Así como es preocupación política durante las elecciones –se dice que el futuro de la provincia se decide en las circunscripciones del conurbano– y de seguridad –se ha tendido a estigmatizar muchos cordones de él–, la literatura no ha estado exenta de esta preocupación. De hecho, en 2009 Hernán Vanoli y Diego Vecino reflexionaban sobre esto en la revista Apuntes de investigación, analizando tres novelas de escritores argentinos contemporáneos: Cómo desaparecer completamente, de Mariana Enríquez, Villa Celina, de Juan Diego Incadorna, y Entre hombres, de Germán Maggiori. Dos de estas novelas han sido reeditadas recientemente: la de Enríquez en la colección 8M de Página 12 y la de Maggiori en la editorial peruana Estruendo Mudo.
¿Pero qué se narra cuando se narra el conurbano? Para Vanoli y Vecino, en Enríquez, el conurbano es representado como un territorio "que, empantanado como un matadero, permite un tránsito barroso donde la salida pareciera orientarse hacia el viaje de iniciación a la Capital", pero también son archipiélagos urbanos donde no parece encontrarse la ciudad, sino más bien el Riachuelo; aquí prima la sustracción, o lo que falta. En Maggiori, en tanto, el conurbano se representa como un espacio "que se define por el movimiento", movimiento que también es corrupción en los políticos y en la policía con pasado torturador; sin embargo, para este autor el conurbano no se construye en oposición a la ciudad.
Desde el 2009 se ha escrito mucho de la literatura del conurbano, encontrando más exponentes: Josefina Licitra, Walter Lezcano, Leo Oyola, entre otros. Y no sólo ha tenido su expresión en la narrativa, también en la poesía como en Propiedades vigiladas (2005), de Florencia Castellano, que en 2016 fue editado en Estados Unidos por Ugly Duckling Press; allí Castellano muestra al conurbano como una suerte de far west o Lejano Oeste, donde viven cowboys, que visten jeans nevados y botas texanas; hay aquí una suerte de recreación pop del territorio: "como para una chacarera /hace meses el cowboy en el polvo /gesticula con pistolas y pañuelos /en silencio se prepara".
Pero la literatura argentina ha seguido representando ese arrabal de distintas maneras y con nuevos exponentes. Podría decirse que los nombres cambian pero la preocupación o la inquietud ha permanecido intacta a lo largo del tiempo. Entre el año pasado y éste han aparecido las novelas Luto, de Edgardo Scott, y Cero gauss, de Denis Fernández, el libro de cuentos Diamante, de Sebastián Pandolfelli, y el libro de poesía Facas en Navidad, de Arlén Paolillo.
En Luto, por ejemplo, la historia arranca con un feliz matrimonio que en el mismo lugar donde vive tiene una pequeña tienda de electrodomésticos. Un día, como era habitual, justo antes de interrumpir la jornada y cerrar a la hora del almuerzo, el esposo salió en bicicleta y se quedó atendiendo su mujer, pero entraron unos tipos a robar; la mujer entonces no sabe cómo actuar, y no hace caso a las recomendaciones de los asaltantes. El final es trágico. El esposo se convierte en viudo y comienza su paranoia con los negros: "Cuando Chiche [esposo] está de malhumor, los negros pueden venir de cualquier lado. Pero si no, Chiche es concreto: los negros vienen de la villa. La villa no es ni la zona ni el barrio donde vive…". En Luto hay violencia, muerte, pobreza, infelicidad.
Su autor se siente parte de la generación que lo antecedió narrando el conurbano; de hecho a muchos los conoce y con Incardona participó de un ciclo anarquista. Aunque aclara que "los autores siempre se pueden clasificar para estudio y análisis. Y la clasificación, en los últimos años ya no es por estilo sino por 'contenidos'. Es cierto, antes también se decía, 'autores del interior' o 'literatura rural versus literatura urbana', pero creo que hoy se trata de márketing; de objetivar y promocionar un bien cultural de consumo".
Más que un imaginario lo que está muchas veces en juego con esta denominación es un "temario" y si el conurbano tiene violencia, miseria y drogas tanto mejor, por eso prefiere la denominación suburbio: "El suburbio, la idea y experiencia de suburbio para mí es un motivo de escritura. Pero no me gustaría quedar encerrado ahí, como no me gustaría quedar encerrado en nada". Sin embargo, Scott es capaz de decir los libros de compañeros de ruta en este tipo de literatura: Los wachos, de Walter Lezcano, y Choripán social y Diamante, de Sebastián Pandolfelli.
Pandolfelli ya ha publicado estos dos libros vinculados a la representación del conurbano. Choripán social es del 2012 y ahí estampa un imaginario del conurbano y lo relaciona con el peronismo; es el peronismo representado en ese territorio. Hay una escena en plena Plaza Once donde parten los buses hacia allá, es decir se sale de la ciudad. Este autor admite que venía leyendo a la generación anterior y por eso Incardona y Oyola lo inspiraron para contar lo suyo, ellos y también autores de otras generaciones, como Alberto Laiseca. Aclara que desde el nacimiento de la literatura argentina con El matadero, de Esteban Echeverría, se han venido narrando los "arrabales".
