan unas fotografías con otras como en un canon visual; pasando por Paisajes, que juega con la ambigüedad entre lo físico y lo geográfico, a partir de las texturas de un conjunto de rostros; hasta Aporías, donde las imágenes de edificaciones devastadas y detritus de la ciudad moderna esconden la perversidad de los proyectos neoliberales que las originaron. Se trata de seguir ese punto que se corre —desde los ensayos sociales de largo aliento, gestados hacia principios de los años 80, hasta los proyectos más contemporáneos de impronta conceptual que hacen foco en el medio fotográfico— para advertir los saltos y las continuidades. En todas esas fotografías el acercamiento al mundo sensible, a aquello que se torna esquivo por su propia naturaleza, se realiza a través de un registro minucioso de las marcas, señas y huellas que la historia reciente.

Marea verde. Ensayo colectivo.

¿Qué es?

Así como El Siluetazo registró un acto de resistencia en el inicio de los 80s, Marea Verde, el fotozine impulsado recientemente por el colectivo SubCoop y presentado en exclusiva en San Miguel de Tucumán, registra un hito de nuestra historia reciente: el de la lucha de miles, quizá millones de mujeres, por la legalización del aborto, por la lucha de un procedimiento que las haga dueña de sus cuerpos: de modo legal y gratuito.

¿Cómo se hizo?

El trabajo se organizó bajo la modalidad de concurso al que se presentaron más e 500 participantes de todo el país y bajo la curaduría de Gisela Volá del colectivo SubCoop y las mexicanas Maya Goded y Ana Casas Bronda. Dice Volá a Infobae Cultura: "Miramos las 480 carpetas que llegaron con 10/15 fotos cada una, o sea hemos seleccionado a partir de casi 5 mil imágenes sobre la temática de casi todo el país, muchas de las manifestaciones pero también hubo trabajos que estaban ya en marcha, producidos desde un lugar mas autoral. Luego Verónica Borsani, diseñadora gráfica de Sub, dio el remate final, tomó esa selección para armar el fotozíne 240 paginas".

El resultado

Con el material elegido, armaron un libro -por ahora digital- que testimonia por primera vez la contundencia de la marea verde. Su estreno tuvo lugar en Tucumán en esos agitados días de octubre y no hay aún fechas para nuevas exhibiciones. Sin embargo, Infobae Cultura tuvo acceso al material final y te lo presenta en exclusiva.

Al ver, verás. Alessandra Sanguinetti

También en exclusiva y con formato de arte público se inauguró la muestra Al ver, verás de Alessandra Sanguinetti, clase 1969, nacida en Estados Unidos pero criada y educada en Buenos Aires hasta sus 29 años. Durante su infancia y juventud abrazó la fotografía primero como un juego y luego como profesión.

¿De qué se trata?

En sus tránsitos por la pampa argentina gestó la serie que la hizo famosa mundialmente y que consistió en el registro año tras año de dos niñas -que con el correr del tiempo y del ojo testigo de Sanguinetti- se fueron convirtiendo en mujeres, madres, trabajadoras. Sanguinetti comenzó a fotografiarlas cuando ella tenía 29 años y hoy ellas tienen la edad de quien las fotografió por primera vez con curiosidad y aún sin un plan preciso pero sí con afecto, y en un mano a mano donde las niñas también proponían los modos de ser fotografiadas. Luego de muchas fotografías en plan lúdico, Sanguinetti supo que allí había algo para contar y desde esas fotografías tomadas como a lo loco, fue construyendo un relato: es el que ahora se exhibe en Tucumán y que antes formó parte de un libro.

¿Dónde se puede ver?

Estas primas nacidas en el campo argentino, Guille y Belinda, conforman hoy las obras de la instalación visual que en forma de cubo se exhibe en la Plaza Independencia de San Miguel de Tucumán, mostrando el crecimiento de dos pibas amigas, estereotipos -quizá- de las mujeres en la llanura pampeana.

Dice la autora: "El paso del tiempo está en el corazón del trabajo y la fotografía tiene el poder singular de aislar y recortar caprichosamente ciertos momentos; pero recién podemos vislumbrar un sentido cuando relacionamos estos momentos aislados, cuando juntamos los puntos que por más arbitrarios que sean, terminan por describir una vida".

The journey. Walter Astrada.

También en exclusiva en San Miguel de Tucumán se presentó en el Centro Cultural Virla y sin vistas de ser exhibida en otro rincón del país, la muestra The journey (El viaje) del argentino Walter Astrada (1974), quien actualmente vive en Barcelona.

Sobre el autor

Ganador de varios premios World Press Photo en la categoría noticias (el primero fue la serie dedicada a Femicidios que tuvieron lugar en Guatemala y que constituyeron el primer registro fotográfico de este crimen que asola al mundo realizado por un varón), Astrada no sólo siguió acumulando premios a lo largo del mundo, también se hartó de ellos y fue en ese exacto momento cuando abandonó sus trabajos por encargo para medios mainstream de aquí y de allá (en Argentina trabajó para La Nación) y emprendió su viaje soñado: recorrer el mundo en motocicleta.

Tulpar Kol, Kirguistán
Tulpar Kol, Kirguistán

El origen

"La idea de viajar la tuve desde pequeño, leyendo libros de aventuras como La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne.-cuenta Astrada- Durante más de 20 años, como fotoperiodista, viajé y viví en muchos países, y realicé proyectos sobre temas sociales y de violaciones de derechos humanos. Recién en 2010 decidí cumplir mi sueño de niño. En Haití, mientras cubría un brote de cólera y las elecciones presidenciales, decidí que una moto sería mi medio de transporte; pero no tenía una ni sabía conducirla".

Sobre la muestra

"Cuando regresé a Madrid, aprendí a manejar una moto-sigue contando Astrada-, ahorré dinero, imaginé un recorrido, verifiqué visados, vacunas, burocracia, y combatí el típico miedo personal ("Y si…") que nos paraliza sin dejarnos desarrollar nuestros sueños.

Astrakhan, Rusia
Astrakhan, Rusia

El viaje

"El 1 de mayo de 2015 salí de Barcelona, atravesé los Balcanes, Grecia, Turquía, Georgia, Armenia, Rusia y Asia central, los llamados istanes, donde la influencia soviética aún continúa. Crucé Mongolia, antes del invierno llegué a Vladivostok, pasé a Corea del Sur, India, Birmania, Tailandia, Laos, Vietnam, Malasia, Indonesia y Australia. Finalmente llegué a Chile y Argentina, donde me encuentro ahora. Hace más de tres años que salí y siento que cada día es como si comenzara el viaje; ese cosquilleo y emoción cada vez que arranco a Atenea (así bauticé mi fiel Royal Enfield), con la que recorrí casi 100 mil kilómetros y atravesé 30 países".

"Viajero y nómada, me mueve el interés por conocer países, personas y culturas. Detesto las fronteras. Viajar ayuda a pensar distinto, a encontrar diferencias y también muchas cosas en común que desconocemos. Lo que hago es una continuación de lo que hice siempre: explorar, descubrir, mezclarme con otras personas y disfrutar".

Carretera a Ulaangom, Mongolia
Carretera a Ulaangom, Mongolia

En la web

En su blog  se puede ver un resumen de sus trabajos de prensa y de sus fotos del viaje. Un viaje que se sustenta con los talleres que imparte en los territorios donde hace base, una web desde donde vende a precios accesibles sus fotografías para poder seguir solventando su viaje. Desde allí, recoge colaboraciones a cambio de sorteo de fotografías y explica con precisión para qué usa el dinero. El viaje aún no tiene fin.

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