Alejandro Tantanian: "No estoy solo, somos un grupo dirigiendo el Teatro Cervantes"

El director del Teatro Nacional habló con Infobae Cultura sobre sus primeros dos años de su gestión y señaló que el principal objetivo es "imantar" al teatro para que la comunidad teatral vuelva a tenerlo como horizonte. "Asumí un compromiso con la institución y no con un gobierno", dijo

Alejandro Tantanian, director del Teatro Cervantes desde enero de 2017

El Teatro Nacional Cervantes atraviesa una etapa de muchísima expansión. En la agenda de este mes, por ejemplo, se destacan "Tiestes y Atreo" de Emilio García Wehbi, "En lo alto para siempre" de Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, la obra infantil "El hombre que perdió su sombra" dirigida por Eleonora Comelli y Johanna Wilhem, el ciclo de conciertos de música contemporánea y hasta una visita guiada a cargo de Lisandro Rodríguez con el título "Aquí no hay fantasmas".

La convivencia entre obras de directores consagrados y de jóvenes promesas se da con una asombrosa armonía. Para este año, además, está previsto que se presente "Evel Knievel contra Macbeth na terra do finado Humberto" de Rodrigo García, la reposición de las obras de Copi "Eva Perón" y "El homosexual o la dificultad de expresarse", el espectáculo protagonizado por Marilú Marini "Sagrado bosque de monstruos", que gira en torno a la figura de Santa Teresa de Jesús, y un largo etcétera que incluye producciones dirigidas por Mariano Tenconi Blanco, Laura Yusem y Oski Guzmán, entre otros.

Vale la pena comenzar la nota con esta enumeración extensa aunque no completa, porque hasta hace poco el Cervantes parecía contenido en una propuesta rígida —ya fuera real o percibida— que lo dejaba bastante por detrás de la vitalidad de otros teatros como el San Martín. Lo cierto es que esta idea, la de "organismo vivo", es una de las claves que buscó imponer Alejandro Tantanian desde que asumió la dirección general, y que más frutos está dando.

Alejandro Tantanian en el auditorio de Grandes Libros junto a Patricio Zunini

En febrero de 2016, Enrique Avogadro, por entonces secretario de Cultura y Creatividad del Ministerio de Cultura de la Nación, actualmente ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, le propuso la dirección a Tantanian, y él, luego de pensarlo durante un tiempo, aceptó, pero, en un movimiento interesante, pidió no asumir inmediatamente, sino que quiso tomarse algunos meses para estudiar la situación del teatro. En total, fueron ocho: recién reemplazaría a Rubens Correa y Claudio Gallardou el 2 de enero de 2017.

"Eso nos permitió estudiar la institución desde afuera", explica, ahora, en diálogo con Infobae Cultura. "Si estás adentro, tenés 20 incendios diarios y no podés pensar a la institución. Ese tiempo nos permitió elaborar un plan".

El plan incluyó, entre otras cosas, cambiar la identidad marcaria, proponer una identidad gráfica convocante, reactivar las redes sociales, pero, sobre todo, imantar al teatro:

"En general", sigue Tantanian, "los teatros públicos siempre han sido tratados como máquinas en funcionamiento permanente, sin volver a pensar los espacios en términos de contenido y contemporaneidad. Un teatro público es un espacio arquitectónico y hay que pensar cómo dialoga con las personas. La idea decimonónica del teatro caducó. Tiene que ser un espacio de circulación para la mayor cantidad de personas, un espacio que genere pertenencia. A eso me refiero con la imantación del espacio. Entendíamos que la forma de hacerlo era que la propia comunidad teatral, que había dejado de lado el Cervantes como horizonte, lo entendiera como un espacio propio."

Rafael Spregelburd en plena función de “La terquedad”

El Cervantes entra en el siglo XXI

En 2017, el Cervantes quintuplicó la cantidad de espectadores y, por ende, la recaudación. Un logro que se basó en una programación ambiciosa que se distanció tanto de la de los teatros comerciales como de la de los independientes. La obra emblemática fue "La terquedad", de Rafael Spregelburd:

"Se transformó en una suerte de nave insignia porque en ese proyecto se hicieron visibles todas las cosas respecto de para qué sirve un teatro público. Pudimos tener un espectáculo que demandaba tres horas y cuarto, con un elenco de trece actores provenientes del teatro independiente, que además cerraba la heptalogía de Hieronymus Bosch que Rafael viene trabajando desde mediados de los noventa. Casi 20 años de trabajo que se cierran con esta puesta monumental, catedralicia. Era una planta de dos plazas que a su vez giraba y eso lo podés hacer sólo en un teatro público".

Y al revés: ¿"Spam" se podría haber hecho en el Cervantes?

—Estaba bien elegir una obra de Rafael que no fuera viable en otros teatros, pero sí, se podría haber hecho. De hecho, en las dos salas más chicas, la Orestes Caviglia y la Luisa Vehil, van espectáculos que podrían estar en un teatro independiente. La diferencia es que nosotros intentamos trabajar los aspectos visuales de una manera más radical. En general, el teatro independiente tiene el problema de compartir sala con 6 o 7 espectáculos, entonces tu escenografía no puede ser muy contundente porque tenés que desarmarla y viene otra y otra y otra.

