Hace poco más de 50 años, mientras Los Beatniks y Los Gatos grababan las primeras canciones de rock nacional ("Rebelde" y "La Balsa" respectivamente), un muchachito andaba por ahí y compartía horas de charlas y tragos con los músicos, poetas e intelectuales que frecuentaban La Perla de Once y La Cueva de avenida Pueyrredón y French, los dos lugares legendarios donde se gestó el rock argentino. Ese joven de tan sólo 19 años era Miguel Abuelo, quien fue parte del ambiente del rock desde el principio.
Nacido como Miguel Ángel Peralta, nunca conoció a su padre y pasó su infancia en un orfanato debido a una grave enfermedad que padecía su madre, hasta que fue adoptado por el director de la institución.
Su primer acercamiento a la música se dio con el folklore. Su hermana de sangre le enseñó bagualas que cantaba a capella en peñas comunitarias. Su voz aguda se convirtió en el centro de atención, ya que sin ningún tipo de formación previa tenía una afinación perfecta que sorprendía hasta a los músicos más experimentados.
El destino hizo que Miguel terminara viviendo en la Pensión Norte, donde residían Moris y Pajarito Zaguri, y que funcionaba como base de operaciones y ensayos de Los Beatniks. Allí compartió habitación con el poeta, letrista y periodista Pipo Lernoud, fundador de Expreso Imaginario, la primera revista de rock local.
Mientras sus días se repartían entre el canto de bagualas y la escritura de poemas, pasaba largas noches en La Cueva y La Perla en compañía de Pipo, Moris, Litto Nebbia, Tanguito y Javier Martínez,de Manal, entre otros pioneros del rock nacional.
Una cosa es haber formado parte de ese círculo como espectador y haber presenciado, por ejemplo, cómo Tanguito y Nebbia compusieron "La Balsa" en el baño de La Perla, pero otra muy diferente era pertenecer a la primera generación de músicos que crearon el rock en español. Miguel fue parte de este último grupo casi de casualidad.
Del dicho al hecho
Cuenta la historia que el poeta acompañó a su amigo Pipo Lernoud a la discográfica Fermata a realizar unos trámites relacionados con su composición "Ayer Nomás", que habían grabado Los Gatos como lado B de "La Balsa". Allí, el productor Ben Molar, que estaba buscando nuevos artistas de rock para grabar, le preguntó si tenía un grupo y él respondió afirmativamente: "Se llama Los Abuelos de la Nada", le dijo a Molar a pesar de que nunca había tocado rock en su vida y mucho menos formado una banda. El productor le comunicó que en tres meses debía presentarse en el estudio para grabar un simple.
El nombre del grupo proviene de un pasaje de la novela de Leopoldo Marechal El Banquete de Severo Arcángelo, de 1965, que dice "Algún día tendré que llamarlo a usted Padre de los Piojos y Abuelo de la Nada".
En realidad, en ese momento poco importaba cómo se iba a llamar el grupo. La prioridad era conseguir a sus integrantes. Peralta, ahora rebautizado como Miguel Abuelo, los encontró en Plaza Francia, anexo de La Perla y La Cueva y epicentro de los movimientos hippie y beat porteños: Héctor "Pomo" Lorenzo en batería (futuro integrante de Pappo's Blues, Invisible y Spinetta Jade), Alberto Lara en bajo, Miky Lara en guitarra rítmica y Eduardo "Mayoneso" Fanacoa en teclados. Esta formación, a la que se incorporó el guitarrista de Manal Claudio Gabis como invitado, grabó "Diana Divaga", primer simple de Los Abuelos de la Nada, editado en marzo de 1968.
En el siguiente sencillo, "Pipo La Serpiente", tocó la guitarra líder Norberto "Pappo" Napolitano, que se incorporó a la banda como miembro estable. Sin embargo, sus diferencias con Abuelo hicieron que la banda se disolviera al año siguiente. De hecho, es Miguel quien abandona el grupo y Los Abuelos de la Nada terminan grabando el blues "La Estación" con Pappo como cantante, antes de separarse definitivamente.
