Mientras que Ernesto Laclau reivindicaba el populismo como forma de garantizar la democracia, Guillermo O'Donnell marcó su carácter autoritario y la estrepitosa caída de la calidad democrática. Lo cierto es que para indagar sobre esta tendencia, este tono político, esta manera de pensar la praxis política, se necesita asumir el riesgo del funámbulo, aquel acróbata que camina sobre la cuerda floja haciendo equilibrio, en este caso, entre la democratización y el autoritarismo, entre la emancipación y la dependencia.
En el noreste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya dentro del barrio de Retiro, un grupo de intelectuales expone y debate sobre el gran fenómeno político que se renueva con las décadas, que encuentra nuevas materialidades donde hacerse carne, que se erige victorioso entre la transformación, el maquiavelismo y el desastre. Entre el miércoles 11 y el viernes 13 de abril se realizaron las jornadas internacionales Populismo comparado: América Latina, Europa y Estados Unidos en la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF).
Moira MacKinnon es profesora e investigadora de la UNTREF, y la organizadora de estas jornadas. Publicó en 1998 junto a Mario Alberto Petrone Populismo y Neopopulismo en América Latina: el problema de la Cenicienta. "Los primeros populismos —le dice ahora a Infobae Cultura— empiezan en Rusia y en Estados Unidos a fines del siglo XIX. Populismo agrario en Estados Unidos, y en Rusia es más la intelligentsia que decide ir al campo a trata de solucionar esa pobreza grave que había. Ahí empezó a surgir la palabra populismo, con los narod-niki".
Segmentar para analizar
A su lado, en una pequeña sala con sillones blancos y luz natural, en la sede Rectorado Centro de la UNTREF de la calle Juncal, está Andrés Malamud: politólogo, doctorado en Ciencias Sociales y Políticas e investigador de la Universidad de Lisboa en Portugal. "Hay tres tipos de populismo que se usan en la literatura y a veces se confunden. El primero es el populismo político, cuando la relación es entre un líder y la masa sin intervención institucional, parlamentos o partidos. El otro es el populismo económico que consiste en, según los críticos, pan para hoy y hambre para mañana", explica.
MacKinnon completa con la idea de "las políticas fiscales irresponsables", y Malamud continúa: "Políticas redistributivas de lo que todavía no se produjo. Entonces, a través del endeudamiento o el déficit fiscal lo que se hace es redistribuir endeudando a las próximas generaciones. Por supuesto que la defensa del populismo económico dice que hay injusticias actuales y que eventualmente se producirá lo suficiente para lo que hoy se distribuye. Y finalmente el populismo cultural, que tiene varias manifestaciones pero que sobre todo se caracteriza por una visión dicotómica de las élites y las masas. El hombre de a pie, el hombre común, el cualunquismo, como se dice en Italia, el uomo qualunque, el hombre cualquiera, que se diferencia de las élites que le roban al pueblo".
"Otra forma de verlo es diferenciando el populismo clásico: Perón, Vargas, Cárdenas. El populismo neoliberal: Menem en Argentina. Y ahora el populismo radical: Kirchner, Chávez, Evo", comenta MacKinnon haciendo una segmentación tajante, de contexto y epocal. Y Malamud ofrece también otra distinción: "En América Latina son anticapital y en Europa son antiinmigración. Acá el problema son los dueños del dinero y allá el problema son los inmigrantes que roban el trabajo. Los populismos latinoamericanos son de izquierda e inclusivos, mientras que los populismos de Europa suelen ser de derecha y exclusivos".
¿Emancipación o dependencia?
En esta charla breve las preguntas emergen solas. ¿Cómo miramos al populismo hoy? ¿Cuál es su historia, su recorrido, sus matices, sus especificidades, sus características vertebrales, sus desviaciones, su norma? ¿Cómo es posible que esta tendencia en el modo de la gobernabilidad abarque a líderes tan disímiles como Menem, Putin, Trump, Chávez, Mussolini, Cristina Kirchner o Lula? Contra la simplificaciones, estas jornadas en la UNTREF indagaron sobre lo que realmente importa: entender un fenómeno que nos atraviesa transversalmente. Además de Malamud, estuvieron también los reconocidos académicos Carlos de la Torre, Manuel Anselmi y Carlos Waisman, entre otros.
Como una moneda de dos caras que gira en el aire, el populismo se debate entre la emancipación social de los oprimidos y la dependencia de las masas al Estado. "Hay un trabajo muy bueno del holandés Cas Mudde y el chileno Cristóbal Rovira donde trabajan la ambigüedad del populismo. El populismo puede ser una amenaza para la democracia o un correctivo. Una democracia que se enquista en las élites y en las instituciones y se olvida del pueblo necesita a veces un sacudón, que es otorgado por líderes que movilizan a los sectores populares pero ese sacudón puede llegar demasiado lejos, tanto que rompe las instituciones". Agrega Moira MacKinnon: "Cuando las instituciones no están respondiendo a las inquietudes de la gente, cuando hay crisis de representación, ahí es cuando entra el populismo para reequilibrar las cosas y que las demandas sean escuchadas. Pero también pueden traerle problemas a las instituciones porque no son institucionalistas los populismos, en general".
¿Se puede hablar de populismos revolucionarios o es un oxímoron? "Si revolución significa cambio de estructuras total, no", responde MacKinnon y Malamud agrega: "Los revolucionarios tienen un objetivo, los populistas tienen más un método, un camino, no tienen un mundo ideal; lo que van haciendo es justicia sobre la marcha."
