"Los premios son buenos para quien no los espera ni los busca y pésimos para el carácter y la integridad de quien trata de conseguirlos", escribió Adolfo Bioy Casares en sus diarios íntimos publicados bajo el título Descanso de caminantes. De lo que no hay dudas es que los premios son muy buenos para quienes los reciben. Y no solo por lo económico, sino también porque suelen ser un gran trampolín dentro de la escena literaria.
"Una cifra significativa, una buena editorial y una difusión potente sólo las logré cuando gané el Premio Clarín. En otras palabras, la respuesta por haber ganado el Clarín ha sido y es una enorme fuerza de difusión y comunicación con el gran público. Ayudó muchísimo a mi carrera de escritora en la medida en que me dio una visibilidad que no tenía", cuenta la escritora Agustina Bazterrica, ganadora de la edición 2017 con su novela Cadáver Exquisito.
Un concurso para obras inéditas también puede ser de gran utilidad en la organización del trabajo de un escritor y un empujón a la hora ponerle un cierre a un proceso que quizás podría demorarse mucho más si no fuera por el apremio de la fecha límite de presentación del certamen. "Creo que sirven para la disciplina. El plazo de cierre ayuda porque te pone un final. Sino una se podría quedar escribiendo y corrigiendo toda la vida. Igualmente yo como soy periodista estoy acostumbrada a cerrar un texto sin que esté perfecto", dice Tamara Tenenbaum, periodista, autora del libro de poesía Reconocimiento de terreno y ganadora del concurso de cuentos Ficciones, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación en homenaje a Borges.
"Tenía algunos cuentos y ví el concurso. Pedían 200 mil caracteres y yo tenía 40 mil. Me puse a escribir y dije: si llego, llego. Y lo mandé y gané. Ahora estoy corrigiendo los cuentos, porque los tuve que mandar por el límite pero hay cosas que hoy las veo un poco desprolijas", agrega Tenenbaum.
"Yo no empiezo a escribir algo pensando en un concurso, pero cuando termino, o estoy por terminar, me fijo si hay alguno que pueda servirme. No es que me vaya a cambiar el libro en sí, pero me puedo poner pautas como trabajar y corregir el texto tres horas por día. Así uso el plazo final del concurso para jugar por un rato a ser un escritor profesional", dice Manuel Soriano, escritor argentino que vive en Uruguay y ganó el Premio Clarín de Novela XVIII en 2015 por su novela ¿Qué se sabe de Patricia Lukastic?. "Ya la estaba trabajando hacía tiempo. El concurso me ayudó a ponerme un plazo y obligarme a terminarla", cuenta Soriano sobre la novela que resultó premiada por un jurado de reconocidos escritores latinoamericanos compuesto por Sylvia Iparraguirre, Leonardo Padura y Sergio Ramírez.
"Lo económico es lo principal, sin duda, porque es una forma de comprar tiempo", agrega Soriano y recuerda lo que vino después del Premio Clarín. "La consecuencia más importante fue que la novela se publique en Francia, cosa que no sé si hubiera pasado sin el premio. Cuando gané el Clarín tuve mis dos días de fama, me hicieron una producción de fotos en la que me iluminaban con una de esas pantallas metalizadas, y la gente pasaba y decía: ¿y este quién es?. Y yo me sentía bastante incómodo. Pero después volví a Montevideo, tuve que pagarle un asado a mis amigos escritores de acá, y todo volvió a la normalidad", dice Soriano que antes ya había ganado el Premio Narradores de la Banda Oriental en 2011 con su libro de cuentos Variaciones de Koch.
"Una sola vez en mi vida escribí pensando en un concurso, una novela corta que se llama Torrente. Y aunque fue una buena experiencia y muy intensa, no es la mejor manera de escribir. Al menos no para mí. Yo escribo, como hace cualquiera, y una vez que tengo algo parecido a un cierre, hago circular lo que escribí entre unos cuantos amigos. Cuando creo que ya no hay mejora posible, y si siento que el asunto vale la pena, tanteo entre concursos y editoriales. Los concursos, de momento, me han dado mucho más resultado", dice Mariano Quirós, escritor chaqueño y ganador del Premio Tusquets de Novela 2017 con su libro Una casa junto al tragadero.
