La poesía en las letras que todos cantamos. Las melodías que anidan en nuestras memorias. La singularidad en la expresión. Todo lo que hace de su música, nuestra música, confluye para que la invocación a Luis Alberto Spinetta en la escena del jazz local sea un fenómeno creciente.
De continuo, músicos de distintas generaciones y estilos incluyen sus temas en sus repertorios y le dan un nuevo sentido a la obra de uno de los íconos del rock nacional. Homenaje y reivindicación a un tiempo. La obra del Flaco sigue viva en los circuitos y los combos jazzeros.
Los motivos de esta vigencia, ahora que se cumple un nuevo aniversario de su muerte, habría que rastrearlos quizás en su propia historia. El músico que inspiró a generaciones y es considerado parte fundacional del rock en español, era también un fino degustador del jazz y durante años buceó en esas aguas para nutrir su música singular.
Sobre finales de los 70, cuando decide disolver su grupo Invisible, Spinetta edita A 18′ del sol en formato de trío, con Machi en bajo y Osvaldo López en batería; con el que sorprende a sus seguidores. "Tenía la sensación de que el jazz era una música para tipos con whiskies en la mano, apoyados en la barra de un boliche oscuro. Y después me di cuenta que el jazz es la libertad que no se fija límites a la inspiración", decía en una entrevista con Pipo Lernoud para la revista Expreso Imaginario, en 1983.
Según cuenta Claudio Kleiman, Spinetta descubre el jazz a través del tecladista Diego Rapoport, quien recién llegaba de los Estados Unidos. "El jazz-rock estaba en plena eclosión y Spinetta se deslumbró con la música de John McLaughlin, Herbie Hancock, Billy Cobham y Weather Report", dijo a Página/12.
En 1979 Spinetta amplió su banda con Ricardo Sanz en bajo, Luis Ceravolo en batería, Eduardo Zvetelman en teclados. Es el mismo período en el que Spinetta viaja a Nueva York para registrar su álbum "americano". El proyecto, si bien contaba con buenos músicos, como Abe Laboriel, Gustavo Bazterrica y Alex Acuña, no logra el resultado deseado y decepciona a Spinetta, quien regresa al país para darle impulso definitivo a su nuevo grupo Spinetta Jade.
Entre 1980 y 1985 la formación que clausura su período jazzero tuvo diversas formaciones, en las que estuvieron Pomo Lorenzo en batería, Juan del Barrio, Leo Sujatovich, el Mono Fontana, Lito Vitale y Diego Rapoport en teclados, Pedro Aznar, Beto Satragni, Frank Ojstersek, César Franov y Paul Dourge en bajo y Lito Epumer en guitarra. En esos años grabó cuatro álbumes. Alma de diamante en 1980, Los niños que escriben en el cielo en 1981, Bajo Belgrano en 1983 y Madre de años luz en 1984.
Parte de esa herencia es la que puede ser rastreada hoy entre los músicos de jazz, que tampoco ocultan su admiración por el Spinetta de etapas anteriores, o revalorizan al creador de los últimos años. Uno de ellos, el saxofonista Rodrigo Domínguez, quien en 2008 le dedicó un disco entero: el notable Soy sauce, publicado por S-Music. .
Domínguez recuerda a Infobae Cultura que la idea surgió en la última época del Quinteto Urbano, el emblemático grupo que integró entre 1999 y 2003. "Pensamos hacer un disco con temas que nos hubiesen influido. Yo enseguida pensé en Spinetta. El proyecto no cuajó, pero yo seguí con eso en la cabeza por años. Finalmente elegí algunos temas y probé posibilidades para la improvisación dentro de mi lenguaje. También busqué que significaran algo para mí, para mi propia historia y así salió".
Con el líder en saxos, Juan Pablo Arredondo en guitarra, Jerónimo Carmona, en contrabajo, Carto Brandán en batería, Domínguez asume en ese disco un doble desafío: no sólo versionó a Spinetta en veta jazzera, sino que lo hizo con sus temas menos referenciales, alejándose de la comodidad de los "himnos" de fogón. Állí están Era de Uranio, de Spinetta Jade, Cementerio club de Artaud, Wendolin del álbum Don Lucero , Parvas de Almendra II o Asilo en tu corazón incluido en La, la la del 1986.
