La juventud no siempre fue igual. Aunque hubo amaneceres fugaces (por ejemplo, los estudiantes de la reforma universitaria de 1918), hubo un momento en que el fenómeno juvenil irrumpió con toda fuerza y ocupó el centro de la vida política, social y cultural en el país. Ese período, que abarca el tiempo que va entre 1945 y 1976, es analizado por la historiadora Valeria Manzano (UBA-Conicet) en su trabajo La era de la juventud en Argentina (FCE).
Según la autora, la juventud se convertirá en esos 30 años en el principal motor modernizador de una sociedad sumida en taras conservadoras. Fue esta generación la que abandonó la ropa "de adulto" y consagró los jeans. Por primera vez y de manera masiva, fueron a la escuela secundaria y la universidad. Consumieron rock y pop, confrontaron con sus familias y ganaron espacios propios, como las esquinas o los clubes. Las mujeres conquistaron el mundo del trabajo y exploraron el sexo prematrimonial. Algunos soñaron con la revolución.
Pedagogos, periodistas, políticos, expertos, religiosos y padres intentaron analizarlos y explicarlos a través de la prensa. Quisieron también controlarlos. Pero lo cambiaron (casi) todo.
"Jóvenes hubo siempre, pero la juventud no siempre fue una categoría relevante en tanto sujeto de políticas y debates. Con la consolidación del peronismo "clásico", los y las jóvenes en tanto actores van creciendo en relevancia", señaló Manzano, doctora en Historia Latinoamericana por la Indiana University de Bloomington, Estados Unidos.
La expansión de la matrícula estudiantil en el nivel medio tuvo un impacto fundamental en el ascenso de los jóvenes. Entre 1946 y 1955, se pasó de 217.000 a 467.000 inscriptos en la educación secundaria. Con la escolarización, los chicos y chicas (junto a sus padres y madres) comenzaron a pensarse y a reflexionar de otra manera sus roles y expectativas.
"Los hijos de las familias trabajadoras van a acceder y poder permanecer dentro de la educación media. Eso genera estructuralmente condiciones para que los adolescentes vivan una edad diferente. El pasaje ya no es desde el niño hacia el adulto; ahora hay un tiempo de experimentación que es propio de la juventud", afirmó la historiadora.
Por aquellos años, el presidente Juan Domingo Perón impulsó la creación de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) con el objetivo de organizar las actividades de los jóvenes durante su tiempo libre. Buscaba politizarlos, incentivarlos a que "se gobiernen a sí mismos". En 1953, se calcula que el 52% de los alumnos secundarios formaban parte de ella, hasta que es disuelta por la dictadura en 1955. Era muy distinta a la que luego será refundada en 1973 por la militancia peronista revolucionaria.
— ¿Perón inventó la juventud?
— Es arriesgado decirlo (risas) . El peronismo sienta las condiciones sociales y económicas para la emergencia de la juventud, pero tuvo un interés muy creciente en formatear un tipo de juventud que no era la del fascismo, más allá de que el formato organizativo fuera un poco copiado del italiano. La UES no tenía una formación doctrinaria o militarista: ofrecía un espacio de sociabilidad entre varones y mujeres en el que podían participar de un cierto ocio y del consumo de la época, aunque claramente monitoreado por las autoridades políticas.
En 1955, Perón dedica por primera vez en una Asamblea Legislativa un mensaje exclusivamente dirigido a la juventud. La confrontación política en aquella época ya era muy alta, y la UES estaba en el centro de la pelea simbólica entre los sectores católicos y el Gobierno.
"La ruptura generacional era la clave interpretativa de la época. Perón en ningún momento hablaba de ruptura, si no que lo hacía de una manera muy clásica de concebir la sucesión generacional. Las nuevas camadas que van entrando renuevan, pero no rompen. De ahí viene la idea de trasvasamiento generacional, que fue tan fuerte en la década del 70″, describió Manzano.
— Hubo resistencias a estos intentos del primer peronismo…
— La percepción de que había un cambio cultural fuerte en la juventud era compartida por diferentes actores. Unos fueron los grupos católicos con las Ligas de padres y madres de familia, que tenían un discurso viejo pero sus instituciones eran nuevas. El punto estaba en cómo contener la autoridad familiar y educativa frente a las nuevas generaciones. Después estaba el discurso de la psicóloga Eva Giberti, que tenía una presencia pública fuertísima y buscaba un monitoreo adulto sobre la juventud, aunque tenía confianza sobre las capacidades de los nuevos jóvenes para ir corroyendo formas de autoritarismo. Las instituciones católicas tuvieron mucha capacidad de incidir en el delineamiento de políticas públicas y bloqueaban iniciativas importantes como la coeducación (educación mixta). Cuando la UBA las implementa, pusieron el grito en el cielo. Tenían también comisiones de calificación sobre las publicaciones (dirigidas a los jóvenes), el cine y la televisión.
