La portada de la primera edición de Pantalones Azules, la primera novela de Sara Gallardo (Sudamericana, 1963) exhibió un par de blue jeans pintados al óleo que podrían pertenecer a un catálogo contemporáneo de la industria del denim. El protagonista de la trama -un estudiante de abogacía de la clase media alta porteña-, declamó ante su novia estudiante de bellas artes: –Es raro que siendo pintora te hayas comprado esos pantalones.
-No soy pintora ¿Qué tienen los pantalones?
-Un color horrible
El matiz de juicios y sentencias sobre la moda de Gallardo, autora de Enero, Los galgos, los galgos y Eisejuaz, encontró su campo de acción en las críticas de moda, matizadas con crónicas de viajes, el énfasis en usos y costumbres que la escritora publicó en 1970 en la revista Confirmado, una publicación con énfasis en la política.
Con un logo que se modificaba cada semana tal como si fuesen las novedades de alguna vidriera -y pasaba de exhibir una máquina de escribir con teclas provistas de margaritas a la morfología de un zapato de punta redonda, con taco cubano y hebilla de metal o estampas de estrellas- pero que independientemente de uno y otro recurso siempre ostentaba el cartel La Donna e´ Mobile, la columna ofició de manifiesto estético y también de galería de personajes y excentricidades de los años setenta en Buenos Aires.
Escribió Gallardo: "Frou Frou ya come", Madame Frou Frou se puso demasiado triste. Descubrióse que hace dos años que no come porque le aburre. El médico la retó. Prepara su colección de primavera con nuevos bríos. Albricias! Se refería a Rosa Bailón, la diseñadora que recaló en el local 26 de la galería del Este para convertirlo en un sitio ineludible para los seguidores de la moda.
El cruce de moda y literatura que predicó Sara Gallardo se anticipó a los modismos de las páginas de ocio y lifestyle, tal como se denomina en la actualidad a secciones afines. Junto con los recientes rescates y homenajes a la obra de Gallardo, la publicación de Macaneos, las columnas de Confirmado 1967- 1972 (Ediciones Winograd, 2016) con prólogos y selección de Lucía de Leone, en 2018 se sumó Los oficios, de Editorial Excursiones.
Además de los nuevos rescates de Lucía De Leone sobre la faceta fashionista y otros temas de Gallardo, el libro representa un matiz en el abordaje editorial contemporáneo y fusionado con el arte. La portada y el interior del libro reproducen un búho y un cisne de bronce esmaltado esculpidos por la artista Verónica Romano que en sus rescates de extravagancias hubiera documentado la sección.
"Era una página que Gallardo- la donna de escritorio- no firmaba y escribía en función de los informes preparados por Flora Novillo Corvalán (la donna callejera), que visitaba los sitios en boga en Buenos Aires de fines de los sesenta: codiciados boliches y refinadas boutiques de ropa, accesorios, espacios de recreación, actualidad gastronómica, entretenimiento, cultura….. Esta página diseña una imagen de autoría asistida y espiralada, en tanto se van conectando diversas capas y niveles de información, anotaciones e impresiones que son irradiados hacia un mismo centro autoral donde se los procesa, reelabora y traduce en escritura con el sello Gallardo", advierte en el prólogo, Lucia De Leone, la estudiosa de Gallardo.
Las máximas de moda de la Donna
En abril de 1970 aludió a Mary Quant, la diseñadora inglesa a quien se atribuye la minifalda en From Chelsea to Buenos Aires: "Todas nos sentimos más libres durante ese reinado que Lady Quant supo mantener con una militancia digna de mejor causa. Ahora que la maxifalda amenaza con cubrir con fiereza cualquier rodilla e incluso pantorrilla, Mary Quant inauguró en Buenos Aires una línea compuesta de 32 vestidos y nueve impermeables que sustentan su colección otoño-invierno 1970 en la Argentina. Para mostrarla, Mr. and Mrs. Colson junto a María Rosa Villa Moret, reunieron a la prensa en "Way in Bazaar", Austria 1959, donde cuatro modelos realizaron un nada convencional desfile rociado de drinks y de bocaditos. Calzadas por Joalinot y maquillada por la línea de la propia Quant, las modelos pasaron lánguidas túnicas de crepe color verde agua con pantalón del mismo material, cuando no mamelucos de seda pesada con inmensas mangas a lo Aubrey Beardsley ". (Se refería al pintor y dibujante célebre por sus críticas a la sociedad victoriana y quien ilustró Salomé de Oscar Wilde).
