Un día para Buster Keaton, el genio de rostro impasible

Para celebrar el primer Día Internacional de Keaton, se proyectarán tres de sus grandes clásicos en el Cine Amigos del Museo de Bellas Artes. Un recorrido por la obra del también director que creaba sus gags desde la ingeniería y le ponía el cuerpo a cada uno de ellos

Keaton tuvo su momento más brillante durante los años 20 del siglo pasado, cuando tuvo control total de sus producciones

Durante la época del cine mudo los actores solían gesticular por demás. La expresividad, junto a un maquillaje contrastado que ayudaba a iluminar ciertos aspectos del rostro, eran esenciales para transmitir la emoción. Hasta que apareció él, el hombre impasible, Buster Keaton, quien sin importar si realizaba un salto de tres pisos, se subía a una locomotora en movimiento o se encontraba con un amor, mantenía esa misma mirada lánguida de ojos profundos que podía -y puede- robar carcajadas, causar ternura o tristeza. Todo realizando apenas una mueca.

Keaton, que se llamaba en realidad Joseph Frank, obtuvo como apodo el Buster de manera, al menos peculiar. O al menos eso dice la leyenda. Su padre, también Joseph, trabajó junto a otra leyenda, Harry Houdini, realizando shows sobre los poderes medicinales de algunas bebidas de dudosa elaboración, cuando el pequeño Joseph, de seis meses, cayó por las escaleras sin realizarse un solo rasguño. En su autobiografía, Keaton asegura que Houdini dijo algo así como "That's a real buster!", término que entonces se utilizaba para referirse a caídas que parecían causar lesiones. Y el apodo se hizo nombre y la caída, un estilo de vida.

Cuánto hay de realidad o ficción en la historia es imposible de determinar. Lo que sí se conoce es que la familia Keaton compartió en más de una oportunidad escenario con Houdini en diferentes teatros. Bajo el nombre The three Keatons desarrollaron un acto de vodevil en el que Buster a los 5 ya era la estrella indiscutida.

Allí, entre actos de escapismo de Houdini y la manera en que su padre lo lanzaba a través del escenario -o directamente al público- surgieron las primeras piruetas, la base de lo que luego llevaría a la gran pantalla, pero con otro nivel de sofsiticación y tecnicismo, tal como pueden verse en las películas que hoy, sábado 16, pueden disfrutarse en el encuentro Una tarde con Buster Keaton, organizado por el grupo Amigos del Museo de Bellas Artes, para celebrar el Día Internacional del gran cómico y director estadounidense.

Los tres Keaton

Aquellas piruetas forzadas no fueron del agrado de la Gerry Society, sociedad neoyorquina de protección a la infancia, que acusaban a los progenitores de explotación infantil. Desde el debut del pequeño en 1899, la Gerry persiguió por años al grupo familiar, hasta que en 1907 lograron que fueran excluidos de los escenarios neoyorquinos, por lo que no tuvieron más remedio que probar suerte al otro lado del Atlántico, en Inglaterra.

Con más pena que gloria, Buster regresa a la Gran Manzana y logra un contrato teatral que nunca llegaría a cumplir debido a que conoce por casualidad a Joseph Schenck, director de los estudios Comique Film Corporation, que tenía entre sus estrellas a Roscoe Fatty
Arbuckle, uno de los actores más populares de su época y que en la actualidad es más recordado por haber sido partícipe del primer "juicio-espectáculo" de Hollywood, cuando se lo acusó y condenó sin pruebas de violar y provocarle la muerte a la actriz Virginia Rappe.

Fatty Arbuckle y Buster Keaton en “Bell boy”

Con Arbuckle, que se convirtió en uno de sus mejores amigos, realizó su primera película Fatty, en la feria, trabajando juntos en un total de 15. Cuando conoció el veredicto contra Arbuckle, su comentario fue lacónico, fue "el día en que acabó la risa".

Para 1918 debió posponer su carrera para servir en la Primera Guerra Mundial. Durante sus 7 meses en Francia permanece alejado del frente realizando obras de teatro, pero aún así pierde parcialmente la audición.

Keaton en la Gran Guerra

Así, llegaron los años 20, los más fructíferos de su carrera, con 11 largometrajes y 11 cortos, teniendo en la mayoría de ellos el control absoluto sin tener ninguna acción de la productora.

"No debería decirlo, pero para mí Keaton es el mayor genio cinematográfico de la historia junto con John Ford y Alfred Hitchcok. Ejerció la puesta en escena total, donde no hay nada gratuito en la pantalla. Enseñó que el movimiento (regido por la inteligencia) puede hacer que las cosas cambien de sentido. Creó -esto lo dijo Chuck Jones y yo estoy de acuerdo- un tipo único en el cine: el héroe cómico, y hay pocos (Bugs Bunny, Jackie Chan y poco más). Y a pesar de que siempre ejerció la ironía (el final devastador de College, con la pareja que en tres planos se casa, se aburre junta y termina con las tumbas una al lado de la otra) pensaba que la inteligencia y el coraje eran las llaves para la felicidad", explicó Leonardo M. D'Espósito, curador de cine en el Museo Nacional de Bellas Artes a Infobae Cultura.

