William Shakespeare es por excelencia el clásico de los clásicos. Aunque vivió hace 400 años atrás, no hay día en la actualidad en que no se represente una de sus obras en alguna parte del mundo. De hecho, en Buenos Aires se está desarrollando el VIII Festival Shakespeare de Buenos Aires, hasta el 23 de abril.
Trascendió su propia lengua, porque no sólo es el mayor poeta inglés, sino que es reverenciado en todos los idiomas. Un autor controvertido: dado el tiempo que transcurrió desde la escritura de sus obras hasta hoy, la certeza de su autoría en muchas de ellas se discute y hay un puñadito consideradas apócrifas y adjudicadas a otros autores de su tiempo. Todo lo referente a la vida y obra de William Shakespeare genera dudas: ¿era bisexual? ¿llegó a ser muy rico? ¿por qué si lo era legó sólo su segunda cama -una seguramente de menor calidad e incómoda- a su esposa y madre de sus hijos?
Estas inquietudes dieron lugar a un sinnúmeros de novelas, películas, series (no hay ninguna dedicada a su obra o sus personajes, pero sí aparece W.S en algunas sobre el reinado isabelino) y obras de teatro sobre él que abarcan todos los géneros, desde la ópera hasta el clown pasando por marionetas y títeres. Novelas policiales como La hija del tiempo de Josephine Tey, donde tratan de investigar si verdaderamante Ricardo III fue culpable de todos los crímenes que le adjudica Mr Shakespeare o La noche de la tempestad de César Vidal, donde un amigo del bardo explica a la hija de éste, por qué su padre se mostró despectivo con su esposa al final de su vida.
La obra crítica sobre él es aun más abultada, hay libros canónicos sobre su biografía que vienen llenando estanterías y otros más recientes y descontracturados como los Shakespeare de Bill Bryson, o de Anthony Burgess y el argentino Tomás Abraham, Shakespeare el antifilósofo. Quien parece haber encarado al autor y haber escrito sobre él una obra cumbre -o por lo menos haberse autopublicitado por hacerlo- es el crítico norteamericano Harold Bloom, quien en su libro Shakespeare la invención de lo humano, compara a la obra del bardo inglés con la Biblia.
Shakespeare para niños
Ir al teatro en la época de Shakespeare era un poco más complejo que en la actualidad. La gente iba al teatro The Globe a la orilla del Támesis, ataba a su caballo en el palenque -de donde se dice que proviene la expresión de buena suerte que se dá a los actores al subir a escena: "¡mierda!", porque cuantos más caballos había, indicaba que más espectadores estaban dentro del teatro- y se disponía a disfrutar de unas cuatro o cinco horas de representación.
Iba toda clase de público a verlo, gente del pueblo y nobles, y hasta sugieren que de vez en vez caía la Reina Isabel a ver las obras. Había guerras, crímenes, maginicidos, violaciones, adulterios, robos, mentiras así como amor puro y arte e ilusión: la condición humana en pleno. Por aquel entonces a los niños no se los cuidaba de qué productos culturales consumían y si esto los afectaba para bien o para mal, así que si asistían a la interpretación se las tenían que arreglar como pudieran para entender. Y si no entendían, mala suerte.
Dos siglos después, la actitud hacia los niños cambió. La literatura infantil que nació con Charles Perrault y Los cuentos de mamá Oca en 1697 en Francia, prosperó en muchas naciones. A los niños había que educarlos en el amor cristiano con lecturas adecuadas para sus cabecitas y entendimiento, sabiendo que eran puros e inocentes y que ningún deseo sexual latía en sus delicados cuerpos. Los hermanos Charles Lamb y Mary Lamb tuvieron la idea de contar el teatro de Shakespeare, publicado en 1802 como Cuentos de Shakespeare para niños, un auténtico best seller hasta hoy. Tomaron una veintena de obras y las pusieron en prosa. ¿El criterio? Ellos mismos anotaron: "Los Cuentos que presentamos a continuación aspiran a servir al joven lector de introducción al estudio de Shakespeare, para lo cual hemos utilizado sus palabras siempre que hemos podido insertarlas en el texto".
Las narraciones son ágiles y propician la curiosidad por el teatro de Shakespeare: cumplen el objetivo de introducir a su obra. Un siglo después, en 1907, Edith Nesbit, la escritora para niños que influyó sobre J.K. Rowling al momento de escribir Harry Potter, también creó cuentos para niños inspirados en el teatro del bardo inglés: tomó una veintena de obras y las narró en Bellas historias de Shakespeare. Si bien la pluma de Nesbit es más plástica y cercana a un joven que la de los Lamb, y tal vez hasta superior, no tuvo en español tanta repercusión, siendo que los derechos de ambos autores, los Lamb y Nesbit, son de dominio público y pueden ser publicados libremente. Para quien tenga ganas de leerlos en inglés, los originales pueden descargarse gratuitamente en la web de Project Gutenberg, la magnífica biblioteca virtual que alberga más de 56 mil títulos.
