Elsa Barber es una rara avis. Llegó a la Biblioteca Nacional en 2007, cuando Horacio Tarcus dejó el puesto de subdirector y José Nun, entonces secretario de Cultura, la convocó para ese cargo: "Todos los caminos nos conducen a usted", le dijo. Barber era una académica con dedicación exclusiva en la carrera de Bibliotecología de la UBA y solía ser muy crítica con la administración de la Biblioteca, que estaba dirigida por Horacio González. Por eso, el llamado de Nun la sorprendió. Durante algunos días meditó el ofrecimiento y terminó aceptando casi por principios: si cuestionaba desde afuera, tenía que ser coherente y proponer sus desafíos desde adentro.
Durante ocho años acompañó a González, con quien tuvo más de una desavenencia. "Me hizo sufrir mucho Horacio", dirá en algún momento de esta entrevista. Con el cambio de gobierno en 2015 estaba dispuesta a dejar el cargo, pero Alberto Manguel, el nuevo director la retuvo: "Quiero que esto sea una biblioteca", dice que le dijo. Y dice también que en 47 años en la profesión, nunca nadie le había dicho eso. Barber se convirtió en una rareza: es uno de los pocos funcionarios designados en el kirchnerismo que continuó en su cargo en el macrismo.
Para acentuar el rasgo de su excepción, el destino la puso ahora ante un nuevo desafío. Hace unas semanas, en medio de una tormenta de dichos y trascendidos, Alberto Manguel renunció a la dirección de la Biblioteca Nacional. En sus dos años de gestión tuvo varios reclamos sobre los límites presupuestarios que le imponían desde el Ministerio de Cultura. "No tenemos ni un mango para comprar un grano de café", llegó a decir. Finalmente, su salida quedó sellada por su delicado estado de salud. El ministro Pablo Avelluto actuó con rapidez y le ofreció el puesto a Barber. Así, esta bibliotecaria de 65 años nacida en Villa Cañás, se convirtió en la primera directora de la Biblioteca Nacional en sus dos siglos de historia.
Elsa Barber recibe a Infobae Cultura en su nuevo despacho con una timidez evidente: "Soy más bien de perfil bajo", dice, "como lo es alguien técnico que trabaja en el día a día de una institución".
—¿La Biblioteca va a estar más apuntada a la parte técnica que a la política?
—Yo creo que uno siempre hace política. Cuando llegué a la Biblioteca, mis respuestas eran más bien las de alguien que viene del mundo académico. Mi especialización, además, es el área de organización y tratamiento de la información; tengo una tendencia hace eso. Once años después digo que uno siempre hace política, pero es tanto una política bibliotecológica como una política cultural. No quiero separar lo bibliotecológico de lo cultural. Tengo y debo encontrar el equilibrio.
—¿Cómo va a ser su gestión al frente de la Biblioteca?
—Vamos a dar continuidad a la gestión de Alberto Manguel, quien me precede, pero con quien compartí dos años. Vamos a dar continuidad tanto en el ámbito bibliotecológico como en el cultural. Obviamente, como todos sabemos, hay muchísima restricción presupuestaria. Estamos en un momento muy complejo del país, de modo que todas las instituciones estamos teniendo ajustes muy serios. Quizás eso haga que tengamos que bajar algunas cosas o que tengamos que pasar al 2019 lo que teníamos planificado para este año. Pero, en principio, vamos a seguir con la planificación que habíamos armado con Alberto, trabajando de manera mucho más austera. No es fácil administrar pobreza, pero hay mucha disposición de parte del personal. He hablado con los directores generales, con los directores, con los coordinadores, con los responsables de los centros que se han creado en este último período, y todos saben cuál es la situación económica por la que está pasando la Biblioteca y todos estamos dispuestos a desarrollar contenido con calidad y con austeridad.
—¿Siente una responsabilidad extra por ser la primera mujer al frente de la Biblioteca Nacional?
—Realmente siento que tengo un peso enorme. No sé si es por ser mujer o por ser la primera bibliotecaria graduada a cargo de esta institución, con todo lo que implica históricamente. De cualquier manera, me lo hubiera tomado de esta forma. Soy muy obsesiva. A pesar de que hace once años que estoy en la Biblioteca, esta es una responsabilidad que pesa. Los otros días venía en un taxi, miré el edificio y dije: "Uy, ahora la responsable de todo esto soy yo. De este gran elefante que para algunos se ve como inalcanzable".
