El mismo vecino que miraba en Nueva York en los '70 pasar frente a sus ojos un tren con un nombre anónimo pintado sobre la chapa, hoy observa cómo Buenos Aires se llena de "No me baño" en las paredes, las persianas, los techos, los tachos, todas partes. Ni entonces, ni ahora, el que mira sabe qué significa ese mensaje entre enigmático y provocador a mitad de la ciudad o quién fue el que lo puso ahí, pero está seguro de algo: esto no es arte.
Una adolescente está apoyada contra una persiana sobre avenida Corrientes. Junto a ella se lee escrito en aerosol: "Yo no miento, yo no engaño, fumo porro y no me baño". No va a pasar media hora hasta que suba la imagen a su cuenta de Instagram con el hashtag y el usuario de la crew -como se llama a un grupo de graffiteros que trabajan juntos-, que todos los días comparte algunas de las cientos que les mandan los que se cruzan con sus pintadas.
"Realmente nunca esperamos tanto aval ni nada, el graffiti nunca fue muy valorado ni querido por la gente", admite en una charla con Infobae Cultura uno de los integrantes de "No me baño", quien puso una condición innegociable para la entrevista, mantener en total reserva su identidad y la del resto de su crew, en la que hay miembros de distintos barrios de Capital y el Gran Buenos Aires. No se puede saber cuáles.
"El graffiti, como su nombre lo indica, no es un arte", sostenía en 1982 el inspector de la policía neoyorkquina, Bernie Jacobs, frente a la cámara de Tony Silver y Henry Chalfant, directores de Style Wars (1983), documental de culto sobre los orígenes del graffiti y la cultura hip hop.
"¿Eso es una forma de arte? No lo sé, no soy un crítico de arte, pero pongo las manos en el fuego y digo que esto es un delito", decía el oficial norteamericano en la cinta, mientras señalaba un tren estacionado a su espalda con varios tags -firmas simples y de una sola línea-, la mínima expresión del graffiti.
El graffiti es por definición territorial. Una lucha por los espacios. Provocador. Una práctica que genera roces con los vecinos, con la seguridad, con la policía, que se mueve al margen del arte tradicional, se ubica en el corazón de los barrios y se niega a ser domesticado. Una subcultura para la que el hecho de que esté prohibido, es parte del plan.
"Lo vandálico es una caracterización que se pone desde la vereda de enfrente", explica en una charla con Infobae Cultura la doctora en Letras e investigadora de la UBA Claudia Kozak, autora del libro Contra la pared: sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas (Libros del Rojas 2004). En esa línea agrega que "un graffitero jamás va a decir que es una práctica vandálica, es la gente la que considera que el graffitim, siendo una práctica no permitida, se apropia ilegalmente de un espacio que es público".
La "No me baño" es una crew de skaters que existe desde hace años, pero fue recién hace dos cuando empezaron a bombardear -pintar su nombre en la mayor cantidad de lugares posibles- las paredes de la Capital Federal, que hicieron que cada vez más personas se preguntaran por ellos. El grupo generó entonces algo distinto en relación a otros writers -graffiteros-; aceptación.
"Mantenemos el anonimato porque lo que hacemos no es aceptado por la ley", explica el "No me baño" que se niega a cualquier tipo de registro fotográfico. Las pocas veces que se muestran en sus redes sociales lo hacen sin que se les vean las caras, tapadas con capuchas, gorras o emoticones, sólo su "No me baño", en persianas, paredes, remeras, stickers, tatuajes. Donde sea.
"Mantener el anonimato a un 100% es casi imposible ya que ahora con toda la tecnología se fue todo a la mierda", suelta el graffitero, justo antes de dejar flotando en el aire una frase que hace pensar en que detrás de su "No me baño" hay también una filosofía: "Por suerte la mugre nos mantiene despiertos".
