Edgardo Giménez, un artista feliz y comprometido con hacer felices a los otros

El artista pop presenta una nueva muestra en la galería María Calcaterra y se prepara para otra exposición en el Museo de Arte del Tigre. En diálogo con Infobae Cultura, analizó el estado del arte contemporáneo, repasó su exitosa carrera y explicó por qué busca “apuntar a la alegría” con su obra

Edgardo Giménez presenta su obra en la galería María Calcaterra (Lihueel Althabe)

Hay una chispa que nunca se va. Un fulgor inquieto en los ojos de Edgardo Giménez, una de esas personas que parecen querer robarse todo el oxígeno de la habitación, pero no por egoísmo, sino por la simple locura sana de querer vivir intensamente. Y eso se reproduce en su manera de crear y transmitir el arte.

Edgardo Giménez no es un pintor, ni un escultor, o un arquitecto -de hecho no tiene título- mucho menos un diseñador de muebles o de decorados teatrales, tampoco un diseñador gráfico ni de afiches, entre otros tantos etcéteras. Edgardo Giménez es todo.

Y no es la construcción de un personaje; lo es por lo que hizo y lo que hizo le valió el reconocimiento tanto en el país, como en el exterior. Sí, Edgardo Giménez es un todo, una aceptación constante de una sensibilidad lúdica que no se oculta detrás de una personalidad alegre, por momentos caricaturesca, y que tiene claro el porqué, el para qué y el para quién de su arte, los tres pilares: "Me interesa un arte directo, claro y que la gente lo entienda bien".

Serigrafías de la muestra “Holidays”, en la galería María Calcaterra (Lihueel Althabe)

Sencillo, sin vueltas, sin arrogancias estilísticas, ni metadiscursos ocultos. Para el artista estos tres pilares son el arte, no solo el proceso creativo o el objeto a ser apreciado, sino también el público, el otro.

Entre esas embajadas inabarcables con una simple mirada, edificios históricos, y pequeñas vergeles públicos disfrazados de plazas, en Recoleta, la galería María Calcaterra presenta Holidays, una muestra colorida de este artista nacido en Santo Tomé (Santa Fe, en 1942), que incluye serigrafías, pinturas y esculturas.

Desde su época en el Instituto Di Tella (IDT) a la actualidad, hay una paleta de colores y una estética que se mantiene, por lo menos en la pintura. Un lenguaje que mantuvo en el tiempo, ¿por qué?

– Me gusta la idea de que el arte genere una energía positiva. El arte de hoy se puso demasiado serio o demasiado complicado. Yo tengo un lenguaje que es el del pop, que es un lenguaje directo, no hace falta preparación previa para poder entenderlo. Mi arte es lo que ves, no hace falta después que te dé un folleto para explicarlo. Lo visual es un lenguaje y si vos después tenés que estar explicando lo que hiciste, ahí hay una falla.

Autorretrato “Edgardo en la jungla”, de 1966, de su época en el Di Tella

Pero más allá de mantener el lenguaje, hay situaciones que varían, que cambian con uno y eso se termina expresando en la obra. Tomemos a los monos, una temática que lo acompaña desde siempre, ¿busca lo mismo con los que creaba en los '60, por ejemplo, que con los que hace hoy?

-Es verdad. Comencé a hacer monos muy tranquilos, más reflexivos quizás, el más conocido es el que está en el Museo de Bellas Artes –NdR: se refiere a Mono albino, pero estos son monos que hace monerías, son muy distintos. Estos están totalmente mal de la cabeza, son monos en acción. Creo que el cambio entre unos monos y otros tiene que ver con que cuando el mono tiene que demostrar que es mono, es cuando más mono es.

Mono albino, pieza del MNBA

¿Y por qué sus monos necesitan, hoy, demostrar que son más monos que antes?

– Porque estamos todo el tiempo invadidos por las noticias sobre que el mundo va a explotar en cualquier momento y, bueno, para mí es importante llegar a ese momento nefasto, si es que sucede, bien de la cabeza. Y los monos son alegría, roban risas. Incluso eso pasa también con el mono que está en el Bellas Artes; la gente está recorriendo seria y cuando llega a esa sala, automáticamente sonríe. Por eso pensé esta muestra para que apunte hacia la alegría, algo que es un faltante de este momento, no solo en el país, sino en el mundo. ¡Y los monos nos alegran, es inevitable! ¡Monos que hacen monerías!

