No es que no se conociera su capacidad de persuasión o su temperamento encendido, sobre todo en el caso de aquellos que conocen a Claudia Piñeiro hace mucho o de los que intercambian con ella en las redes sociales, donde tiene hace tiempo una presencia muy activa. Pero este año, como nunca antes, la escritora argentina que más libros vende en el país y en todo el mundo estuvo presente en la escena pública y grandes audiencias pudieron verla en acción.
La serie arrancó en la apertura de la Feria del libro, cuando en medio de una ruidosa protesta de alumnos y docentes porteños contra las autoridades educativas consiguió hacerse escuchar pese a que todo indicaba que el evento concluiría con un escándalo vacío. Luego siguió con su presencia continuada durante la discusión por la -por ahora- fallida legalización del aborto. Piñeiro sabe hablar y articular discursos capaces de divulgar temas complejos de modo de hacerlos llegar a públicos amplios por lo que muchos y muchas jóvenes que no la conocían llegaron a ella desde este lugar y no por sus libros. Sin embargo, para la autora de Betibú, Las grietas de Jara y Una suerte pequeña, no todo fueron buenos momentos: su posición a favor del aborto legal, seguro y gratuito la expuso también a momentos desagradables y a agresiones propias de tiempos que podíamos imaginar en el pasado. "Yo creí que éramos un país muy abierto. Me equivoqué", dijo durante esta entrevista con Infobae Cultura en la que habló de su nuevo libro, que esta vez no es una novela. Se trata de su primer volumen de cuentos en los que el universo de sus ficciones más conocidas y el estilo de sus personajes reaparece, aunque en historias breves. El título del libro es Quién no (Alfaguara) y reúne un conjunto de textos escritos a lo largo de varios años.
— Tu nuevo libro se llama iQuién no/i, ¿siempre se llamó así?
— Vos sabés que le di muchas vueltas al título porque yo quería que el título fuera representativo justamente de eso. De quién no, quién no está ahí… Pero le daba vuelta vueltas con la palabra "raros" porque yodos son personajes un poquito raros pero quién no es un poquito raro, y ese es el parlamento que está en uno de los cuentos, uno en el ue la mujer le dice al marido: "Son raros los vecinos, ¿no?" y él le dice: "Bueno, quién no." Pero la palabra "raros" no terminaba de queda bien en el título, porque se puede confundir con gente friki, con otro tipo de cosas. Entonces le daba vueltas, hasta que a Julia Saltzmann, que es mi editora de toda la vida, se le ocurrió sacar la palabra "raros" y dejar directamente Quién no.
— Que juega además con la dedicatoria, que habla también de ponerse en el lugar del otro.
— Ahí sí me di el gusto de usar la palabra raros porque se podía explicar un poquito más. (N. de la R: la dedicatoria es "A lo que pueden ponerse en el lugar de otros, raros o no") Pero en el título quedaba raro, "raros".
— Viste que hay una frase que dice "De cerca nadie es normal". Pero al mismo tiempo yo vengo pensando que, más bien, de cerca todos son normales. Quiero decir, esa gente con la que por ahí te podés pelear, discutir, podés decir no tengo nada que ver, a veces en determinada situación, cuando te toca estar cerca, te das cuenta de que tal vez sí… hablo de empatía, ¿no?
— Sí, y vos sabés que justamente es interesante lo de la palabra normal porque yo lo que trato es como de mirar el mundo desde el otro lugar, ¿no? Porque si estos son los normales, estos son los raros. ¿Y quiénes son los normales? ¿Quién dice quién es normal? Entonces, me parece que de cerca todos somos raros, porque todos somos particulares, porque todos tenemos diferencias con el otro. Porque no somos todos iguales y entramos en la misma norma. Entonces, la palabra normal es una palabra complicada para usar.
— ¿Cuándo decidiste reunir todos estos cuentos que fueron escritos a lo largo del tiempo? ¿Cuándo decidiste que era un corpus como para pensar en un libro?