— Durante el período que analizás en el libro, se produce una gran oleada de hijos de clase media y trabajadores que entran a la secundaria y la universidad. ¿Qué impacto tuvo en la vida cotidiana de las familias?
— Es fortísimo, especialmente en los sectores trabajadores. En muchas entrevistas nos decían que ser "primera generación" daba ciertos beneficios y un montón de responsabilidades. En el caso de los varones, tenían más libertades y construían un autoridad propia dentro de las familias. Es algo propio de la sociedad argentina la idea de que, si el hijo asciende en la escalera educativa, va a ser más rico. En el caso de las chicas había una tensión importante: primero tenían que negociar ir a la escuela, y luego elegir qué rama de la educación se iba a privilegiar. En los 60 pierde mucho atractivo la escuela Normal y gana terreno la educación comercial, cuando las secretarias pueden participar en el mercado de trabajo. También eran fuente de tensión circunstancias muy nuevas, como las juntadas en las esquinas y cuánto se tardaba en llegar de la escuela a la casa.
La "nueva ola" y la creación de un mercado juvenil
Argentina no estuvo ajena al auge de una cultura de masas que ganaba adeptos en el mundo occidental. La música, y el rock en particular, pasaron a ser uno de los puntos de referencia del consumo joven. En los sectores obreros y en las clases medias hubo una apropiación de las novedades que ofrecía el mercado.
En su trabajo, Manzano hace un análisis exhaustivo sobre el éxito de "la nueva ola" y El Club del Clan, que tuvieron a Palito Ortega y Rita Pavone como sus máximos exponentes. Fueron el origen de una propia industria musical que apuntaba a un "optimismo edulcorado", "sin rebeldías", y que "ensalzaban la familia tradicional y el amor romántico sin sexualidad". La canción Qué suerte, de Ortega, condensa el paradigma de este tipo de producciones.
"La conformación de un mercado juvenil coincide temporalmente con el 'momento peronista'. Por supuesto, se intensifica en las décadas posteriores con adolescentes que ya no solo van a la escuela, si no que pasan a tener un poco de dinero en el bolsillo. Empiezan a participar de un mercado que los está formateando como consumidores", definió Manzano.
Este nuevo mercado tendrá como hito la comercialización del jean. La autora advierte que el ingreso de estos pantalones impactó de manera diferente en la población: el vaquero, de producción local, lo consumían los hijos de obreros, mientras que el jean importado era el objeto de consumo privilegiado de los jóvenes de los grupos medios y de altos ingresos.
"El jean llega a la Argentina a fines de la década del 50 y se impone como la prenda juvenil y transicional por excelencia. Antes, el rito de pasaje del niño al adulto en los varones consistía en ponerse el pantalón largo o el trajecito. El jean interviene ahí marcando la edad juvenil adolescente", afirmó la profesora de la UBA.
Recién en la segunda mitad de 1960 aparecerá el rock nacional como un movimiento cultural creativo, auténtico, y apoyado por los propios jóvenes, en contraposición con la "nueva ola" prefabricada por los adultos y empresarios. En medio de estas novedades, el Estado, grupos de izquierda y católicos -por diversas razones- alertaban sobre los "peligros" que representa los nuevas formas de bailar, como el twist, o la amenaza que representaban para la cultura nacional. Se instalaba la discusión cultural, en clave política.
Sexualidad y un nuevo rol femenino
— ¿Qué rol tuvieron las mujeres jóvenes en esta "modernización" cultural?
— Es fundamental. La matrícula escolar se feminiza: en 1970, ya hay más mujeres participando en el subsistema secundario que varones, representando el 54% del total. El "ciclo de las mujeres", que implicaba maternidad y casamiento, se pospone muy rápidamente. El mercado de trabajo también se va feminizando, junto a un sistema de experimentación diferente con sus vidas y su sexualidad. Cuando se habla de la "revolución sexual" de la década del 70', hablamos de las transformaciones en la moral sexual y en las prácticas de las mujeres principalmente. Recupero un concepto muy interesante de la historiadora Isabella Coscia, que afirma que en los 60 hubo una revolución sexual discreta en Buenos Aires, cuando se aceptan y se discuten públicamente las relaciones prematrimoniales. Lo que estaba en juego era el tabú de la virginidad femenina y la diseminación de la píldora anticonceptiva. Las chicas estaban en el centro de las transformaciones, tal vez con un nivel de pregnancia mucho más importante que los varones.
— Da la impresión que esta "revolución sexual" fue más tenue en comparación a las de Estados Unidos y Europa.
