Los dos demonios (recargados) es el último título de Daniel Feierstein editado por Marea Editorial. El autor, licenciado en sociología y doctorado en ciencias sociales, es investigador del CONICET especializado en estudios sobre prácticas de genocidio. Tras casi una decena de libros de investigación al respecto, siendo El genocidio como práctica social – Entre el nazismo y la experiencia argentina (Fondo de Cultura Económica, 2007) su trabajo más reconocido, llega este ensayo sobre la violencia donde transita nuevas apreciaciones sobre la vieja teoría de los dos demonios, ese fantasma que recorrió la década del 70 y hoy parece haber vuelto legitimando represiones.
Feierstein es quien denominó e instaló el concepto de genocidio al asesinato masivo de ciudadanos por parte del Estado en la dictadura cívico-militar argentina. Esta retórica estética tiene una finalidad comunicativa y explicativa. Esta necesidad empírica refiere a urgencias discursivas frente a los vacíos lingüísticos. Así su logro, como el de su antecesor Raphael Lemkin, jurista polaco, un estudioso lingüista políglota doctorado en filosofía quien tras investigar las masacres sufridas por el pueblo armenio en el Imperio Otomano, determinó jurídicamente la creación del término "genocidio" (en su lápida del cementerio de Queens, reza "Doctor Raphael Lemkin –1900-1959–, Padre del Convenio sobre Genocidio").
Probablemente sea ésta la narrativa de más fácil digestión entre todos los textos académicos de Feierstein, es aquí donde la sangre se hizo pluma y la pasión, palabra. Infobae Cultura se sentó con el sociólogo a hablar de esta última publicación.
El resurgimiento de la teoría de los dos demonios tiene por supuesto en primera instancia causas sociales que una vez asimiladas pasan a consecuencias políticas: "Creo que hay aquí una mezcla de dos cuestiones. De una parte, un contexto socio-político que facilitó la emergencia de discursos que parecían superados. De otra, un conjunto de errores que facilitaron esa reemergencia. Las lógicas en clave de 'dos demonios' habían sido una respuesta lógica como mecanismo psíquico de defensa de una sociedad que evitaba enfrentarse a las consecuencias de lo vivido, poniendo 'la violencia' por fuera de sí, en dos bandos, dos demonios, que se explicaban como ajenos a la propia sociedad, como excepcionales, delirantes, desvinculados de la cotidianeidad, de allí el concepto de demonio".
No fue fácil emerger del período dictatorial, una vez establecida la democracia hubo generaciones que se reacomodaron en las libertades conseguidas mientras los nuevos sumaron inquietudes frente a un pasado sin asimilar: "A partir de mediados de los 90 y con fuertes cuestionamientos por parte de la segunda generación, estas visiones pudieron comenzar a ponerse en cuestión, intentar recuperar de a poco la percepción sobre los efectos del genocidio en nuestra historia y nuestras identidades, distinguir la diferencia cualitativa entre las formas que pudo haber tomado la resistencia a las dictaduras militares (incluso con proyectos de toma del poder u organizaciones armadas) del intento sistemático de transformar a la sociedad argentina a través de un sistema de campos de concentración, lo que denominamos como el genocidio argentino".
"Sin embargo, la apropiación partidaria de muchos de estos procesos históricos abrió la puerta para que emergieran nuevamente las lógicas binarias, la ajenización del conflicto social en la insistencia por la necesidad de una memoria completa, que en verdad busca igualar lo incomparable (la insurgencia y el genocidio) homologándolas bajo el abstracto e indefinido término de violencia". La insurgencia nunca lograría eliminar sistemáticamente porque el monopolio de la fuerza lo tiene el Estado, por eso no es genocidio.
Todo esto está perfectamente delineado en el primer capítulo donde analiza la transición entre gobiernos y las disputas por la hegemonía, la aparición de HIJOS y las asociaciones en reclamo de derechos humanos. Escribe en su libro: "Esta interrupción generacional se concatenó con toda otra serie de factores que fueron generando obstáculos para la continuidad de la versión original de los dos demonios, habilitando la emergencia y visibilidad de demonios".
Sigue su argumentación sobre esta dualidad hasta la discusión sobre la cifra de víctimas de asesinados y desaparecidos. Con respecto a los 30.000, hace alusión a periodistas y políticos que "revolean" cifras sin sustento y a los académicos que dan por cerrada la discusión del número: "Es que hay varias cuestiones que no se toman en cuenta. La primera sería qué era lo que se supone que buscaba estimar la cifra de los 30.000; esto es, los que habían sido secuestrados por el sistema concentracionario hasta aproximadamente el año 1979 o 1980, cuando se realiza la estimación, que no podía saber cuántos de dichos secuestrados fueron o serían asesinados, cuántos podrían sobrevivir, etc. Lo segundo es que todo genocidio siempre cuenta con cifras aproximadas, jamás se puede contar con cifras definitivas, dado que en ningún caso se tendrá el conjunto de denuncias por infinitos motivos -persistencia del terror, vergüenza familiar, falta de medios para realizarla, etc.-. Es por ello que planteo que suponer que las víctimas registradas por la CONADEP implican un número final es ignorar las denuncias presentadas con posterioridad a la misma, a los miles de sobrevivientes y a las denuncias que no se realizaron aún o que nunca se realizarán. Las estimaciones con respecto a las víctimas depende mucho de, por ejemplo, que la gente haga juicio".
