Borges leía. Muchísimo. También escribía. Desde luego, todos lo recordamos por aquello que publicó, que dio a conocer: sus invenciones, sus narraciones. ¿Qué valor tiene la lectura más que la personal, la introspectiva y, en su funcionalidad, servir de combustible para un pensamiento o un texto? Un día como hoy, 24 de agosto, pero de 1899 nació Jorge Luis Borges. Y si el Día del Escritor se designó el 13 de junio por el nacimiento de Leopoldo Lugones, a Borges le tocó la del Día del Lector. Por eso, hoy es un día para pensar en el valor de la lectura.
¿Qué leía Borges, el gran lector argentino, el hombre que supo —algo que quizás en esta época falta— reivindicar la lectura como fuente central de conocimiento, reflexión y pensamiento crítico?
Patricio Zunini es periodista, docente y escritor. Y desde luego: lector. En estos momentos está trabajando sobre una investigación que pronto se convertirá en libro. Pero para eso falta. "Estoy a mitad de camino todavía", le dice a Infobae Cultura del otro lado del teléfono. Su búsqueda está puesta en el período en que fue director de la Biblioteca Nacional, esos 18 años entre 1955 y 1973.
"No hay mucho de lo que hizo en la Biblioteca Nacional, y la verdad que no hizo casi nada. No era el gran director, era una figura. No cobraba un sueldo grande, era más bien un sueldo cómodo para un intelectual. Leía y escribía ahí. Lo que logró es que cambie de sede, aunque se hizo unos años después de su muerte. A veces iba a la Casa Rosada, una vez le pidió a Onganía que actualizara los sueldos de los empleados", agrega.
1- Biblioteca del padre
Para pensar la lectura en Borges es necesario dividirla en bibliotecas, esos lugares donde caben mil mundos. La primera, la de su padre, Jorge Guillermo Borges.
"Borges vivía en la calle Serrano y era un barrio muy alejado del centro. Un barrio de malevos y orilleros, y no podía salir mucho a la calle. Entonces pasaba horas en la biblioteca", cuenta Zunini, y agrega que "la primera versión del Quijote que leyó la leyó en inglés. Siempre leyó a Cervantes… y mucha bibliografía en inglés, así estaba compuesta la biblioteca en su mayoría. Ahí se la pasaba leyendo, escribiendo, jugando con la hermana, jugando al ajedrez con el padre".
"Uno de los primeros libros que leyó fue Tom Sawyer de Mark Twain. También Huckleberry Finn. Y leía filosofía porque el padre era spenceriano. El padre lo metió en las paradojas de Zenón y la tortuga de Aquiles. Lo metía en ese mundo". ¿Algún libro prohibido de la infancia? Paradójicamente, El Martín Fierro "era el único libro que tenía prohibido, pero no se lo prohibió el padre, sino la madre".
—¿Qué es lo que viste en esta biblioteca?
—Un filón de textos para pensar al padre como su gran incentivador de su literatura.
2- Biblioteca Miguel Cané
El primer trabajo de Borges, digamos, fue en la Biblioteca Municipal Miguel Cané de Buenos Aires. Tenía 38 años cuando entró y fue, explica Zunini, "pocas semanas antes de que muera el padre. El 8 de enero de 1938 y estuvo hasta 1946. En esa biblioteca leía de todo. Incluso llegaba leyendo en el tranvía La divina comedia. Pensá que en esa época todavía había calles de tierra y era un barrio alejado".
"Compró muchísimos libros en inglés. Consiguió que la biblioteca tenga un gran catálogo en inglés. Por ejemplo, de Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon hizo que compraran los seis tomos. En ese libro está la famosa frase de que en el Corán no hay camellos, porque él no leyó el Corán (…) A Borges le gustaba mucho una novela de Agatha Christie en donde el narrador se convierte en el asesino. Eso a mí me da mucho que pensar en su cuento de Hombre de la esquina rosada. Yo creo que la idea la saca de ahí", explica.
—¿Leía policiales?
—Claro. Le gustaban las novelas policiales inglesas pero no las norteamericanas, porque decía que no proponían una idea desafío al lector. En las inglesas sí generan una trama distinta. En las novelas norteamericanas hay mucha declinación y sexo, y a Borges no le gustaba el sexo. Por otro lado, siempre leyó a sus contemporáneos. Pero los contemporáneos de Borges eran ocho, no como nosotros que leemos a todos. Él era reticente a leer gente que no eran sus amigos. Por ejemplo, acá escribió el prólogo de La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares y gran parte de El Aleph".
3- Biblioteca Nacional
Y la tercera biblioteca, desde luego, es la Biblioteca Nacional. En aquel momento estaba sobre la calle México. Hablamos del año 1955 cuando, tras un golpe militar —la llamada Revolución Libertadora— que derrocó a Perón, Borges es designado director de la emblemática institución. Allí permaneció 18 años.
De todo ese tiempo, un libro —más que un libro, una investigación— de Laura Rosato y Germán Álvarez da cuenta de sus lecturas. Se llama Borges, libros y lecturas y allí se analizan las anotaciones que el escritor hizo en casi 500 libros que en su momento donó a la Biblioteca. "Lo de la Biblioteca Nacional es maravilloso —dice Patricio Zunini—. En ese libro se ve que Borges leía todo. Como bibliotecario hacía algo que no tenía que hacer: anotaba. Él tenía que preservar los libros para futuros lectores. Además, se creía que él robaba libros de la biblioteca, cuando en realidad era al revés. Compraba libros y los dejaba".
"Leyó a Joyce, aunque no completó el Ulises. Leyó Flaubert con mucho entusiasmo. Lo mismo con Kafka: lo leyó muchísimo. Y para esta época creo que se empieza a distanciar un poco de la literatura contemporánea y empieza a leer libros más antiguos. También leía mucha literatura oriental. Sabía mucho de budismo, de hecho escribió un libro lleno de categorías y subdivisiones".
—¿Este es el momento en que queda ciego?
—Sí, llega a la biblioteca y pierde los ojos, pierde la vista. Queda ciego en el 55, 56. nunca perdió la vista del todo. Entonce le leían: la madre, Manguel, amigos, mujeres, sus secretarias. Tuvo un montón de lectores, supongo que María Kodama también.
—Entonces, ¿cómo era la relación de Borges con la lectura?
—Una relación utilitaria con los libros, tenía. Yo no tengo conocimiento de que haya tenido un ejemplar que lo acompañara a lo largo de la vida, por ejemplo. Y se nota esa relación que es íntima porque los intervenía, los escribía con esa letra chiquitita e ilegible que tenía. Ha perdido libros que le prestaban, los extraviaba. Digamos que era una relación utilitaria… íntima y utilitaria.
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