Volver a la obra de Pepe Bianco (o descubrirla) es un placer con mucha luz y ningún desengaño

Escritor, lingüista, periodista, traductor y caballero siempre de gris, dejó una nobilísima huella cultural

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José “Pepe” Bianco
José “Pepe” Bianco

Tres caminos (cuatro, si consideramos la sonriente cara de la tapa de un libro) nos llevan a José Bianco, Pepe –1908-1986–: una anécdota rescatada por Alberto Tabbia en su delicioso libro Palacio de Olvido, más que recomendable; un fragmento del prólogo de Borges a la novela de Pepe Las ratas, y un poema de Luis de Góngora y Argote, 1561-1627…

Recuerda Tabbia que visitó a Bianco en la redacción de Sur, la revista de Victoria Ocampo, y asistió a un episodio más que revelador de ambos caracteres.
Victoria: – (con su fuerte voz de mandona incorregible) Pepe, me llama Guillermo de Torre para quejarse de que en su artículo del último número se saltearon un párrafo entero en la tercera página.
Pepe: –Mire, Victoria, si de algo entiendo es de hipnóticos, como viejo insomne que soy, y puedo asegurarle que como la prosa de De Torre no hay. Cualquier día traerá un artículo en cuya tercera página podrá decir algo impropio sobre usted y lo encontrará impreso en el número siguiente, porque yo en la segunda página me habré dormido leyéndolo.

En cuanto a Borges, luego de azotar sin piedad a los tres géneros que, según él, "agotan la novela argentina contemporánea": el psicológico, el patriótico, y el que "no está destinado a la lectura, sino a satisfacer, tenebrosamente, las vanidades del autor", se ocupa en el prólogo de Las ratas a definirla como "premeditada, interesante, legible, que prefigura tal vez una renovación de la novelística del país, tan abatida por el melancólico influjo de los Payró y los Gálvez".

El tercer camino se debe a una predilección de quien esto escribe. Que, acaso arbitrariamente, elige entre cientos de títulos Sombras suele vestir, de Pepe Bianco, y Si una noche de invierno un viajero, novela de Italo Calvino.

José Bianco
José Bianco

El primero está tomado de Góngora:
"El sueño, autor de representaciones / en su teatro sobre el viento armado / sombras suele vestir de bulto bello".

Respecto de la sonriente cara, se trata de la foto de José Bianco que ilustra la portada de Las ratas, edición año 2000 de Clarín, La Biblioteca Argentina, Serie Clásicos, para ese libro nacido en 1943.
Cara notoriamente parecida a la del extraordinario actor inglés Alec Guinness.
Coincidencia no sólo facial. Uno y otro, más allá de sus distintas artes, se hermanaron en la sutileza: virtud mayor del talento.

Pepe, como todos y siempre lo llamaron, nació casi con el siglo XX (1908), y dio su primer paso literario a sus 21 años con el cuento El límite, publicado en el diario La Nación, que juzgó su estilo como "pulcro y elegante".

En 1932 gana el Premio Biblioteca del Jockey Club por La pequeña Gyaros (hoy casi imposible de conseguir, pero vale la pena intentarlo). En el 41 aparece lo que para ciertos críticos respetables es su obra maestra: Sombras suele vestir. Relato acerca de una familia "pobre, unida, orgullosa y desafortunada" (síntesis del crítico Enrique Macari), pero que, como sucede en cuentos de Kipling, Henry James y Bioy Casares –entre muchos–, gira hacia el género fantástico, y no por azar: Pepe la escribió para la Antología de la Literatura Fantástica (1940) seleccionada por Borges, Silvina Ocampo y Bioy…, pero no llegó a tiempo a la implacable imprenta, y debió esperar el próximo tren: la reedición de 1967.

Jean Genet: una de las grandes
Jean Genet: una de las grandes plumas que Bianco tradujo

Las ratas, del 43, es una fábula trágica. Si algo está prohibido en ella, como el final de las novelas policiales, es revelar su doble juego. En todo caso, volvamos al prólogo de Borges: "Su estilo es engañosamente tranquilo, hábilmente simple. Lo rige una continua ironía, que puede confundirse con la inocencia". Algo más para acercarse a la historia: hay horror, escándalo, muerte. Stop.

Guía para lectores no iniciados en Bianco: algunas ediciones reúnen Sombras suele vestir, Las ratas y La pérdida del reino (la más larga de sus novelas, en la que ambulan el poder, el sexo, los abismos entre la ciudad y la provincia, ciertas costumbres de la alta burguesía nativa, y el clima intelectual de la París de posguerra).

Fue, por lo demás, un singular traductor. Legó versiones impecables de Henry James (una de las fuertes influencias de su prosa), Sartre, Paul Valéry, T.S. Eliot, Beckett y Jean Genet. Y a su vez, fue editado en tres idiomas.

Su personalidad no fue menos (ni más) que su estilo: "Como el cristal, como el aire, invisible", Borges dixit. Vestía eternamente de gris. Detestaba toda forma de ostentación y de mal gusto. Y rara vez alzaba la voz… ¡tan lejos por la pasión por el grito que tantos argentinos ejercen!

En 1961 empezó su trabajo en EUDEBA: a tal señor, tal honor. Pero su rol clave fue brutalmente cercenado por el golpe militar del obtuso dictador Juan Carlos Onganía.

Un claro signo de la decadencia cultural –¡la degradación!– que nos azota en casi todos los frentes, y sin final a la vista…

José Pepe Bianco murió en Buenos Aires en 1986, a sus 77 años.
Releerlo –o descubrirlo– es una aventura sin decepciones.

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