Hubo además en la misma publicación de 1970 – y siguiendo la línea inaugurada por Felisa Pinto en 1960 desde Estravagario su doble página semanal en Primera Plana-, otras páginas escritas por Gallardo y donde emergió un retrato de la columnista y escritora con su pelo carré, los ojos pronunciados por kohol y el cuello de una camisa blanca que hablaba de una elegancia serena. Al observarla, llama la atención el arco de sus cejas; no en vano el 14 de enero de 1970, Gallardo sentenció: "La ceja se usa ausente. Ya lo saben, buenas donnas, una las han reducido a hilo, otras las han arrancado de cuajo supliéndolas con golpecitos de lápiz. Hay un tercer método para aclararlas con cosmético y allí el manual de instrucciones para el uso de Translucent Brow Lightener lanzado cual novedad por la firma Revlon. En formato de pastillas y en sus tonalidades Demi Honey, Demi Cooper, Demi Ash…"
Como consecuencia del revival de la obra de Sara Gallardo, le consulté a su hija, Paula Pico Estrada- filósofa y editora en Winograd-, cómo se vestía su madre y si acaso atesoraba ropas de ella. Me respondió lo siguiente: "Lo único que conservo es una camisa de seda color rosa viejo, escote en V, con botones comunes en el frente y en las mangas. Ella se compraba ropa en los viajes. Leyendo las columnas vi que estaba muy pendiente de la moda y de lo que se usaba. Eso me recordó que en un pasillo del departamento en qué vivíamos había un placar lleno de zapatos de ella. O sea: eran un tema. A mediados de los setenta se hizo algunos pares de zapatos a medida con un zapatero de la avenida Alvear. Mientras le medía el pie, el zapatero le susurró orgulloso que también le hacía los zapatos a medida a Isabelita Perón y ella se reía mucho de eso. En los años sesenta usaba minifaldas, pero siempre vestidos, más que polleras. Vestidos bastante a go-gó, con botas. También usaba maxifalda, cuando se puso de moda. A principios de los setenta usaba blazers y pantalones, ropa con corte masculino. Hacia los setenta tardíos le dio por usar ropa tejida, largos sacos, tipo "Manos del Uruguay". En los ochenta, cuando abrazó las tareas de la casa, en Europa, ya había perdido el interés por la ropa. En los 80 decidió dejarse las canas como gesto moral pero se deprimió tanto con el resultado que se tiñó de rubia".
Bijouterie y cadenillas eróticas
Los accesorios fueron una constante en las tramas de la columna de Sara G en los días previos a las navidades de 1971, recomendó las piezas rara avis de Bijouterie X- un lugar de culto, situado en el local 23 de la Galería del Este y al que en ocasiones supo elogiar y rememorar el poeta Arturo Carrera.
Adjetivó Sara en relación a la colección de bijou ideada por Julio Ribeiro: "Verdaderos tesoros, capaces de entender la codicia de Ali Babá y todos los piratas(del Indico y del Caribe juntos)". Cadenas de plata con eslabones marineros hechas a manos, arandelas de hueso y plata o plata y azabache. Otros imitando eslabones antiguos. Otras napoleónicas con imperiales lises (desde 140 a $ 400). De estas cadenas se pueden colgar dijes, iniciales, pies, bichitos art noveau, hadas, elefantes, y yo qué sé. Como anticipo de la moda invernal toda una fauna de camellos, pingüinos y gatos minúsculos (desde $ 25 a $45). Exóticos al máximo los colliers africanos con colmillos de marfil".
En otra ocasión aludió a las "Cadenillas exóticas y eróticas" y afirmó: "Las mujeres atalajadas con cadenas doradas resultan totalmente irresistibles". Se refería a las piezas ideadas por cuatro amigas inicialmente como un hobby y que luego devino un proyecto for export. Como hits de la colección elogió los cinturones para usar sobre una bikini, las cadenitas colgantes figurando bolsillos, los collares cortos "con leve matiz sádico tan agradable". Las pulseras manoplas y una peluca hecha con cadenas finitas y un flequillo con corales que vendió la tienda Boticella.
Su elogio a los accesorios fue retomado en mayo de 1970 y bajo el interrogante ¿Sublimidades? "Último grito en alhajas: los estilos de la primera entreguerra. La Donna armó la pulsera viboral de escamas verdes y cabeza de brillante y el viborín azul para el dedo". Acto seguido, Gallardo glorificó a los anillos: "La locura colectiva, todas quieren llenarse los dedos. Cúpula de navettes coronada por brillantón.Y en esmalte, forma de cabouchon, negro a rayas blancas o negro con media perla japonesa. Advirtió que la creadora de semejantes tesoros, la joyera Teresa de Urquiza "no daba dirección ni teléfono".
