"Si la humanidad ha llegado a concebir la historia como una serie de batallas es porque antes consideró que la lucha era esencial para la vida", escribió en su cuaderno personal de notas Anton Chéjov.
Lo que el teatro levanta de las costumbres humanas para subir a escena son solo un puñado de temas posibles pero todos con algo en común: expresan el profundo dolor, las preocupaciones, los destellos de alegría, la búsqueda de felicidad, el terror a la soledad del hombre. Y estos temas son universales e imperecederos.
De ahí que Chéjov, en esto sí un precursor, haya encontrado en los dramas cotidianos la clave para sus historias. Las peleas intrafamiliares, los dramas íntimos de personas comunes, la dificultad de comunicarse, los deseos de cada uno insatisfechos fueron convirtiéndose poco a poco en los temas preferidos para la escena. Una escena que por su condición es mucho más íntima, más directa y menos mediada que el cine y que se convierte en ideal para tratar odiseas domésticos. Por supuesto, los matices, los contextos y las edades tienen infinitas combinaciones. Pero qué mejor que la pareja para hablar del hombre en general.
Aquí cinco obras que abordan las crisis de pareja desde muy distintas perspectivas, el amor que no se encuentra, el amor que se perdió, el amor que se venció, el amor atravesado por el horror. Muchas maneras de hablar de lo mismo: la búsqueda incansable del hombre por permanecer acompañado incluso cuando eso significa renunciar a sus deseos más profundos.
Nerium park
Estrenada hace dos años, esta pieza tiene un equipo que al leerlo ya es contundente: Claudio Tolcachir, el celebrado y reconocido director, dramaturgo y a cargo de la sala y escuela teatral Timbre 4, luego de años de mantenerse apartado de la actuación vuelve a los escenarios junto a Paula Ransenberg, una de las actrices más talentosas de la escena porteña (en la actualidad también se la puede ver en su mágico unipersonal Para mí sos hermosa y en Dínamo). En la dirección, Corina Fiorillo, la directora del momento, que tiene por delante un año a puro teatro con ocho proyectos que irán viendo la luz a lo largo de los meses. Y un autor implacable como es el catalán Josep Maria Miró (El principio de Arquímedes), experto en el género thriller.
A lo largo de la pieza habrá pasado un año en la vida de este matrimonio. Un año en el que todo sucedió. Pasaron de la felicidad absoluta a una crisis tan profunda que cuesta encontrar la esperanza. Nacho y Victoria están juntos hace nueve años y han decidido mudarse de la gran ciudad a un complejo de viviendas en las afueras. Las ganas de armar una familia, el anhelo de que allí encontrarán lo que les falta, las apariencias, el estatus, todo está presente en esta pieza que además incluye un misterio. La llegada de una tercera persona los pondrá en jaque. ¿Son capaces de pasar una crisis semejante?
Bien al estilo de Fiorillo, en Nerium Park el artificio teatral está a la vista, nada se oculta. Son ellos mismos los que marcan el paso del tiempo, se cambian a la vista de todos. Y sin embargo, el misterio crece, la tensión aumenta y resolver el misterio se vuelve necesidad. Ya con e pareja desde muy distintas perspectivas, el amor que no se encuentra, el amor que se perdió, el amor que se venció, el amor atravesado por el horror. El principio de Arquímedes, se pudo acceder a la dramaturgia tan ajustada de Miró que hace de los lugares de indeterminación una caja de preguntas que resuenan en cada quien. Aquí no hay certezas y esa inexactitud interpela directamente a la platea.
Los vecinos de arriba
Bien al estilo "Corrientes" aquí sobran los colores fuertes, las luces blancas, la alegría aparente y las ganas de pasar un buen rato. ¿Cómo representar esta fingida felicidad en escena? Pues bien, un living despampanante, unas luces blancas fuertes, una barra de tragos, un vestuario muy cuidado, un sistema de estrellas eficaz como lo son Diego Peretti y Florencia Peña: un matrimonio en la plenitud de la vida. Pero, claro, no es oro todo lo que reluce y esta pareja tiene más reproches y resentimientos acumulados que lo que ellos pueden vislumbrar. Ellos son Ana y Julio que hace poco remodelaron su departamento como una forma clara de buscar remodelar algo de esta relación que los tiene acostumbrados pero tanto que ya se aburrieron.
De manera muy efectiva, todo explota cuando los vecinos de arriba los visitan. Son tan distintos estos dos matrimonios que no pueden más que llenarlos de preguntas y volverlos mucho más reflexivos que lo que estos cansados años de casados han hecho. Los vecinos de arriba (Rafael Ferro y Julieta Vallina) son modernos, abiertos sexualmente, gozan de una libertad que los tiene orgullosos.