El fondo negro de siempre.

—Es un límite, un techo al que se llega demasiado rápido. Me parece que está bueno generarle un desafío al artista. La María Guerrero, que es la sala grande, tiene una complejidad de maquinaria, con un escenario giratorio, hay ascensores, se pueden subir o bajar determinadas partes de la escenografía, hay una cantidad de posibilidades técnicas. Rafael Spregelburd no había estrenado nunca en el Teatro Nacional. O sea: Spregelburd no era un autor nacional. Ese tipo de asignaturas pendientes son necesarias volverlas a pensar. No se podía hacer "El conventillo de la paloma" a la manera del 30 por trigésima vez. Todo bien, pero ya está. Por lo menos, el tiempo que nosotros estemos vamos a pensar el teatro en términos de contemporaneidad.

Beatriz Sarlo, Damiano Tagliavini y Maristella Svampa en la jornada “Marx nace”

Feliz cumpleaños, Carlos Marx

¿Puede Karl Marx abrir la puerta de lo contemporáneo? El 5 de mayo se cumplieron 200 años del nacimiento del filósofo alemán y el Goethe-Institut de Buenos Aires propuso que el Cervantes fuera el escenario para una jornada de actividades en torno a su figura.

"Marx nace" fue una puesta en escena en la que se leyeron sus textos, hubo música y filosofía, proyecciones, tangos, etc. La convocatoria fue tan vasta como ecléctica: de Beatriz Sarlo a Naty Menstural, pasando por Felipe Pigna, Mariana Dimópulos, Gabriela Massuh, Florencia Abbate, Darío Sztajnszrajber y más.

"Decidimos tomar el cumpleaños de Marx como la acción de inicio año", explica Tantanian. "El año pasado hicimos algo parecido con Eduardo Pavlovsky, que falleció hace menos de dos años y tampoco había sido estrenado en el Teatro Nacional nunca. Quizá porque él no haya querido, no lo sé. Pero también era una asignatura pendiente."

Poner a Tato Pavlovsky y a Marx en el Cervantes ante una gestión que, a priori, se la ve de otro signo en el mundo de las ideas, es un movimiento ambicioso.

—Yo creo que tiene que ver con ser coherente con lo que uno viene haciendo. No lo hacemos para "estar en contra". Podría leerse como una mojada de oreja y, en realidad, tiene que ver con ser coherente con lo pensamos. Y digo "nosotros" porque somos un equipo que piensa al teatro. Hacemos lo que nos parece que hay que hacer sin traicionarnos a nosotros mismos.

El grupo “34 puñaladas” en el Cervantes

Los problemas de un organismo vivo

¿Cómo es pegar el salto de manejar un elenco a dirigir un teatro de 400 personas?

—En principio, somos un grupo de personas dirigiendo el teatro. No estoy yo solo; no podría hacerlo solo, no tengo la experiencia. Hay gente del equipo con experiencia para ocuparse del trato con los gremios, de ponerse de acuerdo. Más allá de que hay conflictos…

Con tanta gente es lógico y esperable que haya conflictos.

—Y además está bien, porque el organismo está vivo. Se lleva con dificultades, a veces uno se pregunta por qué hace lo que hace. Pero en la balanza sigue pesando lo positivo, porque lo que devuelve la propia gente del teatro en cuanto a la posibilidad de cómo están trabajando, de producir como estamos produciendo y de recibir a la cantidad de gente que estamos recibiendo.

¿Cómo se pelea el presupuesto?

—El presupuesto del año siguiente se fija más o menos a esta altura.

Bueno, pero en un país donde no se sabe cuánto vale el dólar…

—Por eso. Siempre es complicado, porque tenés que "casarte" con un presupuesto que después no sabés si te va a rendir. Y tampoco podés hacerte el vivo y mandar un 60% de inflación porque nadie te lo va a reconocer. Son peleas que hay que dar. Hasta ahora yo tuve que pelear una vez porque el primer presupuesto, el del 16 al 17, lo peleó la dirección anterior, que estaba en funciones.

Cuando Avogadro salió de la secretaría y pasó al ministerio de Cultura de la Ciudad, si te proponía ir con él, ¿te ibas con él?

—No. Yo estaba a cargo del barco del Cervantes. El ofrecimiento no llegó y yo tengo un compromiso que asumí hasta el 2019, que es cuando quien asuma el nuevo gobierno tendrá que decidir si la dirección del Cervantes sigue siendo la misma o no. Asumí un compromiso con la institución y no con un gobierno. Claramente hubo que acomodarse a esa salida en términos de cuál iba a ser el interlocutor nuevo, más allá de que el teatro tiene una autarquía y que uno, como director general, tiene una potestad absoluta sobre la ejecución presupuestaria y sobre los contenidos, por lo que yo no tengo que… Yo no: el director del Cervantes no tiene que darle explicaciones a nadie. A la gente, nada más. A los ciudadanos.

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