Madre Coraje es una de las obras más descarnadas de Bertolt Brecht, un dramaturgo indiscutible no sólo para el teatro del siglo XX, sino para la escena dramática universal. Si bien el original transcurre durante la Guerra de los Treinta años en el siglo XVII, la versión de una mujer fuerte que sobrevive –y quiere hacer vivir a sus hijos– entre las miserias de las batallas y la pobreza puede ser trasladada a cualquier época, por su profunda actualidad. Sobre todo hoy, cuando el mundo está en crisis, los fascismos acechan en varias naciones y la economía local desespera. José María Muscari, uno de los directores más originales de la escena argentina, y Claudia Lapacó, una de las figuras más populares entre las actrices desde hace décadas, unieron esfuerzos para llevar adelante una versión atemporal, pero anclada en los conflictos que Brecht propone. El estreno será el 19 de octubre y el director y la protagonista conversaron con Infobae Cultura para contar de qué se trata esta Madre Coraje muy siglo XXI y también de cualquier siglo.
–¡Qué desafío! El clásico de Brecht es, primero, eso: un clásico, y luego atravesado por serios planteos políticos. Muscari, usted ya tiene experiencia en montar clásicos con su propio estilo.
José María Muscari: –Tuve dos experiencias. Primero Electra, en el Festival de Tragedias Griegas en el Kónex, con Carolina Fal y unos años después, La casa de Bernarda Alba, con Norma Pons. Pienso que son remasterizaciones, versiones personales. En principio la obra de Brecht es mucho más larga, tiene muchísimos más personajes; creo que es una especie de pasteurización del texto original respetando la esencia, la narrativa, la poética, las circunstancias y los personajes, Lo que sí creo es que esta versión ofrece una atemporalidad que colabora mucho a que el público le pierda el miedo a ver a Brecht. Creo que hay una porción del público piensa que ver a Brecht es una cosa para entendidos, para intelectuales, para gente que debería haberlo leído. Lo que hace esta versión es erradicar cualquier fantasía en ese sentido y, en definitiva, lograr lo que quería Brecht, que es que fuera vista por todo el mundo.
–Claro, porque además Brecht quería que los obreros vieran sus obras. Usted, Lapacó, tiene una experiencia muy fuerte en la llegada de su trabajo a las grandes multitudes.
Claudia Lapacó: –En los comienzos de mi carrera hice trabajos que llegaron a tener una gran popularidad, como por ejemplo El amor tiene cara de mujer, que fue la primera telenovela en 1966 de la que fui protagonista con otras tres mujeres que ya era el cuarto año que la hacían: Iris Láinez, Delfy de Ortega, Angélica López Gamio y Bárbara Mujica. Afortunadamente los últimos veinte años he podido interpretar también grandes textos. Quiero citar a Brecht y decir que cuando el arte es bueno nunca es aburrido. Que la gente no piense que por ver un clásico se va a aburrir. La obra es maravillosa y lo que ha hecho José con la adaptación también. Sólo dejó nueve actores y no se pierde nada. Está todo centrado, condensado. Hace unos tres años en Teatrísimo, que hacen teatro semi montado, me tocó hacer Madre coraje y en ese momento pensé: "¡Qué maravilloso sería hacer esto en temporada!". Pero no pensaba que me iba a llegar la propuesta. Cuando me llamó José con la propuesta fue extraordinario, y acá estamos, disfrutando.
–Su preocupación por el disfrute es la misma que tenía Brecht, que introduce canciones en un drama tremendo sobre la guerra.
C.L.: –No es sólo la guerra, la miseria, la falta de recursos, ver la lucha de esta madre con estos tres hijos, la voracidad de las personas en medio de las peores circunstancias, cuando alguien trata de ganar sobre eso. Pasa constantemente. Es el mundo actual. ¿Por qué sigue habiendo guerras? Por intereses creados: la industria armamentista no quiere que se terminen, es mucho dinero el que se gana. En uno de los ensayos, en una escena muy linda que tenemos Osvaldo Santoro y yo, él dijo: "A ver, ¡acá no son ningunos abuelitos y menos buenos!". Fue una indicación maravillosa para el trabajo.
