Marilú Marini, la enorme artista que trae a Teresa de Ávila al Teatro Cervantes

La genial actriz argentina radicada en Francia presenta "Sagrado bosque de monstruos" en el Teatro Cervantes

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Su permanente gesto de generosidad, su lucidez cordial y su belleza de "saltimbanqui" la hacen irresistible. Se nota de lejos, con solo verla caminar, que se formó como bailarina.  Habla con la serenidad de quien puso con el alma en sus labios a Jean Genet, Samuel Beckett, MishimaCopi, Santiago Loza y a tantos tantos otros. Cada pensamiento que expresa viene acompañado de un guiño al humor y al acompañamiento. Ella es una compañera de búsqueda del arte y la belleza. Así es, todo junto y sin alambiques ni presuntuosidades, Marilú Marini, una de las mejores actrices argentinas.

Está en Buenos Aires presentando Sagrado bosque de monstruos en el Teatro Nacional Cervantes. La tentación por relatar cómo es el espectáculo cede ante el respeto por el derecho a la sorpresa de quien vaya a verla.  Porque, seguro, ese espectador disfrutará de la sorpresa. La puesta, responsabilidad de Alejandro Tantanián (aplausos de pie) y de Oria Puppo narran los textos de Inés Garland y Santiago Loza para contar una parte de la vida de Santa Teresa de Ávila, la fundadora de la orden de las Carmelitas descalzas y una mística rupturista que se atrevió a desafiar a la misma Inquisición.

Marilú habla sobre su encuentro con la santa cuando ella participaba en el mítico Instituto Di Tella de Buenos Aires, del sentido del arte, del momento del país ("habrá que ver cómo se sale de tanta exclusión y de tanta imposibilidad de escuchar al otro"), del reciente debate del aborto ("yo tuve un aborto clandestino. Sé lo que se sufre") y de la necesidad de ser más dionisíaco y no tan apolíneo. "El teatro, como dice Jean Genet, no sé para qué es. Pero sé para qué voy al teatro. Voy al teatro para verme tal como no oso pensarme ni soñarme ni imaginarme pero que sin embargo sé que soy."

A  continuación, la entrevista completa.

— ¿Cuándo se le cruza en la vida por primera vez Teresa de Ávila?
— En el año 69, durante los ensayos de "Las bacantes" en el Instituto Di Tella. Roberto Villanueva, el director de la obra, fue quien me inició en Teresa de Ávila. Y de inmediato fue un personaje que me produjo una empatía y una cercanía muy, muy grande. Primero, por una pasión que esta mujer realizó en lo que podemos llamar realidad -aunque Lacan dice que la realidad es lo imposible pero bueno, no importa…

— Discutimos otro día (risas).
— Discutimos otro día de eso. Pero llegó a fundar treinta y siete conventos de hombres y de mujeres, llegó a ser abadesa de conventos de hombres. O sea, una mujer que a principios del siglo XVI asume lugares que a la mujer en ese momento le estaban prohibidos. Es, como dice Hugo Mujica, una de las primeras que pide un cuarto propio, ¿no? Un lugar para ella. Bueno, se lo hace, lo realiza dentro de esa institución que es la Iglesia. Y aparte la fuerza de esta mujer porque en realidad Santa Teresa de Ávila es descendiente de judíos conversos, de marranos, y en ese momento no se podía a entrar a órdenes monacales con esa ascendencia. Aparte, vuelvo a citar a Hugo, debe haber mentido, no es una santa perfecta, es una santa humana.

