"Abrimos una investigación: la indiferencia oficial ha dejado de serlo: ahora es directamente complicidad con quienes lo secuestraron, torturaron -¿asesinaron?- a Felipe Vallese".
Vallese era delegado fabril de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) cuando fue secuestrado el 23 de agosto de 1962 por una patrulla parapolicial. Se convirtió en uno de los primeros desaparecidos en el país. Pedro Barraza, con palabras urgentes, dio el puntapié de una investigación periodística con el objetivo de encarcelar a los autores. Después de sortear una trama de "indiferencias" y "complicidades", lo logró. Pero el hilo rojo por acabar con la impunidad terminó cortando su vida y la de su novio, el fotógrafo Carlos Laham.
Este relato en espejo, el de dos jóvenes víctimas del terrorismo de Estado, lo cuenta el periodista Pablo Waisberg en su libro Operación Vallese. Barraza, el hombre detrás de la historia, publicado recientemente por el editorial del Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP).
El texto está dividido en dos. Una parte narra la biografía de Barraza. Waisberg aborda la vida familiar, la militancia en la "Resistencia Peronista" durante los años sesenta, su paso como activista sindical en el gremio de prensa junto a Osvaldo Bayer, Osvaldo Lamborghini y Eduardo Jozami tras la intervención de los gobiernos de facto de José María Guido (1963) y Juan Carlos Onganía (1966).
Pero también cuenta la tensión del periodista con las organizaciones políticas, su cansancio y su escapada "hippie" a Europa, el consumo de drogas y su amor con Laham, sobre quien decía, de manera desafiante y contra la moral de época, que integraban la agrupación "Los Putos Peronistas".
"Barraza tenía mucho color. Era muy interesante contar la historia de alguien que se reconocía públicamente homosexual y fumaba marihuana en los setentas, dos temas que eran muy resistidos por las organizaciones políticas, incluso las que se definían de izquierda", cuenta Waisberg a Infobae.
El segundo bloque del libro reproduce la investigación en sí, tal cual fue publicada en los semanarios 18 de Marzo y Compañero, dos ediciones alternativas por fuera del circuito de la prensa tradicional y vinculadas con la Resistencia Peronista.
En el marco de este trabajo -difundido a modo de entregas tituladas "El infierno de Felipe Vallese"-, Barraza con sus escasos 22 años logró reconstruir la mecánica de la captura, señaló el cautiverio, las torturas, el médico que "lo asistió", los cómplices y los nombres de la Policía Federal y de las Fuerzas Armadas que perpetraron su detención y desaparición. El grupo de tareas había sido encabezado por el comisario Juan Fiorillo, quien después del golpe de 1976 se convertirá en uno de los más estrechos colaboradores del otrora jefe de la policía provincial, el genocida Ramón Camps.
Una misma generación
Como le sucedió a gran parte del movimiento sindical y de la juventud peronista, la desaparición de Felipe Vallese fue revulsiva para Barraza. El metalúrgico, cuya imagen hoy decora uno de los salones centrales de la CGT como forma de homenaje, era un obrero de 23 años y un dirigente en ascenso que trabajaba en la fábrica TEA (Trafilación y Esmaltación de Alambres).
En la noche del 23, Felipe había salido de su casa en Morales 628 y se dirigía por la calle Canalejas para ir a la planta. En el trayecto, una banda policial de ocho efectivos de la Unidad Regional San Martín le pegó un culatazo en la cabeza y lo metió en una camioneta.
Lo torturaron por nueve días en la Comisaría 1° de San Martín. Buscaban a su amigo, Alberto "Pocho" Rearte, a quien habían inculpado por un tiroteo en el que murieron dos policías. Alberto era hermano de Gustavo, uno de los principales referentes de la Juventud Peronista.
Poco minutos después, otro equipo policial perpetra una redada en la que caen Elvia de la Peña, un matrimonio que también vivía allí, Agustín Adaro y Mercedes Cerviño, y el hermano del delegado secuestrado, Ítalo Vallese.
A los familiares los largaron después de un calvario que se extendió, para la mayoría, 39 días. Durante ese operativo los desparramaron y transfirieron a varios centros de detención. Finalmente, la Justicia comprobó que les falsearon las declaraciones y que hubo torturas, sometimientos con picana y golpes, entre otras vejaciones.
Pero a Vallese nunca más se lo volvió a ver. No dijo nada sobre su amigo Rearte. Tampoco sabía donde estaba.
