Las perlitas del BAFICI: todo lo que no te podés perder del gran festival de cine

Una guía con nombres y títulos de directores y películas imprescindibles para esta nueva edición de un clásico que cumple veinte años. En esta nota, lo bueno, lo nuevo, lo curioso y lo insoslayable de un evento clave de Buenos Aires, en una serie de combinaciones originales

El 11 de abril llega la nueva edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (más conocido como BAFICI), y si bien es la edición número 20, se sigue produciendo la misma división en la percepción del público. Por un lado, están los que piensan que se trata de un festival de películas aburridas y más o menos parecidas, hechas para un público más bien snob. Por el otro, están los que ven en el BAFICI la oportunidad de conocer un cine nuevo, de volver a ver en pantalla grande largometrajes extraordinarios de otros tiempos; de enterarse del nuevo panorama del cine nacional y de pasar de ver películas contemplativas a cine de género de todas partes del mundo. La diferencia entre el primer grupo y el segundo es que mientras unos hablan desde el prejuicio, y posiblemente no hayan pisado nunca el festival, los segundos saben de qué se trata. No es una opinión; es un hecho: el BAFICI, con sus más de 200 películas, está bastante lejos de entregar siempre lo mismo, y ha hecho de su propia variedad una bandera indiscutible.

Así y todo, tanto el primero como el segundo necesitarán listas de aquello que más vale la pena ver, a veces por la calidad de la película, a veces porque la importancia del director –incluso aquellos que miramos con desconfianza- nos obliga a asistir a la sala para ver qué es lo nuevo que hizo, y a veces porque es tan rara la propuesta del director que es imposible no rendirse ante la curiosidad.

A continuación, entonces, un listado de largometrajes y/o eventos imprescindibles para ir viendo, ya sea para los del segundo grupo, asiduos asistentes anuales de estos diez días cinéfilos, como integrantes del primero que estén dispuestos a romper con el prejuicio y acercarse a este evento. Es un listado organizado en ocho funciones dobles y en dos focos sobre cineastas antitéticos pero esenciales de las últimas décadas (que de paso visitarán el festival y presentarán varias de sus películas) que representan lo que quizás sea lo más llamativo que tendrá este BAFICI. O sea, no hablo de maravillas como Dry Martina de Che Sandoval, o rarezas sólo hallables en festivales como éste como The Green Fog de Guy Maddin, o dos documentales españoles como El Entusiasmo (sobre la transición entre dictadura y democracia) o Brujas (sobre una banda de rock española), o siquiera de la visita de Ewen Bremmer (gran actor, conocido acá por películas como el díptico Trainspotting, que viene a dar una masterclass), o de las nuevas películas de cineastas de la importancia de Rosendo Ruiz u Inés Oliveira Cézar, sino de películas y focos que, por X o por Y, se transformarán en lo más llamativo que tendrá el BAFICI. Será, o sea, la punta del iceberg, pero la punta de un iceberg es un buen comienzo para empezar a conocer una construcción gigante.