Años antes, en la ciudad de La Plata, el saxofonista Pablo Ledesma ya había abordado la música de Spinetta a través de su grupo, el PL Proyect. "Los de nuestra generación –recuerda Ledesma-, nacimos a la música a través de Almendra , Pescado Rabioso e Invisible. El concepto musical e intelectual de Luis Alberto es algo que no se puedo explicar en palabras. Nos ha atravesado a todos y de una manera u otra si pudiéramos elegir en la vida, todos seríamos Spinetta", enfatiza a Infobae.
De aquella incursión temprana queda un registro discográfico. Una personal versión de Fermín grabada en vivo en enero de 2002 en Ciudad Vieja, con Ledesma en saxos, Pepe Angelillo en piano, Matías González en bajo eléctrico, Horacio López en batería y Gustavo Bergalli en trompeta.
La inclusión de Bergalli, un músico que durante más de 30 años vivió en Suecia donde formó parte de la Orquesta de jazz de Estocolmo (en la que aún milita como solista), no es caprichosa. El trompetista fue uno de los pocos jazzeros convocados por Spinetta para el primer disco de Almendra, editado en 1969, con canciones inolvidables, como Muchacha (ojos de papel), Color Humano, Ana no duerme y Plegaria para un niño dormido, entre otras.
Más cerca en el tiempo el pianista Adrián Iaies incluyó una creativa versión de Laura va, en su disco doble de solo piano ¿Cuando la lluvia dejó de ser sagrada?, grabado en vivo en Café Vinilo en 2011 y la repitió con otro arreglo en Conversaciones desde el arrabal amargo, el disco que en 2012 grabó con el contrabajista Horacio Fumero. Iaies completó su homenaje al Flaco con una sentida versión de Fermín junto al trompetista Mariano Loíacono, en su última producción Nikli song, editada en la segunda mitad del 2017.
También el experimentado Juan Cruz Urquiza, uno de los trompetistas más requeridos de la escena local, se sumó a quienes exploraron el universo Spinetta desde las geografías del jazz. De Urquiza, quien en 2012 había dedicado un disco completo a Charly García, incluyó una versión de Donde no se lee, cantada con especial sentimiento por su hijo, el contrabajista Sebastián de Urquiza, en su último álbum, Convivencia, editado en 2014.
Juan Cruz explicó a Infobae que no hay razones jazzísticas en la elección: "Tiene que ver con las ganas de hacer música que tenga que ver con nuestra historia. Es música que me gusta y que tengo ganas de hacer. Pero no lo hago porque esté más o menos cerca del jazz. Lo hago porque me gusta. Simplemente eso".
El bajista Javier Malosetti, quien durante ocho años formó parte de las bandas de Spinetta, también sumó a la lista de homenajes con su propia versión de Credulidad de la era Pescado Rabioso, en su álbum ElectroHope de 2012 y lo propio hicieron las últimas generaciones que exploran la extensa obra del autor de Cantata de puentes amarillos.
Así desde la discográfica Kuai, donde se agrupan los nuevos valores del jazz argento, Mauricio Dawid hizo su versión de Cisne, en Sonora su álbum debut de 2013 y poco después el guitarrista Matías Suarez rendía homenaje con Tonta luz y Para soñar, que incluyó en su primer trabajo: Tangram editado en julio de 2014.
También el pianista Tomás Farés, quien tomó Vida siempre del álbum Alma de diamante para incluir en Refugio, su disco debut editado a mediados del 2014. Farés recuerda a Spinetta como una presencia constante. "Era la música que escuchaban mis padres. Por esos sus temas siempre me acompañaron. Tenían un vuelo y una búsqueda que parecía inagotable. No es sólo la letra o sólo la música. Es un todo, en el que una cosa inspira a la otra. A él una palabra le sugería un acorde. Para Spinetta letra y música eran un solo lenguaje y eso me parece impresionante", dijo a Infobae.
Poco antes la cantante Macarena Robledo hizo una versión de Barro tal vez en su disco debut, La búsqueda editado en 2009 y volvió a citarlo con Quedándote o yéndote, en su último trabajo Instrumento vivo de 2016. "Tener a Spinetta en uno de nuestros discos –dice a Infobae-, es una manera de saber que sigue entre nosotros. Que no se fue. Es básicamente una cuestión de amor y agradecimiento".
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