Son 11. O 30.000. O las dos cosas. O todo junto. O da igual, porque al fin y al cabo 11 y 30.000 son símbolos de lo mismo. Son las ganas de gritar un gol o la tenacidad para caminar barrios en las mañanas de lluvia y de frío. Son abrazos con la gente querida ante la gloria de ver a Racing campeón y son las asambleas para defender a rajatabla los derechos de los laburantes. Son actos de vida.
La sensibilidad con la que Julián Scher redacta sus líneas en Los desaparecidos de Racing es la muestra de su compromiso social y su amor por la Academia. Se trata de una obra en la que se cuentan 11 historias de hinchas racinguistas que fueron desaparecidos en la última dictadura militar.
Vayan detrás de Alejandro Almeida a comprar una gallina para tirarles a los de River.
Escuchen lo fuerte que grita Diego Beigbeder cuando Oreste Corbatta acierta desde los doce pasos.
Sientan con Jorge Caffatti lo que significa pararse en la popular de la mano de un papá.
Avancen con Álvaro Cárdenas para que les muestre cómo se canta en la tribuna con el brazo extendido.
Ríanse de la manera en la que Jacobo Chester se filtra en la cancha para pegarse a sus ídolos.
Disfruten mirando a Dante Guede paseando por el Cilindro con su hija sobre los hombros.
Comprendan el pedido de Gustavo Juárez para que un amigo le relate cómo fue el partido del domingo.
Miren a Alberto Krug escabulléndose de una reunión para alentar a la Academia.
Aférrense al cielo con Osvaldo Maciel para certificar que Roberto Perfumo la puso en el ángulo.
Corran con Roberto Santoro, vestidos con una camiseta celeste y blanca, por el empedrado de Chacarita.
Lloren con Miguel Scarpato con la noticia de que el título se les escurre de la punta de los dedos.
— ¿Por qué elegiste esas historias?
— Son las que encontré en un primer momento, porque en los archivos había todo tipo de información de los desaparecidos, pero nada relacionado a qué equipo eran hinchas. Se sabía las edades, ocupaciones, el lugar donde habían nacido o dónde militaban, pero nada de fútbol. En ese sentido fui chapoteando hasta encontrar los testimonios que dieran cuenta de esto, porque no sólo precisaba que fueran de Racing, sino que hubiera familiares, conocidos y amigos que pudieran contarme algo de la vida de ellos.
— ¿Conocías algún caso antes de comenzar a escribir el libro?
— Sí, la historia de Osvaldo Santoro y la de Alejandro Almeida, que era el hijo de Tati Almeida. Fue lo que me impulsó a buscar 11 para formar un equipo de hinchas desaparecidos, porque no se había escrito nada parecido hasta el momento. No se había contado este tipo de historias desde la pasión por un equipo de fútbol. Además, con el libro ya publicado, aparecieron otros casos y era lógico que pase por una cuestión cuantitativa.
— ¿Te sentiste identificado con alguna historia en particular?
— Es difícil quedarse con una. Yo me quedo con pequeños momentos de todas, porque a medida que fui escribiendo me fui vinculando sentimentalmente con todas. Cuando uno escribe este tipo de casos siente un placer enorme acompañado por un acto de justicia, porque el genocidio buscó justamente eso: borrar sus historias. Si te tengo que decir alguna, me quedó el recuerdo de Alejandro Almeida metiendo una gallina viva en la cancha de Racing para cargar a los de River, o la de Aleberto Krug, que su madre siguió pagando la cuota social del club durante meses en su desaparición a la espera de su regreso, para que al volver pueda hacer lo que más le gusta, que era ir a la cancha con su hermano y su papá.
— ¿Cuánto tiempo te llevó la investigación?
— Todo el trabajo llevó alrededor de dos años. Desde que tuve la idea hasta que se publicó. Hay más de 70 testimonios en los que me ayudaron a contar al detalle cada caso en particular. Si no fuera por la generosidad de esas personas no hubiera sido posible.
— ¿Es posible que surja una segunda parte por las nuevas historias que aparecieron?
— No, todavía no estoy trabajando en la continuidad del libro. Ahora sólo les doy una mano a otros periodistas que quieren contar las historias de los socios desaparecidos de otros equipos, como Independiente o Rosario Central.
— ¿Buscaste algo en particular al contar estas 11 historias?
— El objetivo era contar la idea que nosotros tenemos sobre lo que ocurrió en la Argentina durante esos años. Ya llevamos 20 presentaciones, porque la pelea por la memoria no empieza ni termina con un libro. Es una batalla que hay que darla de forma cotidiana, y el espíritu del libro es utilizar al fútbol como una herramienta para construir memoria, verdad y justicia.
— ¿Desde qué lugar disfrutaste más en la elaboración del libro: desde la racionalidad que impone tener una postura política determinada o desde la pasión del hincha?
— Depende del tramo. Hay una racionalidad ideológica que marca quién soy y qué pienso, pero también está la pasión por Racing que me dio la posibilidad de pensar a los clubes como una herramienta para concientizar a los más jóvenes. La posibilidad de presentar el libro en la sala de prensa del Cilindro con dos madres de Plaza de Mayo, estar con ellas en la platea y compartir su emoción por el recuerdo de sus familiares fue el momento culminante de esa mezcla que marca la racionalidad política con la pasión por los colores.
LEA MÁS
Hugo Lamadrid, el rústico volante central que se convirtió en estrella de Twitter