“La flor”, de Mariano Llinás
“Las hijas del fuego”, de Albertina Carri

1) La Flor/ Las Hijas del Fuego

La Flor es una película de 14 horas de duración, hecha fuera de los circuitos oficiales del INCAA y compuesta de seis historias (dos que empiezan y no terminan, una que empieza y termina normalmente, una que empieza a la mitad del relato y termina). emLa Flor/em es una de esas películas que ya desde su formato exhibe una ambición desmedida. Claro que la ambición en sí no es prometedora. Necesita, digamos, otro elemento a priori para volverla imprescindible en su visionado, y ese elemento es Mariano Llinás. Figura insoslayable del cine nacional presente, creador de un estilo que parece combinar a Borges, las obras de Rafael Spregelburd, Orson Welles Tarantino y varios más, su obra está llena de un lenguaje florido y un sentido del humor exquisito. Además, como ya lo demostró en Historias Extraordinarias (con sus casi cinco horas de duración) su capacidad narrativa hace que sus películas, no por ser extensas, dejen de ser rabiosamente divertidas. Y sí, son 14 horas, más o menos lo mismo que dura una temporada de una serie (que si enganchan suelen bajarse/devorarse fácilmente en un fin de semana), pero vista en pantalla grande. De bastante menor duración (90 minutos) pero igual capacidad de generar expectativa es Las Hijas del Fuego, de Albertina Carri. Otra figura importantísima del cine nacional, directora de uno de los mejores documentales sobre la dictadura (Los Rubios). A diferencia de Llinás, el mundo de Carri tiende a ser menos lúdico y más físico, concentrado en ciertos aspectos de los cuerpos y la sexualidad, y en las familias disfuncionales. Las Hijas del Fuego promete justamente todo eso, desde un título que evoca tanto la pasión como la (auto) destrucción. Teniendo en cuenta la capacidad de Carri para filmar escenas de sexo (si no, ver La Rabia, su tercera película), así como ambientes claustrofóbicos, es altamente probable que Las Hijas del Fuego sea de las películas más potentes de este festival.

“ET”, de Spielberg, en el BAFICI
“Los Muppets toman Manhattan”

2) ET/Los Muppets toman Manhattan.

La sección BAFICITO es una de las más hermosas que suele ofrecer el BAFICI. Películas familiares de un nivel extraordinario y que casi nunca tenemos la oportunidad de ver en la pantalla grande. No obstante esto, es casi inevitable no seleccionar de todo esto dos obras maestras que tienen ya décadas pero que valdrá la pena ver en copias restauradas. No creo que haga falta aclarar el motivo por el que vale la pena ver ET, de Spielberg; sin embargo, sí es necesario recordar la menos conocida Los Muppets toman Manhattan, la representación más brillante que se haya hecho no sólo del espíritu de humor anárquico de la creación de Jim Henson, sino del discreto virtuosismo cinematográfico de uno de los grandes directores de comedia de los 80 y 90: Frank Oz. En medio de eso, una sofisticadísima y ácida reflexión sobre el mundo del espectáculo, canciones hermosas y una catarata de chistes geniales. Y por cierto, como complemento perfecto de esta película se puede ver Muppet Guys Talking, documental en el que reúnen a cinco personas que participaron en el programa de los Muppets (entre ellos el mencionado Oz), para hablar de la importancia del programa y homenajear a Jim Henson).

“El bueno, el malo y el feo”, de Sergio Leone
“Sad Hill Unearthed”

3) El Bueno, el malo y el feo/ Sad Hill Unearthed.

Quentin Tarantino definió alguna vez a la escena del duelo del cementerio de El Bueno…. como "la más grande escena de acción de todos los tiempos". Quienes hayan visto El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone, saben de qué se trata, una construcción formal de un virtuosismo asombroso en el que el director basa todo el suspenso en personas mirándose durante más de cinco minutos mientras van acercando lentamente sus manos a sus pistolas. Sad Hill Unearthed es un documental de Guillermo de Oliveira sobre un grupo de personas que intentaron reconstruir la escena tal y como fue hecha hace 50 años. Película sobre la cinefilia como obsesión, pero también a su modo una gran reflexión sobre el cine como un arte capaz de llevarnos de nuevo al pasado. El doble programa ideal del BAFICI para hacer con esta película es, obviamente, la propia El Bueno, el Malo y el Feo, obra maestra mayor que se exhibe en copia restaurada. Gran oportunidad para ver o volver a ver el que quizás sea el mejor spaghetti western jamás filmado, escuchar en cine una de las grandes bandas de sonido de todos los tiempos -de Ennio Morricone-, comprobar la tremenda presencia cinematográfica de Clint Eastwood y Lee Van Cleef, corroborar al personaje de Tuco interpretado por Eli Wallach como uno de los mejores personajes secundarios de la historia, y claro, ver en pantalla grande la monumental y mencionada escena del duelo en el cementerio.