— Hay algo muy interesante porque a mí la obra me ispiró a leer sobre ella. Porque uno por ahí conoce alguna cosa pero viendo la obra me dio curiosidad. Y vi hasta rasgos muy machistas de como la describen porque dice: "Era la Lutero con polleras." Que modo machista de verla. Tanto o más transformadora que muchos hombres de esa época.
— Claro. Además ella perteneciendo a la Iglesia tuvo problemas con la Inquisición que la persiguió muy firmemente. Y ella siempre se las arregló para pasar, para caminar entre las gotas de agua y entre las amenazas porque era una finísima mujer de relaciones, sabía manejarse con el poder. Y aparte "Lutero con pollera" porque claro, es el momento de la Contrarreforma en España. Eran épocas en que las mujeres no tenían acceso a la Biblia, sabían el cuento pero no tenían el contacto con el libro. Y ella fuerza eso y accede. Era una mujer de armas llevar. En el sentido de una decisión para realizar su deseo en la realidad, aparte de todos sus momentos de misticismo y de arrobamiento magníficos y esclarecedores para acceder a una vida en la cual uno pueda tener más libertad en lo imaginario.

— Usted dijo una frase que me gusta mucho y que no casualmente uno se detiene que es el deseo, la tenacidad por el deseo. A mí me gusta decir que el deseo es el mejor arquitecto de la vida.
— Absolutamente.

— ¿Y cuál es su deseo hoy?
— Mi deseo hoy es seguir trabajando en teatro y en cine también. Mi deseo hoy es que podamos vivir libremente nuestra imaginación. Eso es siempre complicado, ¿no? Porque la libertad o el deseo no siempre están disponibles. Pero pienso que hay que tener paciencia. Una paciencia alerta, no una de aceptación solamente, pero una paciencia sí de aceptar lo que está sucediendo pero con algo que está vibrando en uno. Eso sería. Y que podamos ser felices una buena cantidad de tiempo de nuestra vida y que podamos tener, vuelvo a enfatizarlo, acceso a la libertad.

— Nada menos. Y una paciencia muy vinculada con la esperanza, pero no la esperanza pavota de la espera así inactiva. Porque la esperanza es un acto de movilización también, hay que ponerla en práctica.
— Claro, hay que ponerla en práctica. Y aparte yo pienso también en esa posiblidad aun a nuestras edades -yo muchísimo más grande que usted.

— No tanto.
— Sí, bastante… Poder maravillarnos ¿no? Poder tener asombro. Poder estar traspasados y atravesados por lo imprevisto. Y que eso nos motive y nos dé aliento para transformarnos y para inventarnos y para salir de lo establecido. Por supuesto tenemos que respetar un orden social, vivimos en sociedad, pero me gustaría también que algunos de esos órdenes sociales sigan funcionando para hacer que la gente pueda compartir cosas pero que cambien. Que podamos inventar maneras nuevas de estar y propias de estar en lo real.

— Totalmente. La veo con el pañuelo verde en un momento que fue una gran esperanza de las mujeres que pelearon, dieron una lección enorme, y aparte de horizontalidad, de un objetivo común dejando de lado mezquindades.
— Absolutamente.

— ¿Cómo lo vivió? Usted va y viene.
— Sí, bueno, yo el 14 de junio, esa fecha tan maravillosa en la cual los diputados dieron vida a la ley, estaba en París, lo festejé allá. A mí me parece algo fundamental que esto sea ley porque me parece que va más allá de las opiniones, es una cuestión de salud pública. Es algo que no pertenece al orden de lo que uno piensa u opina, es algo que pertenece a una resolución que tiene que ver con la salud pública de la República Argentina. Hay mujeres que mueren por esto. Por supuesto lo que significa sobre la libertad de disponer de nuestro cuerpo y de tener independencia sobre nuestra decisión de vida. Pero ante todo me parece que es algo que seriamente los diputados y senadores tienen que reflexionar, quienes nos gobiernan tienen que reflexionar sobre un asunto que es salud pública.

— Punto principal, después discutimos todo el resto.
— Después discutimos todo el resto. Todo lo que va con eso. Pero cómo alguien puede decir "yo pienso que…". Por una cuestión de moral. Si hay mujeres que están muriendo. Y esto tiene que ver con una situación económica. Porque yo pasé por eso, me pude pagar un aborto ilegal más o menos…

— Digno.
— Digno. Pero igual es una situación horrible. Y no quiero que ninguna mujer más tenga que pasar por esa situación horrible. Y pienso que tiene que hacerse todo un sistema en el cual la mujer en esa decisión sea acompañada, sea sostenida, sea apoyada y que no sea juzgada. Eso es lo que pienso.