— Bueno, viste cómo son los editores, en general siempre te fomentan eso de juntar tus textos. Y yo necesitaba que hubiera una cantidad de textos importantes como para poder elegir algunos que tuvieran un hilo conductor. En ese momento no sabía que el hilo conductor era éste pero cuando empecé a elegir los cuentos que me gustaban todos tenían personajes de este tipo. Eso fue el año pasado, a principios de este año empecé a seleccionar, a retrabajarlos, etcétera, y a dejar los que me parecía que iban en este sentido.
— O sea que hay reescritura en algunos.
— Sí, en varios. Incluso hay varios que fueron pastillas en el diario El País, que salieron como miniaturas negras y entonces están reescritos para que tengan un formato más de cuento.
— Cuando uno los lee ve que en los cuentos hay algo que tiene que ver con aquellas cosas que nos afectan a todos: las parejas, los hijos, la vida, la muerte, la violencia. Vuelvo a la palabra empatía, hay algo donde de nuevo lo que aparece es ese: "ponéte por un momento en los zapatos del otro"…
— Sí. A mí me gusta mucho la idea de no estar en el extremo de que no pueda empatizar con esos personajes. Por ejemplo, si yo tuviera que escribir sobre un asesino serial me costaría mucho más, pero en cambio si escribo sobre alguien que está ahora sentado en un escritorio, se paró y agarró, no sé, una computadora y se la partió en la cabeza al de al lado porque no se lo aguantaba más: ése me resulta más fácil de escribir. Como que ése que está contenido, que está con bronca, que está enojado, que le pasan determinados sentimientos, y que en un momento se le suelta el hilo y da un paso más, a ese lo encuentro más empático conmigo y me resulta más fácil hacérselo empático al lector también, ¿no?
— ¿Cuándo empieza como cuento y cuándo empieza como novela? ¿Cuál de todos estos textos pudo ser una novela y no fue?
— Me quedo pensando si alguno lo pensé como novela y no fue pero me parece que no. Me parece que todos fueron pensados como cuentos. Y creo que la novela me permite a mí una digresión, es irse por las ramas, contar a los personajes en detalles que a lo mejor no hacen a la anécdota en sí misma, y el cuento maneja otra precisión. Entonces, cuando vos te enfocás en esa anécdota, en que querés contar ese pequeño lugar, ese pequeño micromundo, me parece que ya no da para una novela. Nunca me pasó de estar escribiendo una novela y decir no, esto es un cuento, o al revés. Vos sabés que creo que es Skármeta que dice que si mirás el fondo del mar y describís el fondo del mar escribís una novela, y si describís al pez que pasa por ahí, escribiste un cuento. Uno se pone en un lugar y elige qué contar.
— Claudia, vos tenés una cierta regularidad en el oficio como novelista, te propones cada dos años publicar una novela y trabajás sobre esa novela. Los cuentos tienen algo más de epifanía, si querés. ¿Te levantas y decís "soñé con esto, quiero escribir esto"?
— Bueno, la verdad es que en los últimos años he tenido siempre tanto trabajo que es difícil levantarse y decir "soñé con esto, voy a escribir un cuento porque sí".
— Claro.
— Pero sí me ha pasado que alguien justo te llama y te dice che, necesito, ¿tenés un cuento para tal cosa? Como que el pedido no es por una decisión propia, pero sí que quedan dando vueltas en la cabeza esas anécdotas, esas imágenes, etcétera, y alguien viene y me dice "che, estamos haciendo una antología de tal cosa o queremos un cuento para tal diario del extranjero", hay muchos que fueron publicados en el extranjero, y entonces aparece esa anécdota que no tuve tiempo en su momento de desarrollar porque tenía otras cosas pero cuando viene la obligación de hay que escribir un cuento para esto que me están ofreciendo bueno, ahí sale.
— En estos cuentos, ¿hay personajes que han estado en tus novelas? ¿Hay personajes que podrían retomarse en novelas o tienen una vida propia que se termina en los cuentos? ¿Pensaste en algo de eso?