“Happy End”, de Haneke, con Isabelle Huppert
“Transit”, de Petzold

4) Happy End, de Michael Haneke/ Transit, de Christian Petzold.

Dos de los directores europeos más prestigiosos del mundo estrenan películas en este festival. Uno es más bien conocido: se trata de Michael Haneke y su última película Happy End. Cualquiera que conozca el cine oscuro de Haneke sabe que un título no puede ser otra cosa que irónico y que lo más probable es que su último largometraje tenga todo menos la felicidad que anuncia el título. En este caso, Haneke filma una familia burguesa caracterizada por la falta de afecto y la total ausencia de vínculos familiares genuinos. Aun cuando su cine pueda irritar en su mirada despiadada, es difícil de que deje indiferente a alguien. Por otro lado, su protagonista es Isabelle Huppert, que es, como ya sabemos, una de las presencias más hipnóticas que tiene el cine contemporáneo. Menos conocido pero igualmente imprescindible en el panorama del cine europeo actual es Christian Petzold. Su cine suele ser un intento de época por partida doble. Por un lado porque suele hacer transcurrir sus películas en épocas como los 40 o 50, pero por el otro también porque dentro de esos relatos se intenta rescatar la influencia de cineastas clásicos como Alfred Hitchcock o Douglas Sirk (aunque también veamos de vez en cuando el sello de directores como Truffaut o Fassbinder). En Transit, Petzold plantea una historia de romance y cambio de identidades en medio de la Segunda Guerra, y ya por su propio argumento central (una mujer que conoce a un hombre que se hace pasar por su esposo), uno puede ver en Transit ecos de la canónica Vértigo, de Hitchcock. No obstante, Petzold es un director menos espectacular que Hitchcock, y su cine suele ser más minimalista, más concentrado en el gesto sutil y no exento de pasiones reprimidas. Si necesitan una prueba cabal de esta habilidad de Petzold para filmar miradas, vean la su película anterior (Phoenix, melodrama estrenado hace dos años en Argentina) y asistan deslumbrados a sus últimos cinco minutos. Es muy probable que los convenza totalmente de la maestría de su director, y de paso haga del visionado de Transit algo urgente.

“Grass”, de Hong Sang Soo
“Expiación”, de Perrone

5) Hon Sang Soo/Perrone.

El actual director del BAFICI Javier Porta Fouz dijo una vez que Woody Allen más que un cineasta es una suerte de tío que viene una vez al año a visitarnos con una película suya. Digamos que después de varios años, Hong Sang Soo y Raúl Perrone se han transformado en esto, pero ya no para una cartelera comercial sino para el circuito festivalero. En los últimos años hemos visto por lo menos una película de ellos tanto en el festival de Mar del Plata como en el BAFICI, y para cualquier cinéfilo se ha vuelto casi un ritual asistir a su cine. De ahí que una de las curiosidades de estos cineastas es que mientras en sus estrenos comerciales argentinos no logran tener demasiado éxito, en los festivales más grandes de Argentina agotan todas las entradas. Es probable que quienes nunca vieron el cine de Hong Sang Soo queden encantados con un mundo totalmente nuevo, de una sensibilidad y un minimalismo narrativo que en sus mejores exponentes llega a profundidades dignas de un Chéjov. Quienes lo siguen, se encontrarán un poco con ese mundo familiar y ligero, cuyo genio reside en esa increíble capacidad del director de hacer películas que sean muy parecidas, pero que al mismo tiempo se sientan frescas y sorprendentes. Diferente es el caso de Raúl Perrone. En sus últimos años, y a diferencia de Hong, el cine de Perrone se ha basado en una reinvención permanente, dispuesto a llevar a sus seguidores a lugares radicalmente distintos a los que los había llevado antes. En Expiación, Perrone hace transcurrir su película durante el golpe de 1976 en una casa donde conviven cuatro personajes. Aún con lo extraña que pueda ser respecto del resto de su filmografía, un mismo espíritu persiste: el de hacer un cine artesanal que destruye todas las convenciones posibles (tanto desde lo narrativo como desde los métodos de filmación), ese tipo de espíritu en donde el bajo presupuesto no impide la ambición y que hizo de este director una figura esencial del cine nacional.