EL PASADO Y LA LUNA DE MIEL
La dirección de Alberto Manguel siempre estuvo signada por la controversia. Cuando aceptó el cargo, debido a compromisos previos demoró seis meses en asumir. Durante ese lapso, el Ministerio de Cultura echó de todas sus dependencias a una gran cantidad de trabajadores aduciendo que habían sido incorporados con el único mérito de ser militantes kirchneristas. En ese contexto, una de las instituciones más convulsionadas fue la Biblioteca Nacional.
Eran días de guerra dialéctica. Horacio González apremiaba a Manguel a entrar en funciones y evitar así más despidos. Avelluto le respondía que durante su gestión había sido irresponsable y había aumentado tres veces la plantilla de empleados. Aparecían solicitadas con las firmas de escritores e intelectuales de la talla de Elena Poniatowska, Alan Badiou, John Coetzee (premio Nobel de Literatura) que respaldaban a los cesanteados. Alguien difundía un monto "millonario" que cobraría Manguel; otro decía que al kirchnerismo había convertido a la Biblioteca en un centro cultural partidario donde se reunía Carta Abierta. La espiral parecía no tener fin. Y Manguel, de perfil alto, tampoco se ocupó de aquietar las aguas.
La designación de Elsa Barber se da en un momento totalmente diferente. Ni una sola voz se opuso a su nombramiento.
—¿Cuánto dura la luna de miel?
—No lo sé. Tenemos reuniones semanales con los directores generales de cada área y entre todos iremos viendo cómo solucionar los problemas que surjan. Lo que me preocupa es la cuestión presupuestaria. Con eso ya no hay luna de miel: se cortó al segundo día. Por supuesto que yo estaba totalmente al tanto —mucho más que en otras épocas—, porque durante la gestión de Alberto hemos trabajado en equipo y eso ha facilitado que conozca el funcionamiento de las diferentes partes. Pero hoy el país y las circunstancias en las que nos encontramos cambian de un día para el otro.
—¿Y el trato con los gremios? Aquellos seis meses en los que Manguel todavía no asumía, usted fue la directora interina.
—Fueron los seis meses más duros y más terribles y más espantosos de mi vida. Pensaba que no llegaba a julio. Llegué por el gran apoyo que en ese momento tuve del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, de Alberto Manguel, como director que iba a venir, y de mi marido. Fueron los tres hombres que me sostuvieron en ese momento. Fue la peor etapa de mi vida y difícilmente pueda recuperarme. Hubo un antes y un después respecto de ese período. Muy duro, muy difícil.
—¿Cómo es la relación con los gremios? Después de esos seis meses, tal vez ATE esté en pie de alerta.
—Supongo que no sólo ATE sino también UPCN. Tuvimos una reunión con todos los gremios. ATE, por una coyuntura de ellos, no pudo venir. Fue una reunión protocolar donde la junta directiva de cada uno de los gremios se presentaba. Con UPCN conversamos una hora. Fue una reunión amable, cordial. Pero insisto: más allá de lo que yo pueda decir o de lo que el mismo ministro pueda decir, van a seguir con sus dudas. Hasta que no vean qué es lo que pase en el día a día van a continuar con esas dudas.
—¿Cómo es su relación con Horacio González?
—Después de que Horacio se fue de la Biblioteca ya no tuvimos ningún tipo de contacto. Pero no lo tuvo con toda la Biblioteca, salvo, quizá, con las personas más allegadas a él durante su gestión. Yo nunca tuve una relación muy allegada con Horacio.
—Pero estuvieron ocho años trabajando juntos.
—Ocho años, con mucha discusión y mucho planteo. Sobre todo, cuando se licitó el sistema que tenía que gestionar el catálogo. Me hizo sufrir mucho Horacio González.
—¿En qué sentido?
—Para tratar de implementar lo que la Biblioteca necesitaba como biblioteca. Yo tenía un objetivo muy claro de qué era lo que quería y me mantuve en ese objetivo y finalmente lo logré. Pero no fue un camino lleno de rosas, fue un camino con muchas espinas. Eso es lo que valoro de esa etapa. Muchas veces, a mis conocidos les decía: "Este sufrimiento y todo por un catálogo". Parecía ridículo. Valoro muchísimo que pudimos hacerlo, que pudimos capacitar a todo el personal. Fue una etapa de muchísimo trabajo y en cuatro años logramos implementar el sistema. En alguna oportunidad, Alberto me preguntó por qué seguí en la Biblioteca. Y fue por eso: porque pude hacer, a pesar de.