J.M.M.: –Les dije eso porque es una escena de romance que tienen Osvaldo y Claudia, pero los dos personajes están especulando el uno sobre el otro. Son padres malvados.
C.L.: –Con dos palabras cundió el pánico allá arriba: ¡ni abuelitos, ni buenos! (ríe)
J.M.M.: –También se puede ser claro en el pedido cuando del otro lado hay talento, cuando hay recepción, compromiso. Esta pasión mía de dirigir siempre es de acuerdo a la resonancia que hay del otro lado. Para mí el teatro siempre tiene que ver con la cabeza de compañía. El teatro es un hecho grupal, pero hay un protagónico indiscutido de Claudia, es el que le da nombre a la obra, que durante una hora y treinta y cinco minutos está arriba del escenario con el mayor compromiso textual, emocional, energético. Cuando uno trabaja con el nivel de excelencia que tiene Claudia, se organiza todo y genera un nivel de excelencia en el alrededor. Las obras son pretextos para otras cosas. Para mí Madre Coraje es el pretexto para cruzarme con Claudia, para re enamorarme de la profesión, si bien siempre fui un apasionado con lo que hago, no todos los días uno se encuentra con actrices de la entrega y la talla de Claudia, de la vehemencia y carnalidad con la que ella enfrenta un ensayo. Es algo conmovedor. Me cuesta muchísimo ensayar con personas que no tengan el nivel de entrega que tiene ella. Es una experiencia más profunda que de por sí tiene la profundidad que tiene el espectáculo y la obra.
–Muscari, ¿nota una recurrencia en la elección de mujeres fuertes en sus obras? Madre Coraje es una mujer que devora todo.
J.M.M.: –Yo creo que hay un momento en la vida en donde las obras te eligen a vos, vos ya no elegís. En mi propio recorrido hay casilleros que marcan que hay materiales que no tienen que ver con vos en tal momento. La posibilidad de volver al Complejo Teatral Buenos Aires, después de Fetiche y Póstumos, con un Brecht, por lo que significa, por la grandiosidad de la obra, con un cuerpo de baile, despliegue escenográfico, hacen que no sea una obra cualquiera, en ningún sentido.
C.L.: –Las obras que hice en este complejo cambiaron la mirada de los otros hacia mí, porque yo no puedo haber cambiado tanto, tanto. La mirada de los otros cambió, Lorenzo Quinteros me dio esa primera oportunidad, y aquí estamos.
Madre Coraje es la Argentina, que está tratando de llevar adelante su propia existencia, y le van matando hijos, pero ella tiene la voluntad de salir adelante con sus contradicciones, con lo bueno y lo malo.
–Brecht tenía una intencionalidad política. ¿Cómo la encaran en esta puesta?
J.M.M.: –Para mí la obra es una gran caja de resonancia de nuestra época. Veo cómo el dinero atraviesa la existencia de esa familia a lo largo de los años y no puedo dejar de pensar en la Argentina. Madre Coraje es la Argentina, que está tratando de llevar adelante su propia existencia, y le van matando hijos, pero ella tiene la voluntad de salir adelante con sus contradicciones, con lo bueno y lo malo. Tengo 41 años y desde que tengo uso de razón la Argentina está en crisis. Y es rico. Lo cual genera una contradicción y ambivalencia, que es lo mejor que tiene Madre Coraje: su ambivalencia. No es un texto dogmático que dice: "Tenés que pensar de determinada manera". Sin embargo, plantea un cuadro de situaciones tan amplio que como espectador tenés que ponerte a pensar, porque lo que la obra dice son borbotones conceptuales de nuestra actualidad. Las grandes obras se convierten en grandes obras cuando no se circunscriben a un momento sino que pueden ser transpoladas a otras circunstancias.
C.L. –Es porque siguen vigentes. Madre Coraje podría haber sido escrita hoy. Si bien transcurre en 1650, José la saca y no se sabe en qué año transcurre, podría ser hoy.
J.M.M. : –Podría ser en 1600, en este momento o en el futuro, la atemporalidad de la obra la vuelva más contundente. Incluso el vestuario tiene una mezcla extraña. Madre Coraje está vestida de época pero a la vez parece una rapera del Bronx, es una cosa rara.
C.L.: –¡Parece una gitana!
