Sin dudas este tiempo quedará marcado como aquel que necesitó de los hechos reales para crear sus historias. Novelas, series, películas y obras teatrales se basan en historias de gente que existió, de carne y hueso, como material para generar ficción.
Alejándose o no de los hechos, reversionando las historias, nadie le escapa al sabor de la biografía. Las grandes historias creadas para la ficción se han debilitado y en su lugar los personajes conocidos por todos cobran fuerza. Robledo Puch, Luis Miguel, Maradona, Sandro y todos los hechos policiales conocidos por todos se convierten en protagonistas. ¿Moda pasajera? ¿Gancho atractivo para conocer un poco más de estos personajes? Solo el tiempo decantará la verdadera respuesta.
Aquí cinco obras teatrales que parten de hechos reales, algunas ligados a personajes históricos, otras a momentos específicos de la historia y otros que se afincan en historias personales, para generar ficción de manera muy original. En ninguno de los casos de trata de un biopic tradicional sino reversiones o nuevas miradas sobre temas conocidos.
Campo minado
Cuando en 1959 se estrenó Hiroshima mon amour de Alain Resnais una reflexión quedó instalada para siempre: ¿Se puede sentir el espanto de haber estado en una guerra sin haber estado? ¿Se pueden reconstruir los hechos hasta sentir que los conocemos tan de cerca que los sentimos propios?
Resnais investiga los horrores de Hiroshima pero, y por sobre todas las cosas, revela que la experiencia de la guerra es intransferible. "No has visto nada de Hiroshima", le dice el sobreviviente a ella, la actriz francesa que cree conocerlo todo sobre Hiroshima. No, los recuerdos que vuelven, los miedos instalados en el cuerpo son solo de aquellos que estuvieron ahí.
Campo minado, el biodrama de Lola Arias intenta acortar esa distancia. Achicar ese insalvable abismo. ¿Cómo lo hace? Sube a escena solados argentinos e ingleses que combatieron en Malvinas, para unos, en las Faklands, para otros. En el mismo territorio seguro, en la misma guerra, en el mismo frío, en el mismo campo minado.
Tres ex combatientes argentinos, tres ingleses comparten escena, reconstruyen la historia pero lo más importante: aseguran que el horror de la guerra no distingue nacionalidades. Es el Horror, a secas. Y además, la obra que propone Arias –que se estrenó el año pasado y retoma sus funciones ahora en el San Martín luego de una extensa gira- asegura que la historia es contada por quienes más saben de ella. Porque ¿quién tiene que contar la historia?
Juicio a una zorra
Helena la zorra, Helena la puta, Helena la ramera, Helena la casquivana, Helena la seductora. Helena de Troya, Helena de Esparta. Helena la responsable de desatar la guerra más feroz de todos los tiempos. O también Helena, una mujer que sufrió violaciones, humillaciones y tragedias. Una mujer. En esta obra del español Miguel del Arco y que sube a escena la directora Corina Fiorillo, experta en este arte, que sabe conducir con maestría al equipo de trabajo que forma, se va a poner en el centro de la escena a Helena para que, en primera persona, narre los hechos y la platea se convierta en un tribunal de justicia.
Paula Ransenberg interpreta en un papel consagratorio a esta mujer histórica. Sola en medio de la escena dará clases de actuación, de historia y de humanidad. Porque Helena se muestra en sus contradicciones, en sus dolores y en sus oscuros momentos que la exponen sin dudas como una víctima del patriarcado. Aquel que no solo oprime sino que además tiene a su cargo el contar la historia.
¿Podemos ahora, en este tiempo presente que pone en jaque prácticas que se vivían con naturalidad, seguir viendo como una culpable a una mujer que ha sido secuestrada a sus nueve años por Teseo, el rey de Atenas, para convertirla en su juguete sexual? ¿Podemos ahora seguir tomando con normalidad que Helena fue casada a la fuerza a los 14 años con Menelao que la doblaba en edad por cuestiones ajenas a ella?
Papushkas, mi propio kadish
La actriz, dramaturga y directora Melisa Freund emprende un viaje por su propia historia. A raíz de la muerte de su padre, Juan Freund, también dramaturgo, director y actor, un año atrás, Melisa construye un homenaje, una forma de acercarse a él y, por la propia y singular historia de su padre, hace una revisión y un repaso de los horrores de la Shoá. Es que Juan Freund nació lejos de aquí y sufrió desde muy pequeño las persecuciones nazis.
