¿Cuándo empieza la historia? ¿Y dónde?
El origen siempre es una incógnita porque pareciera que todo existió desde siempre y la documentación que nos romantaría a esa escena inaugural —que no existe— es meramente especulativa. Por eso la pregunta que sí vale la pena hacer es esta: ¿cuál es el gran giro narrativo en la historia de la humanidad, cuál fue la primera globalización? Hay un consenso que dice que la respuesta está en el poblamiento de América.
No, no estamos hablando del "descubrimiento", esa palabra que se usa para definir la llegada de los europeos a una isla del Caribe en 1492 y su consiguiente colonización. Acá, de lo que hablamos es del proceso de dispersión de la especie humana en el continente americano. Mucho, muchísimo tiempo antes de que las sociedades se organizacen en torno a feudos. Porque los estudios científicos afirman que no hay humanos originarios de América. Entonces, si es así, ¿de dónde llegaron?
La evidencia paleoantropológica sostiene la hipótesis de que los primeros pobladores llegaron desde Siberia durante la última glaciación. Lo que hoy se conoce como estrecho de Bering antes fue un puente de tierra completo que unía el extremo oriental de Asia —hoy: Uelen, Siberia— y el extremo noroccidental de América —hoy: Tin City, Alaska—. Entre el 15 mil y el 14 mil años a. C. se habría dado el cruce.
¿Son los pueblos siberianos los ancestros de los pueblos originarios americanos?
Por estos días, en La Abadía, ese monasterio gigantesco en medio de la ciudad devenido centro de arte y estudio, tiene en sus salas una exposición inquietante. Se llama Las otras fronteras. Fotografiando el Far East y consta de una gruesa serie de fotos —99 para ser exactos— realizadas por expediciones de etnógrafos, folcloristas, antropólogos y fotógrafos rusos entre fines del siglo XIX y principios del XX en lo que se conoce como Lejano Oriente. Far East en inglés. Las imágenes documentan diversas zonas del territorio del antiguo imperio zarista pasando por el Cáucaso, el Ártico, Asia Central y Siberia.
Hay paisajes, construcciones, familias, hermanos, campesinos, niños, recién casadas, chamanes y una significación que se abre paso en el desierto de la mente humana con un blanco y negro alucinante. En la mirada de esos habitantes de poblaciones perdidas entre la nieve y el campo está el brillo de lo primitivo, de ese origen imposible, de esa esencia con la que fabulamos. Es un viaje a lo profundo de ese eslabón perdido que une las dos grandes regiones del mundo y esa gran migración que pobló el planeta.
"Se trata de entender a nuestro continente, pero de una manera distinta", dijo Sebastián Blanco, director general de La Abadía, cuando se realizó la presentación de la exposición a la prensa. Por su parte, Facundo de Almeida, director del MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena de Montevideo) y encargado producir la gira de la exposición por América Latina, remarcó que estamos frente a los "antecedentes de los pueblos indígenas americanos".
Quien se permitió realizar un relato más largo fue el curador, Joan Gregori Berenguer, que además es el comisario general de la exposición en nombre de la Diputación de Valencia. "Si hubo una primera globalización fue con el poblamiento de América", dijo y agregó que "el elemento más significativo que une a los pueblos del Norte de Asia y sus descendientes amerindios es el chamanismo. Eso lo observamos en ambos conjuntos de pueblos: los siberianos y los nativos americanos, y está muy presente en esta muestra."
Hay una foto, quizás la más imponente de la serie, que te atraviesa: el chamán Fiodor Poligus, junto a sus espíritus protectores, mira a cámara desde la Siberia del Este de 1907-1908. Tiene el pelo largo, las manos juntas y la mirada penetrante. Su expresión es la de un hombre que ha visto el abismo. La foto la sacó Konstantin Alexandrovich Maslennikov y es posible que al momento de revelarla un escalofrío le haya recorrido la espalda.
Estas fotografías permanecieron guardadas y clasificadas durante décadas en la Unión Soviética. Detrás de la cortina de hierro, Occidente nunca supo que existían estos documentos. Hasta hace poco, cuando las encontraron. Es el Museo Etnográfico Ruso de San Petersburgo, el más grande en su tipo en el mundo, el que las expuso. Luego se las otorgó al acervo del MAPI a partir de una donación realizada por la Diputación de Valencia en el año 2016. El objetivo, aseguran las autoridades, es visibilizar y revalorizar los nexos culturales que unieron al continente americano con las tierras siberianas para recuperar los ancestros compartidos.
Cuando Joan Gregori Berenguer se topó con las imágenes no lo podía creer. Lo dice ahora, en una sala de La Abadía frente a una docena de periodistas en silencio: "Ni en mis sueños podía imaginar que existían estas fotos". Entonces, en ese momento lo supo. Tenían que cruzar las fronteras y exhibirse en América. El diálogo con esta parte del mundo era necesario. Luego de las palabras, el recorrido histórico, las reflexiones, fue el turno de contemplarlas.
Pero antes, como una bisagra entre las explicación y las obras, la orquesta Capella Peregrina tocó para ambientar el viaje. Con instrumentos no convencionales y mientras algunas imágenes de los pueblos de Siberia se proyectaban en la pared, le pusieron música al paisaje.
Entonces, el recorrido. Ver las fotos y pararse unos cuantos segundos frente a cada una. Inspeccionar detenidamente los rostros de aquellos habitantes fotografiados, sus ropajes, las herramientas de trabajo, el lugar donde habitaban. ¿De qué nos habla ese Lejano Oriente? ¿De dónde sale la fuerza con que estas fotografías se abren paso en nuestro desierto mental?
Acá, ahora, desde la lejanía —no sólo temporal, también espacial, y por ello cultural—, tratamos de comprender a estos pobladores. No parece, pero somos lo mismo. Este diálogo es necesario, porque inquieta, pero también tranquiliza.
* Las otras fronteras. Fotografiando el Far East
De martes a domingo y feriados de 12 a 20 horas
Hasta el 11 de noviembre
La Abadía. Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos
Gorostiaga 1908 – CABA
Entrada: $80-
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