Lo primero que uno siente entre los móviles de Alexander Calder (EE. UU., 1898 – 1976), un mundo de piezas simples y potentes activadas apenas por el movimiento del aire del ambiente, es un golpe de asombro y felicidad.
Organizada con la colaboración de Calder Foundation, el sábado pasado Proa inauguró Teatro de Encuentros, una deslumbrante exhibición que reúne sesenta obras que abarcan seis décadas de la producción del artista y que cuenta con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez.
"El gesto estético en Calder reside en el encuentro –dice Antelo-Suárez en una entrevista con Infobae Cultura–. Todo encuentro se compone de anticipaciones y colaboraciones, pero se trata de algo que no tiene un destino definido. Es una sinfonía de silencios que uno va construyendo. Calder tiene mucha teatralidad; cada sala de la muestra es como una escena".
La exhibición incluye dibujos para el libro Animal Sketching (donde planteó principios básicos para dibujar); esculturas con alambres doblados, que van a contrapelo de la idea tradicional de la escultura maciza, contundente, marmórea; stabiles (planos de chapa, tridimensionales, diseñados para lugares específicos) y sus fascinantes móviles, que se mueven con la brisa del ambiente. Estas últimas son obras autónomas que no requieren de la mano humana ni de mecanismo alguno para activarse.
Small Sphere and Heavy Sphere (Pequeña esfera y pesada esfera, 1932/1933), el primer móvil colgante de Calder pensado para que el espectador lo mueva, es una pieza clave de su producción y de esta muestra. De forma aleatoria e imprevista, se generan distintos sonidos cuando una pequeñísima esfera blanca golpea diferentes objetos como botellas vacías, una caja de madera y latas. Los objetos conforman una instalación móvil e interactiva. Para preservar la obra, el espectador no podrá activarla.
"En una carta, Calder le sugirió al curador James Johnson Sweeney que Small Sphere and Heavy Sphere se incluyera en su retrospectiva de 1943 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La obra no fue incluida en la exposición. Tal vez era una obra compleja para su tiempo y complicaba la estrategia que desarrollaron Alfred H. Barr, Jr., el director del MoMA, los curadores y las curadoras y el MoMA como institución para expandir el canon del arte moderno y mover su centro a Nueva York", dice Antelo-Suárez. Esta carta resulta un hallazgo invalorable ya que da cuenta de la existencia de la obra y del modo participativo en que opera.
Calder, artista influyente del siglo XX
Calder perteneció al movimiento Abstraction-Création, creado por Piet Mondrian, Jean Hélion, Jean Arp y Antoine Pevsner. Tuvo una gran amistad con Joan Miró y otros artistas de la vanguardia europea. Fue pionero del arte cinético e inventor de los mobiles (móviles), bautizados con ese nombre por su amigo Marcel Duchamp.
Hacia finales de los años cincuenta, construyó esculturas monumentales con placas de acero atornilladas para espacios públicos. También incursionó en la creación de escenografías teatrales, libros ilustrados, joyas, juguetes y tapices.
Artista anti-pedestal, Calder modificó la escultura. Sus piezas flotantes se mueven de forma aleatoria por efecto de la sutil corriente de aire. En sus inicios estaban propulsadas por un motor; otras fueron pensadas para que el espectador las tocara. Usó alambres y chapas para sus piezas suspendidas, cósmicas. Esas formas leves y de colores provocan un efecto visual singular. Hay algo muy lúdico en esa subversión de la tradición.
Pasó del estatismo al movimiento y cambió radicalmente la posición tradicional de la pieza escultórica en el espacio: la obra cuelga del techo, en movimiento suave, a veces imperceptible. Reemplazó elementos como piedra y bronce por alambre.
"Para mí, en Calder el movimiento es un efecto secundario: él busca el choque, el enlace social de la interacción, que tiene como efecto el movimiento. Para que haya un movimiento tiene que haber una ruptura. Calder no busca el movimiento, sino que busca la acción y la interacción", dice Antelo-Suárez.
El circo
Admirador del mundo del circo, creó un espectáculo con figuras circenses que movía él mismo en selectos shows para sus amigos. "El circo es el eje central de su obra. Le interesaba el circo porque hay acción e interacción. Es un evento irreproducible, irrepetible, que presenta contrariedades. Hay explosiones: en las acciones, en cómo Calder crea el volumen. Creo que el circo es la primera peformance del siglo XX", dice la curadora. Considera que el aspecto central del trabajo de Calder es el placer por la incertidumbre que habita en sus obras, donde el movimiento y el sonido son impredecibles, aleatorios, sorpresivos.
Mondrian: una marca indeleble en Calder
Tras visitar el estudio de Piet Mondrian en París, en 1930, Calder sintió un impacto: dijo que se sintió como un bebé al que le dan unas palmadas para que sus pulmones empiecen a trabajar. Esa fue su entrada al campo del arte abstracto.
"Me impresionaron algunos rectángulos de color que había fijado con chinchetas en la pared siguiendo un modelo acorde con su temperamento. Le dije que me gustaría hacerlos oscilar… él se opuso –contó Calder–. Me fui a casa e intenté pintar cuadros abstractos… pero al cabo de dos semanas, volví de nuevo a los materiales plásticos. Creo que, en aquella época, y prácticamente desde entonces, el sentido de la forma que subyace en mi obra ha sido el sistema del Universo, o de una parte del mismo. Pues es un modelo lo bastante grande para trabajar en él. Lo que quiero decir es que la idea de cuerpos sueltos flotando en el espacio, de distintos tamaños y densidades, tal vez de diferentes colores y temperaturas, y rodeados y entreverados de volutas en estado gaseoso, algunos de ellos parados, en tanto que otros se mueven de manera peculiar, me parece la fuente ideal de formas".
Ese cosmos en Calder nunca es previsible: las superficies pueden danzar con la brisa, los colores parecen mutar; el sonido –experimental y contemporáneo– es un enigma. A cada paso, irrumpe el placer por la incertidumbre.
*Teatro de encuentros, obra de Alexander Calder
Proa
Av. Pedro de Mendoza 1929 y Caminito, Buenos Aires
Martes a domingos de 11 a 19h
Bono Contribución: $80 general
$50 Estudiantes y Docentes / $50 Jubilados.
Martes: estudiantes y docentes sin cargo. Menores de 12 años: sin cargo
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