Miles y miles de libros e historietas llegan a Argentina traducidos. Otros tantos pasan por este proceso preciosista en el país. En los últimos días, el caso de la publicación francesa Asterix, creada por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo en 1959, y que ya fue traducida a 117 idiomas, puso en evidencia algunos de los problemas de la industria.
Para entender el contexto de la necesaria traducción de la obra de Goscinny se debe recordar que este trabajo ya se realizó: "La traducción que más circuló en castellano es la de Jaime Perich y Víctor Mora, que pasó por varias editoriales como Grijalbo y ahora, Salvat. En Argentina se conocieron traducciones de algunos pocos títulos en los años 1970 (Editorial Abril) y la colección nunca se completó", explicó Leopoldo Kulesz, editor y director de Libros del Zorzal, a Infobae Cultura.
En 2014 Hachette cedió los derechos de Asterix a Planeta/Del Zorzal con la doble misión de reinstalar en Argentina la célebre historieta y rehacer la traducción, "dada la mala calidad notoria de la traducción disponible". El trabajo se terminó luego de casi un año -traductores, correctores y revisores-, desde marzo de 2014 a febrero de 2015, con un equipo de 12 personas, donde además "se rehicieron todos los dibujos de carteles y onomatopeyas que en la edición anterior casi no se habían tocado. Todos los juegos de palabras se tradujeron". Finalmente, el trabajo salió a la luz del entre el 1 y el 24 desde marzo de 2015.
Aquella edición de 2015 recibió elogios, aunque hoy, una nueva reedición de la serie de Goscinny llegó a los kioscos de diarios de Buenos Aires, pero con la traducción anterior, que tenía diferentes problemas.
Kulesz explica que el primer análisis de las traducciones anteriores reveló innumerables problemas, como que "la traducción de los nombres de los personajes no sigue ninguna lógica, cuando Goscinny se imponía a sí mismo reglas implacables", "una enorme cantidad de galicismos, imprecisiones y errores notorios", "problemas de coherencia en nombres de personajes y giros lingüísticos a lo largo de toda la colección", "pérdida casi sistemática de los juegos de palabras, bromas y dobles sentidos".
"Hachette hizo auditar nuestra nueva traducción y el auditor externo consideró que 'esta nueva traducción tiene al menos el mismo nivel que el original francés'", explicó orgulloso. Aunque un cambio de dirección en la francesa Hachette hizo que todo aquel trabajo fuese, de alguna manera, desperdiciado.
El editor sostuvo que en 2014 le compraron los derechos a Hachette y por eso pudieron sacar la colección con nueva traducción (coedición de Planeta con Libros del Zorzal). "El problema fue que Hachette ahora también le cedió a Salvat los derechos para kioscos. Una operación en kioscos se maneja con un volumen alto y un precio bajo y arrasa con todo lo que encuentra en su camino. Y además, con la traducción anterior que es muy mala y la gente de Hachette lo sabía. En nombre de una operación puntual, Hachette aplasta años de trabajo de instalación de la nueva traducción".
Para intentar competir con la nueva-vieja edición de Salvat, explicaron que la única alternativa es "vender a mitad de precio". "En nombre de un negocio puntual, Salvat se aprovecha de la inversión y el esfuerzo de cuatro años de Planeta/Zorzal y le da un golpe letal tanto a la nueva traducción como a los proyectos ya avanzados de Iznogud, Lucky Luke y el pequeño Nicolás", explica Kulesz.
En ese sentido, para Kulesz queda en evidencia el lugar en el cual, algunas veces, la industria coloca a los traductores: "El traductor es, en definitiva, un coautor. Como uno de los traductores de Asterix, me debo a René Goscinny, el más grande. Pero también soy autor de varios de los juegos de palabras que traducen los suyos. Es mucha responsabilidad. Sería deseable que los editores reconozcan y recompensen esa responsabilidad de los traductores y que estos mismos la sepan asumir".
LEA MÁS
______
Vea más notas en Cultura