Landrú lexicógrafo: el rico aporte del humorista al lenguaje argentino

Al frente de la revista “Tía Vicenta” se convirtió en uno de los grandes maestros del absurdo y del humor político, aunque con la publicación “María Belén” demostró además ser un un fino observador social, que hizo de las costumbres y el idioma su materia prima. Hasta fin de mes, la muestra “Breve Historia Universal de Landrú” puede visitarse en la Biblioteca Nacional

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Landrú falleció en 2017 a
Landrú falleció en 2017 a los 94 años y dejó un legado enorme

¿Usted es caquero, paquete, mersa, gordi, bicho o reblán? Si no quiere calcinarse, no use jopo, no se peine con encontradita ni use el saco de un traje como saco sport. No diga: "La trama inconsútil de las prendas con que recatas las tibias presenta soluciones de continuidad que exteriorizan la epidermis"; sino: "Tenés agujeros en las medias". Y no se quede sentado con la fresca porque se puede pasmar.

Sentencias como estas llevan, para quien haya llegado a conocer La Página de Barrio Norte o se haya iniciado en la teoría de clases con la vieja sección de humor de la revista Gente, la marca inconfundible de Juan Carlos Colombres, Landrú. Dibujante, humorista, maestro del absurdo y paladín del humor político, Landrú fue también un fino observador social, que hizo su materia prima de las costumbres y el lenguaje de los argentinos. Despertó la carcajada de varias generaciones y de paso legó un precioso testimonio del habla común y su evolución a través de décadas.

Pero el eje central de la mítica Tía Vicenta, la revista que fundó en 1957, fue la política, y la libertad de expresión, su bandera. En 1966 Landrú enfrentó a la censura de la dictadura de Juan Carlos Onganía: fue citado por el ministro del Interior Enrique Martínez Paz, a raíz de una tapa en la que el dibujante caracterizaba a Onganía como una morsa con bigotes. "Al presidente no le gusta Tía Vicenta", planteó el ministro. Y Landrú: "¡Ah! Yo creía que el problema era más grave. Si al presidente no le gusta, que no la compre". La revista fue clausurada pocos días después. Pero de Tía Vicenta sobrevivió una sección, La Página de Barrio Norte, en la que brilló el Landrú lexicógrafo con sus personajes de María Belén y Alejandra, dos jóvenes tilingas porteñas.

Landrú y una de las
Landrú y una de las primeras tapas de Tía Vicenza en 1958.

Semanas después del cierre de Tía Vicenta, Landrú lanzó la revista María Belén, como suplemento dominical del diario El Mundo, con una irónica editorial apolítica que dejaba clara su decisión de resistir. Oscar Vázquez Lucio (Siulnas) la transcribe en su Historia del humor gráfico y escrito en la Argentina (Eudeba): "En este maravilloso país sin traumas, sin problemas y sin qué sé yo, se hacía imprescindible la aparición de María Belén, una revista inocente como su nombre. (…) María Belén es una revista que nace límpida, sin rencores y sin odios. Se ocupará solamente de las medias caladas, de los braemers, de los mocasines de copete serruchado, de Altemar Dutra y de las minifaldas. También se ocupará de las botitas Courrèges, pero menos. ¿Me explico?"

En los frondosos diálogos de María Belén y Alejandra, ilustrados con sus propios dibujos, Landrú plasmaba el vocabulario auténtico que escuchaba circular, entre otros medios, en el grupo de amigas de Margarita, su hija veinteañera. En Landrú por Landrú! Apuntes para una autobiografía (Ateneo, 1993), evocaba: "A la gente más tradicional, los rebuscamientos en el léxico no le gustaban demasiado: el cutis era la piel, y el cabello el pelo, de modo que si iban a un lugar y escuchaban decir cabello, catalogaban de mersa al que lo decía. Piloto era casi una mala palabra, debía decirse impermeable o mejor aun capa de goma (…) Empecé a explotar con sentido humorístico esas diferencias –sin la menor intención de fijar una preceptiva– en María Belén y Alejandra, donde aparecían a dos columnas las palabras que debían decirse y las que no".

Las típicas exclamaciones de María Belén y Alejandra son, con frecuencia, producto de la transcripción de deformaciones fonéticas: "¿tiusta?" (por "¿te gusta?") o "¡miusta!" ("me gusta"). Abundan los acortamientos: en verano van a la "pile", porque es "diver" (divertido), opinan con un "me pa" ("me parece") o un "por su", se despiden con un "ta lue". Lo contrario de "hórrido" es "la lo" ("la locura"). Usan elípticos "no te puedo" (… creer) y "es la pura" (… verdad). Apelan a préstamos del inglés y el francés: practican surfing board en la barrancas de Plaza Francia y abominan de los parvenus. Latiguillo de cabecera: "¡Y qué sé yo!"