— Yo pienso que muchos de esos personajes podrían ser el mismo personaje. En algún momento pensé que fuera el mismo personaje. Pero no en todos los cuentos podía hacerlo entonces lo descarté. Sí me parece que son personajes que casi todos podrían ir en novelas mías. No son los personajes de mis novelas pero podrían estar ahí, podrían ser sus amigos, podrían ser del mismo barrio. Son personajes que andan por la misma zona del mundo y con los mismos conflictos.
— ¿Y qué pasa con las mujeres de estos cuentos? Porque de pronto hay mujeres que atraviesan situaciones que, aunque los relatos fueron escritos en otro momento, hoy adquieren una nueva vitalidad por las problemáticas de esos personajes, me refiero a la violencia de género o a cuestiones como el aborto.
— Sí, no me pasó con ninguno que tuviera que cambiarlo. Me parece que uno también tiene que respetar el tiempo de cuando lo escribió y no cambiarlo porque hoy es políticamente incorrecto decir determinada cosa. Por ejemplo me pasó con una obra de teatro, no con los cuentos, yo tengo una obra de teatro que se llama Verona, que son tres mujeres y un hermano varón que vive en Italia que viene circunstancialmente para el cumpleaños de la madre y que en el cumpleaños de la madre se ponen a discutir porque la que la cuida habitualmente no la quiere cuidar más y se tienen que hacer cargo las otras. Y entonces, empieza a decir que es porque ella se va a separar del marido y que se va a separar del marido porque el marido le pegó. Entonces todas "ay, cómo que te pegó, cómo puede ser", qué sé yo. Finalmente cuando cuenta la anécdota, en realidad el marido se tropezó y sin querer movió un mueble y la golpeó accidentalmente y como ella tiene un amante y no sabe cómo decirle al marido que tiene un amante y se quiere separar, encontró la excusa perfecta para separarse. Esa obra durante muchos años la hicieron distintos elencos, la primera Marcelo Moncarz, pero después me la piden para hacer en distintas partes de la Argentina. Y hay un grupo que la quería hacer acá en Buenos Aires y las chicas que eran jovencitas me decían: "¿Pero te parece dejar eso? Porque el público cuando vea eso va a pensar que está mal lo que estamos diciendo porque estamos diciendo que la mujer golpeada no ha sido golpeada."
— Claro.
— Y bueno, la verdad es que el personaje de mi novela era una mujer que estaba mintiendo y que dijo que era golpeada y no era golpeada. Y hay mujeres que seguramente mienten y dicen eso. Pero lo que pasa es que a veces lo políticamente correcto te lleva a no entender la función de la literatura, que no tiene que ver con denunciar la violencia de género o con ir a una marcha como hacemos nosotras por el Ni Una Menos o por lo que sea; ese personaje era eso y las hermanas se sintieron totalmente defraudas cuando se dieron cuenta. Me parece que yo no cambiaría esa obra de teatro porque hoy el que está mirando puede decir "ah, pero cómo". Después hay otros que uno sí siente que están fechados por otras cuestiones. Por la ropa que usan, por cómo se manejan, no sé, por cómo usan los teléfonos que hoy se usan de otra manera. Me parece que todos somos los suficientemente abiertos para entender que son cuestiones de otras épocas.
— ¿Leés cuentos?
— Sí, mucho.
— ¿A quiénes leés?
— Bueno, leo a Samanta Schweblin, a Mariana Enríquez, a Vera Giaconi. Hace poco leí el de Betina González.
— Estás hablando en todos los casos de mujeres narradoras.
— Guillermo Martínez me gusta mucho también, Federico Falco. Y de afuera bueno, por ejemplo Clarice Lispector y Natalia Guinzburg son dos autoras que para mí son extraordinarias, no diría que Natalia Guinzburg es cuentista porque es otro tipo de cosa, pero son relatos cortos. Clarice Lispector tiene muchos cuentos. Patricia Highsmith me gusta mucho como cuentista también. Bueno, Hemingway, Chejov es un autor que en general no se lo conoce tanto como cuentista porque son tan maravillosas las obras de teatro que la gente lo recuerda como dramaturgo, pero para mí es uno de los cuentistas que más me interesa.
— Vos sos muy lectora, y de pronto te estás yendo de viaje o lo que sea, ¿siempre llevás libros de cuentos para leer?