Laclau, O'donell y el maniqueísmo
Ernesto Laclau fue uno de los grandes teóricos del populismo y sostenía, a través de la teoría de Jacques Lacan, que la particularidad radica en lo que él llama significante vacío donde reclamos diferentes —incluso a veces contradictorios; Hebe de Bonafini y César Milani en el kirchnerismo, por ejemplo— se embanderan dentro de un significado mayor que los contempla: el movimiento. Luego, mediante la visualización de un enemigo simplificado, se "actualiza" la lucha de clases. "Para Laclau —reflexiona MacKinnon— la esencia está en el antagonismo entre el pueblo y la oligarquía, aquellos que están fuera del pueblo. En parte es verdad, porque el populismo surge con esta idea de que puede ser el espejo de la democracia, como dice Panizza, para incluir a los que no están incluidos. Me parece que lo lleva a un extremo Laclau, porque la política se transforma en guerra."
"El populismo es maniqueísmo —dice ahora Malamud—, y si es un maniqueísmo radicalizado, al final del camino tenemos la violencia. Pero en principio el populismo consiste en dividir la realidad social en dos grupos: los malos que se aprovechan de los buenos. Nosotros, los buenos, tenemos que organizarnos para dar vuelta el orden de las cosas."
En Apuntes para una teoría del Estado, Guillermo O'donell analiza la relación entre el Estado y la sociedad y, según su hipótesis, el Estado no es otra cosa que la estructura político-jurídica que garantiza y encubre las relaciones desiguales entre las clases sociales. ¿Y cómo hace para encubrir esa desigualdad y que todo siga tal y como está? Mediante términos que borronean la lucha de clases generando otro tipo de dicotomías mucho menos complejas: por ejemplo pueblo-oligarquía. O'Donnell lo llama mediaciones.
Al respecto, Andrés Malamud comenta: "Tanto para el populismo como para el discurso de Cambiemos, no hay clases. Se las quiere ocultar. Para el populismo, lo que no son pueblo, son cipayos, son una minoría elitista, son antipatria".
Trump y Putin: los populistas imperiales
"Si seguimos con los tres criterios que dijimos al principio, a Donald Trump se lo puede definir como populista. Le habla directamente al pueblo, a las masas, a los trabajadores blancos relegados por las crisis y la inmigración y las minorías, sin intervención partidaria ni legislativa. Utiliza el partido porque sabe que es a través de un partido que llega al poder. Lo mismo con el Congreso, no puede saltearlo, pero si fuera por él…", dice Malamud
Y continúa: "Se comunica por Twitter, no a a través del partido. Y en la cuestión económica también, es un tipo que habla de redistribución y que toma medidas populistas que producen un deterioro económico para generar un beneficio distributivo. En este aspecto, Estados Unidos es un país diferente a todos los demás porque paga las deudas en la moneda que emite. En ese sentido es el único país que se puede permitir el populismo; en todo caso la inflación la contagia internacionalmente. Y en el aspecto cultural, completamente: se jacta de ser como la gente común y en realidad es un multimillonario."
¿Y en el caso de Vladimir Putin, el líder ruso que está en el poder ya como primer ministro o como presidente desde el año 1999? Especialista en temas internacionales, Malamud responde: "Sí, también se lo puede ver como un líder populista, trabaja con la seducción de las masas y encarna la recuperación del honor nacional. Y después instrumentaliza las instituciones. Culturalmente no, me da la impresión de que no trata de pasar por hombre común. Hay un culto a la personalidad y a la masculinidad".
Mauricio Macri y el antipopulismo de la República
Desde que asumió Mauricio Macri como Presidente, han aparecido definiciones: ¿populista de derecha? Para MacKinnon no, porque "tiene un lenguaje institucional, que no quiere decir que todo el tiempo sea institucional". Por su parte, dice Malamud: "El concepto de República en principio es lo antagónico al populismo. Lo que no quiere decir que no tenga por momentos algún impulso autoritario. Pero el discurso es republicano".
"Yo te diría que es más popular que populista —continúa el politólogo—, porque supo seducir a los sectores populares a través de su militancia futbolística y después consiguió ganar varias elecciones. Te diría que no es populista porque, pese a todo, creó un partido político. Muchos piensan que existe tal cosa como el macrismo; yo no estoy tan seguro. Da la impresión que lo que hizo fue institucionalizar una herramienta electoral, hacer coaliciones y, le guste o no, termina trabajando en el Congreso."
"Los medios de comunicación antes, y las redes sociales ahora, son mecanismos de desintermediación. Los líderes se comunican directamente con las masas, como dice el viejo léxico, o con los vecinos o los electores, como dice el nuevo léxico. En todo caso es así: Macri habla por Facebook, Instagram, Snapchat y no precisa del Congreso. Pero de todos modos, el discurso de Macri es un discurso muy institucionalizado, está muy estudiado", sigue Malamud.
"No tiene la espontaneidad que había con Cristina Kirchner o los otros populistas, que además son excelentes oradores. Macri no tiene nada que ver con eso", completa MacKinnon.
Si el concepto empoderador de los populismos es el de pueblo, en el lenguaje oficial del Gobierno argentino esta palabra ni a aparece. "Cambiemos hace lo contrario: segmenta. Busca el discurso adecuado para cada uno de los segmentos detectados. El discurso de Cambiemos responde a una demanda; el del populismo es oferta, crea un líder y a partir de ahí genera sus seguidores. Lo que hace Cambiemos, no importa si lo creemos o no, es al revés: 'venimos a ofrecer lo que la gente quería, no somos líderes, representamos lo que ellos querían´. Y no dicen pueblo, dicen vecinos. Ahí difuminan las identidades. En este aspecto es antipopulista porque es antiuniversalista", concluye Malamud.
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