Acusada, la segunda y flamante película de Gonzalo Tobal (Buenos Aires, 1981), es el último exponente exitoso de una fórmula que se impone con cada vez más fuerza en el cine argentino: un tanque que ya no se conforma con ostentar los ganchos habituales del cine "comercial" (rostros famosos en su elenco, altos valores de producción) y le suma a su propuesta otros más asociados al cine "de prestigio" (un autor cinematográfico talentoso detrás de cámara, estreno en festival de cine), potenciado por una trama "jugada" y con atractivo extra cinematográfico, generalmente arrancada de las páginas policiales (El ángel de Luis Ortega, sobre el asesino serial Robledo Puch, es otro ejemplo reciente de esta tendencia).
El film, que narra la historia de una joven (la actriz y estrella pop Lali Espósito en su debut dramático en el cine) acusada del crimen de su mejor amiga y las derivaciones familiares y mediáticas de este episodio, parece indudablemente inspirado (aunque su director lo niega) en el caso Solange Grabenheimer, la chica que fue asesinada en 2007 en circunstancias nunca aclaradas y por cuya muerte se responsabilizó -judicialmente, pero especialmente mediáticamente- a su mejor amiga, Lucila Frend, que fue finalmente absuelta. Sin embargo, quien se acerque a la película buscando una reconstrucción detallada del caso -o una historia de suspenso tradicional- podría salir decepcionado, ya que el film se interesa más por el conflicto interior de su inescrutable protagonista (al igual que Frend, acusada por la Justica y acosada por los medios) que en las aristas policiales de la trama.
Tobal, quien acaba de competir con Acusada en el cada vez más influyente Festival de Cine de Venecia ("una experiencia intensa y emocionante"), habló con Infobae Cultura sobre la inspiración de la película, su relación con Lali Espósito y por qué cree que la misoginia no es la única explicación a la fascinación de la sociedad por los casos policiales protagonizados por mujeres.
—¿Cómo nace la idea de Acusada?
—Acusada nace de una observación acerca de cómo consumimos los casos policiales casi como si fueran telenovelas, la manera en la que son narrados y construido por los medios, y el fenómeno social que se genera en torno a ellos. La idea era ubicarse del otro lado de las cámaras, en el backstage, y contar un policial desde la intimidad de lo familiar, acercarnos a la humanidad de esas personas que de repente se ven involucradas en ese tipo de dramas.
— Obviamente hay muchas similitudes entre la historia de la película y la de Solange Grabenheimer y Lucila Frend. ¿Fue deliberado eso?
— En realidad la idea no era hablar de ese caso ni de ningún otro en particular. De hecho, cuando anunciaron la película en Venecia, la prensa internacional la asoció con el caso Amanda Knox, lo cual fue la comprobación que hay algo arquetípico en este tipo de historias. Pero no, la decisión fue siempre trabajar desde lo ficcional además porque yo quería poder tener la libertad de imaginarme cosas y meterme mucho más en el terreno de los vínculos familiares, donde incluso hay mucho mío puesto. Nunca quise hablar de personas reales.
— Y el hecho de que sea una producción grande, con actores famosos, ¿condicionó en algo la manera en que vos concebiste el guión o todo eso llegó después?
—Sí, vino después, porque más allá de que el proyecto tuvo un desarrollo largo y fue mutando, justamente lo que suscitó el interés fue el guión. La incorporación de K&S es posterior, primero lo desarrollamos con Rey Cine, que es la productora con la que ya había hecho Villegas, mi primera película. Y cuando Lali se sumó fue una sorpresa total.
—¿Cómo llega ella al proyecto?
—De un modo fortuito, la verdad. Alguien de su entorno leyó el guión, sugirió que era una película que podía interesarle, ella lo leyó, le encantó y le dijimos que viniera al casting. Yo le pedí específicamente si podía venir totalmente desprovista de make up como para correrla del lugar de la Lali que conocemos, algo que era parte del concepto de la película de acceder al otro lado de la imagen mediática de alguien.
—Contame de tu primer encuentro con ella.
—Bueno, fue increíble primero charlar con ella y comprobar la conexión que había tenido con el guión, con el proyecto, y después la prueba de casting que hizo fue buenísima, así que se caía de maduro que la protagonista tenía que ser ella, lo que obviamente hizo que el proyecto adquiriese otra dimensión. Nos permitió hacer la película que soñábamos hacer, no está fácil hoy producir películas como debe ser y creo que ésta por suerte la pudimos hacer como necesitaba filmarse.
