Cuando Antonio Berni volvió a la Argentina, notó todo bastante distinto. Quizás el que estaba cambiado era él. Al pisar Rosario el calendario decía que era 1931 y su compañía era lo que se podía llamar una familia: su esposa, la artista francesa Paule Cazenave, y su hija Lilí, que aún no había cumplido el año. Venía de Europa, donde se podía trabajar y vivir del arte. Se fue del país siendo un joven y talentoso pintor y regresó con el aura de la seriedad que da el profesionalismo.
"Cuando volví, en la Argentina no existía un mercado de cuadros. No había cotización. Hablo del año '33 o del '34. Un cuadro sólo daba para cuatro o cinco comidas, y sin mucho vino", contó en una entrevista publicada en La Opinión Cultural el 10 de agosto de 1975. Fue entonces —plena crisis, plena Década infame— cuando recordó que la cámara de fotos que había traído consigo en el barco le iba a servir. Su amigo, el periodista Rodolfo Puiggrós —por entonces comunista; terminaría siendo intelectual peronista— estaba metido en una investigación sobre la prostitución, la mafia y los cambios que estaban sucediendo en Rosario, y necesitaba un fotógrafo.
Este sábado por la tarde inauguró en Buenos Aires una muestra titulada Berni. Ramona y otras mujeres. Puede verse en el Museo De la Cárcova y se compone de una selección de xilocollages, dibujos y fotos del artista rosarino fallecido en octubre de 1981 a los 76 años. Esas fotos expuestas corresponden, justamente, a la investigación que llevó adelante con Puiggrós. Se aprecian ahí tomas ocultas, encuadres espontáneos y ese efecto movido de estar haciendo algo sin avisar, de forma clandestina.
En otra entrevista en la revista La Maga, aparecían sus palabras de manera póstuma, en una edición especial de 1997: "Los mejores quilombos de Rosario estaban en la calle Pichincha; había de dos pesos, de tres pesos y de cinco pesos (…) Lo corriente es que fueran grandes patios que habían sido techados con vidrio, de modo que, de día, eran muy luminosos (…) el patio era como un gran bar o un café, con sus mesas y sillas; uno se sentaba ahí y enseguida venían las mujeres a proponer ir a la habitación; venían muy ligeramente vestidas, porque no podían estar desnudas: el reglamento no lo permitía (…) Tenía muchísimo material porque yo continué, por mi propio interés, la documentación de los prostíbulos y de muchas otras cosas más. Ramona Montiel viene un poco de ahí".
El interés de Berni, desde siempre, fueron los márgenes. Pero no sólo retratarlos sino hacer invenciones allí, como sus personajes. Su propio hijo, José Antonio Berni, el segundo que tuvo, lo dijo hace unos años: "Mi padre estaba extremadamente preocupado por la injusticia. Aunque tenía una postura socialista, no hizo política. Lo movía una especie de obsesión por la miseria".
"En aquella época era normal que hombres casados, con familia, fueran a los prostíbulos como si fueran cafés. Y aparentemente Berni era habitué, conocía donde estaba", le dice Fernando García -biógrafo de Berni- a Infobae Cultura del otro lado del teléfono. "Siempre el erotismo tuvo un lugar muy fuerte en su obra. Ya en obras surrealistas tempranas y hasta el final, Ramona Montiel es parte central de la erótica de Berni", agrega este escritor, autor de Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni, publicado en el año 2005, dando lugar a uno de sus grandes personajes que, junto con Juanito Laguna, han traspasado su obra y se han arraigado en la cultura popular argentina.
Entonces, ¿quién o qué es Ramona Montiel? "Él lo dijo en una carta —continúa García— que escribió desde París: la definió como una mezcla de Milonguita, que es un personaje arquetípico del tango, y Marilyn Monroe, una celebridad del cine. Es una especie de estrella trágica. Pero es un personaje que es simbólico, él lo crea en Francia pero a la vez evoca la ansiedad de Buenos Aires de ser la París de Sudamérica. Es una chica de pueblo engañada también. Un mitologema".
En la muestra que puede verse por estos días, este personaje aparece en diferentes dibujos y xilografías. "Personalmente, creo que Ramona está empoderada —sigue el escritor—, que no es un personaje desgraciado. Se ve en la serie, sobre todo en sus obras de los setenta. Cada vez se parece más a una vedette que tiene vínculos con el poder que a una prostituta explotada, una lectura que se hizo más desde una moral de izquierda. Berni ponía en juego su erotismo en su personaje. Tenía un discurso de denuncia, pero a la vez de calentura, para decirlo lisa y llanamente".
La curaduría de la exposición del Museo De la Cárcova corresponde a Cecilia Rabossi. En su texto curatorial, escribe que "Berni opone una visión crítica a las propuestas optimistas del Pop Art respecto de la sociedad de consumo. Concibe el arte como testimonio y como acción, estableciendo como objetivo principal el contar 'cosas', señalar, como dice José Viñals, que lo invisible que está contenido en lo visible". Hay tiempo de ver esta llamativa exposición hasta el 29 de julio de este año.
En el libro Mis héroes (Galerna, 2016), Tomás Abraham escribe que Berni "descubre la melancolía del kitsch, el adorno caché, los sustitutos de lo imposible de poseer. Mundo de la parodia, de la doble parodia. La primera es la de quien se hace pasar por lo que nunca será. La siguiente es la de quien se apropia de lo vulgar como signo de distinción".
La doble parodia. Un giro bien abierto: pasar por el lujo, descubrir su inconsistencia, su impostura, su deshonestidad, y volver renovado a un momento inicial, ya resignificado. Porque Berni no reniega de esa marginalidad, tampoco la sobreestetiza para volverla agradable. La retrata con sus complejidades y sus claroscuros.
"Sacaba fotos para producir bocetos. Su pintura no hubiese sido la misma sin la cámara de fotos, sin esa máquina de la modernidad", asegura García. Tal vez en esos días, comienzos de la década del treinta, cuando estaba en los burdeles del Barrio Pichincha acomodando la cámara entre su saco, tapándola con un sombrero para que los fotografiados no se enteren, haya comprendido la esencia de toda su obra: la pregunta constante por los márgenes. Y de ese modo, retratarlos, cuestionarlos, empoderarlos, visibilizarlos y dotarlos de una autonomía estética que se vuelva trascendente.
* Berni. Ramona y otras mujeres
Martes a domingos de 10 a 18 horas
Hasta el 29 de julio
Museo de la Cárcova
Av. España 1701 – CABA
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