– ¿A qué atribuye el quiebre del pluralismo político?
– Creo que se perdió el criterio, tanto por parte de quienes se sintieron más cercanos a los gobiernos kirchneristas como por quienes se sintieron más lejanos, de la importancia de las disputas sobre el pasado con respecto a la coyuntura político-partidaria. No hubo enfrentamientos reales en cuanto a las concepciones sobre el pasado entre estos grupos pero sí un intento de utilización partidaria tanto pro-gubernamental como anti-gubernamental de estas cuestiones que terminó quebrando un frente que resultaba fundamental como legitimador del sentido común que ponía en cuestión la reivindicación de la represión o las lógicas en clave de dos demonios. Esta prioridad de la chicana política o el uso sectario o partidario de determinados logros o consignas fue un retroceso fundamental y uno de los motivos de que las lógicas de los dos demonios recargadas encontraran un suelo fértil para prosperar, reformulándose en clave antikirchnerista.
Libre de retóricas facilistas uno se pregunta si el terrorismo es siempre de Estado considerando que el terror comienza impartiéndose desde la verticalidad: "Un concepto que está instalado en el sentido común y hay muchas dificultades para cuestionar desde el sentido común. De ahí el error cuando referimos al terrorismo de Estado y encarar con errores es entrar desarmados al debate. Existen tres problemas: entender al terrorismo como se lo entiende teóricamente, una forma de violencia indiscriminada, esa es la distinción del terrorismo entendido como táctica. Si no es un insulto para definir todo lo que no te gusta, significa una táctica de violencia indiscriminada como por ejemplo una bomba en un aeropuerto. Si eso es terrorismo está mal aplicado porque el Estado no hizo eso, no era indiscriminado: tenía claro cuál era su objetivo. Ya entrás a una discusión planteando dos demonios: si eso es terrorismo, ¿con el otro terrorismo qué se hace? Se entró mal al debate, hay dos demonios o un terrorismo no existe. ¿Por qué no existe? Porque las acciones de la insurgencia tampoco eran discriminadas. Ahí se plantea el primer problema. Y qué difunde el terror como para llamarlo terrorismo".
– Desarrollemos las cifras.
– Trabajamos con la consigna "Son 30.000: fue genocidio". Porque genocidio no tiene nada que ver con el número pero la discusión del número es otra también que la trato en el libro. ¿Cómo se estima? Cuando se hicieron las primeras estimaciones se incluyó a los sobrevivientes porque no se podía saber quiénes sobrevivirían y estos sobrevivientes fueron muchos más de los que suponíamos tras las investigaciones que hicimos. La estructura de terror necesita de esto para generar más terror. A partir de las denuncias es que logramos calcular a quienes habían sobrevivido. Eso da por tierra a las declaraciones de quienes tiran cifras sin saber. ¿De qué dependen de esas cifras? Pues de estas investigaciones que hacemos con mi equipo de trabajo que seguimos a lo largo de todo el país, de que se abran nuevos juicios y que que la gente se sienta habilitada para denunciar. En el interior del país se hace más difícil, cuando se habilitaron estas comisiones para poder denunciar, recién ahí se acercaron ya que casi no hubo registros rurales a partir de que no había espacios para hacerlo.
Todo conocimiento reflexivo se ocupa de circunstancias históricas, sociopolíticas y psicológicas para determinar una reflexión crítica: "Lo que trato de desarrollar es casi epistemológico. Porque cuáles son esas composiciones estructurales frente al genocidio: pueden ser cincuenta muertos, quinientos o cinco millones, pero que nos permiten llamar a hechos tan distintos como lo ocurrido en Turquía, en Alemania, en Ruanda, en Camboya, en Argentina o en Colombia y si existen esos elementos en común. Lo que no quiere decir que en todos esos casos sea lo mismo pero sí comparten un universo conceptual", aclara el autor.
– ¿Por qué es la versión recargada?
– Porque la realidad actual argentina vuelve a apelar a viejas estructuras de terror.
– Sus lectores habituados a la academia, ¿se sentirán defraudados frente al lenguaje simple y directo de Los dos demonios?
– Para nada. Además, porque es nuevo, no son mis ideas de siempre traducidas sino que son cosas nuevas. Un equilibro raro donde sustentar cosas provocativas, por llamarlas de alguna manera, y que el lector confíe en los trabajos históricos. Si quieren que sustente lo acá expresado, pueden ir a buscar viejos escritos míos donde está todo sustentado. Ya no es sobrevolar viejas discusiones sino que me meto de lleno en estas discusiones para darle al lector la herramienta teórica para que el lector la aplique. Es un libro que apela a la discusión política bien fuerte de hoy y cómo entendemos a los dos demonios. Todos hablamos de ellos, todos damos cuenta de eso, lo condenamos o no lo condenamos tanto. Por eso escribí este libro: para dar cuenta qué es la teoría de los demonios y qué no lo es. En los 80 tenía un determinado sentido y la reemergencia de hoy, otro, uno mucho peor, más peligroso y grave. Acá hablo de los puntos en común pero también las diferencias.
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