Y agrega Giménez: "El arte no puede hacer juego con una cosa que está mejor contada en los noticieros, en la televisión, en los diarios. Se vive invadido por una cantidad de noticias que son medio catastróficas y un artista en una galería no puede superar la magnitud de eso. El artista lo que tiene que hacer es mostrar cómo salir de ahí, no cómo te quedás ahí".

“Mona besucona” (Lihueel Althabe)

Entre las pinturas simiescas de la exposición, hay una -dice- que se roba la atención de todos: la mona besucona. "La monas son muy expresivas, pero la besucona es una diva, tiene un éxito bestial, les gana a todas las otras. No sólo por el glamour que tiene, sino porque se sale totalmente de la realidad. La gente se interesa más por las cosas que se salen de lo corriente".

Algo similar sucede con la parte escultórica, compuesta por 4 monas, donde una de ellas, también albina, como la del MNBA, se roba las miradas: "Es la más rolliza de todas, pero eso a ella no le importa, se cree extraordinaria Y lo consigue, todo el mundo queda enamorado de la mona blanca, que se llama Irresistible".

“Irresistible”. la mona diva (Lihueel Althabe)

Irresistible se mira a un espejo de mano, paradita en puntas de pie, parece haberse olvidado del mundo, en ella todo es alegría, como en Edgardo Giménez. A poco metros, se encuentra el díptico Llamado divino, el único trabajo de su época en el Di Tella y que es expuesto por primera vez luego de muchas décadas.

“Llamado divino”, la única obra de su época en el Di Tella de la exposición

El CV artístico de Giménez es anterior a su ingreso al mítico Di Tella, realizando exposiciones varias. En 1965 obtuvo el Premio de Honor en la Primera Bienal de Artes Aplicadas de Punta del Este, y la Biblioteca del Congreso en Washington adquirió sus afiches. Formó la compañía La Siempreviva, con otros talentos del Di Tella como Marilú Marini, Dalila Puzzovio, Miguel Ángel Rondano y Carlos Squirru, con quienes organizó diferentes eventos.

Junto a Puzzovio y Squirru, proyectó y montó el póster-panel ¿Por qué son tan geniales?, ubicado en la esquina de Florida y Viamonte, que se convirtió en un momento icónico no solo de su carrera, sino también del diseño argentino. Eso lo llevó, en los 80, a convertirse en diseñador de la imagen gráfica del Teatro San Martín y el Teatro Colón, y participar en Los afiches más bellos del mundo, exposición de la UNESCO en el Grand Palais de París.

“¿Por qué son tan geniales?”

De aquella época, comenta: "En el San Martín se vendían los afiches. Había personas que no veían las piezas teatrales, iban exclusivamente a comprarlos y se iban. Se vendieron 570 mil. ¡Si me hubieran pagado $1 por cada afiche estaríamos en otra situación ahora!".

Su trabajo puede verse en cine, en los films de Héctor Olivera Psexoanálisis (1967), y Los neuróticos (1968), por el que recibió un premio de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, como también en la arquitectura: la casa de Jorge Romero Brest, director del Di Tella y amigo, en City Bell, y la trilogía: Casa colorada (1976), Casa amarilla (1982) y Casa blanca (1983), en Punta Indio. Entre otros premios, el proyecto de la casa para Romero Brest integró la muestra del MoMA Transformations in Modern Architecture.

Diferentes decorados de “Los neuróticos”

"Nunca había hecho arquitectura. Hago mi primera casa y me llaman para exponer en el MoMA, sin ser arquitecto, aparte. Con la escenografía en las películas de Olivera pasa algo parecido: sin experiencia, termino premiado. Siempre las cosas que he hecho han tenido repercusión, no me puedo quejar", recuerda.

-¿Cuál es el espacio para el pop en el arte contemporáneo?