–Lapacó, sus padres llegaron a la Argentina antes de que la Segunda Guerra comenzara.
–Sí, en el 39. Pero papá ya había tenido otra experiencia de esa naturaleza. El era ruso judío y cuando estalló la revolución de 1917 él estaba pupilo en un colegio de monjas en Contanstinopla, entonces quedó completamente aislado del resto de su familia. Amigos siguieron pagándole sus estudios, luego se fue a Francia, donde se casó con mi madre, hija de un pastor protestante, pensaban que ya había pasado su tragedia. Pero venía la guerra. Entonces los familiares que estaban en la Argentina les dijeron que vinieran. Yo soy nacida en la Argentina y amo mi país. Nunca pensaría en irme y estoy agradecida de que mis dos hijos nunca pensaron en irse. Tengo un hijo de 53 años y otro de 50 y nunca pensaron en irse. No me parezco a Madre Coraje en su voracidad ni en su parte comercial, pero cuando dice que sus hijos no están hechos para la guerra, yo pienso lo mismo. Jamás permitiría que mis hijos fueran a la guerra.
J.M.M.: –Cuando el autor habla de la guerra, y que yo pongo a través del cuerpo de bailarines, es una guerra metafórica. Por un lado es la guerra y por otro son las guerras, las que libramos como argentinos, las que se libran universalmente para conseguir derechos. Es abstracta y universal a la vez. En esta obra, sobre el distanciamiento brechtiano, sólo escuché al autor. El texto dice qué textos son para afuera, para el espectador, cuáles son para adentro, para el escenario. En la obra hay una triangulación entre la paz, la guerra y el espectador, al que estos personajes tratan de venderle su discurso.
–Muscari, con esta obra son tres las obras que tiene en cartelera, ¿no se vuelve un poco loco?
J.M.M.: –No, porque cuando las voy ensayando me dedico totalmente a esa obra. Hace poco estrené Atracción fatal y se mezclaron un poco los tiempos porque el otro teatro se retrasó un poco, pero es la primera vez que tuve que compartir mi tiempo de ensayo con dos ensayos a la vez porque, realmente, mi creatividad no podría con eso. Si bien Madre Coraje tiene mucha preproducción artística en mi cabeza porque vengo leyéndola desde hace mucho tiempo y armé el elenco con mucha antelación y por eso el espectáculo ya estaba habitado en mí y trasladé eso que me habitaba al elenco, a los actores. Trato de no volverme loco, en estas cinco horas de ensayo diarias mi cabeza está acá, no en otro lado.
–Lapacó, Madre Coraje fue consagratoria para actrices como Alejandra Boero o Cipe Lincovsky, ¿eso le produce expectativas o temores?
C.L.: –Soy tan feliz haciéndola que no pienso qué va a pasar, porque ya me está pasando. Está pasando que amo lo que hago. Pongo todo en los ensayos. No guardo nada. Vengo y juego y pongo todo. Siempre va a haber alguien a quien le va a gustar y a quien no le va a gustar. Tengo 78 años, me siento muy joven y hace sesenta años que soy actriz. Jamás pensé en ser menos rigurosa en lo que hago. Cuando le dije a mis padres que quería ser actriz, enseguida aceptaron. Pero mi padre dijo: "¿Sabés qué? Te vas a tener que destacar". Y no lo decía por ir a hacer lío a algún lado, era que tenía que poner todo lo mejor y estudiar y trabajar y ser rigurosa. Y así la vida me regala cada vez algo mejor.
J.M.M.: –No me parece una casualidad que Madre Coraje sólo haya tenido dos puestas en la Argentina antes que esta y que esas dos puestas hayan sido protagonizadas por dos figuras tan icónicas para la cultura argentina como Alejandra Boero o Cipe Lincovsky. Me parece que en este momento hacer esta tercera versión no podría tener una mejor intérprete que represente el peso escénico que tuvo Lincovsky o Boero que Claudia. No podría soñar con una mejor actriz que la que tengo. Mi enamoramiento es rotundo, pero más allá de mi valoración personal, el nivel de prestigio, popularidad y rigurosidad que maneja Claudia no hay.
*Madre Coraje se estrena el viernes 19 de octubre en el Teatro Regio, Córdoba 6056
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