Por Ezequiel Siddig
En 1921, el mundo ya anuncia cambios drásticos. Hitler accede al liderazgo del partido nacionalsocialista, aunque todavía sea solo un fenómeno alemán. Einstein sería condecorado con el Nobel por su descubrimiento del efecto fotoeléctrico, germen de la física cuántica. Y sucede también que la portación de ideología puede llevar a unos humildes militantes a la silla eléctrica, como les sucediera a los obreros anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en el estado de Massachussets, Estados Unidos, por una causa inventada.
En 1921, los terrores y los sueños del mundo comienzan a ser globales. Con la creciente llegada de inmigrantes europeos, en Argentina se sienten los ecos posteriores a la Primera Guerra Mundial. Luego de un pogrom contra judíos en Buenos Aires y una matanza por las patrullas parapoliciales de la Liga Patriótica contra obreros de La Forestal en Santa Fe, farmers de la provincia de Santa Cruz, apoyados por el primer gobierno democrático argentino, mandan a reprimir y matar a cientos de obreros anarcosindicalistas.
Esos vientos huracanados –los del mundo, los de la Patagonia- llegan a la humedad de las colonias de Entre Ríos, donde se congregan dos familias de inmigrantes, una judeorrusa, la otra italiana, universos ambos que condensan el devenir de ese mundo dislocado en los personajes de La boda de Fanny Fonaroff.
La obra de teatro va por su tercera temporada. Con dirección y dramaturgia de Roxana Berco, La boda conserva su voluntad primeriza. A comienzos de 2016, Berco, actriz y maestra de actores, se preguntó qué tenía para decir aún el realismo mágico al teatro rioplatense contemporáneo. Investigó junto a sus intérpretes sobre materiales de sus historias personales y luego compuso esta pieza, con aportes de dramaturgia de Maximiliano Frydman (acá también actor) y Silvina Gianibelli.
En esos ecos de guerra y locura, la obra cuenta sobre todo los estertores del amor romántico en un mundo que cada vez más niega sus condiciones. Y lo persigue con recursos escénicos que hacen que las historias de estos seres cobren un relieve de ensoñación: coreografías animalescas, música y sonidos en vivo que crean chamamés o atmósferas fluviales, diálogos que se repiten en diferentes idiomas, canciones que evocan las melodías –en napolitano, en idish- llegadas con los barcos.
La familia de judíos de Odessa está conformada por un hermano dado al estudio de las Escrituras (Léibele), una joven que comulga con el espíritu rebelde de la bíblica Lilith (Gsenya), una lolita encantadora (Fanny) que sin embargo es asediada en silencio por los recuerdos trágicos de la primera infancia –cuando sus padres murieron- y un zeide sumido en "una ventajosa liviandad de la que solo sale algunas veces para correr como si aún nos estuviesen persiguiendo".
Los italianos están conformados por una matriarca fortachona que pretende enderezar el destino de sus hijos (Zulema), una hija que sufre los sinsabores del amor (Damacia) y un hijo anarquista (Alberto) que ha vuelto de la lucha contra los estancieros en el Sur por la muerte del padre. El cuadro se completa con Milton, un viajero de los Siete Mares que trae cuentos asombrosos sobre las maravillas del mundo; y Rufino, un peón filofascista que ve en la Liga Patriótica su reivindicación social.
Hay, a fuerza de generalización, dos tipos de amores en la obra. Los hermanos italianos parecen perseguir o estar dominados por amores prohibidos: Alberto intenta cercenar su atracción por Fanny, una niña de 12 años; Damacia, engañada por Milton, urde su vendetta. Los hermanos judíos están enhebrados por el sentido rebelde de su tradición: Léibele añora a su hermana Shenia; Shenia anhela el amor naviero de un goy, Milton; Fanny quiere dar su primer beso a un hombre que, quizá, la triplique en edad.
Un poco al estilo del "teatro pobre" de Grotowsky, o de la economía de recursos en el cine del Dogma95, la puesta confía en que los pocos elementos en escena –mérito del escenógrafo Marcelo Valiente- más los sonidos creados por Mariano Schneier (ganador del Premio Florencio Sánchez 2016 a la Música Original), transporten a los espectadores a esa "siniestra humedad", que es la orilla del Paraná aguas arriba.
La obra enlaza con la actualidad cuando cifra sus dilemas en torno a los éxodos, la revancha política, la represión estatal, fenómenos que están en pugna con la voluntad de crear un mundo que respete la diversidad y esa familia extendida que recuerda al sueño sudamericano.
*Funciones: sábados a las 22hs en el teatro El excéntrico de la 18, Lerma 420, CABA. Entrada General: $250 / Dto a estudiantes y Jubilados
Descuento Club La Nación. Reservas: www.alternativateatral.com
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