Hay personas que prefieren mantenerse invisibles. Conscientemente se repliegan en su trabajo, en lo que específicamente les compete y sólo saben de su labor, de su capacidad, de su pasión quienes están cerca. El gran público no conoce a Kive Staiff porque no es famoso. Pero el mundo del teatro lo estima muchísimo. Ayer murió y una ola de dolor inundó la cultura.
Su historia comienza Entre Ríos, octubre de 1927, hace casi 91 años. Fue director del Teatro San Martín en tres períodos (1971-1973, 1976-1989 y 1998-2010), también del Teatro Colón aunque empezó como periodista, ensayista y editor. El teatro fue su vida y quienes lo conocieron lo reafirman: pocas personas supieron moverse entre artistas y funcionarios como él; pocas personas tuvieron su habilidad como gestor cultural. En esta nota, la palabra de diferentes personalidades y referentes del rubro que trabajaron con él, que lo conocieron en la formalidad y en la intimidad. Mejor que hablen ellos.
Una carta y los senderos que se bifurcan
Muriel Santana
A veces no hay explicación. El universo se mueve y las cosas suceden. Muriel Santa Ana estaba pintando su casa y reordenando cosas viejas que fue juntando con el tiempo, cuando encontró una carta de Kive Staiff. Fechada en junio de 2002, la recibió antes de estrenar La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. "Imaginate para casi una debutante como yo, llegar al camarín y encontrarme con un sobre a mi nombre", dice y ahora, en diálogo con Infobae Cultura, lee la carta en voz alta. En su cadencia se percibe la interpretación actoral pero también el sentimiento espontáneo. "Por algo no la tiré, porque tiré de todo, eh. ¡Y ésta no la tiré!", cuenta la actriz y en su mente se bifurcan senderos llenos de anécdotas y recuerdos que aparecen a medida que charla fluye.
Su debut en el San Martín fue en 1999 con Galileo Galilei de Rubén Szuchmacher, obra que había protagonizado antes su padre en 1984. Walter Santa Ana fue un emblema del teatro y, casi por consecuencia, amigo de Kive Staiff. "Mi papá tenía carácter fuerte. Kive también. Supe de muchas agarradas que tuvieron. Pero eran peleas con altura, que tenían que ver con la calidad. De la relación de ellos dos, tengo acá —dice Muriel del otro lado de teléfono mientras mira las páginas de un libro— un ejemplar de las obras completas de Borges. Se lo regaló Kive. Está fechado en diciembre de 1980 y dice: 'A Walter Santa Ana con el agradecimiento del Teatro San Martín en su aniversario…" En la casa de mi papá tengo muchos libros dedicados por Kive".
"Mi papá lo último que hace en su vida como actor lo hace en el San Martín", dice, y narra el momento en que esas piezas calzaron exactas: "Yo estaba con él entrando a un estreno, se abre la puerta del ascensor y baja Kive. Nos saludamos los tres. Y le dice: 'Walter, ¿cuándo venís a hacer algo acá?' Y mi viejo le dice: 'Sos vos el que no me llamás. ¿Cómo no voy a trabajar acá si este es mi teatro?' Se cargaban, se abrazaban. Entonces Kive le dice: 'Bueno, ¿qué querés hacer? Lo que vos quieras' Y mi viejo le dice La última cinta de Krapp de Samuel Beckett. Al año siguiente mi papá estaba estrenando, y un año después se murió".
Muriel Santana se toma una pausa, como quien toma aire, y vuelve sobre Kive Staiff: "Él tenía el gesto de aparecerse en todos los estrenos y últimas funciones, y en la mitad de la temporada también, pero hacía una recorrida camarín por camarín preguntando cómo estabas, alentando. Era un tipo imponente. Era una persona que una, como actriz, quería actuarle, quería gustarle, quería su aprobación, porque te daba la tranquilidad del trabajo bien hecho. Era una figura inspiradora y de seriedad en el oficio. Él le daba al actor y a las actrices ese estatus que yo y muchas de mis colegas buscamos: el estatus de ser una comunicadora, una aportante de la cultura a la comunidad. Él le daba nivel, le daba categoría".
