Por Brian Majlin
Juan acaba de perder un hijo. El embarazo no llega a término y Goran -su hijo de dos años- no tendrá el hermanito que pensó que estaba en camino. Juan decide contárselo a su modo: toma la computadora, escribe y arma una carta, un video, y una columna para la radio. Es el método que tomó su literatura en 2017, cuando Cartas al Hijo ocupó un lugar semanal en el programa de Mario Pergolini en Vorterix. Juan es Sklar y la carta llega a decenas de miles de personas a través de la radio, las redes sociales y los replies y comentarios emocionados se multiplican. Juan toma un pedazo de su vida y lo vuelca para sus lectores, oyentes, espectadores. Es su modo de decirle a Goran que no es perfecto: "Todos estamos escribiendo para tratar de corregir cosas de nuestras vidas. Toda literatura es una rectificación metafórica de la vida propia. En ese sentido toda literatura es del yo".
El mismo año Julia Moret, que nunca se ha dedicado a la escritura profesional antes, suelta sus letras como catarsis frente al taller literario al que acude: su hijo Lucas tiene Síndrome de Asperger y ella encuentra en la narración el método para soltar angustias y dudas, primero, luego fuerzas y aprendizajes. A partir de una propuesta editorial acaba publicando uno de los libros más salientes de 2017 –La música que llevamos dentro– en un género tan inclasificable como potente: la no ficción basada en la propia vida del autor.
También en 2017 durante la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires eligen a Black Out como el libro de 2016. María Moreno, pionera de la prosa yoica argentina, recibe el premio por el crudo y descarnado relato de sí misma.
La suma de casos tienta: ¿es que hay acaso algo que explique que el yo haya tomado por asalto a la literatura? Infobae Cultura dialogó con diferentes autores para conocer su opinión sobre este fenómeno.
"Hace casi 10 años lo analizó Alberto Giordano en su libro El giro autobiográfico de la literatura argentina y le dio nombre al fenómeno; no hablaría de auge sino de persistencia", advierte Mauro Libertella, que en los últimos años publicó Mi libro enterrado (2013), sobre la muerte de su padre; El invierno con mi generación (2015), sobre el pasaje de la adolescencia a la adultez junto a su grupo de amigos; y Un reino demasiado breve (2017), sobre sus historias de pareja.
Desde que Giordano le dio entidad a lo que Libertella define como "constelaciones sueltas", los catedráticos hablaron de eso, para negar o asentir, y algunos leyeron una consecuencia lógica de época -una época larga en términos de actualidad, porque abarca quizás los últimos 40 años, pero corta en términos de los miles de años que tiene la humanidad y con ella la narración-: a mayor individualidad y exigencia de realismo por parte del público, mayor la tendencia a la autoficción.
Para Sklar también es cuestión de persistencia: "Hasta Borges cuando dice 'me duele una mujer en todo el cuerpo' está hablando de sí mismo. Me pasa que a la literatura cuando no construye algo confesional no termino de creerle. Quizás es porque la vida privada se estetizó y todo el mundo narra su vida en las redes sociales; entonces, si la vida se estetiza, cómo no pedirle al arte y la literatura que se llenen de vida. Para pelear con la vida estetizada hay que vidificar el arte".
Internet y el juego de lo público y privado han tenido mucho que ver. El mismo año en que salió el libro de Giordano, María Moreno escribía un agudo ensayo en Radar y se preguntaba si era algo actual o un mero producto de época al calor de los blogs: una novedad tildada de literatura menor o mayor, según el crítico. Una década más tarde los blogs han caído mayormente en desuso, pero las redes sociales sostienen al individuo en su performance constante sean simples mortales, escritores o artistas en general. El sociólogo y escritor francés Frederic Martel, agudo analista del modo en que se utilizan las diversas plataformas por estos días sostiene que vivimos la era del marketing personal permanente y la publicidad de uno mismo es un bien preciado e indispensable en el mundo de hoy: una justificación teórica al autobombo. La interrelación entre literatura y redes va en doble sentido, añade ante Infobae: se torna permeable al contenido y su liberación.
Libertella abona esa noción de liberación en los contenidos más allá de Internet. "Muchos de los escritores y escritoras que empezaron a escribir en el siglo XXI ya no tenían las mismas influencias cercanas de la generación anterior -dice-. Y en el camino apareció la poesía de los noventa y el ultimo Mario Levrero, por mencionar dos ejemplos de propuestas literarias cercanas, de textos que parece que te están hablando al oído. Eso fue muy liberador. Creo también que los libros de César Aira, sin la primera persona, fueron otra manera de sacarle el peso reverencial y solemne a la palabra literatura".
Otro ejemplo del anclaje del yo en el panorama argentino: en 2017 Tamara Tenenbaum publicó su poemario autobiográfico Reconocimiento de Terreno y define al género como problemático.
El problema, indica, es que es demasiado abstracto y abarcativo. Y que para ella, además, ya pasó de moda porque ahora "la moda es pegarle a la literatura del yo". Otro cuestionamiento pasa -ya no solo en la ficción sino en el género de la crónica y el ensayo- por el supuesto narcisismo y falta de humildad que implica el uso de la primera persona. Para Tenembaun es al revés, aboga en pos del género por la humildad, precisamente: porque partir de la experiencia para hablar habla de una incapacidad reconocida para pretender ser universal. Lo que Moret llama "pasar de la literatura del yo a una literatura del nosotros".
Más allá de auge, habrá que preguntarse por qué sacude, por qué conmueve y en qué punto el lector se ve involucrado ante los escritores que se desnudan frente a ellos con sus letras. Pero además del lector está el que escribe: en aquel ensayo de 2008, Moreno citaba a Daniel Link y proponía "que lo que en este momento nos atraviesa es la necesidad de inscribir el propio cuerpo en relación con todo lo que existe (porque la voracidad por lo concreto es correlativa al terror a la desaparición)".
En la vinculación entre autor/personaje y lector está el elemento distintivo: los lectores parecen interesarse cuando observan un autor accesible o vulnerable. Y otro elemento que aglutina: se hace indivisible literatura de catarsis: aunque después de la instancia inicial se sume la corrección, la edición y el refinamiento. Otra vez el rumor de la verdad, de lo real y lo asequible, como adjetivos de una historia que salga con potencia y llegue de igual modo al que la consume.
"Hay una línea central del arte (desde las tragedias de la Grecia antigua pasando por Shakespeare y llegando hasta acá) en el que la experiencia artística es un viaje al fondo de las categorías básicas de la humanidad, -resume Libertella-. La literatura del yo argentina es la hija minimalista y periférica de esa tradición y siempre hubo y habrá lectores a los que les interese eso".
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