Un adolescente asesinado en Almagro por hacer graffiti
En julio pasado un vecino mató de tres disparos a Cristian Felipe Martínez Rodríguez, de 17 años, un graffitero de nacionalidad colombiana al que en las paredes todos conocían como TEUR. El adolescente recibió tres disparos cuando bajaba de pintar en un techo de Gascón y Estado de Israel, en el barrio de Almagro.
En 2015 PUPS, hoy de 21 años, conoció a TEUR mientras pintaba. Los dos habían llegado desde Bogotá y hacían graffiti. No hizo falta mucho más para que se dieran cuenta de que tenían cosas en común y empezaran a andar juntos.
La madrugada del 30 de julio PUPS vio desde la vereda cómo le disparaban a su amigo. "Estoy haciendo graffiti", lo escuchó gritar después del primer tiro. Oyó dos más y lo vio caer al piso desde la altura.
"Él era el único que estaba pintando, con mi otro amigo estábamos abajo esperándolo, íbamos a ayudarle a subir, a bajar y a filmarlo", repasa PUPS en diálogo con Infobae Cultura lo que pasó esa madrugada. La semana anterior, recuerda, TEUR le había contado del spot -el lugar elegido para la bomba-, le dijo que ya sabía cómo subirse y le preguntó si lo podía acompañar.
"El tipo hace el primer disparo, Cristian le empieza a decir que estaba pintando y en el acto hace los otros dos ", vuelve a repasar la secuencia. "Suplicaba, gritaba mucho, pero pensamos que estaba en shock", dice después. En un primer momento no advirtieron las heridas.
"Todo graffitero que se dedica al bombing sabe que se expone. Yo te cuento desde mi punto de vista como graffitero, uno sabe que ciertas cosas que uno hace no están bien vistas, que podemos ganarnos algún problema, una discusión, pero lo que pasó no lo justifiica nada".
Sobre las razones que los hacían salir de noche, después de sus trabajos, cansados, con un par de latas tintineando en las mochilas, comparte: "Lo que te lleva a hacer graffiti como lo hacíamos nosotros, graffiti puro, no por plata, ni para el gobierno, uno lo hace porque cada noche es una historia diferente. Una anécdota, recuerdos, momentos, las ganas de querer verse en todos lados. Graffiti es amistad y Cristian en ese sentido pensaba igual que yo".
Cuando Infobae Cultura le pregunta al integrante de "No me baño" por TEUR, hace silencio por primera vez. "Es delicado", dice después de unos segundos. Admite que no supo detalles del hecho y se limita a opinar que "está más ligado a la locura de la gente en Capital y el ritmo que lleva cada uno". "Lo que sí está bueno aclarar es que nosotros no hacemos daño a ninguna persona".
"No me baño"
"La 'No me baño' comenzó hace muchos años atrás cuando éramos los wachines más sucios de la plaza donde siempre nos juntábamos para patinar", cuenta el miembro de la crew y deja saber que fueron skaters más grandes y que los trataban de "sucios", los que sin querer los terminaron bautizando.
Al principio se encolumnaron detrás la sigla NMB y al igual que otros grupos de graffiti locales como los ALC´s (A la carga), no daban a conocer el significado de las letras que los representaban en las paredes. Parte del halo de misterio y los códigos internos que rodean a todos los graffiteros.
"Al principio nos daba verguenza decir que NMB significaba 'No me baño', hasta flasheamos con cambiárselo por otros nombres pero nunca sucedió", admite. Pero fue cuando empezaron a escribir la frase completa en lugar de su reducción de tres letras, que hubo un quiebre. Que sin quererlo generaron un espacio al que llenar de contenido.
"El éxito que ha tenido, la gente que se saca fotos, que se está propagando, tiene que ver con lo enigmático de esta frase que apunta a varias interpretaciones posibles. Puesta en el espacio público desencadena sentidos", analiza Kozak el fenómeno, que distingue a los NMB de otros grupos de graffiti hip-hop como los identifica la autora.