"Le estoy profundamente agradecida porque en el San Martín hice escuela. Y además, siendo espectadora con los títeres, el ballet, en el hall, ¡la cantidad de espectáculos que vi en el hall! Y, después, tantos músicos importantes, los ciclos de la Lugones. Durante mi juventud estuvo siempre el teatro San Martín, forma parte de una totalidad en mi formación. Al mismo tiempo que estudiaba teatro también me formaba mirando teatro, y mirando a los grandes actores que siempre tuvimos. Ahora también tenemos pero esa fue como una época de oro".
"Ayer supe la noticia por una fotógrafa del San Martín y lo primero fue una sensación de vacío por lo que representó y lo que representa como emblema de gestión cultural, de proyectos, de repertorios… lo abarcaba todo. Él, siendo director de semejante estructura, buscaba equilibrar, vinculaba sindicatos, gremios, la parte técnica, la parte artística. Era un tipo muy respetado y temido también, pero sobre todo respetado, porque se podía hablar", concluye.
…………………………….
Garante de la zona de consagración
Alejandro Tantanian
Alejandro Tantanian recuerda a Kive Staiff como un padre. "No sólo para mí", dice, "sino para mucha gente. Él tenía esa cosa parental, porque era muy generoso y te ayudaba, pero también te castigaba. Abría y cerraba puertas. Fue un hombre de mucha cultura, una persona complejísima y también extraordinaria". Y no es un cliché, o tal vez lo sea, porque ¿cómo no volverse un cliché cuando de amor, respeto y amistad se trata?
Aquí el gesto inicial de Staiff y la gratitud de Tantanian: "Fue la primera persona que confió profesionalmente en mí. Allá por los comienzos de los años 2000. Yo estaba preparando una versión de La señorita Julia de August Strindberg que llamé Julia, una tragedia naturalista. Hice la versión y la dirigí. Y él me dijo 'no lo hagas afuera, hacelo acá'. Para mi generación el San Martín es una especie de zona de consagración. Me generó mucha seguridad, fue muy importante ese espaldarazo".
"Todo lo que fue su última fase de trabajo, del 2000 al 2010, yo estuve muy cerca de él. Formamos un grupo de lectores que le acercaban textos para el San Martín. Teníamos una relación muy entrañable, charlábamos mucho de lo que leíamos, de forma muy periódica", cuenta quien hoy es el director del Teatro Cervantes, y agrega: "Hizo mucha fuerza para que yo lo heredara. Después no se dio pero tuvo mucha confianza en que yo podía hacerme cargo de ese teatro. Y cuando ocurre mi designación en el Cervantes, mi manera de entender la gestión, pese a que son tiempos diferentes, siempre estuvo ligada a cómo él pensaba el teatro. Por ejemplo, a cómo él entendía que la generación de los nuevos públicos es fundamental".
"Solía venir al Cervantes, cuando podía venía a algún estreno. En los últimos años empezaron los problemas de salud, sabíamos que el desenlace era inevitable. Esto es un dolor muy grande, porque realmente es una figura trascendente en la cultura de esta ciudad", concluye Tantanian.
……………………………………..
Discutir como si fuese un sketch
Renata Schussheim
El teatro no es solamente un escenario iluminado con un público mirando expectante o aplaudiendo sin cesar. Detrás de la escenografía, incluso antes de que el show comience, hay un trabajo que lo desborda. Renata Schussheim es una eminencia en lo que a diseño y vestuario se refiere. Y desde ese lugar cuenta cuando conoció a Kive Staiff, varias décadas atrás.
"Lo quería mucho y lo respetaba mucho", le dice a Infobae Cultura horas después de enterarse de su muerte. "Lo conocía desde las épocas en que era crítico de teatro. Era muy culto y muy entretenido y con mucho sentido del humor. Como crítico no era temido, pero era muy culto y muy objetivo, y además escribía muy bien. Después durante toda su gestión en el San Martín tuve mucho trato. Su gestión de teatro, que pasó por diferentes gobiernos, fue muy especial. Se dio mucha obra de afuera y mucho teatro importante. Era una persona que estaba muy al tanto de cómo funcionaba el teatro. Aparecía en cualquier momento… en sastrería, en el taller… estaba siempre presente. Veía un pucho y lo levantaba. Era así", recuerda.
