"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…"
Basta con citar el primer verso de Cambalache para hablar de él, el hombre de contextura pequeña, nariz prominente y una mente asombrosa y observadora que dejó un raudal de despechos y desahogos en sus letras, hoy tangos inmortales con los que describió los desamores románticos y las decepciones sociales de la Argentina que vivió.
Y en ésto último, Cambalache es sin dudas la marca de su excelencia. Tanto así que, como dicen los que saben, fue escrito en 1934 y sigue sigue siendo la radiografía de Argentina en el siglo XXI… Y del mundo, en sí.
Fue un exquisito poeta que hasta cuestionó a Dios, un eximio compositor, un ocurrente actor, guionista y autor teatral visionario. Entre sus composiciones (consideradas "fundamentales") dejó Yira, Yira; Tormenta, Secreto, Malevaje, Esta noche me emborracho, El choclo y Uno, entre otros.
Enrique Santos —Discepolín para los amigos—nació el 27 de marzo de 1901 en el seno de una familia ligada al arte. Balvanera fue el barrio que lo vio nacer, crecer, vivir y morir, a los 50 años.
Tras la muertes sus padres, su hermano Armando —14 años mayor—se convirtió en su tutor y mentor. Él ya era un destacado dramaturgo que supo ver en Enrique a un talento floreciente. Así, en 1917 debutó como actor en El chueco Pintos y mantuvo esa carrera hasta poco antes de su muerte.
Conjugó la lírica con la dirección y actuación en cine. Lo hizo todo y bien.
En 1918 escribió sus primeras obras de teatro: El señor cura, El hombre solo y Día feriado. Más tarde llegó al cine de la mano de Yira, Yira; siguió con Mateo, dirigido por Armando Discépolo.
A diez años de iniciar su camino en el teatro llegó a su vida el tango —o él al tango, quién sabe— y ambos quedaron íntimamente ligados.
Discépolo y el tango
"Sola, fané, descangayada| la vi esta madrugada | salir de un cabaret…" empieza Esta noche me emborracho, tango que compuso en 1928 (estrenado por Azucena Maizani el 22 de marzo de 1928 en el Teatro Maipo) y que alcanzó la cima cuando Carlos Gardel lo grabó el 6 de julio de ese año.
En ese tango desangra su pena luego de haber visto salir de un cabaret a la mujer que había conocido años atrás y de la que estaba perdidamente enamorado. Tras el golpe que le ocasionó verla como lucía, la describió: "Parecía un gallo desplumao, mostrando al compadrear| el cuero picoteao…| Yo que sé cuando no aguanto más| al verla, así, rajé, pa' no yorar".
Esa fue su primera letra de tango exitosa. Discepolín hizo sociedad con el lunfardo —¡y lo usó como ninguno!—, cosa que más tarde (en 1943, para ser exacto) le traería problemas cuando la Revolución del 43, que derrocó el gobierno de Ramón Castillo, decidió prohibir sus letras y, exclusivamente, el uso del lunfardo y ciertos conceptos a los que consideraban "inmorales". Ese año también prohibieron la reproducción de Uno, composición que hizo junto al maestro Mariano Mores.
Esa prohibición hizo que muchos tangos no fueran emitidos por la radio. Con la llegada de Juan Domingo Perón al poder la orden continuaba y recién el 25 de marzo 1949 fueron levantadas. En una audiencia con los directivos de SADAIC, Perón dijo que desconocía esas directivas y dio orden de levantar la medida.
Mientras eso sucedía, Discépolo hacía giras por América Latina. México y Cuba fueron los países que visitó en 1947 y al regresar compuso Cafetín de Buenos Aires. Además produjo y dirigió películas y obras de teatro.
El 13 de abril de 1951 se estrenó "El hincha", película de Manue Romero en la que encarnó a "El Ñato", un fanático del fútbol que veía como único motivo de su vida alentar y resolver los problemas del club de sus amores a punto de descender… ¡Y ningún hincha que se precie de tal puede permitir que su equipo descienda sin hacer nada!… Al menos eso pensó hasta que se sintió decepcionado por la corrupción en ese deporte…
Y su otro amor, la novia de toda la vida, le reclama al hincha cincuentón que ponga fecha de casamiento, evento que éste posterga a causa de su equipo.
El recordado monologo final dice: "¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada? (…)¿Qué sería del fútbol sin el hincha?… El hincha es todo en la vida…".
Discépolo, afectado en su corazón —dicen que las criticas por su confeso peronismo tuvo que ver— murió el 23 de diciembre de 1951.
Discépolo en el cine
Actuó en Yira, yira (1930), Mateo (1937), Melodías porteñas (1937), Cuatro corazones (1939), Y mañana serán hombres (1939), Yo no elegí mi vida (1949) y El hincha (1951).
Como director se destacó en Cuatro corazones (1939), Un señor mucamo (1940), Caprichosa y millonaria (1940), En la luz de una estrella (1941), Fantasmas en Buenos Aires (1942) y Cándida, la mujer del año (1943).
Fue guionista en Melodías porteñas (1937), Cuatro corazones (1939), Un señor mucamo (1940), Caprichosa y millonaria (1940), Confesión (1940), En la luz de una estrella (1941), Fantasmas en Buenos Aires (1942), Cándida, la mujer del año (1943), Yo no elegí mi vida (1949), El hincha (1951) y escribió el argumento de Blum grabada en 1970.
Discépolo, Mordisquito, Perón y la radio
En sus últimos años, Enrique hacía monólogos en A mi qué me vas a contar, un programa radial en el que reflexionaba sobre el presente social que vivía Argentina en la década de 1950.
Discépolo se consideraría hoy "un militante" del peronismo. Su compromiso social y político fue llevado en su decir y en sus letras.
Consideró un avance social y político las ideas de Juan Domingo Perón y encontró en la radio el lugar en el que poder hablar sin tapujos sobre ello. ¿A mi qué me vas a contar? era el espacio donde descargaba hablándole a "Mordisquito" un personaje de su invención de pensamiento "oligarca" que veía mal los beneficios otorgados a la clase trabajadora.
Una de las maneras que un grupo tenía para demostrar a Discépolo lo enojados que estaban con su abierta defensa del peronismo era comprar todas las entradas para las presentaciones en el teatro. No era para hacerlo feliz con la sala llena, sino todo lo contrario: compraban la totalidad de los lugares para que cuando saliera a escena la sala estuviera totalmente vacía.
Esas actitudes, dicen, adelantaron la partida de este grande que, guste o no por su manera de componer y pensar, pensaba y mucho. Y se animó a escribirlo, decirlo y defenderlo cuando hacerlo no era moneda corriente.
En 1974, Homero Manzi y su amigo Anibal Troilo le regalaron este tango que lleva de nombre el apodo que le pusieron los amigos, Discepolín.
Sobre el mármol helado, migas de medialuna
y una mujer absurda que come en un rincón …
Tu musa está sangrando y ella se desayuna …
el alba no perdona ni tiene corazón.
Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!…
Conozco de tu largo aburrimiento
y comprendo lo que cuesta ser feliz,
y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz;
con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown,
y con esa sonrisa entristecida
que florece en verso y en canción.
La gente se te arrima con su montón de penas
y tú las acaricias casi con un temblor…
Te duele como propia la cicatriz ajena:
aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín…
¿No ves que están bailando?
¿No ves que están de fiesta?
Vamos, que todo duele, viejo Discepolín…
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