— Sostengo, y creo que compartirá, que subyace una cuestión de machismo fenomenal. La vieja frase "si la gestación fuera masculina, el aborto estaría legalizado hace siglos" para mí aplica perfectamente.
— Sí, sí, por supuesto hay una situación machista que hay que luchar muchísimo en este momento. Las mujeres bueno, estamos muy presentes y tenemos que estar muy alertas y muy determinadas, como Santa Teresa.

Hugo Mujica y Marilú Marini
Hugo Mujica y Marilú Marini en un ensayo de “Sagrado bosque de monstruos: encantado para admirar”

— Volvamos a la obra. La puesta es hermosísima, no vamos a contar nada porque nadie tiene derecho a arruinar la sorpresa. ¿Cómo se imaginó, cómo vino esa conjunción de imaginaciones para plantear esa belleza?
— Bueno, ese fue un gran trabajo de Alejandro Tantanian y Oria Puppo. Alejandro es el director del teatro pero fueron ellos dos, Alejandro y Oria, que dieron forma al concepto del espectáculo. O sea, es un espectáculo que yo pienso muy encantador teatralmente pero con una forma que no es la forma habitual de una situación teatral o de una historia. No se cuenta algo de una forma lineal sino como un collage de cosas distintas. Y donde toda la maquinaria teatral y toda la posibilidad maravillosa de ese teatro, de esa sala maravillosa que es el Teatro Cervantes, están puestas en valor y utilizadas con libertad y con fantasía para contar esta historia. Pero yo había hablado con ellos de mi amor de compañera con Santa Teresa, que es un personaje que en primera instancia no es muy atractivo porque bueno, una santa, la Iglesia -aparte Franco era devoto de ella. Pero luego hablando con ellos apareció, cómo apareció Teresa en mi vida y qué significó para mí en ese momento tan dionisíaco que vivíamos en los años 69, principios del 70, en fin, que era un momento en el que el mundo explotaba, en que pensábamos que íbamos a cambiar el sistema. Yo estuve en Woodstock. Bueno, en fin, era toda esa eclosión maravillosa. Y para mí está unida a eso, a ese momento de exaltación y de vértigo que luego decayó.

— La realidad nos llevó por delante.
— (Risas) El capital nos llevó por delante.

— Me contaba que están haciendo funciones exclusivamente para chicos y algunos que nunca han ido al teatro. El que no fue nunca al teatro, ¿qué se pierde?
— Se pierde de verse reflejado en la obra o en lo que va a ver. De verse con colores y con paisajes de él mismo que a veces no pensaba o no osaba verse. A mí me gusta mucho lo que dice Jean Genet en el prólogo de cómo actuar "Las criadas". Jean Genet dice: "Yo no sé qué es el teatro pero sé para qué voy al teatro. Voy al teatro para verme tal como no oso pensarme ni soñarme ni imaginarme pero que sin embargo sé que soy."

— Hermoso.
— Hermosísimo. Y yo pienso que el teatro nos da esa posibilidad. Y también el teatro entretiene, pero entretener no es algo negativo, entretener a veces nos saca de un momento difícil. También nos hace reflexionar, ¿no? No solamente la tristeza nos hace reflexionar sino la alegría nos hace, tal vez no nos haga reflexionar pero nos pone en un movimiento donde hay más disponibilidad, hay más permeabilidad para lo que sucede alrededor.

— Hagamos un partido político que defienda el entretenimiento. Es una expresión del placer el entretenimiento.
— Absolutamente.

— Y como somos dionisíacos…
— Sí claro, no somos más dionisíacos que apolíneos.

