Viento y llovizna en Villa Soldati. En sus callecitas angostas, poca gente: todos trabajando. Más arriba, el cielo blanquísimo. Ahí, en el corazón del barrio, frente a tres gendarmes de casco y dos más en la esquina, está el comedor Los Piletones, que lleva el mismo nombre que el barrio, y que dirige Margarita Barrientos.
Hoy, 28 de septiembre, se inauguró en el piso de arriba un espacio de lectura para los más de 150 chicos que asisten diariamente al comedor. Una terraza con juegos y toboganes, dos salitas pequeñas y una principal, llena de colores, algunos espejos y muchos libros, que hoy, desde las nueve de la mañana, los alumnos del Jardín San Cayetano llenaron.
En el marco de la edición número 16 de la Maratón Nacional de Lectura que lleva adelante la Fundación Leer es que se organizó todo. Con la plataforma digital Leer 20-20 el desafío fue otorgar una herramienta a los chicos de todo el país para incentivar la lectura. Son libros infantiles gratuitos y de calidad —hay más de 700 mil títulos— y, a los que más leyeron, se los premia. La plataforma ya registra más de un millón y medio de lecturas.
La actividad que se hizo acá, en Los Piletones, se replicó en simultáneo en distintos puntos del país: alrededor de doce mil instituciones. Se estima que, con esta organización, más de cinco millones de chicos leyeron. Un buen número, ¿no?
Promediaba la mañana cuando Andrea Martinoli tomó su guitarra y dijo, con una voz casi de secreto: "Cerquita, cerquita, cerquita…" Con esa palabra triplicada encendió en los chicos unas ganas dormidas de cantar que se completaron con cuentos —porque Andrea Martinoli es cuentacuentos—, como "La verdadera historia del Ratón Feroz" de Graciela Montes que entusiasmó a todos.
A la comunión literaria se sumaron Pablo Avelluto, secretario de Cultura de la Nación, y Esteban Bullrich, senador nacional, ambos dirigentes de Cambiemos. Morisquetas, juegos, sacos estirados y lecturas en conjunto. Antes de concluir esta breve visita, algunas selfies con las maestras y un saludo general. Mientras esto sucedía, en una salita de al lado, Agustina Miranda, licenciada en Letras, realizaba un taller con un grupo de madres y padres.
"Si los chicos les piden que le vuelvan a leer el mismo cuento, porque a ellos les gusta volver a escuchar la historia, háganlo. No hay que cortarles la imaginación. Y vergüenza ¡jamás!", les decía Miranda en este intercambio.
Fue un día más en el barrio Los Piletones. Un día más que, desde ahora, algo cambia: hay un espacio para estimular la lectura en los más chicos. Todo lo demás seguirá igual —arriba, el cielo sigue amenazando con más agua—, pero la semilla ya está plantada. Cuando florezca, porque aunque suene cursi la lectura siempre florece, el mundo empezará a cambiar. Como el cielo, arriba: una tormenta nunca dura para siempre.
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