Luego de registrar dos simples como solista para el sello Mandioca y de formar la banda El Huevo, un proyecto fugaz con "Pomo" Lorenzo en batería y Carlos Cutaia en teclados que nunca llegó a grabar ningún material, Abuelo se fue a buscar suerte a Europa, como hicieron muchos de su generación, cansados de la opresión de los gobiernos de facto (plena dictadura de Onganía) y de las limitaciones artísticas que ofrecía la industria musical argentina.
La versión original de "Diana Divaga" duraba cinco minutos, pero el sello lo redujo a la mitad para facilitar su difusión. De esta manera, el que podría haber sido el primer simple de psicodelia argentina se convirtió en una canción beat más de la primera generación del rock nacional. Miguel Abuelo nunca lo pudo soportar.
El disco perdido del rock nacional
En el Viejo Continente, paseó sin rumbo por Londres, Ámsterdam, Barcelona e Ibiza, donde conoció a su esposa Krisha Bogdan, con quien tuvo a su único hijo, Gato Azul Peralta. La isla española lo reencontró con músicos como Miguel Cantilo y Kubero Díaz, con quienes tocaba a la gorra para ganarse la vida.
En París, el productor y mecenas Moshé Naim, un coleccionista de arte y amigo de Salvador Dalí que ya había financiado a Federico García Lorca y al cantante español Paco Ibáñez, quedó impresionado con la voz de Miguel y decidió producirle un álbum. Eran los primeros años de los '70 y, para el francés, la música de Abuelo representaba el futuro.
No se equivocaba. Naim lo juntó con otros músicos argentinos radicados en Francia, entre ellos el guitarrista Daniel Sbarra, quien se sumaría a Virus en 1985, y los llevó a un castillo para componer, ensayar y grabar Et Nada, un álbum que combina el folk, la psicodelia, el rock progresivo y el hard rock que está a la altura de cualquier obra maestra de esa época, ya sea Dark Side Of The Moon de Pink Floyd o Machine Head de Deep Purple.
Además de la clásica instrumentación rockera, Et Nada tiene arreglos de cuerdas, sonidos andinos y experimentaciones electrónicas similares a las que estaban haciendo los músicos alemanes en ese momento. Vio la luz en 1975 cuando el grupo, que había adoptado el nombre de Hijos de la Nada, ya se había disuelto.
El álbum se editó en Francia y Bélgica, pero nunca tuvo una edición argentina, por lo que es una joya prácticamente inconseguible. En 1999 un sello local llamado Condor's Cave logró editarlo en los Estados Unidos en CD y traerlo a la Argentina, pero se trató de una tirada muy limitada. Una edición original del vinilo de Et Nada hoy puede valer alrededor de siete mil pesos. Por suerte, está disponible en Internet y es un disco de escucha obligada que, en otras circunstancias, se habría convertido en un clásico. Dentro del rock argentino, la única banda que logró acercarse al sonido que pulió Miguel Abuelo en Francia fue Pescado Rabioso.
La segunda fundación de Los Abuelos de la Nada y la renovación del rock nacional
Son muy pocos los músicos que tuvieron la oportunidad de participar de la fundación de un género o un movimiento y años más tarde convertirse en un eslabón fundamental de su propia renovación.
Miguel Abuelo fue de los primeros rockeros argentinos en grabar simples, y el material que dejó esa etapa es de una calidad sublime. Pero su espíritu rebelde y errante le impidió sostener la continuidad de Los Abuelos de la Nada y su autoexilio a Europa lo alejó de la escena nacional, aunque su vínculo con músicos argentinos allí le permitió mantener una pequeña conexión con su tierra.
En España conoció al bajista Cachorro López, que ese momento tocaba con una banda de reggae de Jamaica radicada en Inglaterra llamada Jah Warriors (hoy es uno de los productores más importantes del pop latino), y surgió la idea de volver a la Argentina y reflotar a Los Abuelos de la Nada, pero con un enfoque diferente, más acorde a lo que necesitaba un país que estaba saliendo de su dictadura más violenta.