— ¿Qué la entretiene?
— Me entretienen por ejemplo las películas de Niní Marshall pero el cine norteamericano, Douglas Sirk, por ejemplo, me entretiene. Me entretienen las películas musicales de Busby Berkeley. Me entretiene All that jazz. Me entretienen historias. Me entretiene mucho ver actuar en el cine a actores ingleses, rusos y americanos, que me parecen extraordinarios. Me entretiene ir a ver una exposición de pintura, me gusta mucho el arte plástico. Me entretiene ir a las ferias a comprar fruta y verdura y después cocinarlas. Me entretiene jugar con mis nietos. Me entretiene sentarme a tomar un buen café. Me entretiene descubrir un autor. O descubrir algo de un autor que conozco pero que no tenía idea de una obra. Me entretiene la belleza.

— ¿Y cómo se las arregla con esta coyuntura argentina, tan particular?
— Es difícil, es muy, muy difícil. Quiero decir, para mí aparte que hace cuarenta años casi que vivo en Francia, las vueltas son excitantes porque uno abre todo el cajón de las emociones y de lo primero. De la primera infancia, de lo primero de lo cual uno se nutrió. Y al mismo tiempo los cambios son muy fuertes. Todo lo que uno pudo vivir durante la Dictadura afuera, yo solamente tuve que volver una vez por una cuestión de salud de mi padre pero era una sensación muy fea, muy densa. Y lo que yo siento ahora es que hay una situación muy complicada socialmente y económicamente. Cómo se va a dilucidar todo esto, espero que pueda haber entendimiento y que pueda haber pasar de una vereda a la otra. Poder hablarse, poder discutir de una forma adulta también. Cómo hacer que la gente que está tan golpeada por tantas situaciones de cambio pueda tener una actitud responsable frente a lo que sucede en lo social y en lo político. Para eso hay que formarlos. Hay que formar una conciencia ciudadana, una conciencia de que el Estado existe, que lo que está en la calle y en las veredas todo nos pertenece, que nosotros lo pagamos con nuestros impuestos, que hay que cuidar. Esa responsabilidad me parece que es algo que falta como formar al carácter argentino.

— No es menor eso, aquí en la Argentina lo público es de nadie. Usted que vive en Francia y dentro de lo poquito que ve lo público es de todos.
— De todos.

— Acá es de nadie.
— Se cuida, se cuida.

— Claro.
— Yo no le digo, en Francia también hay vagones de subte, de metro, tajeados, en fin, porque también hay un malestar social y un malestar grande. Pero es distinta, digamos, la sensación es distinta. La plaza de al lado, no la ensucia, no tira cosas.

— Sí, la cuida porque es de todos.
— Es de todos. Bueno, porque hay una conciencia de Estado.

— Claro, total. Por eso hay que ir al teatro. Y en esta obra particular suya, en todas, pero en ésta en particular un no creyente puede emocionarse con una santa. Y un creyente puede redescubrir el costado humano de Teresa de Ávila. Me parece que esta obra genera lo que usted decía del diálogo y de escuchar.
— Claro, tal vez es no tener miedo del otro y no tener miedo de lo distinto. Yo antes de venirme acá a actuar y a ensayar esta obra escuché una serie de emisiones maravillosas que había en la radio francesa, en France Culture sobre Albert Camus. Y donde había muchísimos extractos de conferencias de él. Y él decía una cosa que a mí me parecía maravillosa, seguramente muy idealista pero bueno. Él decía que en realidad su deseo sería que la sociedad fuera gobernada por creadores y no por gente que juzga, por gente que impone sino por gente que crea. Y a mí me parece que sería muy beneficioso socialmente eso.

— Si alguna vez aspiramos a que la imaginación fuera al poder, aspiremos ahora por lo menos a que los creadores lleguen allí.
— Claro, no sé, hombres políticos creadores, no jueces. Que haya jueces independientes en una Justicia, bueno, no vamos a ponernos a hablar de eso acá. Pero gente que tuviera la posibilidad de ser creativa en lo social y en lo político. Yo sé, a mí me encanta también una frase de Maquiavelo que dice que en política la elección no es entre lo bueno y lo malo sino entre lo malo y lo menos malo. Pero bueno, tratemos de elegir lo menos malo.

— Lo menos-menos.
— Lo menos-menos malo.

 

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