Para los que escribimos teatro, la Historia siempre es un lugar muy atractivo de donde partir para crear un argumento sólido e interesante. Ahí se encuentran ideas, disparadores y conflictos reales que desatan la imaginación, sucesos que uno cree que deben ser contados. Después hay que investigar mucho, resignificar esos hechos y darles una estructura para contar lo que el autor cree importante de ese relato, darles vida y credibilidad a los personajes, elaborar un discurso ideológico. Allí es donde la Historia queda de lado y deja paso a la ficción, al hecho teatral.
Música y teatro fueron siempre actividades centrales en mi vida. Antes de empezar a escribir Coronado de gloria, tenía ganas de hablar sobre los músicos y sus obras: ¿qué hace que una pieza musical trascienda y sea escuchada o cantada por otros, por miles, por millones? Y vino la idea del himno nacional y su compositor, Blas Parera. Me intrigó que se supiera tan poco de uno de los autores de un símbolo tan presente en todos los argentinos. Y si bien los grandes próceres tienen historias interesantes, el instinto dramático dice que las mejores historias suelen ser las de los personajes olvidados.
Cuando empecé a investigar descubrí una historia sorprendente y trágica. Blas Parera era español y, cuando nuestro país empezó a ser una nación, a partir de 1816, se le pidió a todos los extranjeros que se nacionalizaran argentinos. Parera no quiso hacerlo y tuvo que exiliarse. Eso despertó la idea central para la trama de la obra.
Enseguida encontré datos que me llamaron la atención: Parera llegó al virreinato del Río de la Plata en 1797, trabajó en iglesias y teatros de Buenos Aires, y era conocido por los intelectuales y políticos revolucionarios de la época, Esteban de Luca, Mariano Moreno, Juan Larrea y otros. A partir de 1811 trabajó en el viejo Coliseo de Buenos Aires, componiendo música para obras teatrales que escribía y dirigía Luis Morante, actor, director y comediante, fervoroso difusor de las ideas revolucionarias.
En 1813 Parera musicalizó el extenso poema de Vicente López que sería consagrado como "la única marcha patriótica en las Provincias Unidas del Sud". Pero el hecho que desató toda la trama de la obra es el que genera más controversia entre los historiadores: parece ser que Parera compuso esa música para una obra de Morante, encargada por el Triunvirato, con el fin de celebrar el segundo año de la revolución, en mayo de 1812. Entre los asistentes al estreno se hallaba Vicente López, quien era secretario del Triunvirato y Censor oficial; quedó tan conmovido por la música del espectáculo que decidió que se ordenara la creación de un himno, con el fin de difundir y propagar las ideas revolucionarias. El 11 de mayo de 1813 la Asamblea aprobó el poema de López quien le pidió al compositor que lo musicalizara con la partitura que había usado en la obra teatral. Aparentemente Parera se negó y hay quienes sostienen que tuvo que hacerlo bajo amenaza de fusilamiento, incluso.
En agosto de 1818, Parera abandonó Buenos Aires y regresó a España. Consta que fue detenido en el puerto de Cádiz e interrogado por altas autoridades de la Corona, acusado de conspiración y trasladado a su pueblo natal, Mataró. Después… no hay otra mención sobre su vida.
Esta información dio todo lo necesario para la obra: Parera, un artista que por circunstancias históricas, se vio envuelto en un suceso que lo debería haber catapultado a la gloria eterna (ese himno se llegó a cantar en toda Sudamérica alrededor de 1818); Vicente López, un político revolucionario apasionado y resuelto a todo por la causa. Un músico que escapó de la trascendencia histórica para buscar la fama; las ideas revolucionarias, que ponen a la sociedad por delante del individuo; la espinosa discusión sobre el arte y su utilidad; la motivación del artista y su responsabilidad hacia su entorno. La imagen ficcional finalmente se concretó con Parera en la oficina de migraciones en Cádiz, interrogado por el sagaz marqués Castell Dosrius, obligado a develar su versión de cómo se vio forzado a componer esa obra y, finalmente, condenado al olvido.
Desde hace muchos años me dedico a la composición de música para teatro y, cuando supe que Parera creó música para obras que se representaban en el viejo Coliseo con el fin de exaltar los logros de la Revolución -que por ese entonces eran escasos- la historia empezó a volverse mucho más personal y cercana. Parera pretendía ser un músico puro, romántico, como se veía a los artistas europeos en ese momento; creía que el único fin de las artes es la búsqueda de la belleza, sin más. Vicente López era un abogado y escritor para quien el arte tenía que ser creado en beneficio de la causa y de todo el pueblo. Era la mejor manera de propagar las ideas revolucionarias en una época en la que la difusión de textos impresos era difícil. Personalmente creo que en todo hecho artístico está implícita una opinión política, porque el artista no es ajeno a su entorno, a su realidad y la de sus semejantes; y expresarse artísticamente es una manera de poner en evidencia hechos de la realidad que hay que transformar.
El texto tuvo la suerte de llegar a manos del director Daniel Marcove, quien conformó un equipo sólido apasionado para poner en escena la obra; encontró sustratos, lecturas y emotividades que no aparecían a primera vista. La intimidad de los personajes, la vanidad, la contradicción, la tragedia… y también el humor dentro de lo trágico. El montaje fue hecho con mucha precisión, con economía de recursos y símbolos, con un rigor que logró de los actores Juan Manuel Correa, Miguel Sorrentino, Marcelo Serré, Christian de Miguel y el mismo Marcove, una verdad y una convicción que le dio al texto una dimensión épica, un sentido de identidad nacional y de pertenencia histórica que provoca en los espectadores asombro por la historia y emoción por el hecho teatral.
* Coronado de gloria
Todos los viernes a las 21:15 horas
Teatro La Comedia
Rodríguez Peña 1062 – CABA
Entrada General $300- (descuento a estudiantes y jubilados)
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