Lucila toma una hoja, la acomoda sobre el regazo y la hace girar hasta que encuentra el equilibrio. A su lado, su madre, Silvia ya realiza los primeros trazos en lápiz del escenario del Teatro Colón. Sentadas en butacas, casi tienen el mismo espectro de luz y un ángulo muy similar, sin embargo se centran en diferentes detalles del primer coliseo argentino.
Ambas junto a otras 1500 personas participaron de la primera Jam de dibujo realizada, durante la mañana del domingo, como parte de los festejos por los 110 años de su edificio actual.
Una selección de las melodías de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, interpretadas en ese mismo espacio, acompañan el compás de manos inquietas, de quijadas que parecen caerse mientras los ojos, bien abiertos, centran su atención en algún detalle. Que en el Colón los hay, y muchos.
Lápices de madera, marcadores, fibras, crayones y biromes. Cada artista con su cartuchera, dueño de su técnica, centrados en un punto, macro o micro, desde las reproducciones de la Sala Principal con sus asientos y personas o recreando la cúpula que Raúl Soldi realizó en el 66 – de manera total o parcial- a la infinidad de arabescos, molduras y contornos que forman las venas del gran teatro nacional.
Magalí llegó desde Lanús, dice que antes de salir de la cama chequeó que la temperatura no llegaba a los dos dígitos, pero eso no la detuvo, como tampoco que el almanaque marcase domingo: "Es la primera vez que vengo al Colón. Soy estudiante de arquitectura y cuando leí en las redes la convocatoria me pareció que era la mejor manera de conocerlo. Poder recorrerlo a través del dibujo no es una oportunidad que se presente todos los días".
Y esa oportunidad nació a partir de un café entre María Victoria Alcaraz, directora del Colón, y la ilustradora Josefina Jolly, a cargo de la organización de la Jam. "Me crucé con un libro de Josefina sobre edificios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires y allí había varios del teatro. Tomando un café, me contó que hay muchos dibujantes, amateurs y profesionales, y salió la idea de invitarlos a dibujar. La convocatorio tuvo 2500 inscriptos, luego de una selección quedaron 1502", explica Alcaraz a Infobae Cultura.
"Continuamente estamos buscando acciones para invitar a nuevos públicos a que conozcan el teatro. El Teatro Colón es la casa cultural de la Argentina, cuantas más personas lo visiten, más lo van a querer, a respetar. Queremos despertar la curiosidad para que vuelvan a alguna de las otras propuestas. Pero eso es una construcción colectiva, que tenemos que hacer entre todos, y lo que deseamos es que la gente venga al teatro, que lo caminen, que lo dibujen, que lo lean", agrega Alcaraz.
En los asientos, balcones, pasillos internos y hasta el piso, los dibujantes hicieron propio cada centímetro. Como Mario, ingeniero de Belgrano, que por un día abnadonó el running matinal: "Debería estar corriendo, pero era imposible no venir. El Colón es más que una casa de ópera y su arquitectura tiene características alemanas, italianas y francesas, por lo que no hay ninguna otra igual en el mundo. Por eso es tan atrapante, por eso es muy difícil elegir qué dibujar".
Marina, de Palermo, por su parte, pertenece a un grupo de croquiadores urbanos que, una vez por mes, se reúnen para ilustrar los detalles de aquellos edificios que conforman la identidad de Buenos Aires. A diferencia de la gran mayoría no la atrapa la gama de dorados en las molduras, ni la majestuosa araña o plafonnier de la cúpula, tampoco ese rojo terciopelo que parece cobijar a los visitantes. Está en un pasillo interno de esos de los que comunican a los palcos baignoire, absorta en un marco y un dintel. "Me gustó ese otro aspecto, detenerme en lo que la mayoría no ve, como este lugar de tránsito que, si sabés cómo mirarlo, tiene su propia belleza", explica a Infobae Cultura.
Otra vez en la sala, algunos parecen ya acalambrarse en la persistencia de percibir las formas, otros median su perspectiva a través de la tecnología, sacando fotografías de aquello que les interesa, como también aquellos que directamente llevaron su tablet para dibujo digital.
También estuvieron aquellos que no les interesaba tanto "dibujar al Colón" como "dibujar en el Colón", tal como hizo Esteban, que con una microfibra en mano, confesó: "El Colón es espléndido, pero a mi me interesaba ver qué me generaba no desde la reproducción, sino desde la intuición". O Claudia, estudiante de bellas artes, que fue "a captar la esencia de las personas dibujando", o sea, a realizar retratos de artistas mientras realizaban lo suyo.
La Jam de dibujó en el Colón finalizó con los participantes levantando sus obras, compartiéndola en redes bajo el hashtag #DibujarEnElColón, con aplausos y abrazos, y retrató que, en el arte, todo se reduce a una cuestión de perspectiv
SEGUÍ LEYENDO