Continúa Schussheim con su memoria, rescatando anécdotas del tiempo: "Nos llevábamos muy bien. Siempre hacíamos chistes porque la negociación por el contrato era con él. No te derivaba, te recibía él en su salón, te invitaba un café y charlabas. Y siempre entrábamos en una discusión que era una especie de sketch, entre lo que me ofrecía y lo que yo quería ganar. Nos reíamos mucho".
…………………………………………………….
Por la vida de cada uno de nosotros
Jorge Telerman
Del otro lado del teléfono, Jorge Telerman dice que tiene "todas cosas buenas para decir" de Kive Staiff. Lo conoció mucho, trabajó con él en varias oportunidades y mantuvo una amistad hasta sus últimos días. "Hace 15 días nos vimos y lo convoqué para la iniciativa del Centro de Documentación. Pensábamos hacerle un homenaje y no pudo salir. Estuve al tanto todo el tiempo porque soy amigo de su familia", comenta.
¿Desde qué momento se conocen? Telerman hace un silencio y busca en su memoria, allá, al fondo: "Lo convoqué en el 2000 cuando era Secretario de Cultura y con él armamos el Complejo Teatral, lo que empezó a ser la red de teatros públicos de la Ciudad de Buenos Aires, su planificación, con el San Martín a la cabeza. Hicimos una gran amistad, producto de la buena relación pero también de una gran coincidencia en lo cultural", comenta, pero se interrumpe y recuerda: "Ya habíamos trabajado en la Cancillería y desde los 90 empezamos a tener una buena relación. En el 91 yo me fui del país y a la vuelta, cuando regresé, me acompañó durante toda mi gestión".
"Es una de las personas centrales de nuestra cultura que mucha gente no sabe lo importante que ha sido para su vida, y es lógico. Ha hecho mucho por la vida de cada uno de nosotros. No fue una figura masiva en su proyección pero sí muy conocida y muy respetada por todo el ámbito de la cultura", dice y concluye: "Kive Staiff pensó el teatro como una pieza más de la fuerza cultural que tiene la ciudad y la importancia que desde lo público hay que darle: no sólo para hermosear la ciudad, sino también para mejorar la calidad de vida de las personas".
………………………………………….
Entre gestiones y conversaciones
Darío Lopérfido
"Kive Staiff fue una de las personas más importantes que tuvo el mundo de la cultura en la Argentina", sentencia Darío Lopérfido en diálogo con Infobae Cultura, y continúa: "Yo aprendí a ver teatro cuando era muy jovencito en la extraordinaria gestión que él había hecho en la década del setenta. Y siempre lo admiré mucho. Tuve la enorme fortuna de ser Secretario de Cultura en el año 97 y lo volví a nombrar Director del San Martín, de donde había sido removido unos años antes. Para mí fue un lujo conocerlo, trabajar con él. Alguno de los espectáculos más importantes que se llevaron a la Argentina, espectáculos de Pina Bausch o Tadeusz Kantor que son creadores del mundo y de la historia, los vi por primera vez porque Kive los llevaba. Lo mismo que el fabuloso Elenco Estable del Teatro San Martín de las décadas del setenta y ochenta que fue un elenco memorable, que no sólo hacía enormes presentaciones en Buenos Aires, también salió de gira por muchos lugares del mundo y era muy respetable".
Lopérfido conoce del paño: fue secretario de Cultura de la Ciudad y de la Nación durante el gobierno de la Alianza y volvió a la escena pública como director del Teatro Colón en 2015 y como ministro de Cultura de la Ciudad hasta mediados de 2016. Durante todos esos años y esos cargos, asegura, conoció a pocas personas —por no decir ninguna— como Kive Staiff. "Yo aprendí mucho de él viendo cómo gestionaba y en las conversaciones que mantuvimos, cuando tuve la fortuna de compartir gestión. Me siento afectado por su muerte, pero también me siento agradecido por todo lo que me enseñó, la trayectoria y la relación personal que tuve con Kive", concluye.
______
SEGUÍ LEYENDO
Cómo se ve por dentro ahora el Teatro San Martín
Jorge Telerman: "Ningún partido cuando nace tiene asegurada la vida eterna"