"Nosotros venimos del graffiti tradicional, de chiquitos nos interesó el graffiti y el arte en general, nos dedicamos al arte en distintos rubros, en ese sentido somos bastante abiertos, no sólo salimos a pintar a la noche, cada uno tiene su vida y la lleva como quiere. Mientras no se bañe, todo bien", contesta con ironía el 'No me baño', antes de esquivar con ingenio a tener que dar una opinión sobre su éxito: "al parecer hay mucha gente que no se baña y se refugia en nosotros".
Desde la mirada de otro graffitero el fenómeno de la "No me baño", está excediendo los límites del género. "Admiro lo que hacen porque tuvieron una repercusión y una acogida hasta de actores famosos. Al principio me gustó la idea pero ahora me parece que la quemaron. No tienen buenos trazos, están en todos lados pero son sólo firmas. Reconozco que lograron mucha presencia, pero no me parece graffiti", dice PUPS .
Según el graffitero colombiano, lo que él busca en las pintadas de otros writers son cosas que atraviesan a todo el movimiento. "Estilo propio", que en una firma aunque no se entiendan las letras se pueda reconocer a su autor, "la limpieza en los trazos", "que los lugares donde pinta sean lugares difíciles" y "que esté en todos lados". "All the city", termina la frase con una sonrisa.
La NMB, queriendo o sin querer, ocupó un lugar distinto. Su estética y ellos mismos se identifican con el graffiti y sin embargo no terminan de encajar ahí. Difíciles de encasillar deambulan entre un nuevo fenómeno, la variante de un fenómeno que ya existía y los "15 minutos de fama" que en 1968 vaticinó a todos "en el futuro" Andy Warhol.
Arte, vandalismo y política
"Sólo artistas consagrados o por contactos son bien vistos en este país, el gobierno no apoya al underground, ni tampoco lo va a hacer", dice el graffitero de la NMB, haciendo referencia a los festivales y certámenes del gobierno porteño que se vuelcan a muralistas para proyectos relacionados a sus políticas de embellecimiento urbano.
"Por suerte a la gente le gusta nuestra movida, esto no es un movimiento ni nada de aspecto político, nosotros no sumamos gente para que pinte por nosotros, por eso también nos sorprende tanto la aceptación, ver nuestro arte más allá de los lugares donde lo hacemos", agrega.
"En general, en todos lados las piezas más elaboradas tienen todo ese halo de institucionalidad, entran en políticas públicas por el lado del arte. Lo otro (por el graffiti) se suele ver más como vandalismo porque es muy profuso, las bombas, los tags, la repetición", analiza Kozak la ausencia de políticas que incorporen al graffiti. Aunque sin perder de vista que por la misma filosofía del movimiento puede que muchos graffiteros no acepten ser parte de esos proyectos.
"Efectivamente cuando uno habla de arte está pensando en una institución. En la institución de el arte, que es una institución ligada a museos, galerías", enumera la investigadora y destaca que a pesar de todo y aunque los propios autores de las pintadas renieguen de este hecho "la del graffiti es una práctica de intervención en el espacio urbano con una dimensión estética".
Desde NMB la mirada se vuelve crítica. "No creo que el gobierno esté avalando mucho al arte, salís a la calle y está todo gris. Eso la verdad nos desmotiva a todos. Comprar pintura es muy caro y el gobierno te tapa todos los colores con un gris que da tristeza", desliza, y se para en la vereda de enfrente.
Es difícil que el vecino al que acaban de escribirle la pared esta madrugada pueda detenerse a pensar en el hecho artístico o en el síntoma de su tiempo que se desprende de ese trazo aparentemente sin sentido que atraviesa ahora media ventana de su casa. Puede que las acusaciones de "Esto no es arte" acompañen al movimiento hasta el final de los tiempos. Y puede que sean ciertas. Porque no es arte; es graffiti.
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Un graffitero fue asesinado de tres disparos por un vecino en Almagro