— ¿Sabés que no lo elijo porque sea cuento u otra cosa? Hay un autor que me interesa y que yo vengo siguiendo o alguien que me dice "escuché que tal libro" y voy y lo llevo. Pero no lo pienso en función a si es cuento o es novela. Igual hay mucho más para elegir del campo de la novela porque se publica mucha más novela que cuento, ¿no?
— Recién mencionabas las marchas. Aunque venís hace tiempo involucrándote, uno podría decir que este año pusiste el cuerpo y la palabra en la escena pública mucho más que lo habitual. ¿Cómo evalúas este año en lo personal?
— Bueno, fue un año de una intensidad tremenda. También por eso es que no pude terminar la novela que suelo terminar en estos años. Entonces agradezco haber decidido el año pasado hacer esto porque es como que tengo la posibilidad de dialogar con los lectores con un nuevo libro y la novela estará el año que viene, probablemente. Pero esa intensidad te quita no solamente tiempo sino energía, porque uno tiene la cabeza muy puesta en eso. Y también desde el punto de vista literario, no sé si a vos te pasa, que la cabeza está tan tomada por esos temas que querés escribir de otra cosa y no te sale, entonces necesitás que decante un poco tanta información, tanta pasión, tanto pensar temas relacionados con el aborto, la violencia de género, el Ni Una Menos.
— Te agredieron mucho, te están agrediendo mucho. ¿Cómo convivís con eso?
— Mirá, bastante mejor de lo que me imaginé (risas). Porque en general las agresiones no son interesantes desde mi punto de vista, no son agresiones relevantes, son más esas agresiones que todos tenemos a través de las redes sociales. Ya casi como que me causa gracia, ¿no? La última vez habían hecho como una placa falsa de La Nación que decía que yo había dicho que morían 250.000 mujeres argentinas por año por atenderse con ginecólogos varones (N. de la R., polémica desatada a partir de declaraciones de Malena Pichot), entonces todos me insultaban por lo idiota que era por haber dicho eso. Yo pensaba: ¿pero esta gente puede pensar que alguien dijo eso? ¿De verdad creen que alguien puede haber dicho eso?
— Decís que no son relevantes pero hubo una acción, puntualmente, que pasó cierto límite y fue cuando quisieron prohibir tu presencia en la a href="https://www.infobae.com/sociedad/2018/07/13/buscan-censurar-a-la-escritora-claudia-pineiro-por-su-apoyo-a-la-legalizacion-del-aborto/" rel="noopener noreferrer" target="_blank"presentación de Leonardo Padura/a. Ahí ya la cosa tomó otro color.
— No, ahí sí porque básicamente es un acto de censura y además es un acto de impedirte trabajar. Porque yo iba a trabajar, yo iba a hacer una entrevista a un escritor que venía a presentar su libro, y empezaron a llamar a la empresa que me contrataba para pedir que me descontratara. Y eso sí me parece que es una agresión muy violenta porque no solamente es una censura sino que te impide trabajar. Y me parecía como muy extraño que en la Argentina pasara algo así ya a esta altura, ¿no? Como muchas otras cosas que vimos estos últimos tiempos que yo pensé que ya no las iba a volver a ver.
— ¿Te impedía trabajar porque te impedía hacer esa entrevista pero además te quita tiempo? Eso es lo que te pregunto. ¿Te vas a dormir y pensás en eso, en un episodio como ése?
— ¿Vos sabés qué pienso yo a veces? En la maldad, en el sentido de ¿hay alguien que me quiere tan poco o me tiene tanta bronca para hacer esto? ¿O no es conmigo esa maldad? ¿Entendés la pregunta?
— Sí, sí.
— Esa cosa de decir ¿es conmigo, es con la Ley del Aborto? A veces me impresiona mucho que alguien pueda desear tanto mal.
— Fuiste a hablar al Congreso y fuiste a los programas de TV por el compromiso concreto que tuviste sobre todo con el proyecto de legalización del aborto. ¿Tenés claridad sobre qué fue lo que disparó esa necesidad tuya de comprometerte así?