Aquí hay momentos de risas (muchas) porque Florencia Peña es una actriz de comedia impecable, hay momentos de frescura y hay otros, más sobre el final, de angustia y profunda tristeza. Un recorrido por todos los estados de ánimo, cosa que tan bien le resulta al circuito comercial.
De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos
El presente pide a gritos reinventarse. Es que Julio ya no es el de antes. Como si su vivencia lo hubiese convertido en otro. Como si el Julio que se fue no pudiera volver. Por eso, su cuarto se ha vuelto blanco, sus objetos casi transparentes se camuflan en esas paredes. Es que aunque Julio vuelva a la casa de siempre, a su dormitorio, su relación con las cosas ya no es la misma. El encuentro de este muchacho con lo que fuera en un tiempo pasado de él ha cambiado por completo. Julio fue a la guerra de Malvinas.
Los suyos lo esperaron, tuvieron fe, lo creyeron vivo hasta que no. Errores y tiempo se conjugaron para darlo finalmente por muerto. Cecilia era la novia. Pero para ser exactos era la novia del Julio antes de Malvinas. Ahora ya no se sabe quién es Julio y quiénes son ellos.
Una relación devastada por el dolor. Unos jóvenes que conocieron al miedo. De diferentes modos, sí, pero el miedo instalado ahí, el miedo de perderse, de perder al otro, de ya no ser quienes fueron. El miedo a los ruidos, el miedo a los llamados. El dolor del otro que no puede ser absorbido por nadie. Y entonces se instala el abismo. El abismo de sabernos otros para siempre.
El declive
Mucho menos transitada aun es la tercera edad en escena. Aquí Nelson Valente que ya se había atrevido a indagar los vínculos matrimoniales y destructivos en El loco y la camisa, obra que estrenó hace casi una década con funciones ininterrumpidas, muestra nuevamente su buen pulso para el drama cotidiano. Ese que está en todos los rincones de los barrios, esos que nos hablan a todos. Sin excepción. Nelly y Tito están casados hace pila de años. La casa familiar, la cocina esa testigo de tantas horas hoy recibe amigos. Es que Antonio y Susana los visitan como muchas otras veces. Pero como suele hacer el teatro, hoy no es un día cualquiera.
Nelly y Tito viven peleando, una llana insatisfacción que los condena a la tediosa costumbre de "soportarse". En esa mediocridad tan habitual, los dos parecen entenderse. En cambio, Susana y Antonio son distintos. Son una pareja aparentemente feliz. Él, médico y dedicado a su profesión, se muestra muy a gusto con la vida que lleva. Eso, al menos, hasta hoy. Por diferentes dichos y cruces, Antonio comienza a ver lo que siempre estuvo detrás del velo: su vida postergada, sus deseos tapados, todo en función de servirle a los demás. ¿Nos atreveremos a ante tamaña revelación torcer el curso de los hechos y recuperar eso que quisimos ser? ¿Estamos a tiempo?
La culpa de nada
Otro hito que supone un antes y un después para cualquier matrimonio es la llegada del primer hijo. Y aquí la directora y autora, Victoria Hladilo, la misma de La sala roja, esa obra fenómeno del off que se inscribía en una reunión de padres de una sala de jardín de infantes, vuelve a investigar qué sucede cuando lo que se suele regular en la vida social y que genera una falsa armonía se sacude y de golpe, porque aparece la gota que rebalsa el vaso o porque las condiciones ya son demasiado extremas, las personas se muestren tal como lo mandan sus emociones.
Andrea está puérpera, su pequeño bebé por fin duerme en otro cuarto. Porque las exigencias sociales son muchas, porque a toda costa quiere mantener aquello que alguna vez eligió, le prepara a su marido una fiesta de cumpleaños sorpresa. Por eso, esta noche en su departamento están los amigos de él. Pero él no llega. Primer enredo pero habrá más y más.
Además del tono cómico y de las gags que sacan risas a la platea, La culpa de nada denuncia ese micromachismo presente en todos lados, ese egoísmo, esa soledad en la que se encuentran las madres en los primeros tiempos de sus hijos. Una comedia para repensar la vida adulta.
Para agendar:
Nerium park. Sábados a las 20.30 en Timbre 4, México 3554.
Los vecinos de arriba, de miércoles a domingos en Metropolitan Sura, (Corrientes 1343).
De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos, jueves a las 21 en Beckett Teatro, (Guardia Vieja 3556).
El declive, jueves 22.30 en El Picadero (Pasaje Santos Discepolo 1857) y desde abril en Timbre 4.
La culpa de nada, sábados a las 22.30 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960)
SEGUÍ LEYENDO
______
Vea más notas en Cultura