“The Waldheim Waltz “, documental de Ruth Beckerman
“Esto no es un golpe”, de Sergio Wolf

6) The Waldheim Waltz/ Esto no es un golpe.

El BAFICI suele tener en sus ediciones una buena cantidad de muy buenos documentales. Este BAFICI va a ofrecer dos brillantes cuyo elemento en común es su rabioso contenido político y su interpelación a un caso resonante del pasado. Por un lado estará The Waldheim Waltz, de Ruth Beckerman (cineasta sobre la que el propio BAFICI hizo un foco dos años atrás), que sigue la historia del ascenso y la caída de Kurt Waldheim, el ex Secretario General de la ONU y candidato a presidente de Austria, que se vio envuelto en un escándalo tras el descubrimiento de un pasado nazi. Beckerman reconstruye esta historia haciendo un uso sorprendente del material de archivo y creando un suspenso por momentos insoportable acerca del posible devenir de esta persona. El otro documental es Esto no es un golpe, de Sergio Wolf. El crítico de cine (y ex director del BAFICI) devenido uno de los mejores documentalistas de Argentina, entrega una película fascinante acerca del levantamiento de los carapintadas de los 80, durante el gobierno de Raúl Alfonsín y con Aldo Rico como líder de los militares. Con entrevistas, material de archivo y una reflexión histórica que se aleja de todo lugar común, puede convertirse en uno de los eventos más importantes de este festival.

“Season of the Devil”, de Lav Diaz
“La infancia de Juana de Arco”, de Bruno Dumont

7) Lav Diaz/ Dumont.

Al filipino Lav Diaz se lo conoce por dos cosas. Primero, por haber realizador películas particularmente extensas (como A Lullaby to the Sorrowful Mistery, con sus ocho horas de duración, o las cinco horas y media de la From what is before) y en segundo lugar por ser uno de los más lúcidos cineastas políticos de la actualidad. Con Season of the Devil (de menos de cuatro horas de duración, sintética si tenemos en cuenta los parámetros de Lav Díaz) el director narra la historia de un hombre que busca a su mujer, desaparecida por el Estado filipino. En medio de una película que mezcla la épica política con el melodrama intimista, y en el que la crudeza de la descripción de la represión gubernamental se mezcla con números musicales rockeros. Si esto suena raro probablemente no lo sea menos que La infancia de Juana de Arco, la nueva película de Bruno Dumont. El realizador de películas deslumbrantes y rarísimas como Hadewichj y Flandres, entrega, al igual que Díaz, un drama con números musicales rockeros. Lo más raro es que esto esté inmerso en una película que narra, justamente, la vida de esta santa católica, y militar francesa. Más raro aún, la película no busca lo musical en un sentido cómico y mucho menos irónico, sino como parte de un verosímil que uno sencillamente tiene que aceptar para poder meterse adentro del relato. El resultado es un raro abordaje hacia una figura histórica que Dumont ve con una rara mezcla de fascinación y extrañamiento. Que son un poco los mismos sentimientos que puede transmitir esta rareza.

“Pink Flamingos”, de John Waters, con Divine
“Cry Baby”, de Waters, con un jovencísimo Johnny Depp

8) John Waters.