Pandolfelli no imposta la voz, no hace "literatura de frontera", como dijo el crítico Maximiliano Crespi, para referirse a un escritor burgués que interna en territorio de bárbaros. Para él que es de Lanús le sale natural, pero "también es un signo de esta época el hecho de que un pibe del conurbano pueda escribir y tenga acceso a la publicación de lo que escribe" y observa que el gaucho actual es "el pibe de gorrita y altas llantas, que no consigue laburo, que toma la birra en la esquina y vive estigmatizado por una sociedad careta". Para Pandolfelli es el gaucho, para Florencia Castellano el cowboy, en cualquier caso figuras ancladas en el imaginario popular.
Denis Fernández y Arlén Poulillo son, a diferencia de los autores ya mencionados, jóvenes que rondan los treinta años. Ambos tienen una aproximación un poco diferente, tal vez por la experiencia que les ha tocado vivir y la literatura de conurbano que ya les tocó leer.
Cero gauss es una novela que mezcla la representación del conurbano con el género fantástico, en un punto recuerda a Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha, pero difiere en que la de Denis Fernández se ancla primero en el realismo y lentamente va yendo hacia el fantástico, en cambio la de Ávalos Blacha ancla desde un inicio el fantástico. Quizá por eso Fernández señala que empezó a escribir "sin saber qué iba a pasar con la parte fantástica. Sólo tenía claro era el dato realista, ya que era lo que necesitaba contar. Pero cuando noté que no cuajaba con mi estética, empecé a armar paralelamente al personaje B (el que flashea con la desintegración del universo)".
La novela tiene una estructura donde va intercalando capítulos llamados A y otros llamados B: en uno el protagonista va a quedar en estado vegetal por culpa de una planta carnívora y en el otro el protagonista es un tipo que trabaja en una empresa de préstamos, con una vida bastante adocenada, pero que flashea, como dice su autor, con la desintegración del universo. El conurbano se representa en basurales (que la novela de Edgardo Scott también tiene), en escenarios bastante móviles (el protagonista de A se mueve mucho), y esto último tiene su explicación: "Me crié en Lanús. Fui a un colegio católico en Banfield. A mi grupo de amigos los conocí en esa época. Hasta los veinticinco viví entre Lanús y Banfield. Y desde los dieciocho trabajo en Quilmes". Pero, a diferencia de Scott y Pandolfelli, Fernández no ha leído literatura del conurbano, sólo Berazachussetts; de hecho pensaba en esta novela mientras la escribía.
Si Cero gauss muestra un imaginario amplio de los arrabales, Facas en Navidad es, según su autora, "un manifiesto matancero", donde muestra la delincuencia, la pobreza y violencia de ese sector: "Tus amigos, negrito /se están metiendo en problemas /y vos los separás pero /por detrás te viene un puñal". Arlén Poulillo aclara que lo que sucede en el conurbano no es ni peor ni mejor que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: "Para mí el conurbano es gente trabajadora, que se levanta temprano para viajar a Capital; vengo de una familia obrera, mi abuela fue cocinera y auxiliar de limpieza toda su vida". Ese entorno atraviesa a la obra de esta poeta, pero pese a ello intenta que no sea una bandera: "Me gusta jugar con las imágenes para que queden marcadas y de esa forma cristalizarlas en el poema. Me agrada escribir sobre el festejo y la cotidianidad, hay otras cosas que suceden en el barrio más allá de los estereotipos muy marcados que vemos a diario".
Llama la atención que sean mujeres las que representan este territorio en libros de poesía y varones en libros de narrativa, pero eso a Poulillo no le llama tanto la atención como que los varones casi no retraten a la piba chorra: "En general siempre está presente la imagen del pibe chorro, pero la realidad es que también hay pibas chorras y pibas laburadoras, y que son el único sostén de su familia. Se habla muy poco de las madres solteras en el barrio que se levantan todos los días a guerrearla". Con respecto a sus referentes, menciona a poetas de Merlo, como Ioshua, emblema de la poesía barrial y gay y fallecido prematuramente en 2015, e Inés Púrpura. Por última observa: "Las mujeres escribimos hace muchísimo tiempo en el conurbano, quizá a veces hay poca visibilidad y preferencia al editar sólo a hombres, creo que eso es lo que está cambiando actualmente".
No existe una sola representación del conurbano en la literatura argentina, sino muchas, tan diversas como los autores que las escriben, de ahí su riqueza. Por eso de vez en cuando viene bien en qué están esas representaciones. Sin duda en un futuro se podrán establecer nuevas vías por donde transite este tipo de literatura.
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