La banda dejaría a un lado el folk, el blues, el hard rock y todos los sonidos con los que Miguel estuvo experimentando en las décadas anteriores. Los Abuelos de la Nada de los '80 serían una banda de pop que haría bailar y cantar a todos.
Para esta nueva refundación también se sumarían Polo Corbella en batería, Gustavo Bazterrica (ex La Máquina de Hacer Pájaros) en guitarra, Daniel Melingo en saxo y, en teclados, un joven Andrés Calamaro que venía de tocar en el grupo Raíces y que había sido recomendado por Alejandro Lerner.
Con esta nueva formación, grabarían el primer LP homónimo en 1982, una fusión de rock, pop y reggae producida por Charly García que contiene dos hits, "Sin Gamulán" y "No Te Enamores Nunca De Aquel Marinero Bengalí".
En 1983 se convirtieron en una de las bandas más exitosas de la escena nacional gracias al álbum Vasos Y Besos, que incluye el clásico "Mil Horas". Con este trabajo, Los Abuelos de la Nada lideraron la renovación que el rock argentino vivió con el retorno de la democracia, en el que junto a bandas como Soda Stéreo y Virus acercaron el género al público masivo, con un sonido más festivo, alegre y bailable cercano la new wave, que era el estilo musical de moda en el mundo en ese momento. El rock nacional había dejado de ser un movimiento marginal o de nicho y pasó a sonar en la radio y en las discotecas.
En 1984 sacaron otro álbum clásico, Himno de mi Corazón, con el tema que da nombre al disco y "Lunes por la Madrugada" como principales sencillos. En paralelo, Miguel Abuelo editó un álbum solista, Buen Día, Día, que pasó desapercibido en medio del éxito de su banda. Allí, el cantante vuelve a sus raíces, con ritmos latinos y folklóricos y algunos pasajes lisérgicos que distan mucho de las canciones que habían llevado a su grupo a lo más alto.
La mejor formación de Los Abuelos se quebró en 1985 luego de la edición del LP en vivo En El Ópera, que incluyó un tema nuevo que se volvió uno de los más emblemáticos de su carrera, "Costumbres Argentinas". A las partidas de Melingo y Bazterrica, luego de ese álbum se sumaron las de Calamaro y Cachorro López. Con nuevos integrantes como el guitarrista Kubero Díaz, Los Abuelos de la Nada grabaron su último trabajo, Cosas Mías.
Miguel todavía tenía proyectos pendientes con su banda, pero el 26 de marzo de 1988 falleció como consecuencia del virus del SIDA, por una complicación que sufrió luego de una operación de la vesícula. Tenía 42 años. Su muerte, junto con la de Federico Moura de Virus y Luca Prodan de Sumo, significó el fin de una de las etapas más prolíficas y creativas del rock nacional, la que le dio reconocimiento popular y marcaría el camino a seguir a las futuras generaciones del rock.
Como bien dice Andrés Calamaro en "Con Abuelo", la canción que le dedicó a su maestro en Honestidad Brutal:
"Tengo que contarte cómo te recuerdan todos por acá
Parece que iniciaste a una generación a lo rock de verdad
Me lo vienen a contar los chavales cada vez que me ven en los recitales"
El legado de Miguel Abuelo sigue vigente, no sólo en los clásicos que dejó con Los Abuelos de la Nada, sino en la música de aquellos que tocaron con él y de los miles de seguidores que años más tarde decidieron seguir sus pasos. Ecléctico y misterioso, es sin dudas una de las figuras más interesantes de la historia del rock nacional.
A 30 años de su muerte, todavía es posible deleitarse con su obra, repleta de clásicos y de canciones que invitan a una obra musical completa, de esas que sólo pueden elaborar artistas libres e inquietos que toda su vida han decidido seguir su propio camino.
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