— Se suelen asociar los permisivos años sesenta en Estados Unidos y Europa Occidental con los fuertes movimientos feministas y gays. En Argentina recién emergen en la década del 70', que son más tenues y se llevan bastante mal con el tipo de politización que se da en la sociedad como con la izquierda revolucionaria, pese a que se consideran parte. La sexualidad y la igualdad de géneros no formaban parte de la agenda de esa izquierda. En cambio, en otras partes, se van liberalizando los modos de procesar públicamente la sexualidad. En Estados Unidos se legisla en torno al aborto y en Inglaterra caen las restricciones sobre la diseminación de materiales considerados "obscenos". En Argentina esto no se da; de hecho ocurre a la inversa por la mayor censura y gravitación que tenían las organizaciones católicas en las políticas públicas.
Una misma cultura contestataria
Manzano coincide con el fallecido politólogo Guillermo O'Donnell cuando afirmaba que la última dictadura militar funcionó a la par de "una sociedad que se patrulló a sí misma". El modo de vivir verticalista y autoritario no solo era propio del Estado; también existía en las escuelas, las familias o las empresas. Sin ninguna obligación, muchos aceptaron e hicieron carne la propuesta de un orden que devino totalitario.
En medio de este autoritarismo civil y la proscripción del peronismo, los jóvenes y sus organizaciones fueron radicalizando sus posturas hasta llegar a la vía armada.
"En muchas interpretaciones, la vía armada aparece como una anomalía, una desviación, pero quiero llamar la atención sobre la generalización de la vía armada pos 1968. Es Italia, es Alemania, es Estados Unidos: no estamos hablando de algo que sea privativo de la Argentina ni de América Latina. La legitimidad que tenía la vía armada en la política radicalizada iba muchísimo más allá de las fronteras argentinas, no solo fue una reacción a la represión local, sino parte de un movimiento transnacional", consideró Manzano.
— "El pibe rockero, el militante revolucionario y la joven erotizada no existieron por separado", señalás en tu libro. ¿Qué los unía?
— La figura del joven rockero y la del militante participaron de una serie de cuestionamientos a la Argentina regida por manu militari. La cultura del rock inicial, entre 1966 y 1967, empieza siendo muy chica y pronto se masifica, cuestionando el autoritarismo político, los modos de "hacerse hombre" de todas las instituciones que iban reglamentando ese pasaje, como la escuela -que continuó siendo muy rígida y autoritaria- y el servicio militar. Por otro lado, la militancia revolucionaria, sea de izquierda, peronista o católica, cuestiona esa narrativa de modernización que es la "homogeneización social". Creo que el joven rockero y el militante pertenecen a una misma cultura contestataria, se tiende a mirarlos por separado, pero no había una ruptura. En el caso del cuerpo erotizado de las chicas, hay una tendencia a visibilizar el costado puritano de la militancia revolucionaria, pero mi investigación lleva a que esa militancia genera códigos corporales que no excluían al erotismo.
— ¿Los procesos autoritarios y dictatoriales tuvieron éxito a la hora de "encorsetar" a la juventud?
— El golpe de 66' no tuvo éxito en absoluto. El del 76', mirando la historia reciente desde la juventud, lo que uno puede percibir es que el autoritarismo no necesariamente coincide con la imposición de golpes de Estado. En el 74′ ya estaban coartadas todas las vías de activación legal. Si bien uno tiende a pensar la dictadura del 76′ como exitosa en un sentido represivo, en otro persistieron ciertas formas organizativas que se van a reencauzar en la intersección de los 70's y los 80's. No hay que hablar del 83′ para ver de qué manera se va rearticulando el movimiento estudiantil y las juventudes políticas, o cómo emerge con tintes cada vez más politizados el rock argentino. Creo que en parte tiene que ver con la reacción a la represión brutal y del éxito organizativo de tradiciones juveniles de las décadas anteriores, que no son tan desarmables.
— ¿Hay alguna diferencia entre pensar aquella juventud y la actual?
— El modo de aproximarse es distinto. Durante todas estas décadas, a la juventud se la piensa como promesa o como problema. Desde fines de los 70's se consolida la mirada de la juventud como problema, con sus sub-ítems como droga y delincuencia, que no eran significativos en las décadas anteriores. En segundo lugar, la última dictadura contrae y diluye el espacio educativo como un espacio de proyección con una mirada hacia el futuro, que siempre estuvo asociado a la juventud. A partir de ahí nunca se va a recuperar la capacidad de pensar a la sociedad argentina hacia adelante. Tenemos que pensar en "la era de quién" estamos ahora, pero lo que sí podemos dar por terminada esa idea de la juventud asociada a una promesa.
Seguí leyendo: