Un himno de amor al cine: seis mujeres y su cita con la vida, en una sala a oscuras

Un grupo de jubiladas de alrededor de 80 años protagonizan "Las cinéphilas", de María Álvarez, un pequeño y emocionante himno de amor al cine y a los espacios de proyección de películas. El filme recibió el Premio del Público en la edición 2017 del BAFICI

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Fueron filmadas en Buenos Aires, en Montevideo y en Madrid. Son seis mujeres jubiladas de alrededor de 80 años que cada tarde asisten al cine como una misa cotidiana, laica y apasionada. Se trata de mujeres solas, que encuentran en las películas un mundo de fascinación y, en la rutina de asistencia a las salas, una forma de aferrarse a la vida y pelearle a la soledad. Las cinéphilas, primera película de María Álvarez, ganó el año pasado el Premio del público en el BAFICI y no sorprende que haya tenido esa recepción: hay algo familiar y movilizador en esos rostros ajados y en su disposición paciente y amorosa ante las películas, que van sumando como quien acumula tesoros. Hay historias de vida en este relato coral –crepuscular y conmovedor-, un relato de mujeres que vieron mucho y que en el estribo de sus vidas se resisten a retirarse de toda forma de placer y entusiasmo.

Las cinéphilas hablan y recrean con mayor o menor fidelidad su propia historia en cada una de las ciudades, al tiempo que consiguen cumplir el sueño de cruzar la pantalla para ser ellas mismas protagonistas en la pantalla grande. Se trata de una película pequeña, que consigue llegar al centro mismo de la emoción, ese lugar privilegiado en el gusto del espectador al que no se llega solo a fuerza de producción o presupuesto.  El documental puede verse a partir de hoy en la Sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatro General San Martín. Su directora, María Álvarez, estuvo conversando con Infobae Cultura para hablar de su obra y de la singular relación que estableció con sus protagonistas.

— ¿Cómo fue que empezaste a pensar en Las cinéphilas?

— Cuando yo era estudiante de cine, iba a la Sala Lugones y ahí veía a estas mujeres que, en general, cuando sos estudiante te molestan, o sea te molestan porque están comiendo, porque hacen ruido, porque por ahí se van a la mitad de la película. Y claro, en ese momento era joven yo y las veía de otra manera, ¿no? Hace un tiempo, surgió esta idea y se ve que surgió porque yo también crecí y ya empecé a sentir cambios en mi cuerpo, empecé a sentir cambios en mi vida, y las volví a mirar. Me volví a encontrar con algunas de ellas en las salas y ahí empecé a pensar en cómo eran estas señoras y cómo administraban el tiempo de tal manera que para ellas el cine funcionaba como una cita a la que acudían cada día y por la cual se levantaban, se maquillaban… Y a raíz de esa cita que tenían por ejemplo a las 6 de la tarde -porque van casi siempre a la misma hora-, se estructuraba todo su día. Ellas a la mañana tenían algo, en la película un poco está mostrado algunas otras cosas que hacen ellas y a la tarde tienen esa cita en donde se encuentran con otra gente, no necesariamente amigos, no necesariamente alguien que las está esperando. No hay compromiso de ir no o no ir, pero hay otra gente y hay una propuesta diferente cada día. Un mundo distinto, un idioma distinto, actores.

— ¿Cuándo surge la idea de que no sea solo Buenos Aires el escenario?

— En realidad yo adapté un poco la película a mi vida. Mi compañero, que es la persona que hizo toda la película conmigo, mi marido, es español. Entonces por su familia, por su trabajo, por mi trabajo también, muchas veces viajábamos y a partir de ahí empecé a adaptar un poco la idea, a buscar. Me quedé en países hispanohablantes, y los que yo iba por trabajo, a buscar ahí. Y ahí encontré una similitud entre esos países y encontré a estas mujeres. Que de alguna manera es la misma dinámica en los tres países, no importa mucho dónde. Podrían ser como del mismo lugar todas ellas.

— ¿Cuánto tiempo tardaste en total entre la concepción y la realización de la película?

— Tres años desde que empecé con la idea hasta que terminé la película y se estrenó en el BAFICI, el año pasado.

— ¿Cómo convencías a las cinéphilas de participar?

— Bueno, iba a los cines y les hablaba. Muchas veces estaba con mi marido y les contaba un poco mi idea. Yo creo también que el cine moldea las personalidades y que es un ámbito de confianza. Que en un hall de una sala de cine uno está como mucho más receptivo a que la persona que está en ese lugar también está por algo similar, hay como un objetivo común, como una propuesta social en común, entonces no hay desconfianza. Eso es muy lindo, yo sentí que ellas estaban abiertas.

— ¿Son todas ellas un poquito "Rosa Púrpura del Cairo"?

— Sí (risas). Sí, cada una por diferentes motivos. Cada una buscando diferentes galanes. Que para algunas esos galanes son lugares, para otras son idiomas. Pero sí, sí.

— Me refiero además a esta idea de que pasar al otro lado de la pantalla…

— Ahora son protagonistas de verdad, sí, totalmente.

