Por Esteban Castromán / Iñaki Echeverría
Microteatro // El espíritu de la época
Un amigo me dijo que un amigo le dijo que toda la vida prefiere quedarse encerrado sexeando en vez de salir a cualquier lado un viernes por la noche.
Porque salir de bares le parece absurdo, el cine trasnoche un moño, ir a ver una obra de teatro un plan complejo e interminable. Ni hablemos de una disco. Ni hablemos de esas fiestas que germinan espontáneas sobre el lado más divertido y salvaje de la nocturnidad.
Si bien no conozco a este amigo de mi amigo, podría decir que su inercia a la reclusión no es muy original. Que nuestro tiempo disponible para el ocio es limitado y decrece, no es una novedad; que flotamos en una marea de ansiedad frenética y deseamos acceder a todo inmediatamente, tampoco.
Si proyectamos esta inercia en términos de hábitos actuales de consumo cultural podríamos decir que el éxito global y expansivo del formato Microteatro se debe a que sus creadores entendieron el signo de la época.
Entendieron el auge de los formatos breves con su ficción dosificada, persistencia efímera, ultra customización: salas de 15 metros cuadrados para 15 personas donde transcurren obras de 15 minutos que se renuevan todos los meses.
Entendieron que mucha gente suele ir a deteminados lugares (incluso, o tal vez enfáticamente, en el ámbito del ocio) por obligación o motivada por razones transversales a la cuestión en sí.
Por eso entrar en la experiencia Microteatro Buenos Aires podría ser muchas cosas: cervezas artesanales entre amigos, la degustación de un plato craneado por el chef Federico Fialayre como parte de su "cocina callejera" y, por supuesto, su ecléctica y diversa oferta de micro obras para entrar a ver en cualquier momento.
Le voy a proponer a este amigo de mi amigo que cuando decida salir de su burbuja ermitania me avise, así lo paso a buscar para ir a esta versión comprimida zapping mutante del teatro off porteño.
En el camino podría contarle algunos detalles del formato: que fue creado en un antiguo prostíbulo madrileño en 2009 donde participaron más de 50 artistas, que luego de su inesperado éxito se transformó en una franquicia y ahora tiene sedes en Aguascalientes, Barcelona, Guadalajara, Lima, Málaga, Miami, Monterrey, Puebla, Sevilla, Valencia y Veracruz; además a la que estamos yendo.
Aun si rechaza la propuesta, no problema, lo entendería: en esta época todos andamos algo alterados.
Loca Orquesta de Tablets // Si el sonido es otra piel
1918-Re/Formas-2018 es el nombre de la acción que sucedió el miércoles pasado en el Centro Cultural Ricardo Rojas para celebrar los cien años de la Reforma Universitaria.
A un costado del escenario, la Orquesta de la UBA: veinte músicos ejecutando instrumentos tradicionales bajo la dirección de Guillermo Cardozo Ocampo. Al otro costado, la Orquesta de Tablets: cuarteto a cargo de Ciro Cavalotti encargado de inyectar trance en la aldea electrónica.
Tal cruce de experimentación e incertidumbre fue una metáfora sonora perfecta para representar aquel síntoma libertario de la Reforma que impulsó la educación pública. Este concierto repite el miércoles 8 de agosto a las 19h en la sala Batato Barea del Rojas (Corrientes 2038, CABA) con entrada gratuita.
Arte y tecnología, pero también aprendizaje y juego.
Porque en "Loca Orquesta de Tablets (LOT)", taller dirigido a chicas y chicos de 5 a 12 años que coordina Cavalotti en vacaciones de invierno y durante el resto del año, se crean piezas colaborativas de sonido mediante el uso de tecnología táctil, intuición y percepción física.
Porque siempre, el cuerpo.
Porque, ¿acaso existe algo más somático que la música?
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