"Se estaba demostrando que en nuestro país un hombre puede desaparecer, puede conocerse a sus secuestradores, con nombres y apellidos, y no pasar absolutamente nada", escribía con pesar Barraza en Compañero, el 5 de julio de 1963.
Vida y obras recuperadas
Con un estilo periodístico riguroso y sin demasiada pompa, Barraza escribió en completa soledad cada uno de sus artículos que, de a uno, fueron desarticulando la versión oficial tras la desaparición del obrero de la UOM. Ya por entonces su labor era reconocida por colegas de alto calibre como Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo. A ambos los frecuentaba en el Café de La Paz, sobre avenida Corrientes.
"La investigación original del caso Vallese estaba perdida en una hemeroteca. Me pareció que tenía que ser de acceso masivo", contó Waisberg a este medio.
Para el periodista, la tarea de reconstruir la vida y obra del joven desaparecido no fue sencilla. "Acá había un componente de mucho miedo y terror de los familiares a partir de los asesinatos de Barraza y Laham. Me entrevisté muchas veces con ellos, y muchos recuerdos quedaron obturados", añadió.
Las publicaciones de Barraza serían el anticipo de un trabajo que luego completarían los abogados Luis Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde que plasmaron en el libro "Proceso al Sistema", publicado en 1965 con el financiamiento de la UOM que conducía Augusto Timoteo Vandor.
Ocho años después, el Juzgado Penal N°1 de La Plata, a cargo de Rómulo Dalmaroni, condenó en abril de 1971 a 39 policías con penas que iban de los 3 a los 9 años por la "privación ilegítima de la libertad" de Vallese. En 1974, la Suprema Corte de Justicia confirmó la sentencia.
La historia le dio muy poco crédito al rol que tuvo Barraza en el esclarecimiento del crimen. "El libro de Ortega Peña y Duhalde no lo citan, pero cuenta prácticamente lo mismo", afirma Waisberg. Para el autor, Barraza podría haber hecho como Rodolfo Walsh con Operación Masacre, pero tuvo muy poco interés en desarrollar un trabajo editorial.
Pero hay otra interpretación posible. "María Moreno decía, acerca de Enrique Raab, que el desconocimiento sobre su trabajo y que no se haya enseñado en las universidades era porque no era un periodista de investigación "duro" y porque era homosexual. Creo que en Barraza, pensando aquella época, la cuestión de la homosexualidad tuvo peso", conjeturó Waisberg.
"El Brujo" expuesto
Para Waisberg, lo que sentenció el destino de Barraza fue tanto la investigación periodística sobre Vallese como su crítica ácida -publicada en el diario La Opinión- al libro Astrología Esotérica (Secretos Develados) de José López Rega, el ex secretario privado de Juan Domingo Perón. En tono burlón, Barraza define al creador de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) como "El Astrólogo". Un mote que recuerda el enrevesado y cruel personaje de Roberto Arlt de Los 7 Locos, y como será bautizado luego "el Brujo" cuando asume como ministro de Bienestar Social.
El artículo hace un análisis de las 737 páginas en las que López Rega plantea, en clave esotérica, teorías tan diversas sobre el funcionamiento del mundo, las estrellas, los vegetales y los colores. Desliza también una curiosa hipótesis sobre el origen del tango: consistía en un complot para que el pueblo argentino actuara con "más lentitud y su mente no alcanzara etapas superiores".
Barraza percibía el peligro antes de morir. Para 1974, la situación política se había deteriorado gravemente entre la violencia de las organizaciones revolucionarias y el aparato parapolicial de López Rega. El abogado Ortega Peña, otro de los que expuso a la patota que mató a Vallese, ya había sido asesinado por la Triple A.
El 13 de octubre de 1974, Juan Fiorillo estaba libre e integrado a la Triple A. Solo cumplió 3 años de condena. Ese día, se encontró el cuerpo de Barraza y el de Laham en un terreno baldío de Villa Soldati. Estaban maniatados y tenían los ojos tapados por una tela adhesiva.
"SEPA EL PUEBLO ARGENTINO!!!!!! La organización ALIANZA ANTICOMUNISTA ARGENTINA tiene una trayectoria de Patria y Hogar, todo ello iluminado por nuestro Señor Jesucristo", decía parte del texto de la Triple A en el que se atribuía el doble atentado. Pedro Barraza tenía 36 años y 25 orificios de bala. Carlos Laham no había llegado a los 21 años. El fotógrafo recibió 55 balazos.
Fiorillo murió en 2008 en su casa de Villa Adelina. Cumplía arresto domiciliario por sus crímenes de lesa humanidad.
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