— Y qué pasó cuando se vieron del otro lado de la pantalla. ¿Cómo reaccionaron? ¿Reaccionaron todas bien?

— Sí, reaccionaron todas bien porque, digamos, yo me cuidé mucho a la hora de editar la película, que la edité yo, para que sea un retrato. Yo no quería subrayar nada, no quería… O sea todo lo dijeron ellas. Siempre hay una manipulación, ¿no? En el montaje uno de alguna manera manipula lo que los personajes o las personas dicen pero yo me concentré mucho y me importaba mucho no caricaturizarlas, no subrayar nada, sino que estuviese todo expuesto, como ellas me lo presentaron. Entonces cuando vieron la película, algunas tienen algunas partes más… claroscuros, en todo retrato hay claroscuros. Pero siempre se priorizó lo vital, la pulsión de vida que tiene la película. Entonces ellas vieron la reacción de la gente también, y ellas mismas vieron que en realidad la película lo que subraya al final es esa pulsión de vida y cómo la realidad y la ficción y se van mezclando ¿no?

— Y sus propias actividades, ¿no? Porque además son activas en relación con el cine. Desde la que hace un cuadro para no perderse ninguna película hasta la que tiene memoria tremenda de películas y argumentos y te los relata en detalle. ¿Hubo momentos durante la producción, durante la filmación, menos vitales, en los cuales alguna de ellas se deprimía?

— No. No porque en general ellas disfrutaban mucho de estar con nosotros. Porque no era una filmación convencional, no era que nosotros les poníamos un micrófono y las estábamos filmando: nosotros estábamos viviendo con ellas, yendo al cine con ellas. Entonces eran momentos de placer y a ellas les divertía estar con nosotros. Creo que fue como una dosis también de aire para ellas, de algo nuevo. Y yo siempre les digo que las admiro en un punto a que se animaran a vivir algo que era mucha incertidumbre, porque yo no sabía ni que iba a hacer una película… Era un documental pero yo no sabía dónde iba a terminar. O sea, no tenía a nadie apoyándome, no tenía…

— Confiaron en vos, decís.

— Exacto, confiaron en mí. Y se animaron a vivir algo diferente con la incertidumbre que todo eso conllevaba.

— Ahora, al mismo tiempo por momentos se las escucha y muchas de ellas tienen unas miradas críticas, con reflexiones muy interesantes. De pronto mencionan cosas sobre películas que uno conoce o que ha visto y dice "chau, se trata de personas realmente preparadas", ¿no?

— Sí, son muy lúcidas. O sea, son muy lúcidas porque tienen una sensibilidad muy aceitada. Por eso también la película tiene humor. A veces cuando me dicen "no, el humor que tiene la película", la película no tiene humor, ellas tienen humor. Ellas tienen una mirada sobre la vida muy lúcida y aprendieron de alguna manera a reírse como de ellas mismas y de la vida y de las vueltas que da la vida, las cosas buenas, las cosas malas. Porque claro, promedian los 80 años, y es como que ya están, ya las vivieron todas, de alguna manera. Ahora, en la Sala Lugones se va a proyectar la película con cuatro de las películas de las que ellas hablan: Los cuatrocientos golpes, Gritos y susurros, Hiroshima mon amour y Escape en tren.

— Qué bueno, y qué buena idea.

— Sí, porque así los que puedan ver algunas de esas películas y después ver Las cinéphilas van a ver cómo interpretan esas escenas y cómo las retienen en la memoria, que por ahí no es exactamente como están en la película original.

— ¿Siempre se llamó Las cinéphilas, con ph?

— Sí, porque yo quería diferenciarlas de la cinefilia, como la conocemos, esa cinefilia de acumulación de datos, quién es el director, quién es el actor, qué actriz, en qué año pasó. Ellas son otro tipo de cinéfilas, no son acumuladoras… o bueno, alguna sí más que otra. Pero ellas van al cine. No solo es la película, es más el espacio, es más la sala. Por eso la película es un homenaje a la sala de cine, que no es lo mismo que a las películas. Es un homenaje al espacio, que todos sabemos que ahora está en un momento muy incierto también y yo, por lo menos, quiero que esos espacios prevalezcan porque quiero que se preserven. Porque quiero poder tener esos lugares cuando sea…

— Cuando vos seas grande.

— Exacto, cuando sea grande. Ahora y cuando sea grande. Pero estoy más preocupada por cuando sea grande porque no se sabe qué va a pasar con esos espacios en 40 años.

— Sí, o tal vez antes. Ahora, bien, estamos hablando de lo que tiene que ver con los espacios pero está también la gente, las audiencias, los espectadores. Porque ellas son espectadoras. ¿Cómo tenés en cuenta al espectador cuando hacés cine?