-Poco, pero te doy un dato. La última muestra de arte pop que se hizo fue la de Mar del Plata hace 4 años y asistieron tres millones de personas. O sea, evidentemente el tema interesa, pero bueno esto es Argentina. Tengo bien marcado el recuerdo de cómo la gente se iba, todos sonrientes.

En aquella muestra, una de sus obras daba la bienvenida al Museo MAR. Una Moria Casán de varios metros de alto, mientras que en el ingreso custodiaba el edificio un lobo marino gigante realizado a partir de envoltorios de alfajores Havanna, producido por otra genia del Di Tella, Marta Minujín.

Museo MAR de Mar del Plata

– Y, más en general, como consumidor también de arte, ¿cómo ve las obras contemporáneas?

-En su último libro a Romero Brest le preguntan lo mismo y dice que 'lo más honesto que se puede hacer es asumir los términos de la confusión' y creo que es una apreciación bastante acertada. Creo que se ensalzan cosas que no son arte. Un ejemplo concreto: en el Di Tella había una serie de muestras que se llamaban Experiencias Visuales, eran trabajos que estaban en camino a ser, pero no llegaban a ser todavía. Y ahora se exponen como obra acabada y terminada. Esas experiencias que no son arte y eso genera confusión.

Y suma: "También creo que en las galerías falta un filtro más riguroso. Cuando uno no tiene la capacidad de hacer arte, tiene que poner una verdulería, tiene que tener la capacidad de asumir hasta dónde uno es, hasta dónde a uno le da el cuero. Pienso que no se pueden hacer cosas porque sí, porque es una falta de respeto tanto para el arte mismo y para la gente".

(Lihueel Althabe)

-Volvemos al tema del público, como si fuese parte de un círculo, tres pilares: Creador – obra – público.

-Es que es así. La gente siempre va a una exposición con ganas de descubrir algo genial y justamente es la gente la que te salva, la que te saca de cualquier situación penosa y te pone en otro pedestal. El público también es parte del arte.

-Se ve que es un artista optimista con su obra, pero ¿cómo se lleva con la crítica?

Hay muy pocos críticos de arte que saben y muchísimos que creen que saben. Argentina es como la dimensión desconocida, todo es posible. Sin embargo, toda la obra con la que triunfé la hice acá, con dificultades, envidia, etcétera, pero la hice en mi país. Y eso es importante decirlo. La crítica es una pavada atómica que no tiene nada que ver y sólo sirve para ponerse desafiante. Pero no te puede frenar. En mi caso, yo sólo voy a frenar el día que me muera, hasta ese momento pienso pasarla bomba.

(Lihueel Althabe)

-El 26 de abril inaugura otra muestra, un homenaje a Disney llamado Donde los sueños se hacen realidad, pero esta vez en el Museo de Arte de Tigre, ¿cuál es la importancia del padre de Mickey Mouse en su carrera?

-Disney fue el gran detonante en mi vida, el que más me movió para hacer y para dibujar. A los 5 años ya dibujaba todos los personajes y estaba fascinado con ese mundo. La primera vez que fui al cine, dieron Blancanieves y los 7 enanitos, esa experiencia me dejó marcado.

-Hay algo de Disney en el concepto de su obra que hablábamos al principio. Esa cuestión de que a pesar de que el mundo puede ser difícil y cruel, al final siempre hay esperanza, un motivo para sonreír.

-Es que para mi mí crear es pasar de encantamiento en encantamiento, hay una cuestión mágica, como en las películas. Pero eso sólo sucede cuando estás convencido de lo que tenés que hacer.

Giménez ríe. Y dice: "Encontré una frase de Schiller y pedí que la coloquen en la entrada: 'El arte está consagrado a la alegría y no hay función más elevada y más seria que hacer felices a los otros'.

*Holidays, en la galería María Calcaterra Moderno & Contemporáneo (Av. Figueroa Alcorta 3032) Horarios: de lunes a viernes de 14 a 19. Hasta el 30 de abril.
**Donde los sueños se hacen realidad, en el Museo de Arte de Tigre (MAT), a partir del 26 de abril
Miércoles a Viernes de 9 a 19 hs
Sábado a Domingo de 12 a 19 hs
Tickets: $50

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