— Yo creo que a veces confluyen cosas. Por un lado el aborto es un tema sobre el que yo vengo pensando hace tiempo. Algunos te dicen: "ay, ¿recién ahora venís a hablar del aborto?" No, recién ahora hablamos todos del aborto porque antes no se podía debatir el tema del aborto. Pero digamos que yo tengo dos novelas que hablan del aborto, tengo un cuento que habla del aborto y que está en este volumen pero que lo escribí hace 7 años. O sea que es un tema, como tantos otros, que a mí me obsesiona y sobre los que he hablado a lo largo de mi vida como escritora, literariamente. Pero bueno, además de eso también como escritora yo arranqué un año dando una conferencia de apertura en la Feria del Libro donde el planteo básico era cuál es el lugar del escritor en la sociedad. ¿Tiene el escritor que involucrarse o no con lo que pasa en la sociedad? No con todos los temas, no quiere decir que tenemos que hablar de todo porque no sabemos de todo. Pero hay algunos temas en los cuales si no hablás, también estás hablando. El silencio también habla. Entonces, en esos temas donde vos sentís que si no hablas también estás hablando, ¿nos metemos o no nos metemos? ¿Qué hacemos? Después yo tengo una energía que una vez metida ya es como que no me paran. En ese sentido ya es como que empezás a conocer gente, empezás a conocer la lucha, empezás a ver el trabajo de tantas mujeres durante 13 años en la Campaña y ves gente joven que por la calle te para… Ya te empezás a sentir de alguna manera responsable. Porque como vos tenés un lugar por el que te hacen entrevistas o que te escuchan en determinados medios, cuando te piden: che, ¿podemos hacer tal cosa? Si no lo hacés, te sentís responsable porque es una causa que a mí me interesa.
— Sos una de las escritoras que más viaja y la que más vende afuera por lo que también seguramente te preguntan por este país. ¿Cómo te sentís en ese lugar?
— Mirá, este año todo el tiempo que viajé se me acercaron después de las conferencias chicas y también varones a hablarme del tema de la ley del aborto en la Argentina porque este tema se expandió en toda Latinoamérica. Entonces vas a Colombia, vas a México, y saben todo lo que pasó acá, saben lo de los pañuelos, te preguntan, te agradecen, te dicen sigan con la lucha, después de la ley que no salió te dicen bueno, ya va a salir, te consuelan. O sea, es un tema que está en toda Latinoamérica, y creo que ese es el gran problema por el cual la Iglesia se atacó tanto en la parte de la discusión en el Senado. Porque se habían dado cuenta de que no solamente era un tema que había tomado la Argentina sino que se expandía a Latinoamérica.
Entonces por un lado está eso. ¿Pero sabés qué noto en el último tiempo cuando voy a las conferencias? Viste que termina la conferencia y te levantan la mano y te hacen preguntas. Muchas preguntas relacionadas con la discriminación con respecto a los géneros y la perspectiva de género. Mucha gente que te dice: "¿Puede dar alguna palabra con respecto a cómo es en la Argentina el tema de la perspectiva de género? ¿Cómo se maneja eso?" Y te das cuenta cuando te lo preguntan que lo que quieren es que los ayudes a que también en su comunidad, porque a veces no vas a las capitales de los países, a veces vas a pequeños pueblos en los países, se empiece a hablar de determinados temas que están tapados, que están ocultos, que no se comentan.
— ¿Y cómo es el tema de la perspectiva de género en la Argentina?
— Yo creía que éramos un país muy abierto donde era un tema superado y que nadie ya más iba a tener una palabra de discriminación hacia nadie por su elección sexual. Me equivoqué, porque después de esta ley hemos visto declaraciones que uno no se imaginaba posibles, ¿no? Creo que todo el ataque que hay a la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) tiene que ver con una homofobia tremenda. O sea, vos leés, y algo que hacemos los escritores y que podemos ayudar a los otros es desarmar ese discurso. Cuando vos desarmás el discurso, lo que hay atrás es una homofobia terrible, un miedo a que la homosexualidad sea contagiosa, que si vos a los chicos les decís que en el mundo hay gente que elige otro tipo de sexualidad entonces ellos se van a contagiar de ese mal. Son cosas absolutamente fuera de cualquier análisis. Yo estoy muy asombrada con eso que pasó. Te digo, más que con el aborto con lo que pasó después con esta ley.