— Qué pregunta, porque la realidad, y te tengo que ser honesta, no pienso en eso. En ningún momento pienso "estoy generando esto". En ningún momento. O sea, siempre es qué es lo que yo vi a la hora de filmarlas, siempre es tratar de capturar algo y de mostrar algo que no tengo palabras para expresarlo de otra manera. Nunca pienso en bueno, "ahora voy a llevar al espectador a sentir esto y después lo voy a trasladar", jamás. Además ya te digo que yo hice la película sin pensar que la película se iba a proyectar en un cine. Entonces la manera…

— ¿Qué pensabas cuando arrancaste con esto?

— Yo tenía un proyecto artístico, por ahí era en un museo, en algo mucho más chico. Yo la película la hice como escritura, en realidad. Y por eso también después lo que pasó es que cuando se transformó en una película pasó a ser otra cosa. Para mí. Porque fue hacerla sola en mi casa. Yo editaba sola. Como escribo, de alguna manera. Y la edición de un documental es igual a escribir. Pero también la filmamos con mi compañero solos, no es que había otra persona del equipo, no había nadie, no había nadie esperando que yo llegase con la película tal día terminada, nadie.

— ¿Tuviste abuelas o tías abuelas así de cinéfilas como estas mujeres?

— No. Pero es curioso que lo preguntes porque la película en realidad empezó, yo tengo un material filmado de mi abuela, que no era cinéfila, pero empezó con ese material. Y en un momento me di cuenta que en realidad lo que quería buscar eran otros referentes femeninos. Yo tuve muy marcados los referentes femeninos y fueron como muy unidireccionales o monoteístas, grandes diosas, o demonios, pero muy marcados esos referentes femeninos.

— Eso se da también en la película porque hay dioses y demonios también.

— Sí, es que me parece que en la vida es así…

—Cuando vieron la película, ¿hicieron comentarios de las otras mujeres? 

— Siempre alguna dice "cómo sabe, cómo sabe Estela de cine", por ejemplo.

— Pero de las que no se conocen, digo, una vez que la vieron, ¿te hacen comentarios?

— Sí, sí. Bueno, los personajes de Paloma y de Lucía, que son la uruguaya y la española, son dos personajes que creo que ya son queridos por las otras cinéfilas porque generan una empatía muy particular. Entonces siempre es mandale un beso a Paloma, mandale un beso a Lucía, ¿no? Una de las cinéfilas falleció, Leopoldina, la del andador, que ahora cuando se estrenó la película…

— Que es la otra que está en Uruguay.

— Exacto. Que ahora cuando se estrenó la película en Uruguay fue una amiga de ella y fue parte de su familia y fue muy lindo. Fue porque se resignificaba lo que dice otro personaje en la película que es que va a trascender y que va a seguir viva en la película. En un momento estábamos hablando con Lucía y ella nos dijo que lo bueno de participar de este proyecto, del documental, era que ella iba a trascender.  Que el cine la iba a hacer trascender y que iba a quedar viva para siempre ahí. Y bueno, fue algo muy fuerte en el momento, también cómo lo dice. Ella es muy emocional. Y bueno, ahora que por ejemplo una de las cinéfilas falleció y se proyectó la película en Montevideo, que es de donde era ella, que la fue a ver una amiga de ella y la fue a ver parte de su familia, la señora que la cuidaba, fue así. Porque hablamos de ella y la vimos y en la película ella está sonriendo. Y está en el cine. Y fue lo que dijo Lucía, trascendió de alguna manera y todavía está… Yo sinceramente creo que de alguna pequeña, ínfima manera está viva. Cada vez que se proyecta la película la ves en movimiento y la imagen en movimiento tiene una potencia muy especial.

— ¿María, por qué crees que a la gente le puede gustar Las cinéphilas?

— Primero porque creo que en alguna de ellas uno ve reflejado, seas hombre o mujer, algo, ya sea tuyo o de alguien de alrededor. Al ser una película coral contiene bastantes matices cada persona y hay algo de tu abuela, de tu tía, de tu mamá, que te puede llamar la atención en cada una de ellas. Segundo porque ellas son realmente especiales y creo que la película muestra partes de ellas, se conforma con pequeñas pinceladas, porque en el fondo uno no sabe mucho de cada vida de ellas, sabe poquito. Pero que conforma una sensación general de la necesidad de mantener la curiosidad en determinada instancia de la vida también.

— ¿Es la película que querías hacer?

— No sé porque realmente no me lo planteaba como una película. Es la película que salió, es la película que pude hacer con las limitaciones del caso. Y eso también me parece maravilloso, cómo las limitaciones hacen que la película sea lo que es. Que yo entre al baño con una de ellas, por ejemplo: si hubiese tenido una persona más en el equipo no lo hacía o su mal sonido, porque no pude tener un sonidista. Entonces la película es así: pude entrar al baño y tener una escena que para mí conmueve. Estoy empezando a entender que cuantas más limitaciones hay, creo que hay más búsqueda.

 

*Las cinéphilas, de María Álvarez. Desde hoy y hasta el viernes 8 de junio, todos los días a las 19.00 hs. en la Sala Leopoldo Lugones – Teatro General San Martín del Complejo Teatral de Buenos Aires, Av. Corrientes 1529.  

 

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