No obstante una pregunta quedaba por aquel entonces sin resolver: ¿cómo hacer para que los niños puedan ver en escena una obra de Shakespeare y pasarlo bien?
Shakespeare Hecho en Casa
Las respuestas llegaron con la postmodernidad. Elencos de todo el mundo encararon adaptar y versionar obras de Shakespeare para niños. También en Argentina , por ejemplo, formaron parte de repertorios en el teatro oficial y en el off.
Alicia Zanca dirigió en 2003 Romeo y Julieta , una versión del texto hecha por Mauricio Kartún en el Teatro Regio; el grupo de titiriteros del Teatro San Martín puso la misma obra en una versión para títeres dirigida por Tito Loréfice en el 2006; en el teatro La comedia en 2016 Emilio Dionisi -excelente frecuentador de Shakespeare en sus montajes- puso La comedia de los herrores y a la par el teatro Timbre 4 encaró el Festival Shakesperito con cuatro obras Romeo y Julieta, Hamlet, Sueño de una noche de verano y Noche de reyes, con reconocidos jóvenes directores, entre ellos Maruja Bustamante.
La gran mayoría de estas versiones no llegan luego a publicarse en formato libro, ya sea por falta de interés de los editores que insisten con que el teatro como género no se vende, cuando, contrariamente, el teatro de texto sólo se a conocer a través de la lectura de libros fuera de las grandes ciudades latinoamericanas.
Por suerte, se pueden conseguir las obras de María Inés Falconi, escritora y prolífica dramaturga, conocídisima por su saga Caídos del mapa. Ella editó en Quipu varias de sus versiones de Shakespeare para público infantil y juvenil. De cómo Romeo se transó a Julieta, Jamle, Demasiado para nada, Tita Andrónica y Ruido en una noche de verano. Sin duda estas piezas acercarán a niños y adolescentes a Shakespeare por su lenguaje coloquial y por su humor. Todas estas obras fueron llevadas a la escena, dirigidas por ella misma con éxito probado.
Para alegría de todos los lectores y espectadores de W.S., recientemente EUDEBA publicó el libro Shakespeare de bolsillo de Lorena Ballestrero, que consta de tres comedias y tres tragedias adaptadas para chicos y chicas de 9 años en adelante. Más que nada, la novedad de este libro es la de incluir tragedias, ya que por prejuicio, no se tienen en cuenta para el público infantil, al cual se considera más susceptible al horror, y la complejidad de las historias cruentas.
La autora tomó el desafío de adaptar Shakespeare sin infantilizarlo, y lo logró. Ballestrero es directora y actriz, egresada del UNA y dramaturga -aunque diga que no se considera dramaturga, sino directora teatral-. La adaptación de las piezas bien muestra una reflexión sobre el lenguaje y sobre la dificultad que presenta el teatro shakesperiano -o casi cualquier otro teatro alejado de la modernidad-.
Ella misma cuenta el proceso, en una entrevista para Infobae Cultura: "Tuve que tomar bastantes decisiones con respecto al lenguaje: por un lado las traducciones de las obras de Shakespeare son muy diferentes entre sí y un mismo parlamento puede traducirse de maneras distintas; por otro lado el lenguaje de aquel entonces resulta realmente muy lejano y se vuelve imprescindible acercarlo de alguna manera para que pueda generar en quienes lo leen hoy un efecto análogo. Teniendo en cuenta las condiciones de producción de la época isabelina, que incluyen que las representaciones eran diurnas y duraban más de 4 horas, fue necesario decidir qué escenas y qué personajes podían resultar prescindibles en una lectura y/o representación contemporánea para trabajar sobre la duración de las versiones y definir su longitud".
En estas adaptaciones los personajes vosean y se tutean; al Príncipe Hamlet lo tratan de tú, a pesar de su jerarquía; y aunque el recurso pueda chocar a los catedráticos y maníacos de la pureza del texto, la realidad es que Shakespeare de bolsillo acerca la historia y los personajes al lector. De pronto, Hamlet se convierte en un príncipe tan actual como podrían ser los de la corona británica de nuestros días, y los escándalos de Ofelia aunque de otro tenor, no distan de ser tan resonantes como los de Pippa Middleton.
Sin quitarle poesía a los originales, Ballestrero hizo un gran trabajo, cuyos textos pueden ser muy útiles para teatros y elencos educativos que quieren experimentar nuevas voces en el teatro escolar. "Shakespeare de bolsillo se propone divulgar las obras de Shakespeare a través de versiones entretenidas y atractivas para quienes lo lean", cuenta Ballestrero, "para eso recopila y sintetiza el trabajo que hice desde hace más de 15 años con chicos y chicas que hoy ya tienen más de veinte. Confío en que hoy en día estos adultos y adultas no tengan esos prejuicios ni esas incomodidades al acercarse a la obra de este autor, ya que lo leyeron, representaron y disfrutaron desde niños".
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