— Con lo que sigue pasando, digamos.
— Con lo que sigue pasando. Porque se desinforma, porque se dicen cosas falsas, pero siempre yo parto de la base de que el otro no es una mala persona y que el otro de verdad cree eso y me da mucha pena que la gente esté asustada porque la Ley de Educación Sexual viene para proteger a los niños, para que los niños sepan que si alguien los toca tienen que ir a denunciar; para que conozcan su cuerpo y sepan qué no tienen que hacer con su cuerpo, fuera de la casa y también dentro de la casa, porque muchos abusos son dentro de la casa. Para todo eso está la educación sexual, y para tener una sexualidad plena, feliz, para cuidarse cuando tengan relaciones sexuales, etcétera, cada cosa acomodada a la edad que corresponda. Entonces, que haya tanta gente tan preocupada porque supuestamente se les va a lavar la cabeza a sus hijos me da mucha pena. Me da mucha pena porque debe ser gente que está sufriendo por algo que no es así.
— ¿Sentís que te perdiste cosas por ser mujer?
— Yo siento que no me las perdí pero soy absolutamente consciente de que el sistema hace que muchas mujeres sí se los pierdan. Entonces me parece que hay que dejarlo visibilizado siempre. Yo como escritora creo que hice lo que quería hacer y seguramente seguiré haciendo otras cosas y no me sentí relegada en ese sentido. Cuando era contadora entré a un estudio de auditoría que era uno de los mejores del mundo, de la Argentina, el año que tomaron por primera vez mujeres. Entonces entramos tres mujeres, porque tenían una ley antidiscriminatoria en los Estados Unidos y los obligaban a tomar mujeres. Entonces entramos tres mujeres, yo era la mejor alumna de la UBA, me había recibido con un año libre y con el mejor promedio. Los hombres que entraron con nosotras no eran los mejores, las otras dos chicas seguramente eran así con tantas buenas notas como las mías, pero los hombres eran hombres que seguramente eran buenos contadores pero no los mejores de su camada.
— No sobresalientes.
— No sobresalientes. Entonces, que yo haya podido hacer eso no quita que ahí había una discriminación absoluta. Cada vez que trabajé en una empresa, excepto cuando trabajé con Jorge Sivak. En las otras empresas en las que trabajé, siempre se les pagaba más a los hombres que a las mujeres. Y cuando yo tenía que poner sueldos y me quejaba de esto me decían "bueno, pero el hombre es el que mantiene el hogar", una falsedad absoluta pero además el salario remunera un trabajo, no una situación personal, o sea vos trabajás y tenés un salario, después si vos tenés que mantener a tres personas, cuatro o cinco es otro tema. Más allá de la falsedad de que los hombres son los que mantienen la casa, ¿no? Pero peleas de este tipo he tenido a lo largo de toda mi vida. Después también he tenido suerte de trabajar con hombres muy feministas, yo trabajé con Oscar Blotta que era un machista feminista, o es un machista feminista porque por un lado es machista y por otro lado tenía Emmanuelle, la revista que te acordás que era súper feminista, etcétera, etcétera, entonces es como una persona encantadora que a mí me ayudó muchísimo y me enseñó mucho del oficio de la escritura de revistas. Y después trabajé con Ricardo Rodríguez, que es guionista. Yo estudiaba guión con María Inés Andrés, una mujer de la época de María Herminia Avellaneda, de Leda Valladares, egresadas de la Facultad de Tucumán, mujeres re portentosas y que han hecho lo que quisieron también en sus profesiones y oficios. Ella tenía un curso de guión donde le pedían guionistas, porque en ese momento no había escuelas de guión, ni cine ni nada, y cada vez que había un trabajo yo estaba o embarazada o acababa de parir, porque tuve tres hijos muy seguidos. Entonces cuando nació mi última hija, que tenía un mes, me dice: mirá Ricardo Rodríguez, que estaba haciendo en ese momento Grande Pa, Amigos son los amigos, los grandes éxitos de la televisión, necesita un guionista y tenés que ir vos. Y le digo y, pero yo tengo que seguirle dando la teta a mi hija. Me dice: no, bueno, no importa, eso es un problema de él, vos vas y le decís que yo digo que vos sos la persona y que él solucione el problema, a ver cómo lo soluciona. Ahora yo veo que las chicas vienen con otra potencia, pero nosotras necesitábamos que alguien te diera como el empujoncito de "bueno, no pasa nada si sos mujer". Entonces fui y le dije mirá, vengo porque me dijo María Inés Andrés tal y tal cosa, pero yo tengo una hija a la que le tengo que dar por lo menos un año la teta. "Bueno, traéla", me dijo. Entonces yo iba con la bebé chiquitita a trabajar, si la tenía que atender la atendía, hacía lo que tenía que hacer, y me volvía a casa.