Con otros libros, Quirós ya había ganado un concurso del Consejo Federal de Inversiones, uno del Festival Azabache de Mar del Plata y el Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón de España, entre otros. "Y gané otros que no te cuento porque ya parezco un ludópata", bromea.
Los escritores que participan de certámenes literarios terminan incorporando los concursos como modo de producción y postulan permanentemente las obras que escriben. Bazterrica también ganó más de un concurso, pero cuenta que ya no manda a varios concursos como antes y es más selectiva. "Ahora me presento a premios muy puntuales. De los que gané quisiera destacar el Premio Municipal ( de la Ciudad de Buenos Aires) que no suele difundirse. Es un premio serio, de mucho prestigio pero sin visibilidad. Por otra parte, tiene el enorme incentivo de que a partir de los 50 años el ganador cobra una renta mensual de por vida y, para un escritor que rara vez puede vivir de la literatura es una enorme ayuda", explica.
Bazterrica también estuvo varias veces del otro lado del mostrador, integrando jurados, y deja en claro la intensidad con la que vivió esa experiencia. "Entiendo que la gente manda su obra con la esperanza de ganar y merece la mejor de las evaluaciones, la obsesión por la equidad. Yo estuve y estaré en ese lugar de concursante. Sé lo que es la vulnerabilidad y la ansiedad que te genera el estar siendo evaluada por otros. Lo que uno espera, de verdad, es dedicación profunda y profesional", dice.
Para evitar cualquier tipo de fallo parcial, las obras siempre son entregadas a los miembros del jurado sin el nombre verdadero del autor. Quirós también ha estado del otro lado y hace referencia a la tarea de incursionar en textos que son anónimos durante la lectura. "La mayor satisfacción es encontrarte con textos buenísimos, tener la posibilidad de leerlos de, por así decirlo, primera mano", dice. "Y también es una linda experiencia observar cómo leen los otros miembros del jurado, qué cosas ven en un texto que, quizá, en su momento yo pasé por alto", agrega.
Lógicamente los jurados suelen tener escritores en sus filas pero también están compuestos por distintos miembros de la comunidad editorial. Daniel Divinsky, ex editor de La Flor, uno de los máximos referentes de la edición en nuestro país y director de la flamante carrera de edición de la Universidad Nacional de Avellaneda, también ha sido jurado en varias ocasiones. "Cuando me tocó ser jurado de premios literarios, asumí la misma actitud que tenía como editor: preguntarme si publicaría ese original que estaba considerando y por qué. Si la respuesta era afirmativa y la justificación me convencía, ese manuscrito sería al menos uno de mis postulados para el premio", cuenta.
Ser parte de un jurado también implica disputas con los otros miembros. "Más complicada es la negociación con los otros conjurados, si se puede llamar así a los demás integrantes. Pienso que en materia literaria, y en casi todas las demás, no existen criterios de medición objetivos y absolutos sobre cuya base se pueda argumentar", dice Divinsky. "Yo maldigo y no me resigno fácilmente si mi obra favorita no gana, discuto acaloradamente con los otros jurados, argumento, explico. Me tomo ese trabajo muy en serio. Uno no escribe para concursar. Sin embargo, como escritora, yo valoro esos espacios donde todos tejemos una gran esperanza. Los concursos son una increíble tarea colectiva a favor de la difusión literaria", agrega Bazterrica.
Y quizás ese sea el verdadero valor agregado de los concursos literarios: la difusión. Por sobre lo económico, que en muchos premios es una cifra importante, el camino que se le abre a quien es distinguido en un certamen literario algunas veces es inconmensurable y se puede dar en varios planos a la vez: el reconocimiento de sus pares, las futuras posibilidades laborales y de publicación, y el interés de un público lector que desconocía la literatura del autor.
Hoy, gracias a Internet, las postulaciones son mucho más fáciles porque en la mayoría de los casos se puede participar por mail. Hay páginas web, como escritores.org, donde se publican concursos discriminados por país, por género y hasta por la forma de participación, es decir, si es necesario enviar una copia física o si se puede hacer directamente por correo electrónico. Con estas nuevas formas se amplía también el rango de posibilidades porque se puede concursar en certámenes de múltiples países desde la computadora. Así que con todas estas facilidades y pudiendo estar al tanto de cada concurso al que se convoca en el planeta, queridos escritores, ya lo saben: a mandar, a jugársela, que el que abandona no tiene premio.
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