Días como estos, Avenida del Libertador es un arroyo de cemento a punto de entrar en hervor. Cuando la numeración llega al 2300, entre los edificios, los árboles y la corriente de autos, una casona antigua se destaca por tener un busto de José Hernández en la vereda y cartelería que dice MAP: Museo de Arte Popular José Hernández. Este año se cumplen 80 de su inauguración, allá cuando, después de la muerte de Félix Bunge, la casa se vuelve a erigir como símbolo de la cultura. "Un museo de motivos argentinos", había escrito en su testamento. Eso quería y en eso se transformó. Incluso en algo superior.
Al atravesar la puerta de vidrio —porque la puerta principal es de vidrio—, la directora de la institución, Felicitas Luna, saluda con entusiasmo. Un entusiasmo que va más allá del aniversario del museo, porque ella es historiadora —igual que su padre: Félix Luna— y adora inmiscuirse en los detalles de la historia, entonces decide empezar este recorrido contando qué es este lugar, de quién era, cómo llegó a transformarse en un museo especializado en arte popular argentino, el tradicional, el artesanal, como la platería y el textil.
Antes de entrar a las salas, en un rincón de la habitación de entrada, hay un retrato de Félix Bunge. Es un cuadro no muy grande, pintado con sumo detalle, con marco oscuro de madera. "Como él no tuvo hijos, le pide a la Municipalidad de Buenos Aires que, en caso de que él muriera, esta casa sea un museo de motivos folklóricos", cuenta Luna sobre el testamento, escrito en julio. ¿Sabría Bunge que su muerte estaba cerca? A los cinco meses, en diciembre de 1935 muere en un confuso episodio en el tren. "En menos de tres años la Municipalidad toma la donación e inaugura el museo. La colección se inició con piezas que él tenía: de plata, armas y varias cosas más", agrega.
El museo se compone de dos salas en la entrada y una tercera pasando el patio. La primera, que está en la planta baja, está hecha con obras que son patrimonio del museo. La muestra se llama El mate y el facón, dos objetos simbólicos de la identidad nacional: el mate, un espacio de apertura a lo fraterno, y el cuchillo, herramienta para comer y defenderse. El trabajo artesanal es muy delicado, y va de la poesía gauchesca a la colección criolla entre la plata y el cuero.
La segunda sala, ubicada en el subsuelo de la casa, expone obras de la II Bienal Latinoamericana de Joyería. "Es otro formato, una cosa dinámica, de color. Y de autor: focalizamos mucho en los artesanos. Antes ser artesano era como un global. No se ponía el apellido. A lo sumo 'Artesano de la Provincia de Buenos Aires'. Pero verás acá que el lenguaje de esta joyería es mucho más moderno", dice en medio de una sala blanca con pequeñas piezas pequeñas de una minuciosidad llamativa.
Al salir al patio, una escultura de bronce de dos caballos que tienen menos de un metro de altura —de lejos parecen perros guardianes— capta la atención primera. Se llama Celo y es de Emilio Sarniguet, el mismo escultor de la famosa escultura El gaucho resero, ubicada en el barrio de Mataderos. Celo llegó aquí alrededor de 1944, cuando el MAP se llamaba Museo de Motivos Argentinos y Biblioteca del Folklore Argentino José Hernández. Una cuestión de nomenclaturas.
También hay esculturas de chapa y materiales descartables, hechas por Víctor Sosa: insectos gigantes, un águila, personajes. De alguna forma estas piezas rompen con la idea de lo tradicional como algo histórico, viejo, antiguo, ya que, en palabras de Felicitas Luna, se trata de "intercalar lo clásico con lo moderno, y potenciar y hacer una marca de la artesanía". En esa tensión —que no es una tensión, sino más bien una relación— entre lo clásico y lo vanguardista. Pasado y presente. Continuidad.
Es en este lugar destechado de la casona, con el sol en cenital filtrándose entre las hojas del gran ombú, que Felicitas Luna vuelve al perfil de Bunge: "Hijo único de un estanciero argentino y una uruguaya. Fue un gran mecenas, le gustaba todo lo que tuviera que ver con el campo: las monturas, los ponchos, lo gauchesco. Acá hacía reuniones para distintos grupos criollistas. También le gustaba el esgrima, el tiro, los negocios…. y le gustaba boxear".
En los lejanos años veinte, aquí, en este mismo patio, había un ring de boxeo. Es bajo este mismo sol que Bunge practicaba, tiraba golpes al aire, ensayaba una defensa, quebraba la cintura y volvía a golpear. Y en esas tardes puños apretados y transpiración, con él, tiraba golpes el mismísimo Luis Ángel Firpo, "el toro de las pampas", el padre del boxeo profesional argentino.
"Firpo trabajaba en una empresa de ladrillos que tenía Félix Bunge, porque además de tener campos tenía sus industrias. Cuando lo vio, se dio cuenta que era alguien ideal para entrenar. Un pupilo, como se decía antes. Su relación era tal que, de hecho, hasta su primer pelea en Estados Unidos por el año 1922, Bunge le mandaba consejos sobre cómo tenía que boxear", dice y agrega, sonrisa mediante: "Muchos museos tienen fantasmas, nosotros un ring de box".
Frente al patio, en la parte trasera de las casona, hay varios espacios. Una biblioteca especializada en criollismo, gauchesca y artesanías, por ejemplo. También una sala, la tercera, donde se luce con gran vitalidad el universo del arte textil con la exposición del XIV Salón de Arte Textil en pequeño y mediano formato. Y arriba, subiendo una escalera antigua, se hacen talleres de cerámica precolombina, tapiz, cincelado, dibujo y pintura, encuadernación y restauración básica, tejido a dos agujas, crochet, esmalte a fuego y arcilla polimérica, entre otros. Es una sala grande, en un segundo piso, con ventanales que dan al patio. Para niños, adolescentes, adultos y adultos mayores.
"El desafío es llegar a todo tipo de público", concluye Luna, la directora del MAP, que en ningún momento de este recorrido, de este safari por el arte popular argentino, perdió el entusiasmo. ¿Qué quedaría entonces, dentro de este enorme museo con tantas obras de arte que buscan ser el eslabón entre lo clásico y lo moderno, sin entusiasmo? Nada, posiblemente no quedaría nada. Entusiasmo: de eso también se trata la cultura.
* MAP
Martes a viernes de 13 a 19 horas
Sábados, domingos y feriados de 10 a 20
Av. del Libertador 2373
Entrada general: $30- (miércoles gratis)
El miércoles a las 17 horas se colocará una placa conmemorativa por los 80 años
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