—Quisiera que me contaras cómo trabajaron esa ambigüedad de su personaje. Porque durante casi todo el transcurso de la película no tenés que tener claro si ella es una asesina manipuladora o una víctima.
—Bueno, lo trabajamos teniendo claro que la ambigüedad es algo que se puede sugerir pero que a la vez no pueden actuarse dos signos al mismo tiempo.
—O sea, ustedes siempre teniendo en claro si ella era culpable o inocente pero sin telegrafiarlo.
—Claro, aunque a la vez estando siempre atento a cosas que pudieran admitir otras lecturas. Pero obviamente para mí fue una de las cuestiones principales, incluso antes de empezar a trabajar con los actores, pensar en cómo construís una película en la que se duda todo el tiempo de la protagonista.
—¿Alguna película te ayudó a dilucidar eso?
—Bueno, los documentales sobre Amanda Knox, por ejemplo. Pero vi muchísimas películas que básicamente me sirvieron para entender y reflexionar sobre esa ambigüedad, porque hay un tema que es fundamental de la película que tiene que ver con cómo lee uno una cara, tratando de descifrar qué es verdad, qué es mentira, y toda una serie de cosas que vienen añadidas por lo general. Es un poco el efecto Kuleshov, ¿no? El montaje te da la posibilidad de cambiar, de alterar el orden de dos planos y que eso haga que cambie totalmente la lectura que hace el espectador.
—La película tiene un estilo visual bastante particular, que se acerca a lo onírico en muchas pasajes de la historia, y muy diferente a tu película anterior que era mucho más directa y sencilla.
— Bueno, desde el comienzo intuí que había que comunicar esa subjetividad de la protagonista, a través de la imagen pero también de lo sonoro. Trabajamos con Fernando Locket, el director de fotografía y Guido Berenblum, el sonidista, concibiendo la casa familiar como una especie de burbuja, porque la protagonista está ahí protegida pero a la vez aislada del mundo. Y también trabajando la idea de que la percepción de ella no está necesariamente en foco, que hay algo que se escapa. La puesta en escena, los encuadres, sus posturas, algo que no está del todo bien. Porque ella está "empastillada" y su percepción no es la más confiable, pero también porque la propia película es sobre cómo ella va haciendo foco en lo que le pasó.
—Te quiero preguntar ahora hacia el aspecto más social y mediático de la película que aborda la película, que es la fascinación que generan los crímenes que tienen como protagonistas a las mujeres. ¿Por qué te parece que sucede eso?
—Bueno, creo que es el morbo natural que despierta algo que tiene que ver con cosas que la gente no se anima a hacer.
—¿No te parece que hay un componente fuerte de misoginia operando ahí?
—Bueno, obviamente está operando una mirada masculina heteropatriarcal, digamos, aunque no quisiera atarlo a algo tan circunstancial. Quiero decir, en el caso de Nahir Galarza, por decirte un ejemplo reciente, se vio claro cómo opera esa mirada pero, a la vez, si pensás en el caso Ángeles, que fue uno de los más conmocionantes de los últimos años, también el morbo era por lo tremendo de las circunstancias.
—Hablando de morbos, es muy curioso ver a Gael García Bernal, que suele encarnar generalmente el centro moral de todas sus películas, haciendo ese papel de periodista sensacionalista, y con acento argentino además. ¿Cómo se suma él a la película?
—Lo conozco a Gael desde hace varios años, trabajamos juntos en un corto que hizo acá, pegamos muy buena onda, y éste papel era ideal para que lo interpretara él porque por un lado tiene una gran relevancia en la película, pero a la vez es lo suficientemente chico para que pueda hacerlo y no haya problemas con su agenda. Y creo que lo que hizo quedó buenísimo.
—Para terminar, y sin adelantar nada de lo que sucede, te querría preguntar sobre el final de la película, que es decididamente críptico y abierto a interpretación. ¿Tuviste que luchar para terminar la película con esa última escena?
—Sí, fue bastante debatido el final porque, bueno, es particular y genera preguntas sobre cómo debe ser leído. Pero después fuimos comprobando que no genera un rechazo, sino más bien reflexiones y está bueno que eso pase. Cada uno tiene que ser libre de sacar sus propias conclusiones sobre lo que ve.
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