— Muy atípico.
— Hasta que después pude empezar a dejar leche o que mi mamá venía y se la llevaba un rato a pasear, me la traía. También a veces uno cuenta con la suerte de tener madres o amigas que te ayudan. Pero siempre cuento esa anécdota porque así como estuve en un mundo muy complicado para la mujer a veces tenés la suerte de encontrarte con determinados personajes, no quizás el sistema, pero personajes como Ricardo Rodríguez, que te dan una mano. O sea tuve la suerte de encontrarme con personas que me dieron una mano.
— ¿Tus hijos te dicen algo en relación a esta forma de involucrarte en la agenda pública? ¿Te dicen "mamá, cuidate más"?
— Con respecto al tema del aborto y de las cuestiones de género, no, porque ellos también van a las marchas y ellos también participan entonces están como del mismo lado, no sienten ningún tipo de problema con eso. Sí hay uno de mis hijos que se pone muy mal con las agresiones en Twitter, él es el único que las lee entonces me dice, todos los días me dice: "Me voy a tener que dar de baja de Twitter porque voy a salir a golpear gente por ahí porque estoy enojado porque se meten con mi mamá" y yo qué sé, pero bueno, yo trato de calmarlo y de decirle "no des bolilla". Porque esos son huevitos que tienen cinco seguidores y que ni siquiera son personas, ¿viste? Pero él se las toma todas muy a pecho esas agresiones y la verdad que es una porquería que tus hijos tengan que sufrir porque hay un tarado que te está diciendo eso pero bueno, tampoco pasa nada. Pero no les gusta nada que yo tenga comentarios partidarios, y no los tengo de hecho. Mis comentarios son políticos pero no son partidarios.
— O sea que ellos se incomodarían…
— Se incomodarían. Y además los tres tienen posturas políticas diferentes y entonces es como que alguno se va a enojar con lo que diga.
— Claro, vos tenés que mantenerte al margen de eso.
— Y para colmo tengo un marido que también tiene que ver con la política (risas).
— ¿Pensás que el lector de este libro de cuentos es el lector o lectora tradicional de tus novelas?
— Yo creo que sí pero que además se van a sumar otros que no lo eran, me parece. Me parece que el lector de mis novelas, como decís vos, va a encontrar los mismos mundos, los mismos personajes, en otras anécdotas, en otras circunstancias, pero también alguno que no me conozca como novelista a lo mejor es una buena forma de empezar a ver de qué hablo, qué cuento, cuál es mi universo. Porque son como pequeñas grageas de cosas que también están desarrolladas en novelas. Me gustaría decirte una cosa más con respecto a los cuentos que me parece importante. Este año en el Premio Gabriel García Márquez, que es uno de los premios más importantes del mundo de cuentos, tenemos tres argentinos finalistas: Pablo Colacrai, Santiago Craig y Edgardo Cozarinsky. Es nuestra tradición, ¿no? Digamos, Borges, Cortázar, Di Benedetto, tenemos una tradición de cuento que me parece que siempre volvemos ahí, de alguna manera.
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