Decir tango es decir bandoneón y decir bandoneón es decir Aníbal Troilo. Y es justamente en homenaje al día que nació Pichuco, el 11 de julio de 1914, que se sancionó una ley para que su vida quedara ligada definitivamente al instrumento que fue una extensión de él y que se apropió de sus emociones.
Primero fue la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la que el 13 de abril de 2000 sancionó la Ley 366 que decretó que el 11 de julio sería el Día del Bandoneón. Cinco años después el Congreso de la Nación declaró esa fecha como Día Nacional del Bandoneón al sancionar el 18 de mayo de 2005 la Ley 26.035.
Esa norma fue impulsada por Francisco Torné (nieto de Zita Troilo, esposa de Pichuco) y el poeta Horacio Ferrer, amigo del músico y presidente de la Academia Nacional del Tango.
Aníbal Carmelo Troilo nació en Buenos Aires el 11 de julio de 1914 y su nombre es sinónimo de bandoneón. Además fue un extraordinario compositor y director de orquesta de tango que comenzó a experimentar sonidos, que dirigió las orquestas más importantes y que acompañó desde su bandoneón a las voces célebres del tango como a Roberto Goyeneche.
Los tres herederos de Troilo
Astor Piazzolla fue el hijo pródigo de Pichuco. Si bien Astor había comenzado a tocar el bandoneón desde niño fue al lado de Pichuco que exploró y reconoció su propio sonido, el que revolucionó definitivamente la música ciudadana y al mundo entero.
Piazzolla realizó su carrera en Europa porque el sonido del Nuevo Tango, que sumaba instrumentos eléctricos, no había sido bien recibido por la rama tanguera más ortodoxa de Argentina que ya se había acostumbrado al tango de orquesta típica. Sin dudas, Astor fue y será en la historia de la música uno de los compositores bisagra.
Para reconocer su talento innato basta escucharlo. En el video que antecede éstos párrafos, Astor toca en vivo en el Teatro Colón.
Osvaldo Piro fue declarado "revelación" en 1965 en un festival de tango que buscaba a los nuevos exponentes del género. Mientras estallaba el beat y el rock, él volvió a las raíces porteñas y se consagró.
Pronto inició su carrera y hoy es reconocido a nivel internacional como uno de los bandoneonistas del S.XXI más aclamados. También es director, arreglador y compositor del género y del instrumento que comenzó a estudiar con apenas 10 años.
Recibió no sólo el padrinazgo musical de Aníbal Troilo sino, nada menos, que el fueye al que hizo llorar el propio Pichuco, el premio máximo que puede tener y que lleva a cada uno de sus conciertos donde cuenta que el bandoneón que está por tocar fue un regalo del extraordinario Troilo.
Rodolfo Mederos nació cuando comenzaba la ola tanguera en Buenos Aires, en 1940 será por eso que se convirtió en el fundador de la banda de culto Generación Cero desde donde se animó a explorar.
Escuchar a Piazzolla lo marcó, tocar con él fue un sueño realizado, pero no fue ese el camino que siguió. Quiso hacer el suyo propio y que su instrumento tuviera voz propia y nueva. Se sumó a la orquesta del Maestro Osvaldo Pugliese y cuando abrió su propio camino continuó en la permanente búsqueda de su estilo.
Desde Generación Cero fusionó el jazz, el rock y la canción de Buenos Aires. Los que saben aseguran que Mederos "buscaba sonidos y rebuscados arreglos con reminiscencias impresionistas con una ruptura intencional". Es, sin dudas, uno de los músicos consagrados en el tango mundial éste siglo.
Cinco frases sobre el bandonéon
"El fuelle me atraía tanto como una pelota de fútbol. La vieja se hizo rogar un poco, pero al final me dio el gusto y tuve mi primer bandoneón: diez pesos por mes en catorce cuotas. Y desde entonces nunca me separé de él", Anibal Troilo.
"Mi bandoneón es como tener una mujer en los brazos. Lo acaricio, le pego. La excitación rítmica me lleva a eso", Astor Piazzolla.
"Yo me burlé de vos porque no te entendí ni comprendí tu dolor. Tuve la sensación de que tu canto cruel lo habías robao, bandoneón…", Enrique Santos Discépolo.
"Bandoneón, para qué nombrarla tanto, no ves que está de olvido el corazón y ella vuelve noche a noche como un canto en las gotas de tu llanto, ¡Che bandoneón!", Homero Manzi.
"Me jode confesarlo, pero la vida es también un bandoneón", Mario Benedetti.
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