"El más grande de todos los payasos de la historia del cine", como lo llamó Orson Welles, fue un pionero en varios aspectos. Por ejemplo, evitaba los títulos que separaban las escenas, porque entendía que la postura, la gestualidad y la acción debían contar la historia: "En ese momento, el promedio de carteles en las películas era de 240, yo lo máximo que use fueron 56", recordó Keaton en una entrevista.

Cuatro muestras de ese rostro impasible, “stone face” o cara de piedra

Durante el festival del Bellas Artes se presentarán tres películas: El conquistador del Oeste, El moderno Sherlock Holmes y el clásico de clásicos El maquinista de la General, film que figura en el puesto 18 de la lista de los 100 mejores del American Film Institute​ y en el 34 de las mejores películas de todos los tiempos, según la British Film Institute,​ el puesto más alto conseguido por una comedia.

"Para mí son las más representativas por varias razones. Las tres incluyen un elemento paródico (Go West sobre el western, Sherlock Jr. sobre el film de aventuras, The General evidentemente parodia El nacimiento de una nación -y Keaton ya había parodiado a David Griffith con The Three Ages, que se burla de Intolerancia); las tres, esa acumulación sin prisas y sin pausas que lleva a finales monumentales y cómicos al mismo tiempo", explica D'Espósito.

De “El maquinista de la general”

Y agrega: "Las tres, por otro lado, juegan con la idea de que lo imaginario es muy diferente de la realidad. El Oeste de Go West es un lugar aburrido y lleno de trabajo; el cine de Sherlock Jr. es un refugio y no una solución a los problemas; la guerra en The General es una carnicería idiota y no un logro épico. El juego con la fantasía permite, además, que el espectador de hoy cruce la distancia temporal que hay con el director, que de paso es de los más modernos que dio el cine".

Otras de las particularidades de Keaton es que fue su propio doble de riesgo. O sea, cada una de las caídas, de los golpes, de los peligros que se producían alrededor de los gags que él mismo creaba, incluso en la parte técnica, una suerte de ingeniero del humor, llevaban su firma de principio a fin.

Para Keaton la única manera de hacer creíble un gag era que fuese verdadero, no solo sin dobles de riesgo, sino también sin maquetas, ni edición. Eso lo llevó a realizar trucos terriblemente sofisticados, que en la mayoría de los casos debían hacerse en una sola toma. Estos artilugios también fueron caros para la época, por lo que el estudio en el que trabajaba decidió sacarle el control total de sus filmes y así su estela de genialidad, esa mezcla de perfeccionismo de reloj con improvisación, comenzó a desvanecerse del resto de su producción.

En la década del '30, su carrera tomó un rumbo que no lo hizo para nada feliz e incluso lo llevó a tener problemas de alcoholismo. Odiaba el éxito que tuvo en las películas junto a Jimmy Durante por no considerarlas de buena calidad y se convirtió en un "guionista de gags" para la Metro-Goldwyn-Mayer, especialmente para algunas películas de los Hermanos Marx, como Una noche en la ópera (1935) y Una tarde en el circo (1939).

Keaton junto a Jimmy Durante en “Speak Easily” (1932)

Sobre el final de su carrera tuvo tres papeles menores que le valieron cierto reconocimiento, especialmente en Sunset Boulevard (1950), de Billy Wilder, donde interpreta a una antigua gloria del cine, y Candilejas, (1952), de y con otro genio de la época, Charles Chaplin. En La vuelta al mundo en 80 días (1956), de Michael Anderson, también aparece junto a otra gloria del humor, pero esta vez latinoamericano, como Cantinflas, y allí da vida al jefe del tren, en un homenaje a su recordada El maquinista de la General.

Junto a Chaplin, en “Candilejas”

En 1960 recibió un Oscar honorario por su importante contribución artística a la industria del cine, mientras que cinco años más tarde se produjo su última aparición en público. Durante el Festival de Cine de Venecia, Keaton fue ovacionado por su rol en el drama Film, dirigido por Alan Schneider, pero escrito por Samuel Beckett, en la que fue la única incursión del dramaturgo irlandés en la pantalla grande.

Algunos meses después, el hombre del rostro impasible, la cara de piedra (stone face, como lo llamaban en EEUU), falleció en su casa de Los Angeles a los 70 años. La historia del cine y la manera en cómo entendemos el humor hasta la actualidad, siempre le estará en deuda.

*Una tarde con Buster Keaton
Cine Amigos del Museo de Bellas Artes
Av. Figueroa Alcorta 2280
Entrada gratuita
Agenda:
16: El conquistador del Oeste (1926, 78′)
17.30: El moderno Sherlock Holmes (1924, 48′)
18.30: El maquinista de la General (1926, 88′)

SIGA LEYENDO