“Perón. Sinfonía de un sentimiento”: el documental idealizado y leal de Leonardo Favio

El film de seis horas nació como material proselitista de la campaña de Eduardo Duhalde para la presidencia, pero se convirtió en un poema pedagógico y fascinante de endeble rigor histórico

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Perón. Sinfonía de un sentimiento
Perón. Sinfonía de un sentimiento

El gobernador de la provincia de Buenos Aires en la década del 90, Eduardo Duhalde, soñando con ser el presidente que sucediera a Menem luego de su primer mandato, le encargó a Leonardo Favio un documental sobre Perón para que estuviera listo el 17 de octubre de 1995, reforzando así su candidatura y su posición central dentro del peronismo. En el camino de semejantes planes se interpusieron dos gigantescos obstáculos: el presidente Carlos Menem y el propio Favio.

Menem forzó a la oposición a admitir una reforma constitucional que le permitiera la reelección, relegando así la ilusión de Duhalde (que sería más adelante presidente por caminos inimaginables en ese momento). Y Favio, melancólico empedernido, sumergido en el enorme material de archivo utilizado y enredado en sus depresiones, se tomó varios años más de los establecidos, terminando su obra recién a fines de 1999, cuando el segundo mandato de Menem ya había concluido y el presidente era Fernando de la Rúa.

Lo que iba a ser material proselitista de una campaña que murió antes de nacer se convirtió en un poema pedagógico de seis horas de duración, tan endeble en su rigor histórico como fascinante; tan sesgado en su mirada como genial, y, en algún sentido, justo y verdadero.

Perón junto a Favio
Perón junto a Favio

Una buena parte de las primeras horas de Perón: sinfonía del sentimiento tiene la forma externa de un documental tradicional: la voz en off, didáctica, modulada hasta la exageración, subrayada cuando es necesario por un subtitulado; la música y el montaje siguiendo el mismo ritmo machacante; las imágenes redundantes con el texto, mostrando las realizaciones de los dos primeros gobiernos de Perón (1945-1955) y hasta una animación grotesca y maniquea, simbolizando a las potencias extranjeras como aves de rapiña que atacan a famélicas vacas autóctonas.

Remedando y extremando las formas de un noticiero de hace setenta años, Favio canta las virtudes del Estado protector y sus infinitos tentáculos que llegan hasta los rincones más recónditos de la Argentina para cobijar y dar alivio a los desposeídos.

El anacronismo estético se ponía en sintonía con el anacronismo ideológico: la exaltación de la intervención estatal en pos de los más carenciados sonaba a los oídos del argentino de fines del siglo XX como un insulto desafiante al peronismo realmente existente. Sin embargo, ambas cosas, estética e ideología, preanunciaban el largo reinado kirchnerista y su manipulación de la propaganda oficial.

Perón y Eva Perón celebran el Día de la Lealtad en 1951 (Popperfoto/Getty Images)
Perón y Eva Perón celebran el Día de la Lealtad en 1951 (Popperfoto/Getty Images)

A la verdad inmutable que los tiempos que corren pretendían imponer, Favio ofrece su propio mito, su Arcadia dorada, ese país imaginario que él asociaba con su infancia en Mendoza. Todo aquello que no entrara en esa construcción era dejado afuera en la sala de montaje.

A medida que transcurre la película, Favio se libera del didactismo extremo y con recursos cada vez menos convencionales narra las historias edificantes del peronismo: el renunciamiento de Evita, su muerte, la Resistencia, el regreso de Perón y la euforia de su pueblo. Los procedimientos ya no son directos. Por ejemplo, la tristeza porque Evita renuncia a la candidatura a vicepresidenta se representa con imágenes de época del Rosedal, vacío y sombrío bajo la lluvia, hojas quemándose, un cisne deslizándose por la superficie del agua. El cine como panfleto se transforma en cine como poesía, sin que una y otra forma deje de contener a la otra.

Las libertades históricas en función de brindar una versión idealizada del peronismo (como la virtual eliminación de toda referencia a Montoneros y José López Rega) están acompañadas de libertades en la puerta en escena. Favio utiliza imágenes de otras concentraciones de masas para ilustrar el 17 de octubre de 1945 así como a las imágenes de Perón y Evita les agrega una boca (!) que se mueve siguiendo el audio del discurso. Como contaba en una entrevista a la revista El Amante: "Lo hice todo. Es que había solamente tomas diurnas, porque no fue previsto lo que pasó. Fueron los noticieros y filmaron de día, pero después, ¿cómo carajo iluminaban? Lo que sí había eran fotos de Perón de noche. En base a esas fotos, nosotros tomamos a otro Perón de otro discurso y lo recortamos. Después le movimos la boca de acuerdo a ese discurso. Y los de atrás son extras. ¿Sabés que se me fue la mano y metí a un diputado del setenta y pico? Lo tuve que sacar.".

Reconstrucción y registro, documental y ficción, verdad y mentira, todo le sirve a Leonardo Favio para construir su melancólica oda al padre ausente.

Las seis horas de Perón: sinfonía de un sentimiento reflejan una verdad que no es la de los historiadores y una declaración política que no es la de la dirigencia del tercer milenio. Pero al mismo tiempo, al contar a Perón a través de su mirada, expresa una melancolía universal: el terrible dolor de haber perdido la infancia para siempre.

*Perón. Sinfonía de un sentimiento es una película documental de 1999, dirigida por Leonardo Favio, de 346'. El canal Crónica TV suele programarla los 17 de octubre y está disponible íntegramente en YouTube.
Este texto con algunas modificaciones fue publicado previamente en el libro sobre documentales argentinos 40.doc, de Gustavo Noriega y Marcelo Panozzo (Margen Izquierdo, 2015).

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