Junto a un actor, Julio Marticorena, que además de interpretar a su padre carga el valor de haber sido su amigo y de haberlo conocido bien de cerca, Melisa arma este documental ficcional o esta especie de biodrama partiendo de su propia historia, de los recuerdos y anclándose en objetos específicos que pertenecieron a su padre que cuelgan de unas sogas en medio de la escena pero cargándolos de elementos teatrales que hace de esta historia individual un sentido cuento.
Una historia dentro de otra, cargada de emoción y de recuerdos, Papushkas es un intento de conectarse con su padre pero hay más. Con su padre aparece la tradición judía y una necesaria reflexión sobre el pasado que todavía duele. El dolor se siente desde el comienzo cuando Melisa Freund se para sola en el escenario y abre el relato.
"El día más triste del mundo. El 11 de mayo de 2017 se murió mi papá y ese, fue el día más triste del mundo. No, el día más triste del mundo fue el día anterior, el 10, cuando entró en coma, le aplicaron una ampolla de morfina y supe que no se iba a despertar más", y así realiza un racconto a toda velocidad para llegar a la génesis del dolor, a la génesis de la tristeza. Y llega: "No, el día más triste del mundo fue un día de septiembre de 1933 cuando Adolf Hitler tomó el poder. Ese, fue el día más triste del mundo". Y así comienza esta historia que es la historia del papá de Melisa pero también una parte de la historia de la humanidad que clama no ser olvidada.
Vientre
La obra comienza desde la calle. La invasión de mujeres llorando, clamando se oye de entrada y entonces los espectadores deberán esperar a que todas las actrices entren para poder ingresar a la sala. Y entonces el clima está instalado. El bar de La Carpintería se viste de luto, las luces bajan y la acción comienza.
La nueva propuesta de Marcos Arano, que hace años viene trabajando con su compañía Malvado Colibrí -una escuela de máscaras, clown y música-, parte su relato desde la mirada de dos sepultureros –parodiando al machismo instalado- que casi sin querer desentierran la historia y le abren paso a las mujeres más importantes para que su voz se vuelva a escuchar pero esta vez en primera persona. Ellas se resisten a quedar en el olvido, a quedar silenciadas. Son mujeres latinoamericanas, fundamentales para la historia.
El lenguaje que Arano utiliza para esta revisión histórica es el clown y entonces quedan expuestos los problemas de todos los tiempos: las mujeres oprimidas, la historia contada por los poderes de turno. Arano se hace cargo de su masculinidad y de que, claro, otra vez más los hombres son los que cuentan las historias pero su intento es válido porque aunque algunas cosas suenen obvias hay que decirlas, como dice uno de los sepultureros cada vez que se topa con esas obviedades tapadas por la historia.
Millones de segundos
Alan nació mujer pero se identifica con su ser hombre. No sufre esta situación sino el calvario de no ser comprendido por una sociedad que juzga sin piedad. Que desprotege, que oprime. Alan solo encuentra comprensión en su perro, personificado por Víctor Labra. Su mamá no lo entiende, sus maestros tampoco y los médicos ante el pedido de cambio de género encuentran en su condición de Asperger una imposibilidad para decidir sobre su identidad. Todo sumado deja a Alan sumergido en la profunda desesperación y desesperanza.
Millones de segundos, la obra de Diego Casado Rubio que se puede ver desde hace un año porque se convirtió en un fenómeno que no para de crecer, está inspirada en la trágica historia real de un adolescente norteamericano, Kayden Clarke. Conocido por muchos a raíz de videos que subía de su propia vida incomprendida a las redes, se hizo noticia cuando policías ingresaron a su casa y lo mataron.
Raquel Ameri encarna este joven trans en un papel absolutamente perturbador y lleno de verdad que la llevó a ser nominada para los próximos premios Ace. En su cuerpo carga el peso de la discriminación más feroz.
Para agendar:
Campo minado, de jueves a domingos a las 20.30 en el Teatro San Martín, Corrientes 1530, entradas $220, miércoles y jueves $110.
Juicio a una zorra, domingos a las 19 en Timbre 4, México 3554, entradas $300.
Papushkas, sábados a las 19 en La Pausa, Corrientes 4521, entradas $300 y $250 con descuento.
Vientre, domingos a las 20 en La Carpintería, Jean Jaures 858, entradas $300, $250 con descuento.
Millones de segundos, sábados 20.30 en El Extranjero, Valentín Gómez 3378, entradas $300.
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