PROYECTOS Y EDIFICIOS
Además de estar abocada al estudio del RDA, un nuevo estándar en la catalogación de los materiales de bibliotecas, en el que coordina una colaboración en conjunto con las bibliotecas nacionales de Chile, Colombia y España, Barber está ocupada en impulsar la puesta en valor de los edificios que dependen de la Biblioteca: el Museo del Libro y de la Lengua y la sede histórica de la calle México.
—Vamos a reabrir el Museo muy pronto —dice—. La idea es que sea a mediados de septiembre. Hablé con Ezequiel Martínez [director general de Cultura de la Biblioteca] mientras todavía estaba Alberto Manguel. El Museo es un edificio con tremendas dificultades de mantenimiento y fallas de construcción. A veces me sorprendo, como bibliotecaria, hablando de la impermeabilización del techo, pero es algo que hay que hablar. Es un edificio con una construcción tan deficiente que cerrado va a estar cada vez peor. Pero, además: hay que abrirlo. Vamos a abrir con una muestra sobre libros de bibliófilos, que va a contener libros del fondo documental de la Biblioteca —porque queremos revalorizar el propio fondo y mostrarlo— junto con unos libros espectaculares que nos va a prestar un señor que se llama Lampolla.
En la agenda del Museo del Libro, las muestras continúan con homenajes a Ernesto Sábato y a Sara Gallardo, más las acciones del Centro de Lectura Infantil y Juvenil Dailan Kifki, que está a cargo de Sebastián Noejovich.
—¿Y la sede de México?
—Nosotros quisiéramos tener todo el edificio de la calle México, pero lo que fue cedido en 2015 durante el ministerio de Teresa Parodi, fue el primer piso. Nuestra idea fue siempre insistirle al ministro Avelluto que queremos todo el edificio. Por ahora, la intención es avanzar con el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges. Nos dijeron que iban a comenzar algunas obras; teníamos un calendario a partir del 15 de agosto. Con esta revolución económica que aconteció, Pablo [Avelluto] me ha dicho que la cifra destinada a esa obra sigue y que se va a iniciar en el transcurso de lo que queda del año. Es una obra sumamente importante, básica, para que el edificio no se caiga.
TERRENO DE BATALLA
—La Biblioteca Nacional siempre anuda una batalla cultural. A usted le tocó estar en la época de Horacio González, le tocó el período de Alberto Manguel, que, de alguna manera, limpió la imagen partidaria que tenía cuando estaba González, y ahora le va a tocar la campaña presidencial de 2019. ¿Cómo va a vivir la Biblioteca Nacional este período?
—Lo vamos a vivir como lo estamos transitando en este momento. Ya tenemos la programación del 2019, que habrá que acomodarla en base al presupuesto. Pero la Biblioteca tiene que ser un espacio abierto para todo. No me imagino que conmigo se vuelva a hacer una Biblioteca como en la época de Horacio González. Más bien, me la imagino dando continuidad a la gestión de Alberto Manguel, separada de una cuestión política partidaria en particular.
No me imagino que conmigo se vuelva a hacer una Biblioteca como en la época de Horacio González. Más bien, me la imagino dando continuidad a la gestión de Alberto Manguel, separada de una cuestión política partidaria en particular
—Alberto Manguel se quejaba mucho del nivel presupuestario, tema que salió varias veces en sus respuestas. ¿De qué manera Pablo Avelluto va a acompañar un reclamo?
—En realidad, esa situación es dura, porque la vivimos en el día a día. Avelluto me ha dicho en reiteradas oportunidades que va a ayudar a la Biblioteca, de modo que, en esta instancia, quiero creer y, en principio, creo. Y si no, siempre voy a decir lo mismo que digo desde el 2007: el día que vea que no puedo, llamaré a los periodistas y les diré públicamente que no tengo lo que necesito para llevar la gestión adelante y me tendré que ir. Pero hace once años que estoy y espero no tener que decirlo nunca.
—¿Cómo se imagina el día que deje la biblioteca?
—Fundamentalmente espero dejar el equilibrio entre la parte bibliotecológica y lo cultural. Que se me distinga por alguien que no hizo una división entre una y otra. Diría que la Biblioteca Nacional, desde lo específicamente técnico, ha dado un salto enorme producto de la continuidad, y lo que más me gustaría es que todo eso aumente día a día, que tengamos más participación en lo digital, que el personal se quede con el equipamiento necesario. Y, con respecto a lo cultural, siempre pienso, en que tenemos que utilizar mucho los fondos que la Biblioteca tiene y posee y darlos a conocer a toda la comunidad en la Argentina, en la región y en el mundo.
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