La contracara de María Belén y Alejandra es Mirna Delma "la prima mersa", el personaje que concentra en sus parrafadas todos los tics de hipercorrección aspiracional. "Con Mirna Delma copié el lenguaje de los diarios, que cuando hacía calor escribían 'ascendió la columna mercurial'", contó el autor. En Landrú! ¡El que no se ríe es un maleducado!, la "biblia" del tema, una monumental antología compilada por Horacio Del Prado (Alpha Text, 2014), se reproducen contrapuntos, como en la página que anuncia: "No habiendo llegado de Punta al cierre de esta edición, María Belén y Alejandra han sido reemplazadas por la prima Mirna Delma, que, afortunadamente, todavía no había partido hacia Mar de Ajó". "Mirnita", como la llaman las primas con condescendiente diminutivo, se esfuerza por expresarse con elegancia: "¡Doméstica! ¡Doméstica! ¿Puede traerme un vaso con un poco del líquido elemento, que tengo sed en sumo grado? El ágape de anoche me ha dejado seco en extremo el orificio bucal".

Landrú
Landrú

Para seguir con la mersada, en Tía Vicenta, y más tarde en revista Gente, los lectores entraban en el juego a través de los "campeonatos mundiales" de mersas que se definían por votación, y en los que picaban en punta famosos de moda como Palito Ortega, que lejos de sentirse ofendido lo invitó a Landrú a almorzar para agradecerle la permanencia en el ranking como un reconocimiento a la popularidad. También hubo campeonatos de bienudos, de pirujas y de reblandecidos (o "caducos").

Las listas de palabras y expresiones a emplear o a evitar, las lexicografías comparadas según pertenencia de clase social, que Landrú publicaba regularmente, son auténticos trabajos de campo. Cualquier concepto podía ser objeto de una progresión jocosa de variantes, clasificadas de la clase A a la clase D: cabeza – mate – testa – sabiola; muerto – finado – fiambre – occiso; Adío – Chau – Chau Pinela – Feliz permanencia. O los piropos, que descendían desde el decimonónico: "Si me das la mano te llevo al altar" hasta el por lo menos dudoso: "¡Qué relleno para un matambre!" Por algo existía la G.C.U. (Gente Como Uno, que era "un amor") y la G.C.E. (Gente Como Ellos, que era "un asquete").

Histórico fan, el periodista Rolando Hanglin confiesa que adoptó los mocasines siguiendo los preceptos de Landrú para "pertenecer" y observa que sus listas de palabras, en un proceso de doble vía, no solo recogían el uso sino que en muchos casos lo expandían: "No inventó, no macaneó. Cada palabra que Landrú ha encontrado siempre fue exactamente lo que se decía, lo que se usaba, lo que se acostumbraba. Queríamos parecernos a los personajes de Landrú. Créanme que cuando teníamos veinte años queríamos usar las palabras que Landrú recomendaba" (Landrú! ¡El que no se ríe es un maleducado!)

“Breve Historia Universal de Landrú”
“Breve Historia Universal de Landrú”

Lo mismo ocurrió con palabras que rescató del olvido para poner en boca de un anacrónico "craquelé" ("el último grado del reblandecimiento"), como Jacinto W. el Reblán: "¡Me voy a comprar morfina a la botica! ¡Soy un vejete guarachero y tralaralará!" Y captó la entonces incipiente jerga corporativa global, con su personaje "Sir Jonas, the Executive", que debutó en Primera Plana en 1968, y repetía "status, marketing, staff, hábitat", aferrado a su "relaxing egg", esfera "relajante" creada por la artista plástica Margarita Paksa poco antes, como parodia.

Igual que años más tarde lo haría Caloi con su entrañable Clemente, Landrú sumó a la historia del humor gráfico una taxonomía ilustrada del habla popular y dejó registro de una época. Publicó sus últimos dibujos en Clarín, donde fue figura durante muchos años, y murió en 2017, a los noventa y cuatro. En la Biblioteca Nacional puede visitarse hasta fin de junio la muestra Breve Historia Universal de Landrú, que sobrevuela su obra desde sus dibujos adolescentes hasta sus emblemáticos gatos negros, pasando por los LP de Aldo Rubén y sus Mersas (faceta musical de su copiosa producción). Vale la pena verla. Ta lue…

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