John Waters visita la Argentina. Quizás el acercamiento más popular que tuvo con el público masivo argentino fue en su "aparición" como el dueño de una tienda de objetos nostálgicos en un recordado capítulo de Los Simpson (ese en el cual Homero teme que su hijo Bart se vuelva gay), pero lo cierto es que su figura excede por mucho ese (gran) episodio televisivo. Verdadero referente del "camp" en la cultura americana, Waters es un cineasta con un universo propio tan personal como atrayente, hecho de una estética del mal gusto y una sensibilidad trash exquisita (por más paradójico que suene esto). Su cine no es para todos los gustos (y a veces no es para todos los estómagos), así y todo es parte indiscutible de la historia del cine; una más marginal y alejada de los cánones tradicionales, pero no por eso menos creativa y genial. El BAFICI exhibirá una retrospectiva de su obra exhibiendo ocho de sus largometrajes. Para quien quiera conocerlo, recomiendo fervorosamente Cecil B. Demented (acaso una de las reflexiones más despiadadas, sofisticadas y divertidas que se hayan hecho de la industria de Hollywood), el musical Cry Baby (con un Johnny Depp jovencísimo y desconocido para esa época), y por supuesto la fundacional e influyente Pink Flamingos (con la icónica escena de su protagonista Divine comiendo caca de perro –esto último es literal-). Como extra de todo esto se exhibirá en pantalla grande Fuego con Isabel Sarli (película admirada por el propio Waters) y habrá una charla con el director y la leyenda erótica argentina.

“Los amantes regulares”, de Barrell
“La cicatriz interior”

9) Phillipe Garrell.

La otra visita importante de este BAFICI podría considerarse como la contraposición total de John Waters. Ahí donde este último es festivo y orgullosamente grosero, el cine de Garrell tiende a ser serio, austero y angustiante al punto tal que alguna vez se definió su cine como "una oda al malestar"). Por curioso que parezca, ambos cineastas terminaron siendo minoritarios, ya que en alguna medida tanto la alegría y el gusto por el mal gusto desbordado y el ascetismo depresivo nunca pueden alcanzar demasiada masividad. Así y todo, entrar al mundo de Garrell es, al igual que lo que pasa con el de Waters, ingresar a un espacio fascinante en el cual lo más cotidiano puede volverse extraño y asfixiante. EL BAFICI exhibirá buena parte de su obra (14 películas nunca estrenadas comercialmente en la Argentina) incluyendo dos imperdibles: por un lado, Los Amantes regulares, película del 2005 considerada por muchos y con total justicia como una de las reflexiones más lúcidas que se haya hecho sobre el Mayo Francés, y por el otro, La Cicatriz Interior, una locura hermosa protagonizada por la legendaria cantante Nico (con la que Garrell mantuvo una relación amorosa varios años) que cuenta con algunas de las imágenes oníricas más hermosas que se hayan filmado.

“Las Vegas”, de Juan Villegas
“The Isle of Dogs”, de Wes Anderson

10) Las Vegas/ The Isle of Dogs.

Una de las curiosidades de este BAFICI es que abre y cierra con una comedia. En este caso se trata de dos películas hechas por directores también obsesionados con mezclar el humor con la melancolía. Por un lado, Las Vegas, la primera ficción de Juan Villegas desde Ocio (película del 2010), en la que el realizador construye una comedia romántica con su habitual habilidad para los diálogos y con el protagónico de esa actriz excepcional que es Pilar Gamboa. El resultado es una película amable y triste al mismo tiempo, y atípica dentro del panorama general del cine argentino independiente. La Isla de los Perros está dirigida por Wes Anderson, o sea, por uno de los directores más originales del cine americano contemporáneo. Aquí el director vuelve al cine de animación, en el que ya había incursionado en la hermosa Fantastic Mr. Fox (acaso la mejor adaptación que se haya hecho de un relato de Roald Dahl), para entregar una historia sobre la rebelión de unos perros deportados a la Isla de la Basura. Si los antecedentes de Wes Anderson (director de obras maestras como Rushmore, Los Excéntricos Tenenbaum y El Gran Hotel Budapest) no son suficientes para hacer esta propuesta atractiva, b asta decir que esta película de animación cuenta con las voces extraordinarias de Bryan Cranston, Scarlett Johansson, Frances McDormand y Harvey Keitel, y que de estrenarse en Argentina (cosa dudosa) seguramente serán destrozadas por voces dobladas de dudoso gusto.

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