Cuero. Alarido. Amor. Necesidad
La Donna é mobile sublimó además el uso del cuero. El 26 de mayo de 1970, advirtió: "Que nadie se atreva a carecer de su modelo de cuero 1970. Que nadie se vea exento de una prenda gamuzal cueral, flecada o no Larga, breve, luctuoso o colorida. El cuero es la obligación 70, el alarido 70, el amor 70, la necesidad 70. La Donna correteó en cueros, es un decir, abrigada, pero apasionada por los cueros y descubrió cosas magnas".
Gallardo acompañó sus arbitrariedades con un recorrido por tres locaciones que veneraron al cuero. Por un lado el atelier del tercer piso de Santa Fe 11470 que comercializó, las minis y maxifaldas de corte perfecto evasée en tonos violeta, naranja, arena, miel, coco, marrón, verde, musgo, azul, los pantalones ceñidos en la cadera y los ponchos forrados en escocés. Agregó los modos de glorificar al cuero argentino predicados por la modelo Claudia Sánchez junto a su cuñado y fabricante de ropa, Mr. Pugliese, mediante una línea de maxifaldas con chalecos y carteras muy años treinta, que se exportaban a Estados Unidos y Suiza. El tercer eje de sus búsquedas remitió a los cinturones lánguidos y chic que Inés Zoca de Alvear se puso a diseñar a su regreso de Europa. Pero su devoción por el leather fue retomada, en la edición de febrero de 1971 y con la premisa Seguimos en cueros.
Por entonces destacó que la modelo argentina radicada en parís Mercedes Robirosa se había hecho un breve y ancho short de gamuza azul pastel, que Inés Zoca, había recurrido a otro mini short en color guinda y que La donna- Gallardo en modo autorreferencial- optó por un short verde. De la fábrica de ropa de cuero Savan's. Agregó que allí ejecutaban sus diseños en cuero las hermanas Perla y María Victoria van Sartre. En octubre de 1968, indicó a las lectoras cómo recrear un vestido de apariencia folk de Yves Saint Laurent recurriendo a una casa de puntillas situada en Carlos Pellegrini al 900.
"La Donna agradece emotiva y patriótica, la inclusión por parte de Yves Saint Laurent de un modelo de paisana criolla en su última colección. Sobre un cielo muy, muy celeste (presumiblemente cordobés) de algodón estampado con enormes florones blancos, aquí presentes, tres filas de volados en el ruedo y mangas y algunos metros de guipure, evoca en nosotros el recuerdo siempre apreciado de madame Martín Fierro de breve pero perdurable x actuación. También puede ser de la morocha argentina, la que no tiene pesares, aunque la modelo era rubia, porque el gringaje viene alborotado, últimamente".
La cámara Argentina de la Donna
El cinismo volvió a asomar con una parodia de la Cámara Argentina de la Moda y de su habitual galardón de tijeras bañadas en plata y contenidas en cajitas de acrílico. En junio de 1971, Gallardo ideó una ficticia "La cámara argentina de la Donna" y dictaminó premiaciones a seis donnas elegantes, al tiempo que advirtió que los condecoraciones consistían en tréboles de seis hojas tallados en brillantes de seiscientos kilates . Los premios serían entregados a cada una de las ganadoras por vía postal.
Como destinatarias de los arbitrarios galardones con fulgores ficticios Sara eligió a la modelo María Larreta "porque se transforma, inspira, futuriza y desliza. Porque obliga a las mujeres a reconocer que la moda es viviente y efímera", a la escritora Victoria Ocampo: "porque a los ochenta tiene la misma intensidad que tuvo a los veinte. Porque usa flores de su jardín en la solapa, un abrigo de Hermès pero si quiere alpargatas coloradas". A la artista Josefina Robirosa también se la gratificó "porque usa colores de médano y dromedarios con blanco y negro, por un aire general de non chalance – dejadez – y bien podría sentarse en el suelo con un vestido de noche y quedaría bien. Y porque sus vestimentas tienen mucho de paisaje sin florcitas".
El galardón tan caprichoso como irónico hacia el protocolo de la Cámara argentina de la moda, continúo con Rosita, Madame Frou Frou: "Porque tiene un aspecto mágico, lunático, exótico y anárquico, porque es peculiar, elusiva y se viste como le gusta. Las ternas finalizaron con la investigadora chaqueña Diana Levillier, piropeada por Gallardo del siguiente modo "porque es cruel, cree en el detalle, busca la perfección. Porque usa sombreros y usa peinados. Construye, descarta, elige, combina. Practica la parsimonia, la majestad, la ironía, la vacilación. Pero no desdeña el material plástico".
*Los oficios- Editorial Excursiones, 237 páginas. 450 pesos.
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